“El refrán no es como tú lo dices, mi hijo me lo ha clavado en el corazón. Mi Chuso. Te quiero, mi princesa”. Esas fueron las últimas palabras que Concepción Martín, conocida como ‘la viuda negra de Alicante’, oyó decir a su marido, José Luis, la noche que le asesinaron, a los 20 días de su boda. Al menos, eso narró este lunes en el inicio del juicio en la Audiencia Provincial de Alicante, en el que es acusada de asesinato junto a Francisco Pérez, su cuidador. Ambos negaron ser culpables de lo ocurrido y señalaron como autor de los hechos a un hombre que en esta vista no identificaron, pero que anteriormente habían descrito como Jesús -Chuso-, uno de los hijos del fallecido.
Concepción es conocida como ‘la viuda negra de Alicante’. Este caso se convirtió en mediático porque Conchi aseguraba ser tetrapléjica. Las imágenes de la acusada entrando al juzgado al día siguiente del asesinato portada en volandas por dos agentes se hicieron famosas por entonces. Nada que ver con las de hoy, dos años después, en las que Conchi andaba y se sentaba con total normalidad en el banquillo de los acusados. Hasta el momento del suceso llevaba en silla de ruedas más de un lustro. Aseguraba que no podía levantarse por un problema de huesos e incluso cobraba una ayuda económica por la incapacidad.
En la vista los acusados no rehusaron responder a ninguna pregunta. Ni al Ministerio Fiscal, ni a la acusación particular, ni a sus propios letrados. Tras la constitución del tribunal del jurado, la primera sesión se alargó hasta pasadas las 18 horas. Testificaron tanto la señora Martín como el señor Pérez.
Concepción, más conocida como Conchi, fue la primera en hacerlo. Caminó y se sentó a narrar lo ocurrido. Esta señora, que dice padecer fibromialgia, expuso su versión de los hechos cayendo en ciertas contradicciones. Por momentos hacía como que lloraba. En otros, respondía serena, e incluso recostada. Las lágrimas parecían impostadas.
La noche en la que murió el marido de Conchi, una policía de paisano cogió a los acusados junto al cadáver. Era el día 20 de agosto de 2018. Ella vestía de negro, portaba unos guantes oscuros y una gorra. “Los guantes son para el frío de los huesos”, dijo en la vista. “Si aquel día iba disfrazada, hoy también”, esgrimía la acusada ante el tribunal del jurado. Francisco, por su parte, también vestía colores oscuros -jersey azul y vaquero- y portaba gorra y unos guantes que decía utilizar para “mover” a Conchi, que por aquel entonces se desplazaba en silla de ruedas. Él era su “chófer legal” y asistente. “Como un padre para mí”, afirmó la acusada.
Fue una agente de la Policía Nacional quien les encontró junto al cadáver del hombre, que había sido apuñalado en el cuello. Las preguntas eran múltiples, pues los acusados niegan la versión de la agente.
Para ir por partes, Conchi y su marido habían quedado para cenar aquella noche en la playa de la Albufereta de Alicante. Contaron los acusados en la vista que habían quedado allí los tres. José Luis llegaba desde Madrid, pues había marchado unos días antes a Santander a ver a sus padres. Conchi y Francisco cenarían con él, irían a por una caravana, se irían de viaje de novios -Francisco conducía y el matrimonio viajaría detrás- y luego él recién casado se iría a vivir con su mujer y el ‘asistente’ de ella.
Sin embargo, cuando llegaron al aparcamiento, todo cambió. José Luis no llegaría a cenar. Tras varias contradicciones, Conchi expone su versión de lo sucedido: “Paco salió del coche, me iba a sacar a mí -ella iba entonces en silla de ruedas- y se fue porque vio una pelea. Yo le escuché gritar a él”. Como no volvía su asistente, Conchi se arrastró hasta el lugar donde acababan de matar a su marido. Al menos, eso es lo que cuenta.
Una vez allí, una agente de policía de paisano se acercó. Había visto lo ocurrido en aquella oscura noche. “Cuando llegó la policía dijo ‘han sido ellos para quedarse con la herencia’. Ella no me conocía. Yo sólo hacía decir eso no es cierto, eso no es cierto”, narró la acusada.
Las dudas eran múltiples. ¿Cómo había llegado una persona que no andaba por entonces hasta 20 metros sin ninguna ayuda? Ella dice que arrastrándose. Exactamente, comentó: “Intentaba levantarme. Llegué al centro de los coches. Me agarré para ponerme de pie. Oí no sé qué policía. Entonces, me eché para atrás. Me quité la gorra y dije aquí -eleva las manos con los grilletes y hace aspavientos imitando lo que hacía entonces-. No veía a nadie, por eso hacía así con la gorra”. ¿Y las marcas de arrastrarse por un terreno no asfalta? "Supongo que las tendría", contestó.
Asegura Conchi que vio a un hombre marcharse del lugar de los hechos montado en un coche, con tranquilidad. No llegó a reconocerle, aunque en aquel momento dijo que “habían sido unos negros”.
