Los padres del bebé, este viernes, en el cerro que corona la Cueva de la Tía Petra de Águilas, donde fue hallado el neonato enterrado dentro de un tupper.

Los padres del bebé, este viernes, en el cerro que corona la Cueva de la Tía Petra de Águilas, donde fue hallado el neonato enterrado dentro de un tupper. Badía

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Habla la madre que enterró a su hijo en un tupper: "No he asesinado a nadie; nació muerto"

Esta adolescente de Águilas, de 19 años, se enfrenta a un delito de aborto: "Estoy muy arrepentida de lo que hice y jamás volveré a abortar".

26 febrero, 2022 02:49
Águilas

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Cuando la Guardia Civil comenzó a buscar a una madre por enterrar a su bebé dentro de un tupper, en el cerro que corona la Cueva de la Tía Petra en Águilas, los investigadores valoraron la hipótesis de que detrás de tan macabro hallazgo había un rito de santería porque por ese paraje es habitual encontrar gallos muertos empleados en esos rituales. Pero la 'sepultura' de ese neonato no fue fruto de religiones exóticas ni de magia negra ni de un asesinato. "El bebé nació muerto: yo no lo he matado", tal y como subraya categórica, la madre, una adolescente, de 19 años, que accede a ser entrevistada por EL ESPAÑOL para "aclarar" unos hechos que han conmocionado a toda la Región de Murcia

"Mi pareja no sabía que estaba embarazada", prosigue la adolescente, a la que tanto en la entrevista con este diario, como en la declaración que ha ofrecido ante la Guardia Civil, la acompaña su novio para apoyarla en el proceso judicial que se avecina. De hecho, el chico, de 24 años, corrobora que "desconocía" que su novia se encontraba en estado de gestación.

La pareja de adolescentes se conoció hace tres años en el mirador del Pico del Aguilica, donde se puede disfrutar de una bella panorámica de la localidad aguileña, bañada por el Mediterráneo. Un primo del veinteañero hizo de Cupido, organizando una quedada, donde le presentó a una chica simpática. El resto vino rodado: se intercambiaron los números de teléfono, comenzaron a guasearse, y después tuvieron varias citas. "Fue un flechazo y a los seis meses tuvimos una hija", zanjan al unísono.

Tenían en común desdichas familiares, educativas y laborales. Ella se crió con su madre, con pocos recursos, sin una figura paterna, dejó los libros al terminar Primaria, su salud es endeble por la anemia, y no le concedieron una plaza en un curso público de peluquería para tratar de salir alguna vez en su vida del paro. Él sufrió malos tratos de pequeño, como sus otros diez hermanos, debido a que su madre era bipolar, y le solía apagar las colillas en sus pies, de modo que los Servicios Sociales le quitaron la custodia a sus padres y acabó con su abuela. El instituto lo dejó sin acabar la ESO, para hacer un curso de jardinería, y trabajar eventualmente de jornalero.

La frágil economía de la pareja, de apenas 700 euros al mes, con una hija de año y medio a su cargo, les obliga a convivir con la abuela del chico, en una vieja casa que esta señora tiene en una zona marcada por la exclusión social, en el extrarradio del término municipal de ÁguilasEsta es la cruda realidad social de estos padres adolescentes, que no tienen ni para pagarse un abogado, y que se entrevistan desde el anonimato con EL ESPAÑOL para acabar con el juicio que se vive por estos días, a pie de calle, de boca en boca, entre los 35.956 vecinos de esta localidad costera. 

"No he conocido a una persona con menos maldad que ella y eso es lo que me jode, la gente la está juzgando como si tuviera maldad, pero lo hacen sin saber qué ha ocurrido", reflexiona este joven, mientras le pasa el brazo por el hombro a su chica, achuchándola con cariño.

- ¿Qué explicación le ofreció usted a la Guardia Civil cuando la detuvieron este jueves por enterrar a su hijo en un tupper?

