Esta historia empieza el pasado viernes, a eso de las 18.00 de la tarde. Unos vecinos vieron que había una fiesta ilegal en la que demasiada gente andaba congregada y no se estaba respetando ni una de las medidas sanitarias. Llamaron a la Policía Local y se acercó una patrulla con dos agentes. La trifulca, en un primer momento sencilla de resolver, acaba escalando y uno de los asistentes le pega un puñetazo a un agente. Cae al suelo. K.O. Le tienen que meter en el coche y no vuelve a salir. Mientras, una cámara graba todo desde un balcón y el video se viraliza por medio país.
Si la lógica sobre cómo funciona el mundo se pudiera aplicar a este caso, cabría esperar que esa misma tarde llegan los refuerzos y detienen al autor de la agresión. Si no es ese mismo día, teniendo en cuenta que se trata de un pueblo pequeño, la detención podría haberse producido al siguiente, el sábado. Pero no. Y pasa el domingo también, y nada. Y llega el lunes, y nadie va a buscarlo a la puerta de su casa, sino que es el propio agresor el que acaba entrando en el cuartel de la Guardia Civil y se entrega por las buenas.
Eso es justo lo que ha pasado en Capdepera, un pequeño municipio de unos 11.000 habitantes en Mallorca, este fin de semana de Semana Santa. El pasado viernes, en la calle ses Legítimes del barrio Cala Rajada, un conocido clan familiar de etnia gitana al que los vecinos llevan años acusando de traficar con drogas, celebró una fiesta multitudinaria. Cuando, alertados por los vecinos, acudió la patrulla de la Policía Local, la tensión escaló y dos hermanos del clan acabaron agrediendo a los agentes. A uno de ellos le han provocado una contusión en el ojo y una herida en el labio, además de en otras partes del torso.
El hecho de que se haya tardado tanto en llevar a los responsables ante la justicia -y especialmente el hecho de que no se les detuviera, sino que fueran ellos mismos los que se entregaran este lunes- ha levantado una polvareda en el municipio que ha salido hasta en la prensa internacional. Y los reproches pasan de unos a otros.
Los vecinos acusan al Ayuntamiento y a la Policía Local de vivir amedrentados ante el clan, al que acusan de narcotraficantes. El alcalde, el socialista Rafael Fernández, ha aparecido en el diario Última Hora pidiendo una mayor implicación a la Guardia Civil y no se explica por qué han tardado tanto. Fuentes de la Policía Local dejan caer que la demora se debe a que los agresores son confidentes de la Benemérita y, por su parte, el Instituto Armado responde a este diario que “la investigación es más compleja de lo que en principio parece”.
Un viejo conocido
Lo cierto de todo esto es que el altercado podría haber pasado desapercibido fácilmente si no fuera porque alguien lo grabó en su móvil y lo subió a las redes sociales. En el vídeo, se puede apreciar claramente la gravedad de los hechos. Se ve, primero, como uno de los agresores intenta entrar en un hotel, bajo amenaza de muerte, a cuyos empleados acusa de haber llamado a las autoridades. Los agentes se interponen entre él y el hotel e intentan alejarlo mientras le dicen que se ponga la mascarilla.
En ese momento, el agresor ya se empieza a encarar a los propios agentes y no le detienen ni cuando le dice a uno “que te cojo y te pego un tiro”, entre otras amenazas. Son los familiares los que intentan separar a todos, pero acaba escalando y el agresor propina varios golpes al policía. Éste se empieza a retirar hacia el coche patrulla hasta que recibe otro puñetazo, esta vez en la cara, y cae redondo al suelo. Los familiares levantan al agente y lo introducen en el coche mientras, fuera, la situación sigue escalando.
Ese es el primer momento, cuando el agresor se encara y aún está solo, en el que los agentes lo tenían que haber reducido y detenido. Pero no lo hicieron. Después de lo ocurrido acudieron otras autoridades a apaciguar la situación y, aunque identificaron a varias personas, tampoco arrestaron a nadie. El sábado siguiente, tampoco. El domingo, el Ayuntamiento celebró un pleno de urgencia por el asunto, pero tampoco se tomó ninguna medida. Mientras, el cisma crecía en el seno de Capdepera.
“Parece obvio que identificar a alguien en un pueblo de esas características, con 11.000 habitantes, y cuando, además, hay un vídeo que ha circulado por todos lados, no debería ser una labor tan difícil”, apunta una fuente judicial a EL ESPAÑOL. Y he ahí el quid de la cuestión. El agresor principal y su hermano son viejos conocidos de la Policía Local. La familia se sospecha que vende drogas y ha incurrido en antecedentes similares. Y uno de ellos ya protagonizó un incidente similar, aunque sin agredir a nadie, cuando fue parado en un control policial tras saltarse la cuarentena durante el estado de alarma. Todas las fuentes consultadas por este diario coinciden en que, sí, se sabía desde un primer momento quiénes eran y dónde viven.
“No los encontraban”
Según apunta la misma fuente, el haber tardado tanto en dar con ellos se puede deber a la escasez de agentes que hay en la zona. Sólo hay una patrulla de Policía Local activada el domingo y la Guardia Civil ni siquiera tiene una presencia constante en el municipio. A fin de cuentas, visto el vídeo, se hace evidente que la detención se tendría que producir con numerosos efectivos para que no se repitiera una escena similar, especialmente teniendo en cuenta la resistencia más que previsible que se encontrarían.
Otras fuentes judiciales apuntan a este diario que las autoridades les estuvieron buscando y preguntando por ellos, pero que “no los encontraban”, dando a entender que los agresores habían hecho un esfuerzo por ocultarse tras lo sucedido y eludir el control de la Guardia Civil. Fue el padre de los dos hermanos el que llamó a las autoridades y les dijo que sus hijos se querían entregar. Lo hizo aconsejado también por un abogado, que sabía que, si no lo hacían por su cuenta, la Benemérita les acabaría deteniendo este mismo lunes por la tarde.
Y así, este lunes, a eso de las 12.00 del mediodía, cuando ya habían pasado tres días desde el puñetazo, por fin el agresor del vídeo y su hermano se entregaban en el cuartel de la Guardia Civil. Lo hacían caminando por su propio pie y acompañados de otros familiares. En su declaración pidieron perdón por lo sucedido y alegaron que estaban muy borrachos. Este martes pasarán a disposición judicial y el alcalde del municipio dará una rueda de prensa. Puede que todo acabe ahí, aunque con este hecho parece ser que nunca se sabe.