Si hay algo que diferencia el trabajo de Jaime Sanz con el de su competencia es, según dice, su forma de hacerlo. Él informa, advierte y sobre todo dialoga. Nunca llega a más. "No hay coacción, amenazas ni violencia", insiste.
Ese es el modus operandi que llevan a cabo este madrileño y su equipo de treinta personas cuando tienen que enfrentarse a la desokupación de una vivienda. Algo que ocurre, desde que creó su empresa —Desokupación Legal— en 2017, prácticamente cada día.
Como tantos otros, desde que el fenómeno de la okupación estalló en nuestro país, Sanz creó su empresa de seguridad y desalojos. Eso sí, estableciendo una diferencia con el resto. No utilizar jamás la fuerza. Al menos, física. Evitando así caer en prácticas que, según él, sí llevan a cabo otras compañías y han ensombrecido el sector en los últimos años por su dudosa legalidad. "Están dando muy mala imagen. Yo no quiero enfocar mi empresa como si fuéramos matones o porteros de discoteca. Dar un salto de calidad fue la idea inicial, ser completamente legales", cuenta este empresario, en una entrevista con EL ESPAÑOL.
Desde entonces, no hay día en el que no reciba una llamada de un nuevo cliente o no tenga que ir a cualquier parte de España para poner en marcha una desokupación. Hasta la fecha, en su historial hay más de 5.000 casos resueltos. No obstante, más allá de su buen hacer cuanto trata con los okupas, hay una razón por la que este empresario tiene tanto éxito en sus operaciones. Un método que ningún otro emplea y por el que también se desmarca de sus competidores: los perros antiokupas.
70 canes
Siempre que Jaime Sanz llega con su furgoneta a algún operativo, el equipo suele estar algo alborotado. Muchos, al principio, se preguntan por qué. Cuando todos salen, es fácil entenderlo. El motivo no es otro que las ganas de salir del vehículo de sus compañeros perrunos. Eso, no obstante, solo ocurre al principio, horas después harán su trabajo mejor que ningún otro humano. Los canes son la clave de todos los desalojos. Un sistema legal, según explica el fundador y director de la empresa, que lleva aplicando desde el primer día y es infalible. "Nos hacen actuar muy rápido. Son como un antidisturbios. Un perro es capaz de disuadir a 200 okupas", sostiene este madrileño.
Esta práctica es lícita siempre y cuando el perro no ataque sin haber sido agredido. Una circunstancia que nunca se ha dado o eso asegura su dueño. "No ha habido ningún incidente ni los animales han mordido a nadie", insiste Sanz. Su función es la disuasión, no la intimidación. Los canes se encargan de blindar las puertas de acceso a la vivienda okupada para que cuando él o los susodichos salgan, no puedan volver a entrar a la propiedad usurpada.
Ni que decir tiene que, por supuesto, nadie volverá a sobrepasar dicha entrada. Y es que los perros de Jaime Sanz imponen. Se trata de razas como el pastor belga malinois, el pastor alemán o el dogo de burdeos. Miden entre un metro y medio de largo y uno de alto. Son tenaces y protectores, cualidades necesarias para ser entrenados como perro pastor, guardián de defensa y de servicio. En Desokupación Legal cuentan con aproximadamente 70 canes de estas especies y en cada desalojo siempre suelen llevar entre uno y siete, si se trata de una vivienda.
Todos, sin excepción, están adiestrados para su función en la desokupación. Los animales no hacen nada si el vigilante no se lo ordena. Es una acción muy sencilla. Simplemente tocando el arnés que llevan puesto, los canes se activan y están listos para "disuadir". "Son perros tranquilos, no empiezan a trabajar hasta que no se les agrede. No son peligrosos, pero están preparados para saber reducir a una persona y que ahí termine la discusión o el conflicto. Los perros son utilizados como elemento disuasorio o de defensa ante un okupa violento, nunca son lanzados al ataque", explica este madrileño.
Este, sin embargo, no es el único oficio que los perros tienen. La mayoría pertenecen a las unidades caninas de seguridad en el Santiago Bernabéu y de Metro de Madrid. "Saben lo que hacen y sus entrenadores también", asegura el fundador de Desokupación. Él se encarga del cuidado y mantenimiento de gran parte de ellos. El resto suelen ser propiedad directamente de los vigilantes de seguridad que contrata. Según explica, de este modo se asegura que en las operaciones de desalojo los dos sean un binomio perfecto.
