Cuando la tarde anterior me propusieron el reto de estar un día entero viendo Twitch lo acepté de buena gana. Ya conocía la plataforma y me parecía un medio muy interesante, pero nunca había estado más de hora y media. Así que a las 09:00 horas, nada más levantarme, encendí el ordenador y entré en Twitch. Para mi sorpresa, lo primero que vi fue un escenario de lo más extraño. Una imagen que parecía provenir de una cámara de seguridad (primera imagen de este artículo), donde no había rastro de vida y carecía absolutamente de tensión dramática. Pues bien, eso reunía a más de 1.600 personas.
¿Qué había ahí que mantenía a todas esas personas conectadas? Esa es una de las preguntas a la que quería encontrar respuesta con esta experiencia. ¿Qué es lo que hace que Twitch sea tan adictivo para mucha gente? ¿Corría el riesgo de convertirme en uno de ellos después de tan solo veinticuatro horas? ¿Estaba iniciando un viaje de no retorno?
Mientras seguía esperando a ver si pasaba algo en este escenario extraño, aproveché para hablar con el psicólogo Jordi Isidro Molina, experto en problemas derivados del mal uso de redes sociales, y me contó algo que sin saberlo estaba experimentando: “Tiene un componente adictivo; te metes dos minutos y se transforman en dos horas”. También es verdad que yo sabía de antemano que no iban a ser dos minutos (y estaba, por tanto, predispuesto), pero lo cierto es que sentí curiosidad por saber qué pasaría en ese patio de vete a saber dónde cuando se hiciera de día (por cierto, también habrá respuesta para esto por si a alguno más le intriga, pero más adelante).
La imagen, emitida en un canal llamado WildLife, llevaba ya treinta y una horas, lo cual no hizo sino alimentar más aún mi imaginación. Además de sumergirme en un estado de extraña relajación, me sentí ante ella como ante los documentales paisajísticos de James Benning o aquellos experimentos de Andy Warhol donde filmaba, por ejemplo, a John Giorno durmiendo durante ocho horas. El problema es de la conjunción entre calma e intriga empecé a notar que, sin darme cuenta, como si Twitch me hipnotizara absurdamente con esos cinco cuencos en el suelo, me estaba quedando dormido. “Espabila, Carlos”, me dije. Y rápidamente empecé a explorar la plataforma buscando una de las retransmisiones que más fama tiene: la de Ángel Martín en su programa Buenos días mundo.
Mañana
09:00-11:00 horas: El primer twitchasco –lo llamo así porque hubo varios a lo largo del día, y tan asociados al propio funcionamiento de la plataforma, que le otorgo un sustantivo propio– me lo llevé pronto: Ángel Martín no estaba emitiendo. ¿Y ahora qué? Pues seguí lo que te propone Twitch: explorar, perderte entre sus muchas emisiones como quien pasa los canales en la televisión (adelanto ya que zapping y Twitch acabaron siendo para mí casi sinónimos). Lo primero que me llamó la atención fue el canal de iaara_S2, englobado en la categoría “Charlando” y que estaban viendo unas 3.000 personas –bastantes para las horas que eran–. Habló de Mario Bros y de… la verdad que no sabría decir nada de lo que hablaba con sus seguidores. Después me di cuenta de que es otra constante en Twitch: ver contenido que olvidas al mismo tiempo que lo consumes. Pero lo que sí me resultó llamativo es que cada poco aparecía un inserto de un video de ella en Tik Tok bailando. Y esto, querido lector, es otra de las constantes de Twitch: los streamers agradecen con diversos premios cada vez que un seguidor se suscribe o les paga en forma de bits. El bailecito de iaara_S2 era uno de estos premios a un fan.
A eso de las 10:15, por aquello de explorar, entré en un canal en inglés que aparecía como líder de audiencia mundial en esos momentos: 20.000 personas veían LCK. La retransmisión consistía en una partida de League of legends (segunda imagen del artículo) donde todo era más rápido de lo que cualquiera podría asimilar casi recién levantado: fuegos artificiales por aquí, explosiones por allá, comentarios en el chat a velocidad de vértigo, un narrador hablando más rápido todavía…. Aquello era lo más parecido al famoso viaje psicodélico de 2001: Una odisea del espacio y, como no quería acarrearme un ataque epiléptico de buena mañana, decidí abandonarlo.
