El calvario de Pedro, expulsado del Ejército por enfermedad: no puede volver, aunque quisiera
Asegura que en el Tribunal Médico le atendieron "un oftalmólogo, una psiquiatra y una alergóloga". Tras el revés, ha decidido cambiar de vida.
10 septiembre, 2021 02:54Noticias relacionadas
Las historias se truncan cuando uno menos se lo espera. Ya saben, el aleteo de una mariposa en el otro lado del mundo puede cambiar lo que usted está haciendo ahora. Aunque aquí no se produjo ningún aleteo, sino más bien una injusticia. La vida del protagonista cambió de forma radical tras 14 años en el Ejército español. Pedro Alberto Tarife descubrió que sufría una enfermedad renal y un tribunal médico “sin nefrólogos” le declaró no apto para continuar con sus labores, por lo que tuvo que abandonar su regimiento.
Corría el año 2007 cuando Pedro Alberto Tarife entró al Ejército español. Apenas había dado 20 vueltas al sol cuando pasaba a depender laboralmente del Ministerio de Defensa. Él mismo cuenta que era su sueño “desde pequeñito”. Recuerda cómo por entonces iban a buscarte a casa tras apuntarte. No se presentaban tantos militares como ahora. “Hacían falta”, recuerda Tarife en conversación telefónica con EL ESPAÑOL tras desvelar su historia en Diario de Avisos. Su destino era el Regimiento de Infantería número 49 de Hoya Fría.
Todo era normal hasta que llegó el año 2016. Ahí, aunque aún no lo sabía, comenzó a truncarse el futuro de este tinerfeño. Fue justo antes de irse a una misión al Líbano. Las pruebas analíticas le detectaron una enfermedad renal a Tarife. No estaba capacitado para viajar, se tenía que quedar en territorio insular.
Tarife sufría una enfermedad denominada glomerulonefritis. Los glomérulos son unos pequeños filtros que se encuentran en los riñones. Si están dañados, permiten que la sangre y las proteínas se vayan con la orina. Esta enfermedad puede ser crónica y puntual y, en este, caso era de las segundas. Te debilita, te hace retener líquidos o te provoca hipertensión, entre otros síntomas.
Esto no impidió al soldado continuar con sus labores. Tenía una medicación, que tomaba a diario, y trabajaba en el cuartel como uno más. Hacía maniobras y guardias. Nada, a pesar de su enfermedad, le distinguía del resto de componentes del Regimiento de Infantería número 49 de Hoya Fría.
Sin embargo, la historia se volvió oscura en 2019. “Estaba participando en unas competiciones militares, junto a otros compañeros, cuando empecé a encontrarme bastante mal. Me hicieron una analítica y me ingresaron”, narra el soldado. Los resultados se le dieron sin paños calientes: “Tienes los riñones casi parados, Tarife”.
A partir de ahí le pusieron un catéter. Se tenía que hacer un tratamiento consistente en una diálisis nocturna. Entró en una lista de espera para acceder a un riñón. Tenía un donante, pero al final resultó no ser compatible. Tenía que entrar en una lista de espera.
“Estuve de baja hasta abril de 2020”. Le pidió a su médico que le dejara incorporarse de nuevo al trabajo. Había pasado dos meses muy malos en casa y él sólo quería ocupar de nuevo su puesto de soldado.
Tarife hacía su trabajo, aunque no podía hacer las guardias por incompatibilidad con la diálisis. Un alto mando de Hoya Fría le dijo unas palabras que le resonarán siempre en la cabeza por su inhumanidad: “Tarife, no se puede vivir de las rentas”.
Le exigió que se presentara ante el Tribunal Médico Militar. Le dieron una catalogación de L5. “Si llevas más de 15 años en el Ejército te puedes quedar, pero a mí no me lo iban a permitir”, se queja Tarife. A pesar de que su nefrólogo le consideraba apto para realizar las labores, el tribunal militar se lo denegó.
Él ya se lo temía. Los tribunales militares son bastante duros y no le permitían volver al trabajo. Le dijeron que tenía la enfermedad renal y la hipertensión. En realidad, la segunda es causa de la primera, pero el tribunal no lo entendió así.
Presentó hasta dos recursos ante el Ministerio de Defensa, que hizo caso omiso a lo ocurrido. Sólo le quedaba una vía, la judicial.
Contrató los servicios profesionales de una abogada experta en el tema. Ella fue la que le informó de que en su Tribunal no había ningún nefrólogo: le catalogaron, cuenta Tarife, "una alergóloga, una psiquiatra y un oftalmólogo". Médicos, sí, pero no especialistas en la materia.
La letrada Rut Gutiérrez es experta en estos temas y le desaconsejó continuar con el pleito, a pesar de todo. Ella misma lleva la defensa de otro exsoldado que pelea para tener una pensión de discapacidad digna. Agustín Fariña quiere que el Ejército le reconozca una incapacitación del 52%, como hace la Generalitat. Sin embargo, el Tribunal Médico Militar sólo le concedió el 25%.
El consejo de la abogada a Tarife fue que desistiera. El güimarero iba a invertir mucho tiempo y dinero en algo que tenía un final no muy lejano. Tras las sorpresas y el consejo, Tarife decidió cambiar de vida: no volvería más al Ejército.
Un trasplante y a estudiar
Era su sueño desde pequeño. Tarife quería ser soldado de tropa, pero no pretendía ascender. Acumulaba 17 años en el Regimiento de Infantería número 49 de Hoya Fría. Y, como su intención era seguir en el mismo puesto, tendría que abandonar el cuerpo militar pronto. Concretamente, dentro de 11 años, cuando cumpliera los 45 años.
Ese fue uno de los motivos por los que decidió desistir en su lucha. Para cambiar de vida a los 45, mejor hacerlo con 34 años. Con mujer e hijo, Tarife decía adiós al ejército para combatir la vida desde otro frente distinto, aunque relacionado.
Desde hace unos meses estudia un curso de vigilante de seguridad privada. Terminó hace escasas fechas. Desde entonces, tiene una nueva vida. Buscar empleo en este sector le será más o menos complicado, pero tiene a buen seguro que lo hará. “Si es en Canarias pues me quedaré aquí con mi familia y si es en la Península pues cogeré a mi familia y nos iremos allí a vivir”, cuenta en conversación con EL ESPAÑOL.
La decisión la tomó también tras los reveses recibidos. Fueron duros por varios aspectos que aún no han sido narrados. El primero de ellos es que Tarife se considera uno de los soldados de la vieja escuela, sabe lo que hay y lo que sufren otros compañeros. "No volvería a un lugar en el que no me quieren", reconoce.
En todo este tiempo, Tarife lo pasó mal. Aunque reconoce que los peores meses fueron dos, cuando estuvo sin poder trabajar. Pero los guerreros nunca se rinden. Ahora ya piensa en su nueva vida, sin resquemor y con la conciencia tranquila, aunque con una espinita clavada. "Yo lo cuento porque seguramente haya más gente en mi situación. Sé que no voy a cambiar nada. El Ministerio de Defensa no va a cambiar".