Vox sigue dando beneficios. Otro año más. Hubo un tiempo en que tal afirmación era impensable, con un líder que necesitaba de un banco y un megáfono para hacerse oír en plena calle, unas cuentas que no valían ni para pagar las comidas del partido y unos resultados electorales que no sumaban más que un 0,23% de los votos. El resumen es que no les iba bien. Ahora, siete años después de su fundación, los de Santiago Abascal vuelven a ganar dinero.
El 2019 ya fue un año productivo. Su irrupción electoral en parlamentos autonómicos y en las Cortes Generales supusieron el inicio de una edad dorada para el partido, tanto política como económicamente, y cerraron el ciclo con 5,3 millones de euros de beneficio, cinco veces más que en el año anterior. Este 2020, a pesar de la pandemia y la baja actividad parlamentaria, no ha sido diferente.
Las cuentas del 2020, publicadas en su página web y auditadas por una empresa independiente, reflejan que Vox obtuvo en ese ejercicio 6 millones de euros en beneficios y cerca de 15 millones en ingresos en un año plagado de cierres de empresas, ERTE y baja actividad. El año anterior fueron 10,71 millones, un 30% menos.
Tampoco es que se apretaran el cinturón para mejorar sus números. El año 2020 ha sido el de la consolidación del partido, ya asentado en las instituciones y con un plan a largo plazo para llegar a los caladeros de votantes que se le escapan. En esto último también se invierte dinero, desde crear su propio think tank, Disenso, hasta presentar su sindicato heterodoxo, Solidaridad. Incluso una especie de universidad, el Instituto de Ciencias Sociales, Económicas y Políticas (ISSEP), una delegación de la franquicia de Le Pen centrada en formar a sagas de políticos ultraderechistas de cara al futuro.
En resumen, no han escatimado en gastos y, aún así, han ganado (más) dinero. Su patrimonio actual asciende hasta los 11 millones y medio de euros, la mitad de ellos ganados en beneficios de este año. ¿Cómo lo han conseguido?
Dinero público y privado
Atendiendo a las mismas cuentas anuales, el partido ha hecho acopio de 9,8 millones de euros de origen público, más del doble que el año pasado. De ellos, 8 millones vinieron del grupo parlamentario en el Congreso, 1,3 millones de su representación en cámaras regionales y 400.000 euros en subvenciones para gastos de seguridad. Esto es, un 66% de los ingresos del partido vinieron de fondos públicos.
El número es significativo, ya que una de las principales propuestas electorales de Vox -la última de ellas, en las recientes elecciones a la Comunidad de Madrid- es acabar con las subvenciones públicas a partidos políticos y sindicatos, entre otros. De momento las aceptan, dicen, para competir en igualdad de condiciones con el resto de partidos.
Poco tiene que ver con el año pasado, cuando gran parte de sus inversiones partieron de capital privado. Durante su acometida electoral del 2019, los de Santiago Abascal recibieron donaciones particulares anónimas por valor de 1,5 millones de euros, más que PP, PSOE, Ciudadanos y Unidas Podemos juntos. Durante 2020, sin comicios a la vista, las donaciones se redujeron.
En lo que respecta a este año, el resto de ingresos, unos 5,1 millones, tienen origen privado, sobre todo de cuotas -afiliados y cargos públicos- y donaciones. Estas últimas, las donaciones, son uno de los pocos parámetros en los que el partido ha descendido su recaudación. Si en 2019 recibieron más de 1,5 millones de euros de particulares anónimos -más que la suma de PSOE, PP, Unidas Podemos y Ciudadanos-, durante 2020 han acumulado unos “escasos” 156.377,42 euros, menos del 10%.
Inicios del partido-empresa
Parece normal en estos días criticar la escasa experiencia de los políticos en el sector privado. Ese “‘fulanito de tal’, cero años cotizados” que suena tanto cuando hay que atacar a un rival. Pasa con la portavoz del PSOE en el Congreso, Adriana Lastra, o con la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, en las que su falta de trayectoria en empresas se convierten en armas políticas que sus rivales arrojan a placer. Con Abascal pasa algo parecido.