Rocky, Brauli y Truman
Rocky, Brauli y Truman son tres de los canes que trabajan desde el principio en la empresa de Sanz. Y tres de las razones por las que, desde entonces, la compañía de este madrileño ha crecido exponencialmente cada año. Tienen dos sedes en Madrid y tres repartidas en Barcelona, Málaga y Canarias. Y eso no es todo, están planeando expandirse internacionalmente. Serían los primeros en hacerlo. El objetivo es Argentina, un país cada vez más azotado por esta problemática. "El tema de la okupación y los impagos están muy presentes allí. La policía no ayuda y además, se manejan armas. Llevamos un año viendo cómo encajar todo, la idea es estar implantados como en dos o tres meses", cuenta este empresario.
El éxito de esta empresa, no obstante, no solo reside en los canes; también en el método. Antes de entrar en acción, el primer paso de Jaime Sanz es comprobar que la vivienda sea del legítimo propietario mediante las escrituras o el contrato. Después, llega la inspección visual. Observar durante varios días que se trata de un caso sencillo. Es decir, de una vivienda en la que no se estén cometiendo más delitos de los previstos.
"Hay que investigar el entorno, que no nos encontremos con armas, con prostitución o con una mafia. Porque de ahí depende el precio. En caso afirmativo, nosotros contamos también con departamento jurídico", explica el madrileño. Las tarifas de sus servicios parten de los 500 euros. Todo depende de la extensión de la propiedad y del tipo de desalojo.
Y llega la hora de la mediación. "Yo intento hablar mucho con ellos. Se intenta llegar a un acuerdo. A veces con dinero, siempre que sean personas vulnerables. Prefiero ayudarles en este caso, pero son los que menos nos encontramos. Se les advierte de los procesos judiciales y se negocia una fecha de salida, lo más flexible posible", relata Sanz. Sin embargo, si ese acercamiento no es efectivo, se lleva a cabo un control de acceso.
Una práctica en la que entra en juego el equipo perruno. Normalmente, para un caso sencillo, suelen ir acompañados de un vigilante y un perro que se coloca en la entrada del domicilio. Si se complica, llevan hasta siete. Y si es, como señala Sanz, "un gran tenedor", se han llegado a utilizar hasta 70 perros. Con estos últimos se refiere a grandes clientes como pueden ser bancos, fondos buitre e incluso hoteles. "Al principio, no atendía este tipo de casos. Tenían miedo. Pero ahora que conocen cómo lo hacemos y que estamos dentro del marco legal, sí que nos llaman, hay mucha demanda", comenta.
Un hotel de 128 habitaciones
De hecho, Desokupación Legal es la empresa que ha llevado a cabo uno el mayor desalojo privado en España. Un hotel de 128 habitaciones en Calella (Barcelona). "Había un total de 58 habitaciones okupadas. En la primera planta había plantaciones de marihuana; en la segunda residía una mafia búlgara dedicada a la prostitución y en la tercera, españoles que alquilaban habitaciones. En dos días y medio, todo quedó desalojado. Los canes, en este caso, nos sirvieron de gran ayuda. Un vigilante de seguridad con un perro disuade a 200 personas, aproximadamente. No es un método disuasorio, sino disuasorio y de protección para el vigilante y todo el equipo", explica este empresario.
La mejor arma de este madrileño, según cuenta, es el taekwondo hablado. No la violencia. En la mayoría de casos, un lenguaje calmado y comprensivo sirve para convencer a los okupas. "Nosotros siempre intentamos mediar. Si entramos intimidando, hablando mal a las personas, vamos a recibir lo mismo", alecciona. Aunque no siempre sale bien, claro. En alguna que otra ocasión, los okupas han terminado hiriendo con machetes a los vigilantes e incluso les han amenazado con pistolas, como les ocurrió en un desalojo en Ciempozuelos (Madrid). Aún así, si la cosa se pone fea, siempre están los perros.
— ¿Es fácil trabajar siempre ellos?
— Sí, son animales totalmente sociales. Viven con las parejas de los vigilantes, con niños. Truman, por ejemplo, está en mi casa. Mis hijos lo adoran. Son perros normales, pero eso sí cuando trabajan son como un antidisturbios. Les pones el uniforme, les tocas el arnés y ellos empiezan a trabajar.
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