- Hace seis meses no me llegaba el periodo, entonces, llamé a mi médico de cabecera, y le pedí un análisis de orina para comprobar si estaba embarazada. Durante la espera para recibir la cita del análisis, tuve un sangrado, y creí que me bajó la regla. De forma que ya no volví al médico porque no estaba embarazada. Luego sumé dos meses de faltas, decidí hacer un test de embarazo, dio positivo, y pedí cita con una trabajadora social del Centro de Salud Águilas-Sur para consultar métodos para interrumpir el embarazo. Ella me dijo que por debajo de las doce semanas podía abortar con medicamentos, y como creía que solo estaba de siete semanas, fui a una farmacia, y por 13 euros compré misoprostol para abortar por mi cuenta.

Fachada del Centro de Salud Águilas-Sur al que acudió la adolescente antes de automedicarse para abortar.

Fachada del Centro de Salud Águilas-Sur al que acudió la adolescente antes de automedicarse para abortar. PSOE

La noche del miércoles 16 de febrero, cuando su chico se fue a dormir, esta adolescente tomó misoprostol. La Organización Mundial de la Salud lo considera como el medicamento más adecuado para practicar abortos farmacológicos porque provoca la maduración del cuello uterino, lo que hace que este se agrande y dilate, antes de que se produzcan contracciones en las paredes uterinas que causan cólicos y sangrado. Un médico debe establecer la dosis de misoprostol, en función de la edad de la gestante, su peso, y lo avanzado que esté el embarazo.

- ¿Acudió a su centro de salud a pedir consejo a un facultativo antes de consumir misoprostol?

- No sabía que estaba embarazada de seis meses, creí que estaba de semanas. Pensé que no sería peligroso y no fui al médico. Me tomé cuarenta pastillas.

- ¿Qué le ocurrió con semejante dosis de fármacos?

- A las tres de la madrugada del jueves, comencé a tener muchos dolores de barriga por las patillas y fui al baño porque no aguantaba más. Me senté en el váter y tuve el aborto. Al ver que el bebé se me quedó colgando [del cordón umbilical] y que era muy grande, llamé gritando a mi pareja. Yo pensaba que iba a salir un feto, o un coágulo, porque creía que estaba embarazada de poco tiempo, pero no esperaba que iba a salir una criatura de varios meses.

- ¿Comprobó si el neonato respiraba o tenía pulso?

- El bebé nació muerto.

La situación que se encontró su novio fue dantesca cuando llegó al cuarto de baño ante los gritos de auxilio de ella. "No me lo podía creer, le pregunté por qué me había ocultado el embarazo, la cogí de la mano, y le dije que no podía abortar porque era mi hijo", tal y como relata este veinteañero, de aspecto duro, por los tatuajes que luce en el pecho y el brazo, pero que se derrumba al recordar lo ocurrido en el aseo de la humilde casa donde conviven con su abuela. "Envolvimos al bebé en una toalla y le dije que lo llevase a urgencias, mientras me quedaba cuidando a nuestra hija pequeña".

- ¿Qué hizo a partir de ese momento?

- El servicio de urgencias está a unos minutos caminando, pero cuando iba por la calle con el bebé en brazos, notaba que no tenía signos de vida. Me asusté mucho, me quedé en 'shock', y llamé a mi madre. Ella no se lo creía, estaba cansada y decía que al día siguiente madrugaba para trabajar. Así que fui a su casa y me quedé allí a dormir, pero no le enseñé al bebé. El jueves, regresé con mi pareja, y cuando me preguntó por nuestro hijo, le mentí diciéndole que los médicos le estaban haciendo unas pruebas.

- ¿Qué hizo con el cuerpo sin vida de su bebé?

- Cuando el jueves regresé a casa con mi pareja, lo escondí dentro de un cajón del armario que tenemos en una habitación. En ese cuarto guardamos la plancha, el carrito, el cambiador de nuestra hija y no solemos entrar. Yo no paraba de darle vueltas a la cabeza: me sentía fatal. El viernes por la tarde, cuando mi novio estaba trabajando, decidí dejarle a mi hija a la abuela, y me fuí a buscar un sitio para enterrar al bebé.

El bebé fue enterrado en un tupper en el cerro que corona la Cueva de la Tía Petra en Águilas.