Antes de las 11:00 tuve tiempo para retomar la serenidad gracias al canal de Hakumai (¡qué descubrimiento la sección musical de Twitch!), donde una chica asiática tocaba el piano en un ambiente navideño y cálido que me recordó a la niña Chihiro creada por Miyazaki. Además, los comentarios del chat transmitían tantas buenas vibraciones y tantos buenos sentimientos que por un momento me parecía que estaba ante una escena de una película de Frank Capra. Pero hagamos un alto en el camino para volver a nuestro querido patio misterioso, porque me gustaría que quedase constancia aquí de que había, al menos, una persona que compartía mi locura. El usuario se llama unrankedpleb y, como verán en el pantallazo que hice a las 10:54 (imagen que sigue a este párrrafo), su imaginación también estaba desbordada y escribió una elaborada teoría ficticia explicando el supuesto origen de esa imagen. Traduzco: “Creo que está encerrado en la cárcel (…) De todos modos, es como una especie de roca de dos mil millones de años que protege contra las frecuencias y las frecuencias no deseadas que pueden viajar en el aire. Esa es mi historia”.
11:00-14:00 horas. Emite Ángel Martín. Es una entrevista a la cantante Bely Basarte con alrededor de un millar de espectadores. Y, para qué decir lo contrario, me pareció interesante, ya que se trataba de un profesional con mucho recorrido en televisión, ver el contraste entre ambos medios: el que lleva seis décadas de consolidación y el que viene con la amenaza con quitarle el sitio. La principal diferencia que aprecié estaba en el tono: Ángel Martín estaba visiblemente relajado, con un tempo sosegado donde se piensa la pregunta y se escucha pacientemente la respuesta. Pero también en la entrevistada se notaba otro talante: con su gato a menudo entrando en plano, completamente destensada, como si fuese una conversación más que un programa en directo.
A las 12:00 pasé con otro conocido de la televisión: Facu Díaz. El que fuera presentador de No te metas en política estaba sentado en una silla de su antiguo programa porque, como dijo en un momento, “ni loco se gastaba 500 pavos en comprar una de streamer”. En el programa Buenos días in the morning, visto por unas 3.000 personas, Facu Díaz comentaba noticias de actualidad. Pero lo increíble es que Díaz lo hacía todo –y he aquí otra diferencia con respecto a la televisión–: incorporaba efectos de sonido cuando la ocasión lo requería, se metía en el papel de locutor de radio si le parecía oportuno, iba pasando de una noticia a otra, respondía al chat...
Antes de pensar en comer tuve tiempo de visitar un par de canales más. El primero pertenecía a SandraSkins y entré llamado por un título que funcionaba con la lógica del clickbait: “+18 | Streamers baneadas. Parte 3”. En la emisión, Sandra veía con sus seguidores una serie al tiempo que la paraba cada poco para comentar detalles. La serie en cuestión se llama La rosa de Guadalupe y el argumento parecía de lo más morboso: había violaciones, niños implicados y líos familiares. Pero como yo había llegado hasta ahí por la promesa de que se me iba a hablar de “streamers baneadas”, decidí preguntar por el chat. Para mi sorpresa, Sandra no me permitía escribir si no seguía su canal. Al segundo de convertirme en su seguidor, apareció en la retransmisión un perrito bailando que me decía “Te Amo”. Lo peor es que me hizo hasta ilusión. Bueno, el caso es que, ingenuo de mí, lo pregunté: “¿Por qué se llama este video así?” Tal y como lo envié mi comentario desaparecía enterrado, lapidado por otros mensajes que llegaban sin freno. Aunque sí descubrí algo remotamente relacionado con el tema que me interesaba: Sandra no podía decir “sexo”, porque entonces la baneada sería ella. En su lugar decía “seso”, claro que nadie se extrañaba: era prácticamente imposible que alguien dijese esa palabra con el objetivo de expresar su significado real.