Si a ellas se les echa en cara no haber caminado nunca sobre la aventura del negocio privado; el haber transitado sólo por “los chiringuitos” de la pública, el líder de Vox no anda demasiado desencaminado. En 2007 tuvo un escarceo con un Heineken Bar Concept, un bar moderno que montó con su exmujer, Ana Belén Sánchez Cenador, y del que salió escaldado en menos de tres años. La crisis del local, por otro lado, traspasó la frontera de los profesional y supuso el divorcio de la pareja.
Incluso entonces, Abascal compaginó esa aventura con un escaño en el Parlamento Vasco, pero al irse a pique el negocio decidió, como cualquier empresario audaz, redirigir sus esfuerzos. Concretamente, a cobrar sólo del erario público. Se mudó a Madrid, apadrinado por Esperanza Aguirre, y se volvió un profesional en ocupar cargos en chiringuitos para los que sólo hacía falta ser nombrado a dedo. Para cuando decidió montar su proyecto de Vox, en diciembre de 2013, se aseguró de que lo que había pasado con el bar no se repitiese en la política.
Aún así, costó arrancar. Las primeras cuentas públicas del partido, fechadas en 2014, arrojaron pérdidas de 68.277,15 euros. El dinero de aquel año dio para la campaña electoral de las europeas, encabezada por Alejo Vidal-Quadras, y poco más. Los afiliados pagaban cuotas minúsculas y, aunque sí había ingresos más grandes por parte de empresarios todavía desconocidos para el público general, los resultados fueron negativos. Su habilidad para reflotar al partido, ya con Abascal como secretario general, vino por otra vía: las donaciones.
Impidieron el hundimiento con cerca de un millón de euros que, entonces, no se sabía de dónde venían. Al final resultó que partían del Consejo Nacional de la Resistencia de Irán, una otrora organización terrorista que financió el 80% del capital privado de Vox. Lo hicieron a través de distintas cuentas corrientes, todas aportando menos de 50.000 euros, para que no saltaran las alarmas de financiación ilegal. No lo fue, en cualquier caso. Como mucho, una trampa jurídica bien ejecutada.
El partido más rentable
De algo les sirvió. En menos de siete años, la formación ultraderechista ha pasado de estar en número rojos a convertirse en el partido político más rentable de España. Esto se explica por distintos frentes.
Por un lado, Vox empezó el año pasado con 52.407 afiliados el 1 de enero y lo terminó con 62.374. Eso se traduce en más cuotas de afiliación. Por otro, el asalto a las instituciones, la entrada en el Congreso, los ayuntamientos y las cámaras regionales levantó las subvenciones y los créditos a la Administración Pública, unos 900.000 euros en 2020.
El encaje, no obstante, le ha servido a la ultraderecha para incrementar también sus gastos, tanto de gestión -de 5,3 millones en 2019 a 8,3 en 2020- como de salarios. Estos últimos, los sueldos del partido y gastos de personal, han subido hasta los casi 2 millones de euros, frente a los 1,2 que supusieron en 2019. Es lógico pensar que, a más representación, más trabajadores han sido necesarios o que, por contra, los altos cargos se hayan subido a sí mismos los sueldos. Sea de uno u otro modo, EL ESPAÑOL ha intentado ponerse en contacto con el partido para aclarar esta información, pero no ha recibido respuesta.
Respecto a los procesos electorales, gastos y remuneraciones poco tienen que ver con la aventura de 2019. Aún así, el partido concurrió en el año 2020 a las elecciones autonómicas de Galicia y País Vasco, a las que dedicó un millón de euros para las campañas. Sin embargo, solo obtuvo representación por la provincia de Álava, lo que hace que solo haya recuperado de fondos públicos 257.000 euros y perdido los otros 743.000.
En cualquier caso, la tendencia es la que es: Vox es rentable, muy rentable. Lleva dos años seguidos dando beneficios millonarios, sobre todo a raíz de su entrada en las instituciones, y la rueda no tiene pinta de detenerse. Ahora, al contrario que en 2019, son libres de depender de donaciones privadas y ricos anónimos. Se bastan solos. Ellos y las subvenciones públicas que quieren eliminar.
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