- ¿Cómo lo trasladó para que no la viese nadie?

- Envolví al bebé con una camiseta mía, de color negro, lo metí dentro de un tupper y me lo llevé en una bolsa de plástico.

Aquella tarde del viernes, pasadas las seis, esta joven caminó hacia la Cueva de la Tía Petra: un sitio por donde no suele haber gente, más allá de alguien que de forma puntual se acerca a subir a lo alto de su cerro para ver una panorámica aérea de la localidad o que saca a pasear al perro. Casi oscureciendo, se adentró por este paraje que está pegado al antiguo taller de Renfe, y que se ha convertido en una escombrera donde depositan bolsas de basura, colchones, restos de obra, incluso hay algún gallo sacrificado durante rituales de santería.

- ¿Por qué decidió enterrarlo en la cúspide del cerro que corona la Cueva de la Tía Petra?

- Emocionalmente estaba destrozada. En el cementerio piden una partida de nacimiento, allí no podía enterrarlo sin papeles, y encima mi pareja no sabía lo que había pasado. No lo iba a quemar ni a tirar a un contenedor de basura para hacerlo desaparecer. Busqué un sitio donde creí que no pasaría nadie, por eso decidí enterrarlo en lo alto de la Cueva de la Tía Petra para saber dónde estaba mi hijo, para que descansara en paz, y poder llevarle flores de vez en cuando. Estuve una hora cavando con un palo que encontré y puse unas piedras encima improvisando la tumba.

El plan de la adolescente se fue al garate ese mismo viernes, cuando un ciudadano marroquí salió a pasear y acabó subiendo al mismo cerro. Al llegar a la cumbre, le llamó la atención la presencia de un montículo, con una capa de arena y piedras. Lo desenterró con sus propias manos y encontró un tupperware, con el cuerpo de un bebé, de unos seis meses, con su cordón umbilical y la placenta. 

De inmediato, este ciudadano marroquí llamó al 112 y en la zona se movilizó Policía Local y Guardia Civil. Llegado este punto del relato toma la palabra el joven, de 24 años, que está defendiendo a capa y esapada a su pareja y madre de su hija: "Cuando vi en las noticias que estaban buscando a una madre por enterrar a su bebé, le pregunté si había sido ella, y me lo confesó todo. En ese momento, le dije que fuese al cuartel a contar lo que había hecho, pero tuve miedo de que los Servicios Sociales nos quitasen a nuestra hija: era delatarla o ayudarla". Y optó por lo segundo.

- ¿Cómo dio la Guardia Civil con usted?

- Fueron preguntando por los centros de salud y les contaron que yo había estado informándome de cómo podía interrumpir mi embarazo. Este jueves vinieron a detenerme, me llevaron al Hospital Rafael Méndez de Lorca para que me reconociesen porque después de abortar no me había visto ningún médico, y este viernes me dijeron que tenía que ir al cuartel a declarar.

- ¿Qué le han dicho tras ser interrogada por la Policía Judicial?

- La Guardia Civil me ha preguntado un montón de cosas, por qué lo enterré así, si era santera, por qué no llamé a nadie para pedir ayuda... Ellos saben que el bebé no tenía signos de violencia y me han dicho que solo me multarán por un delito de aborto, con una sanción máxima de 24 meses.

No habla en vano la adolescente, puesto que el Código Penal prevé penas de multa, de seis a veinticuatro meses, "para la mujer que produjere su aborto o consintiere que otra persona se lo cause, fuera de los casos permitidos por la ley". Además, la Benemérita la ha dejado en libertad, a la espera de que sea citada por el juzgado donde volverá a declarar y a partir de ese momento sabrá si la investigan por algún ilícito.

- ¿Cómo está viviendo toda esta situación?

- No he asesinado a nadie. Decidí abortar porque no quería tener más hijos, pero si llego a saber que estaba de seis meses no lo hubiese hecho. Estoy muy arrepentida de lo que he hecho y jamás volveré a abortar. Entré en depresión desde que vi cómo era el bebé: si no fuese porque tengo una hija, me daría igual morirme.