Hay otras dos cosas sobre las que me parece interesante reflexionar al hilo del directo de SandraSkins. Una es que Twitch es una plataforma vampírica, es decir, se nutre del contenido de otras plataformas y medios. Es la multipantalla en estado puro. En la serie de Youtube que Sandra comentaba, un niño mostraba su teléfono móvil (imagen que sigue a este párrafo), convirtiendo mi pantalla de ordenador en un lugar parecido a esos ascensores que replican ad infinitum en el espejo la figura de quien está en su interior. La segunda cosa es que, al acabar el directo, Sandra recomendó el canal de abriiil_09 (lo que en jerga twitchera se llama “hacer raid”), una fiel seguidora de su canal a la que quería ayudar porque solo tenía tres espectadores y 115 seguidores. Pobre.
El caso de abriiil_09 me hizo querer saber más sobre streamers que, a diferencia de todos los anteriores ejemplos, están empezando o tienen pocos seguidores. ¿Qué les motiva para seguir en Twitch? Para responder a esta pregunta he hablado con Jorge Meléndez, un profesor de 26 años que creó su canal Geomellow en la pandemia, aprovechando el equipo informático que había adquirido para dar clases online. Jorge me cuenta que en apenas mes y medio ya estaba en 200 seguidores, de los cuales entre cinco y siete estaban en todos los directos. Eso, unido a “lo gratificante de recibir feedback de forma inmediata”, le impulsó a seguir.
Además, con esas cifras relativamente asequibles ya empezó a ganar algo de dinero: “He acumulado 100 dólares, el tope que marca Twitch para retirar el pago”. Sin embargo, Jorge ha abandonado momentáneamente las retransmisiones. Pasaba entre cuatro y cinco horas diarias en Twitch y, si bien no se sentía enganchado, “si tenía la necesidad de cumplir unos horarios”. A este respecto, el psicólogo Jordi Isidro piensa que el mejor indicativo para saber si alguien está enganchado a Twitch no son las horas que pase en la aplicación, ya que si es un trabajo no pasa nada. “El límite de la salud y lo correcto es cuando dejas de hacer otras cosas, cuando estás todo el día encerrado y no sales ni a pasear”, explica Jordi.
Tarde
14:00-17:00 horas. Cuando mi cuerpo empezó a darme avisos de que igual iba siendo hora de comer algo, 20 de los 20 canales más vistos eran de gamers. Además, yo empezaba a estar tan aburrido que me puse a un coreano haciendo algo que jamás entenderé. “¿Qué pasa si veo esto diez minutos? ¿Viviré una epifanía?”, me pregunté. Bueno, juro que no he visto jeroglífico más indescifrable que lo que ese chico, cuyo nombre también me aparecía en coreano, estaba haciendo. Adjunto foto por si algún lector da con la solución. Por mi parte, entendí que iba siendo hora de prepararme el almuerzo. Para no interrumpir mi romance con Twitch –ya a esas alturas muy debilitado–, busqué el canal de cocina de otro habitual de la televisión –en este caso del programa Alguna pregunta més? de TV3–: el periodista Ismael Juárez. Pero, de nuevo otro twitchasco: al parecer Juárez estaba de viaje por Italia, por lo que ni había directo cocinando ni había nada.
Al final –y tras verme una partida de alguien que transmitía una partida de Blackjack como esos canales de madrugada– di con una cuenta llamada Arroz y Desgracias. Fue bastante decepcionante, y el título del canal refleja más su realidad en la parte de desgracias que en la de arroz. Pero como los videos en Twitch se quedan guardados unos días, acabé viendo a Ismael Juárez con Miguel Maldonado, de nuevo otra persona que viene de la televisión.
