“Hay una zona por Plaza Catalunya, cerca de la FNAC, que está en obras. Ese fue el peor tramo. Nos tiraron piedras, bidones, herramientas… todo lo que pillaban. Objetos contundentes que, si nos alcanzan, nos pueden matar”. Se lo cuenta a EL ESPAÑOL uno de los agentes de Mossos d’Esquadra que participó en los disturbios de hace unos días provocados en Barcelona por grupos antisistema tras la detención y posterior encarcelamiento del rapero Pablo Hasél.
Incidentes violentos, no obstante, que aunque muchos creían finalizados, volvieron a resurgir este fin de semana en la ciudad condal. El sábado por la tarde, los agentes fueron atacados con un cóctel molotov, pirotecnia y líquido infamable, que provocaron un incendio en la comisaría de las Ramblas y otro en una furgoneta policial que albergaba guardias en su interior. "El asalto radical arriesgó la muerte, el asesinato de compañeros; buscaban tener un muerto", sostenían a EL ESPAÑOL fuentes de la Guardia Urbana de Barcelona.
Las agresiones a policías no son una novedad en Barcelona. De hecho, en el último año se ha convertido en la ciudad europea más violenta y saqueada; y en la que las fuerzas de seguridad se han visto más desprotegidas. "Tenemos las manos atadas, somos blanco fácil", denuncian los Mossos d'Esquadra.
Sin embargo, han sido varios los factores que han puesto en alerta a las fuerzas policiales de todo el Estado: fatiga pandémica de la gente, aumento de las protestas, pocos efectivos policiales, material obsoleto, sanciones insuficientes y un tibio (cuando no inexistente) apoyo desde la esfera política. Son las claves que han dado alas a la violencia callejera.
Aunque el número de delitos en general ha descendido durante la pandemia, hay uno de ellos que ha proliferado: los delitos de orden público. Y en especial, las agresiones a los agentes de la autoridad. Todavía no hay cifras oficiales, la Fiscalía General del Estado no presentará la memoria con esos datos de de aquí a varios meses, tal y como cuentan desde este organismo. Pero la percepción de los agentes y sus sindicatos y los partes de lesiones registrados son claros al respecto: la población le está perdiendo el respeto a la policía.
Y aunque es casi norma nacional (Madrid es una de las ciudades más damnificadas por las protestas por el Caso Hasél), hay algunos sitios donde este incremento se hace mucho más palpable. Cataluña en general y Barcelona en particular son el epicentro de este incremento de la violencia. La ciudad condal es la más saqueada de Europa en estos últimos años. Los diferentes conflictos (referéndum independentista, encarcelamiento de los políticos separatistas, detención del rapero Hasél o incluso marchas negacionistas) suelen derivar en protestas callejeras y, estas, en graves disturbios donde el agente de policía deja de ser la autoridad para convertirse en blanco fácil. Las últimas 8 noches de disturbios han dejado más de un millón y medio de costes materiales. Del coste humano se habla menos.
102 heridos
Las últimas informaciones oficiales fijan en 102 el número de agentes heridos en el cuerpo de Mossos d’Esquadra durante las protestas por la detención del cantante Pablo Rivadulla (alias Pablo Hasél), incluido este último fin de semana, en el que la policía catalana detuvo a 14 personas. Dos de ellos menores, que han pasado ya a disposición judicial, mientras el resto aún permanece en el calabozo, aseguran fuentes policiales. Contusiones, pinchazos. Una auténtica batalla campal que se ha ido repitiendo noche tras noche en varios puntos del país, pero en ninguna con tanta intensidad como Barcelona.
“Saben perfectamente lo que hacen. Son grupos organizados que dan sus consignas por internet antes de la concentración. Tienen aplicaciones en el móvil para agruparse o para explicar cómo tienen que replegarse, hacer barricadas o cuándo atacar a la policía”, cuenta el agente que habla con EL ESPAÑOL, miembro de la Brimo (Brigada Móvil, uno de los cuerpos antidisturbios de la policía autonómica catalana) que reconoce que “vengo de otra unidad y es la primera vez que me llevo este montón de pedradas y golpes. Suerte del equipo que tengo, de la actuación de los compañeros, que ya conocen este tipo de movidas y saben actuar”.
Necesidad obliga. Porque Barcelona es el gran campo de batalla de los grupos antisistema. Los agentes ya salen preparados para recibir agresiones. Saben que cualquier concentración en Barcelona tiene todas las papeletas para acabar con escaparates rotos, pedrada y contenedores quemados y convertidos en barricadas ardiendo. “Lo que buscan es que bajemos de la furgoneta. Por eso se meten por calles adyacentes de la Rambla o Plaza Cataluña, donde el acceso es mucho más difícil. Si nos tienen fuera de la furgoneta, somos un blanco aún más fácil”.
Los datos
Aún no hay datos oficiales. Registrado ese año se publicará “en septiembre aproximadamente, cuando tengamos las cifras de todas las provinciales”, cuentan a EL ESPAÑOL desde la Fiscalía General del Estado. Una demora, en línea con la que padece el sistema judicial español, que impide hacer una radiografía certera del fenómeno a tiempo real.
