Los peores augurios para España después de la pandemia no paran de aumentar: el repunte de los nacimientos que han caracterizado las épocas posteriores a grandes eventos históricos como guerras y pandemias no se repetirán en España una vez hayamos superado la Covid y las cosas regresen a la normalidad. Los efectos demográficos del coronavirus no solo han sido desastrosos en su primer año, sino que estos se perpetuarán, retrasando todavía más un hecho que ya de por sí estaba retrasado: tener hijos.
El pasado 7 de marzo, EL ESPAÑOL publicaba que los nacimientos habían caído más de un 20% transcurrido un año de la llegada de la Covid. Los niños concebidos en los meses de confinamiento -marzo y abril- y que se esperaba que nacieran entre los meses de diciembre de 2020 o enero de este año, fueron, en total 45.054 bebés, 13.141 menos respecto a los mismos meses de un año antes, según datos provisionales del Ministerio de Justicia.
Las cifras se reflejan en otros países como Italia, donde los niños del confinamiento representan una caída del 22% respecto a hace un año, o en Estados Unidos, donde en estados como Ohio o Florida, el descenso con los últimos datos de enero ha sido del 12,6% y del 9,4%, respectivamente. En Alemania, su instituto de estadística oficial, Destatis, pronostica que la población no crecerá por primera vez desde 2011: las muertes excenden con mucho a los nacimientos, al igual que en España. Aquí, tras un año de pandemia, el exceso de mortalidad supera los 100.000 fallecidos y la diferencia entre muertos y recién nacidos es de -94.326. Es la cifra negativa más alta desde que existe la estadística, que data de 1992.
El panorama para 2021 no es más halagüeño, a pesar de que habrá un repunte de nacimientos en los próximos meses por los niños que se concibieron una vez terminado el estado de alarma durante los meses de verano. El levantamiento de las restricciones entonces se verá reflejado en un ligero aumento que, para final de año, podría dejar la cifra de recién nacidos, en un 10% menos que en 2020, según explica Diego Ramiro Fariñas, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC.
“La irrupción de la segunda y la tercera ola de la pandemia también tendrá un reflejo en el descenso de los nacimientos, pero esto no es lo preocupante, sino el panorama que se espera que se produzca en largo plazo”, apunta el experto.
España es el segundo país de la Unión Europea con la tasa más baja de natalidad, de 1,26 hijos por mujer, solo por detrás de Malta. Además, las mujeres españolas son de las que más tardan en tener hijos, con la media de edad en los 34 años. “La pandemia solo ahonda en un problema que venimos arrastrando desde hace décadas: retrasará el hecho de tener hijos, un retraso que ya es alto por sí mismo. No se dan las condiciones para un ‘baby boom’ porque la nueva crisis económica parece que se agudizará”, dice Fariñas.
El caso de la Gripe Española
El profesor de la Universidad de Yale Nicholas Christakis dijo en una entrevista el pasado enero en la BBC que después de la pandemia podría “venir una época de desenfreno sexual y derroche económico”. Pero esto no tiene por qué traducirse en un nuevo ‘baby boom’. Las cosas han cambiado. Fariñas recuerda que después de la Gripe Española de 1918, hubo una recuperación “más fuerte” entre los años 20 y 23. Pero las circunstancias eran radicalmente diferentes. “Hablamos de una sociedad más arcaica, donde los hijos por mujer estaban entre los cuatro y los cinco”, apunta.
La tasa de natalidad (número de nacimientos registrados por cada mil habitantes) pasó entonces de un 29,24 en el año de la pandemia, 1918, a un descenso en 1919 (27,78), para situarse nuevamente en un 29,36 en 1920 y por encima del 30,3 entre 1921 y 1923, según un estudio de referencia publicado en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas.
Con el período posterior a la Guerra Civil Española sucede algo similar. Además, el descenso de nacimientos registrados, por ejemplo, en 1939, no incluye muchos que no se incorporaron a los registros por el contexto bélico. “Algunos no fueron incorporados hasta 1975”, dice Fariñas.