Después de comer la sección musical volvió a rescatarme de la inminente locura. Un guitarrista llamado Theodor Elfving tocaba canciones míticas de lynyrd skynyrd o Johnny Cash, entre otros, según le iban sugiriendo por el chat. Pero la relajación acabó rápido, al menos tan pronto como decidí seguir zapeando hasta dar con LittleRagerGirl. La joven de 21 años, recién mudada a Andorra según contaba, hablaba de romances tóxicos, de la relación con los padres, de la edad del pavo, de su hermana… Es decir, de todo lo que hablan los adolescentes. Si bien alertaba de los problemas de depender emocionalmente de otra persona, ponía como ejemplo de pareja a unos ancianos que conocía y que llevaban juntos desde los 18. Explicaba que los tenía como su ideal amoroso porque “eran como dos pájaros que no puede volar el uno sin el otro, que lo hacían todo juntos y que no podían –ni querían– separarse”.
Por más o menos bueno que sea este concepto de amor romántico, no pude evitar pensar en el filósofo Zygmunt Bauman y en su Amor líquido donde, a la vez que defiende lo bonito de comprometerse sentimentalmente con una persona en estos tiempos, también explica que, básicamente, el mito de encontrar a tu media naranja es nocivo. Es decir, que todos somos naranjas enteras y complementarias, y que no necesitamos per se a alguien para estar completos como seres humanos. Que los streamers actúen como consejeros emocionales puede ser peligroso, pues como manifiesta Jordi Isidro: “Este tipo de redes alimenta el fenómeno fan, es decir, que si el ídolo te dice algo, te lo crees y lo haces”. También puede ser peligroso porque el funcionamiento de la plataforma es muy parecido al de la industria publicitaria: hay llamamientos constantes a suscribirse, a comprar premios.
Con LittleRacerGirl descubrí que los usuarios pueden comprar bits, y que esos bits pueden ser canjeados por un emoticono exclusivo o una acción del streamer, por ejemplo un baile. También que los streamers más exitosos, como es el caso de esta chica, tienen a menudo dos chats habilitados: uno para seguidores, que no ven, y otro exclusivo, que es al que contestan.
• 17:00-19:30 horas. Por la tarde vi una nueva utilidad de Twitch que me interesó mucho. Se trataba de un canal, ElMiillor, en el que un hombre retransmitía en plano subjetivo para 10.000 personas su experiencia en el parque de atracciones de Venecia. Como si fuera un videodiario, éramos sus ojos y sus oídos. Evidentemente, fallaba la planificación de cámara: al seguir al 100% su mirada, a veces podía resultar tedioso tener que ver hasta cómo buscaba dinero en la cartera. Los clásicos tiempos muertos, ausentes de drama, que el cine acostumbra a eliminar, aquí estaban en todo su esplendor.
El resto de la tarde la pasé viendo directos deportivos. Al principio había muy pocos espectadores; el más visto era un canal que comentaba los mejores momentos del último programa de El Chiringuito de Jugones. Por eso, no es sorprendente que a las 18:30, cuando fue el canal de El Chiringuito el que inició un directo donde debatían algunos de sus colaboradores, los espectadores subiesen como la espuma.
Y, si los espectadores aumentaban hasta rondar los 2.500, del chat salía humo. Decidí incorporarme a la conversación social –una de las grandes posibilidades de Twitch– y escribir yo también. Al principio con una pregunta tópica: “¿Creéis que Messi se queda o se va?” Como nadie me respondía, intenté interactuar de nuevo. El problema fue que ese canal no dejaba enviar mensajes con menos de 30 segundos de diferencia. En la práctica, eso significaba que impedían llevar una mínima conversación paralela a la emisión. Pasados los 30 segundos pruebo a poner otro mensaje, algo más llamativo para provocar alguna respuesta: “Es evidente que estos no tienen ni idea, Messi está deseando irse al Madrid”. Nada, vacío. Decido cambiar de canal.
Paso el resto de la tarde escuchando un programa de radio argentina, Urbana 104.3 (sí, en Twitch también se hacen directos radiofónicos). Después de tantas horas, tenía la necesidad de desconectar de tantas imágenes. Allí son las 13:41 y yo, que llevo todo el día no ya sin salir de casa, sino sin quitar los ojos de la pantalla, no sé si soy argentino o español; si estoy en Madrid o en Buenos Aires. Y las imágenes de la cámara de seguridad de la casa misteriosa, por cierto, han cambiado. Ya no es de noche sino de día (¡vaya una obviedad!), pero ahora han desaparecido tres de los cinco cuencos y hay una ardilla. Puede que no sea nada muy emocionante, pero para mí ese momento fue como asistir a la llegada del hombre a la luna.
