Nunca como en esta ocasión un Rey de España había recibido tanta presión desde el Gobierno acerca de lo que debe o no debe decir en el mensaje navideño del 24 de diciembre. No le había sucedido a Felipe VI, jefe del Estado desde 2014, en sus anteriores intervenciones de Nochebuena, ni a su predecesor, Juan Carlos I, quien relevó a Franco en 1975 en estos menesteres previos a la gran cena.
Precisamente el padre del actual monarca es el gran culpable de que a Felipe VI le hayan supervisado cada punto y cada coma desde el Palacio de la Moncloa ante la cita nacional de este jueves.
Felipe VI debería haber grabado su discurso navideño este pasado domingo. Finalmente, será este martes, a las 11 de la mañana, hora a la que está citado el equipo de TVE en Zarzuela. Claro está, salvo imprevistos. El retraso ha estado justificado por la laboriosidad con que se ha tejido y destejido la intervención navideña real. Algo así como si Jaime Alfonsín, jefe de la Casa del Rey, encargado de esta obligación, y Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno y supervisora del discurso, representaran los papeles de Ulises y Penélope cosiendo y descosiendo palabras.
Es de suponer, a tenor de lo declarado por Carmen Calvo, que Felipe VI mencionará a su padre en su intervención ante el país a las 9 de la noche del próximo jueves. Nadie como ella conoce los borradores elaborados.
Si nos atenemos a las palabras de Calvo, hay que creer que estaría en lo cierto cuando el pasado sábado, 19 de diciembre, declaró en La Sexta: “Estoy absolutamente convencida de que (el Rey) va a lanzar el mensaje que corresponde ahora, de rigor y de tranquilidad”.
Previamente, Carmen Calvo calificó a Felipe VI como un jefe de Estado “realista”, que “sabe lo que piensa la opinión pública de este país y lo que demandan los ciudadanos”.
¿Qué demandarían los ciudadanos, según la vicepresidenta, para no sentirse defraudados por Felipe VI en la cena de Nochebuena más triste de los últimos 80 años? Obviamente que Felipe VI no se quede solo en aquello de que “la ley es igual para todos”. Este lema fue pronunciado por Juan Carlos I tras conocerse la mangancia de Iñaki Urdangarin. Recuérdese que aquel escándalo del yerno parecía el acabose. Aún quedaba por saber lo más gordo.
Durante este 2020 se ha sabido que el Emérito ha recibido desde países árabes decenas de millones que no declaró y maletines que el mismo Juan Carlos trasladó a Suiza; todo esto mientras era Rey y se sentía protegido por su blindaje de inviolabilidad.
El 'turrón' en la indigesta actividad económica de Juan Carlos llegó hace unos pocos meses al saberse que el empresario mexicano Sanginés-Krause pagó gastos de tarjetas de crédito del Emérito por casi un millón de euros.
Unos escándalos que obligaron a Felipe VI, el pasado 15 de marzo, un día después de la declaración del estado de alarma nacional por la pandemia, a emitir un comunicado con el que rompía con su padre, le retiraba la paga anual de 200.000 euros y le inhabilitaba para representar al Estado. Sin contar, con su renuncia a cualquier herencia que pudiera recibir de Juan Carlos.
No tan contundente
Parece del todo imposible que Felipe VI pueda ser más contundente este jueves contra su padre de lo que lo fue el pasado mes de marzo, o incluso a principios de agosto, cuando el Emérito, impulsado por su hijo, iniciaba un autoexilio en Abu Dabi.
Como los tiempos en el Palacio de la Zarzuela no son equivalentes con los de Moncloa, es posible que el discurso de Felipe VI –que en la tarde del lunes ensayó ante las cámaras, con la presencia imprescindible de Letizia- no sea tan contundente como se espera.