Francisco, por su parte, relató los mismos hechos de aquella noche. Él expuso en su primera declaración ante la policía que el asesinato lo había cometido Jesús Sánchez, hijo de José Luis. En esta ocasión no hizo tal afirmación. “Eso no lo dije yo. Que yo sepa no”, expuso. “No lo puedo asegurar, eso es lo que José Luis dijo: mi Chuso me lo ha clavado en el corazón. Algo así dijo. Estaba con la boca llena de sangre y balbuceando”.
José Luis y Francisco se conocían desde hacía años. De hecho, el fallecido había conocido a su mujer por la intermedicación de su ‘amigo’. La noche en la que perdió la vida José Luis, Francisco llegó hasta el lugar porque había visto una disputa, un forcejeo. En una noche oscura, en la que el propio acusado reconoció que las luces brillaban por su ausencia, Francisco se acercó al lugar de la riña porque lo vio. No escuchó gritar a su amigo y no le identificó, porque asegura que padece problemas de oído. “Me arrimé para ver qué pasaba. Entonces cogí a José Luis, que estaba dando tumbos, lo agarré por por las heridas del cuello y lo dejé en el suelo. Grité socorro y ayuda. No sé cuántas veces lo dije. Entonces vi a mi cuñada -Conchi-, le quité la toquilla y se la puse encima a Francisco para que no lo viera”.
La policía detuvo a Francisco cuando se estaba lavando las manos, en el coche en el que habían llegado la ya por entonces viuda y él. Asegura que lo hacía para coger la silla de su cuñada sin mancharla y llevársela al lugar donde estaba ahora. Los agentes no le dejaron. Le inmovilizaron en ese momento.
Le incautaron unos guantes de la zona íntima del pantalón. Asegura que eran los que utilizaba para todo. Su cuñada dijo que ese día los portaba porque tenía una herida, para no hacerse daño. También porque con ellos se aseguraba de no arañarle a ella cuando la montaba en la silla de ruedas. Aquel día, Francisco no llegó a utilizar los guantes según contó al tribunal.
También se le incautaron el mango de “una herramienta”. Dijo el acusado que “no era un destornillador”. Estaba envuelto en papel film porque la superficie era rugosa. Se le había roto arreglando una rueda de la caravana, justo antes de ir al sitio. El plástico estaba lleno de sangre. Cuando le preguntaron por otro papel que llevaba en el bolsillo, testificó que era un "un chivato que llevaba medio gramo de cocaína" para esa noche.
La relación entre los acusados
Francisco y Conchi tienen una relación desde hace años. Legalmente son cuñados. Además, él era su asistente. En todo este tiempo en la cárcel, no han perdido el contacto. Había quien aseguraba que mantenían una relación sentimental. “Él para mí es como un padre”, expuso ella sin embargo en la vista. “Sus segundos pañales se los cambié yo. Como una hija le quiero”, dijo él, que nació 13 años antes que ella.
La noche de bodas, Conchi aseguró que José Luis no estuvo en casa. Hay unas fotos de ella en ropa interior sobre la cama. También, de Francisco. ¿Cómo se explica esto? Ambos dijeron que el fotógrafo fue José Luis. Ella no supo argumentarlo; él aseguró que con las bromas por lo que “se habían metido”, dijo que tras ella le tocaba a él hacerse los retratos. Conchi no habría estado en el momento en el que se sacaron las fotos de su cuñado, sino que se encontraría en otra habitación.
Las cartas que han hecho que se mantuvieran en contacto durante todo este tiempo en la cárcel y el tono cariñoso avivan las sospechas sobre la relación sentimental. Ambos aseguran, sin embargo, que son por el cariño. “Un padre le dice a su hija mi amor, mi princesa…”, reprochó el acusado cuando fue preguntado por el letrado de la acusación particular. “Quiero estar contigo hasta el último día de mi vida”, podría leerse en las misivas de él a ella.
Además, en estas cartas, Francisco habría pedido a Conchi que dejara de mostrar su recuperada movilidad. Si en 2018 ella no podía moverse, ahora lo hace a la perfección. Lo hizo también en estos escritos. Él asegura que es para que no retroceda en la recuperación que ya ha tenido, y no para que no levante suspicacias, como habría escrito de su puño y letra.
Dentro de la cárcel, Francisco también habría asegurado a un compañero que fue él quien cometió el asesinato. “No lo confesé. Ni a él, ni a usted, ni a mi abogado, ni a nadie. Porque no… No. YO le conté una historia para cachondearme de él porque había rumores. Le conté tres historias. Le dije que había tirado el arma al mar. También dijo que le ofrecí 100.000 euros por esconder el arma”, narró para quitarle credibilidad a su otrora compañero en la prisión.
La primera sesión se alargó en demasía. Las contradicciones fueron comunes en los acusados de un juicio en el que el móvil del asesinato aún está en el aire. Entre tanto, el juicio continuará mañana. Hasta 27 testificales serán recogidas en la Audiencia Provincial de Alicante, siendo 18 de estas voces de agentes de la Policía Nacional, en la segunda vista. El próximo 2 de octubre se entregará el objeto del veredicto al jurado para la deliberación definitiva del caso.