Por el momento, solamente alguna delegación provincial cuenta con estas cifras. La de Madrid, por ejemplo, donde los delitos de orden público se incrementaron en un 12,3% durante el año del confinamento, según nos confirma su Fiscalía Provincial. Aunque los otros delitos comunes han bajado (a causa de los confinamientos y las restricciones de circulación), las intervenciones policiales suelen tener más respuesta violenta que antes.
Los Mossos, en cambio, tienen sus propias estimaciones. Fuentes sindicales apuntan a un incremento de entre el 45 y el 50% por ciento con respecto al año anterior. No son cifras oficiales, pero son tal vez las más certeras. Porque no todas las agresiones se denuncian como atentado al autoridad. Muchos de estos golpes recibidos quedan en nada, al menos a efectos administrativos. Son los partes de lesiones el otro baremo con el que la policía autonómica puede evaluar la cantidad de agresiones recibidas. Los heridos en esta última semana son solamente la punta del iceberg. Porque se ha convertido en algo recurrente.
“Dos mossos han sido agredidos cuando realizaban una detención en Sant Andreu”, “60 personas rodea y golpea a una patrulla de Mossos en Pallejà”, “Detenido en Barcelona un hombre por golpear a dos Mossos de paisano”, “Denuncian que solo había 4 agentes en la Generalitat durante el ataque vandálico”. Son algunos de los titulares casi habituales en la prensa local. Las agresiones a Mossos están a la orden del día. El agresor le ha perdido el respeto a la policía. Y los factores son diversos, muchos, evitables.
Los factores
El desamparo institucional es, según todos los sindicatos policiales, el principal motivo por el que la gente le está perdiendo el respeto a la policía, especialmente en Barcelona: “Estamos solos. Somos el cuerpo policial más vilipendiado. Hace 20 años, el cuerpo de Mossos era la niña bonita de la Generalitat. Ahora estamos desamparados. No sabemos por qué estrategia política, pero no encontramos el respaldo necesario en nuestros gobernantes. No nos apoyan públicamente. Ser 'amigo' de la policía no está bien visto con este gobierno”, sentencia Robert García, de CCOO.
En la misma línea se pronuncia Toni Castejón, portavoz de FEPOL, sindicato mayoritario de Mossos: “¿Tú has visto que hayan salido desde el Govern a defendernos de inmediato? Pues eso”, concluye conciso tras los últimos disturbios. La falta de apoyo desde la Generalitat hace “que los manifestantes se envalentonen. La cosa no se queda en la violencia verbal; son agresiones en toda regla. Son 85 los agentes heridos solamente en estos días de altercados”.
"A los mossos nos fusilan. Ni te cuento lo que aguantamos. Las directrices son no bajarse de la furgoneta si no es imprescindible. Si además hay políticos que venden la idea de que la violencia la ejercen los Mossos, tenemos un problema añadido", discutía el propio Castejón en el programa Cuatro al día con Juan Carlos Monedero.
“La respuesta a nivel político en general ha sido lamentable”, explicaba Castejón resumiendo las siete noches de violencia en Barcelona y alreededora. “Ya no solamente la falta de apoyo. Eran todo críticas a actuaciones de orden público. Parece que somos nosotros los que provocamos. Al final es desviar al atención y decir “la policía hace esto, hay que cambiar el modelo”, y así no hablo de lo que está pasando, que es gravísimo”.
Se refiere Castejón a la respuesta del titular de la conselleria d’Interior, Miquel Samper. Las explicaciones que dio durante la semana de disturbios no convencieron en absoluto a los agentes. Echaron en falta un pronunciamiento claro contra los disturbios y a favor del cuerpo. Además, tras haber mantenido reuniones con varios sindicatos policiales, el sexto día de disturbios concedió una entrevista a RAC1 donde volvió a incidir en “la necesidad de un cambio de modelo en Mossos”, en lugar de señalar directamente a los causante de los destrozos. Se limitó a apuntar que sintió “impotencia” al ver las consecuencias del vandalismo en Barcelona.
Falta de efectivos
Si los Mossos se sienten solos en cuanto al apoyo institucional que reciben, esta sensación aumenta aún más al analizar los efectivos de los que disponen para confrontar disturbios de esta magnitud: “Hay dos tipos de sistema para enfrentarse a este tipo de situaciones: la distancia y el cuerpo a cuerpo. Este último es el que se usa, por ejemplo, en Alemania: que si hay 500 manifestantes, tú puedas reunir a 500 agentes para iniciar una defensa en igualdad numérica. Pero eso aquí es imposible”, resumen desde CCOO.
“Falta contratar a más Mossos. Nos faltan unos 2.000 agentes ya de por sí. Pero para llevar a cabo una defensa cuerpo a cuerpo, tendrían que incorporar unos 500 más, viendo cómo proliferan este tipo de incidentes en Barcelona”, prosigue. La otra estrategia de defensa, la de la distancia, tampoco se puede levar a cabo correctamente: “Antes disponíamos de las pelotas de goma. Tras los episodios de las pérdidas de ojos, eso cambió a balas de foam, que está demostrado que es mucho menos útil. Pero tras una última pérdida de ojo, eso también se va a revisar. Estamos cada vez más desprotegidos”.