Otro vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, también ha presionado a Felipe VI para que no pase por alto en su intervención de Nochebuena los escándalos paternos. En un tono más fanfarrón y menos sibilino que el de su homóloga Carmen Calvo, Iglesias recordó a Felipe VI que, según lo que dijera ante las cámaras, las familias hablarían durante la cena del 24 en un tono u otro sobre la monarquía y la república. Familias con un número reducido de miembros y sin el cuñado bocazas.
En realidad, el sueño de Pablo Iglesias sería un dueto formado por Felipe VI y Juan Carlos, con el rey titular y rey honorífico, dirigiéndose a los españoles por televisión, con un retrato de Alfonso XIII detrás de los intervinientes. Sería el gran prefacio para iniciar los fastos del 90 aniversario de la II República (1931-2021) que proliferarán en España el próximo año, con Manuel Azaña como principal protagonista.
El primero de los actos ha sido la inauguración de una exposición en la Biblioteca Nacional, en Madrid, dedicada al presidente de la República española. El evento estuvo presidido precisamente por Felipe VI.
No parece que Felipe VI vaya a hacer un gran anuncio sobre su padre, como podría ser anticipar a los espectadores la retirada del título de rey honorífico concedido a Juan Carlos en junio de 2014, mediante un Real Decreto. Bastaría con otro Real Decreto, aprobado en un consejo de ministros presidido por Pedro Sánchez y luego firmado por Felipe VI, para que el Emérito perdiera el honor concedido por el presidente Mario Rajoy y rubricado por el mismo interesado.
Otras alusiones
Además de alguna alusión a su padre, también es muy probable que el jefe de Estado, máximo responsable de los ejércitos, se refiera en positivo al papel de las Fuerzas Armadas durante la pandemia, en contraposición con los manifiestos promovidos por unos pocos militares, retirados y extremistas.
Lógicamente, Felipe VI no se referirá en su discurso de Nochebuena a otras preocupaciones de los españoles, más de fondo que los escándalos económicos de su padre, como la lengua vehicular o el propósito de romper el Estado de los socios independentistas que sostienen al Gobierno de Pedro Sánchez. Una unidad que representa, precisamente, Felipe VI.
Hace unos semanas, Arnaldo Otegi, con cuyos votos saldrán adelante los primeros Presupuestos General del Estado de Pedro Sánchez, declaró que uno de los temas capitales para la nación era convocar un referéndum sobre “Monarquía o Repúblicas, no República”, enfatizó el líder de Bildu y ex etarra. El mismo vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, ha defendido que España debe transformarse en un Estado plurinacional.
El referéndum tendrá que esperar. De momento, no sabremos qué votarían los españoles si en un lado de la balanza aparecieran los reyes Felipe VI y Letizia y sus hijas, y en el otro platillo forofos republicanos como Pablo Iglesias, Irene Montero, Gabriel Rufián y Arnaldo Otegi. Cuatro frente a cuatro.
Aunque nunca se sabe. El doctor Gregorio Marañón, en una carta dirigida a Indalecio Prieto para informarle del cáncer mortal que padecía Ortega y Gasset, hablaba de la obstinación nacional en el error debido a la insensatez del pueblo español.
Más de 7,5 millones de espectadores
El discurso de Felipe VI, con la expectación que ha levantado, será visto este jueves por más de 7,5 millones de españoles. A decir por sus intervenciones navideñas de años anteriores y por su misma personalidad, será un discurso moderado y enérgico a la vez.
El añorado Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa del Rey con Juan Carlos I, hasta que éste lo echó harto de sus reprimendas, explicaba cómo Maquiavelo dividía a los hombres en tres grupos: el que sólo se entiende a sí mismo, el que entiende a los demás y el que no se entiende ni a sí mismo ni a los demás.
Por su actuación en estos años, Felipe VI estaría en el grupo segundo, con un atributo añadido: el que entiende a los demás, incluso cuando le atacan. Es lo que soporta democráticamente Felipe VI, procedente de una parte del Gobierno, el mismo que le debe lealtad por ser el Jefe de Estado.
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