Noche
• 20:00-24:00 horas. Llega Ibai. Esperaba este momento desde hacía bastante rato. Ibai me gusta mucho: tiene carisma, gracia, agilidad mental; me parece un buen tipo con mucho talento para el entretenimiento. No decepciona. En 15 minutos ya ha reunido a 35.000 personas; el doble a la media hora. “Me gustan que no se rían de nosotros por hacer esto, es de agradecer”, dice a colación de unos comentarios del alcalde de Murcia. También se entretiene con el nombre de uno de sus seguidores, Salchipapa, regalando un momento hilarante que crea desde la nada, desde lo absurdo.
A las 20:00 entra en directo Nicky Jam, el entrevistado del día. Aunque no me interesaba especialmente la figura del cantante, Ibai es un entrevistador agradable, capaz de hacer que veas el resto del programa cómodamente. A él se une un compañero. Porque Ibai vive en una casa de streamers que forman un equipo de streamers. Es una profesionalización total del oficio.
Cuando acaba, y con la sensación de haber asistido a algo que habría podido ver perfectamente por ocio, un contenido verdaderamente entretenido, voy a otro canal no menos interesante: el de Mr. Chip, un profesional de la radio deportiva al que sigo bastante. Y Mr Chip hace lo que mejor sabe hacer: ofrecer datos siempre relevantes y originales e invitar a tertulianos sugerentes.
Mr. Chip acaba su directo tras dos horas y media, a eso de las 22:30, cuando ya con ganas de irme a dormir hago un último esfuerzo y encuentro el canal de Loulogio. Antiguo Youtuber que conozco de mi época adolescente y al que perdí la pista hace mucho, me hizo ilusión verlo ahí, cambiado pero reconocible. Twitch también puede ser un lugar de encuentro con personas que perdieron su sitio en el entramado mediático, es decir, es un espacio que ofrece nuevas oportunidades. Y eso no puede ser algo negativo.
Conclusiones
Después de pasar todo un día conectado a Twitch creo que puedo responder a las preguntas que se me plantearon y reflejé al principio de este artículo. ¿Si corría el riesgo de engancharme en tan solo 24 horas? La verdad es que no. Twitch es un lugar que puede ser maravilloso para descubrir nuevos canales que ver o para acudir a emisiones concretas que te interesen. Como cualquier otro medio de comunicación, vaya. Por mi parte no sentí ninguna adicción, al contrario: acabó doliéndome un poco la cabeza. Cosa por la que no habría que culpar a Twitch únicamente, seguramente me pasaría hiciese la actividad que hiciese durante tantas horas seguidas. Pero es verdad que engancharte a Twitch de forma excesiva te lleva a una necesidad de no detenerte demasiado en nada. Hay tantos canales por descubrir, tanto directo al mismo tiempo, que necesitas seguir explorando y cambiando constantemente. No deja de ser la lógica de consumo rápido que impera en el resto de plataformas. Una lógica que no es la misma de las cadenas de alimentación rápida, sino que se parece más bien a un buffet libre donde coges más comida de la que puedas comer y que, a la fuerza, nunca acabas.
Por otra parte, abriiil_09, el canal que recomendó SandraSkins, había pasado de los 115 seguidores iniciales a 175 cuando acabó el día. Y en cuanto a la otra duda, la de la casa misteriosa, os la resuelvo si a alguien le sigue interesando: esto es lo que vi antes de dormir. Ya no había cinco cuencos como al principio sino dos cuencos y dos ardillas. ¿De dónde salieron? No lo sé. ¿Por qué miles de persona vieron esas imágenes? Tampoco lo sé. Pero supongo que tiene que ver con la magia de Twitch. Y esa magia, al menos para mí es mejor en forma de píldoras que de maratones de consumo, es innegable que está ahí. Por eso antes de dormir recordé sacar la captura que cierra este reportaje.