El Juzgado de lo Penal número 11 de Valencia acogió este lunes un juicio para la historia. Los hechos a tratar eran de lo más vulgar: el presunto robo de 500 euros al cliente de un bingo de Valencia. Pero fue el debut de Héctor Melero, el primer fiscal ciego de España. Y fue además la constatación de que su ceguera no será impedimento para el ejercicio de la profesión. Buena parte del procedimiento se centró en unas grabaciones de videovigilancia que pudo analizar con la ayuda de su asistente.
Las primeras cinco palabras de Melero en el estrado tuvieron una gran carga simbólica. La juez preguntó al fiscal y a los abogados si habían podido analizar la prueba documental con carácter previo. "La hemos visto, su señoría", replicó él en un acertado plural inclusivo. Porque Héctor no ve. Nunca ha visto. Pero tiene a quien ve por él.
Los ojos de la funcionaria asignada a Melero fueron los suyos durante toda la vista. Ella le leyó al oído los documentos aportados en mano durante el juicio y le describió los vídeos de las cámaras de seguridad. Las partes quisieron reproducirlos. Él abogó por "darlos por visionados", porque había realizado el trabajo previamente junto a su asistente. Pero los letrados insistieron y lo consiguieron. Le inquietó la espera. "¿No se ve a nadie agarrado al coche, verdad?", repreguntaba a la funcionaria aunque ya sabía la respuesta. Esta le confirmaba que no.
Se investigaba el presunto robo a un cliente en el parking del bingo en diciembre de 2017. Los acusados eran un hombre y una mujer, también clientes, que abandonaron el establecimiento a las 3.00 horas de la mañana en sus respectivos vehículos. Todo mientras la supuesta víctima les perseguía y trataba de impedir que marcharan.
El supuesto atracado sostuvo que le quitaron los 500 euros del bolsillo. Los acusados lo negaron y aseguraron que estaba ebrio y drogado aquella noche. Héctor, en nombre del Ministerio Fiscal, se sumó a la acusación al apreciar indicios de delito.
Desafortunado prejuicio
Las únicas trabas que restaron fluidez a la vista fueron de carácter técnico. Los vídeos de las cámaras de seguridad tardaban en reproducirse y no se emitían por la pantalla principal. Melero, por contra, resolvía con agilidad. Disparaba sus preguntas rápido y conciso: "¿Conocía usted antes al otro acusado? ¿Acudió con él al bingo? ¿Se marchó con él? ¿La presunta víctima le ofreció cocaína? ¿Le sustrajo usted dinero?".
Fue tal su ritmo que uno de los abogados defensores perdió el hilo. Y no solo eso. Incurrió en un desafortunado prejuicio y pensó que era Héctor quien erraba al no ver a quien interrogaba. "Creo que el señor fiscal se ha confundido en las preguntas a mi representada", se atrevió a decir. Pensaba que se confundía de acusado.
Pero en absoluto era así. Héctor, con educación y desparpajo, le aclaró que sabía perfectamente de quién se trataba. Le expuso que, simplemente, había a pasado a preguntarle por la supuesta víctima tras hacerlo por el otro acusado. Fue un merecido 'tierra trágame' para el condescendiente letrado.
Los dos investigados fueron conscientes de que se trataba del primer juicio de Héctor Melero por la presencia en la sala de EL ESPAÑOL. El abogado de la acusación en absoluto se esperaba a la prensa y se mostró nervioso. "No quiero salir en las fotos", exigió. Juez y fiscal, por contra, se pusieron la toga para vestir de cierta solemnidad la humilde vista en la sala multiusos del juzgado. Enseguida se acogieron a la dispensa que les permite quitársela. Fue un lunes tórrido en Valencia.
El resto de los testigos accedieron a la sala con el juicio ya iniciado, y ni siquiera parecieron percatarse de la ceguera de Melero. Tan solo alguno se extrañó al apreciar que no le dirigía la mirada. Pero comprendieron la situación con normalidad, en apenas unos segundos.
Esa fue, quizá, la gran victoria este lunes de la Justicia Española: normalizar que una persona ciega pueda ejercer de fiscal. A nadie le extrañó. Todos lo vieron normal. Pero Héctor es solo el primero. Ningún otro invidente ha transcurrido hasta la fecha por el largo y difícil camino hasta aprobar la oposición de juez y fiscal.
Acompañamiento
Melero lo logró a los 26 años, tras cinco de estudio y tres intentos. Lo consiguió antes que muchos videntes gracias a su esfuerzo personal, pero también al de los asistentes que le han acompañado durante toda su vida.
Tanto es así que se presentó por tercera vez a la oposición porque se lo exigió Tere Tejido, la profesora de apoyo que le asignó la ONCE hace ya casi dos décadas. Ella fue quien le acompañó durante su infancia y su adolescencia. "A ella no podía decirle que no", confesó el propio Melero en una entrevista concedida a este periódico.
"Tere es quien me ha enseñado a leer con los dedos, la que ha estado conmigo en clase de matemáticas para ayudarme a copiar lo que ponía el profesor en la pizarra, la que ha traducido mis exámenes -sin chivarme jamás una pregunta, aunque yo se la preguntara-", relató el hoy primer fiscal ciego de España.
Este jueves fue una funcionaria quien tomó el testigo de Tejido para que Melero siguiera rompiendo barreras. Atrás, ya muy lejos, queda el augurio del profesor que le dijo que ni siquiera acabaría la carrera de Derecho.