Faltan agentes, las armas son insuficientes… y el instrumental con el que cuentan está obsoleto: “Las furgonetas se nos caen a trozos. Llevamos tiempos pidiendo la renovación de los equipos y el material, pero nunca llega. Si somos pocos, cada vez estamos menos equipados y las herramientas con las que contamos son tan obsoletas, somos un blanco cada vez más fácil", concluye.
Barcelona saqueada
Barcelona se ha convertido, en los últimos aós, en la capital europea del saqueo. Ninguna ciudad de Europa ha sufrido tanos actos vandálicos masivos en estos últimos años. Las protestas violentas por cuestiones políticas han sido constantes. El encarcelamiento de los políticos independentistas y las sucesivas resoluciones judiciales por esta cuestión dieron lugar a autenticas batallas campales como las de la plaza Urquinaona, o más recientemente la de Plaza Cataluña e inmediaciones.
Es aquí donde confluyen dos bandos interesados en fomentar la violencia. Los primeros son los grupos de estrema izquierda, mucho más organizados y que los de ultraderecha y con un poder de convocatoria mucho mayor. También son más proclives al destrozo del mobiliario urbano y los escaparates.
Y es aquí donde entra el segundo grupo: los aprovechados. Los ladrones. Cada protesta en Barcelona suele concluir con algún comercio importante desvalijados. Los escaparates de Media Markt, Foot Locker, Apple o tiendas de telefonía de varios operadores suelen acabar reventados y la mercancía robada. Son, cuentan fuentes policiales, individuos con antecedentes habituales por hurtos y robos, qque se unen a la masa que protesta con el objetivo de levantarse su botín. Las imágenes de jóvenes robando bicicletas o televisores son siempre el colofón a las protestas en Barcelona.
A raíz de los altercados que se produjeron este último fin de semana en el centro de Barcelona, los comerciantes dieron la voz de alarma. "El país se va de las manos", aseguraban a este periódico desde la Asociación de Comerciantes del Paseo de Gracia. Pudieron librarse de los saqueos del fin de semana pasado, pero no de los que se produjeron este sábado, en los que advirtieron como los radicales desataban su ira contra los negocios de plaza Cataluña y la comisaría de la Guardia Urbana de Las Ramblas. Esto, avisaron, supone un "salto cualitativo".
Barato pegar a un policía
"Y lo barato que sale pegarle a un policía", apunta Toni Castejón, haciendo hincapié en que "una agresión a la autoridad en estos casos suele acabar con una multa administrativa de unos 80 euros. Si la cosa ha sido grave y los detienen, igual les cae una pena de prisión menos que no van a cumplir. Por tanto, a efectos prácticos, pegarle a un policía hoy día te sale por una sanción que no te va a llegar a los 100 euros", resume.
Robert Garcia ahonda en la misma cuestión: "Solamente la acometida, es decir, el intento de pegarle a un policía, ya es un delito. Imagínate la agresión consumada. Pero nunca suelen tener consecuencias penales. Depende un poco del juez que asuma la causa. Hay algunos jueces que interpretan que lo de recibir palos va con el trabajo y con el uniforme. En estos casos, la cosa se va a cerrar con una multa. La gente lo sabe. Estos grupos de violentos, que son cada vez más jóvenes, lo saben. Están organizados y tienen mucha información sobre lo que les puede pasar y lo que no. Eso les da alas", resume.
Así, la policía catalana se encuentra desprotegida en todos los aspectos: no hay un apoyo político de los gobernantes que les tienen que proteger. No tienen efectivos suficientes para afrontar estas caóticas situaciones. El equipo con el que cuentan es lmitado y obsoleto. Las sanciones en caso de agresiones a policías no son ejemplarizantes. Y estas consecuencias, sumadas a la tensa situación en Cataluña en los últimos tiempos, han hecho que la gente se envalentone contra las fuerzas de seguridad.
La fatiga pandémica es el último factor; el cansancio y ell agotamiento de la gente con las restricciones hace que la chispa salte mucho antes. Esa es una constante que se repite no solamente en Cataluña, sino en el resto de regiones. Los datos lo vendrán a corroborar en septiembre, cuando desde la Fiscalía anuncien la naturaleza de los delitos denunciados en 2020. Pero, por el momento, las estimaciones policiales dicen que el incremento es alto. Que la gente le ha perdido el respeto a la policía, especialmente en Cataluña, donde apuntan que las agresiones a la autoridad se han incrementado entre un 45 y un 50%.
Y es que no todas se llevan ante la justicia. La Fiscalía dará cuenta de las denuncias que han salido adelante. Pero como nos cuenta un agente de Mossos, "no todas las hostias se denuncian. Tiene que haber sido algo muy grave. En las intervenciones nos llueven palos y pedradas, y no puedes detener a toda la manifestación, es imposible". Así, solamente les quedan las sensaciones propias. Y todos coinciden en ellas: la policía en Cataluña se ha convertido en un punching ball, y nadie hace nada por evitarlo
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