La explosión de la natalidad en los años 50 y 60 estaba acompañada de una mejora de la coyuntura económica y la fecundidad era igualmente elevada. La contienda tan solo supuso un paréntesis en la vida de millones de jóvenes. Pero lo que viene después es una caída sostenida hasta la actualidad.
En los 90 España ya hacía alarde de tener una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo, con 1,1 hijos por mujer. En la época de mayor bonanza económica del país, entre el 2000 y la crisis de 2008, con las mejores condiciones posibles como que ambos progenitores tuviesen trabajo, la tasa apenas alcanzaba los 1,6 hijos por mujer.
Por su parte, Albert Esteve, director del Centre d'Estudis Demogràfics (CED) de la Universidad Autónoma de Barcelona, comparte pronóstico con su colega: “No lo veo por ningún sitio”, dice, en referencia a un nuevo ‘baby boom’. El experto prevé un 2021 “muy malo, como nunca hemos visto en términos de natalidad”, y un panorama negro para los próximos 10 años.
Querer tener hijos y no poder
En Ingalterra, un estudio de Opinium apunta a que la pandemia ha hecho cambiar las prioridades de la población entre los 25 y los 40 años, decidida más que en otros momentos a tener hijos. La incertidumbre provocada por el coronavirus sumada al miedo por las muertes prematuras, ha llevado a que muchos jóvenes quieran establecer unidades familiares a través de los hijos.
Si se cumpliera el deseo de los británicos en esas edades, Inglaterra y Gales podrían ver la llegada de 1,9 millones de bebés en dos años, una vez cerrado 2021, que también tendrá malos resultados. Esto significaría una explosión de nacimientos en torno a los 950.000 por año, 50.000 más que en 1946 en el país anglosajón, recién terminada la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, el problema para que ese ‘baby boom’ se haga realidad no depende tanto del cambio de prioridades de los jóvenes ni de su voluntad, sino de las posibilidades que tengan de cumplir con sus deseos.
Para Esteve, el problema radica en que las principales condiciones para tener hijos, cada vez se materializan más tarde, y la pandemia ha añadido todavía más tiempo a esta realidad, sobre todo en España. “Lo que la gente antes hacía de los 20 a los 30, ahora lo hace de los 30 a los 40. Si consigues tener una pareja estable, independizarte y tener una estabilidad económica a los 40, vas tarde, lo que tiene un efecto devastador en la natalidad pero, sobre todo, en la realización personal”, dice Esteve.
El experto asegura que los estudios indican que en España la gente también quiere tener hijos, pero no puede por causas coyunturales. “Los tratamientos in vitro están disparados y las encuestas señalan que a la gente le gustaría formar una familia como parte de sus prioridades vitales. El problema viene que ahora, si logras tener un hijo, el segundo, pocas veces llega, no por falta de voluntad, sino porque ya es tarde”, añade.
Así, la pandemia incide, nuevamente, en un retraso en el calendario de la fecundidad que no tiene visos de recuperarse. Esteve señala que en España se ha aceptado políticamente un contexto demográfico en el que se producían nacimientos, pero que no se fijaba en la fecundidad. Es decir, se miraban los datos globales de nacimientos, altos por el tamaño poblacional de los nacidos en el ‘baby boom’ de los años 60. Pero los hijos por mujer no han parado de bajar, así como la edad de tenerlos solo ha hecho que aumentar.
“Esta baja fecundidad no es fruto más que de una población joven desapmarada, cuyas expectativas no se pueden satisfacer”, comenta Esteve, más allá de los problemas que pueda acarrear la diferencia entre mortalidad y nacimientos, cuya brecha aumentará en los próximos 10 años. “En 20 años, la diferencia entre muertos y recién nacidos será incluso más alta de la que hemos registrado con la Covid”, concluye Esteve.