Clara Villalón (Madrid, 1990), en 2013, tenía apenas 22 años cuando fue elegida para participar en el primer MasterChef. Junto a ella, lo hicieron un nutrido grupo de concursantes con profesiones de lo más variopintas: nutricionistas, policías, amas de casa, camareros, soldadores… Ella no ganó, pero ha conseguido cumplir su sueño. Sus tartas, que se pueden encargar a través de Mamá Naranja, son unas de las más demandadas del delivery en Madrid y sus recetas son referencia entre las web del sector –como Cocinillas, en este propio periódico–.
Ahora, casi 10 años después, ya no es aquella joven aspirante a cocinera. Todo lo contrario. Ha pasado por El Bohío, donde trabajó con Pepe Rodríguez (jurado de MasterChef) o por La Tasquería de Javi Estévez, otro restaurante con estrella Michelin. Hija de un piloto de Iberia y de una historiadora, no mamó la cocina de nadie. Fue autodidacta, aprendió en MasterChef y, ahora, probablemente, vive uno de sus mejores momentos en lo laboral y lo sentimental, recién casada y a la espera de su primer hijo.
Fan de Harry Potter e influencer (cuenta con más de 81.000 seguidores en Instagram), atiende a EL ESPAÑOL tras arrasar con Bake off, el programa de cocina de Amazon Prime Video donde hace de jurado y en el que participan Esperanza Aguirre, James Rhodes, Iturralde o Chenoa.
– Cuénteme sobre la Clara Villalón de antes de MasterChef.
– Pues mira, mi familia no tiene nada que ver en lo de la cocina. Aunque yo, desde muy pequeñita, he mamado el mundo de la hostelería porque mis padres me llevaban a muchísimos restaurantes. He estado en Arzak, en el Bulli… y en mi casa siempre se ha cocinado bien. Pero era todo en plan afición, yo nunca pensé en dedicarme a la hostelería.
De hecho, antes de ser MasterChef fue muchas otras cosas. Estudió en el Liceo italiano y, a los 15 años, sus padres la llevaron internada a Londres a estudiar. “Clarita, lo más importante en la vida es la mundología”, le decía su padre. Total, que tras aquella experiencia, volvió a España y en tercero de carrera se fue a Leeds de Erasmus. Aunque, eso sí, le costó decidirse por la carrera. Pidió plaza en Ingeniería industrial, hizo las pruebas de Icade, de Cunef… y al final acabó en la Universidad Complutense haciendo Economía.
Eso sí, lo hizo sin demasiado entusiasmo. “Me suicidio si me tengo que dedicar a eso toda la vida”, bromea.
- En ese momento es cuando toda tu vida cambia: enfermas y acabas pensando en ir a MasterChef.
– En tercero de carrera yo me tengo que quedar año y medio en la cama porque me ataca una bacteria que se llama Klebsiella Pneumoniae. Esto me produce una septicemia y un fallo multiorgánico. El páncreas, por ejemplo, se me queda funcionando al 13%... y es que no me encontraban lo que pasaba. Pero yo soy una persona muy inquieta y tenía necesidad de hacer cosas. Tenía un blog de cuentos por aquel entonces, pero decido empezar un blog de cocina. Mi madre bajaba a hacerme la compra y yo hacía las recetas. Entonces fue cuando salió MasterChef en Estados Unidos con Gordon Ramsey. Me enganché y le dije a mi madre: ‘Cuando me ponga buena me voy a ir a Estados Unidos a presentarme a MasterChef’. Por eso digo que me salvó la vida, porque gracias a eso mantuve el interés y la ilusión de querer progresar en este mundo.
– Entra en el programa y, cuando sale, lo hace muy agradecida, pero también es muy crítica. Dice que está guionizado. ¿Ha cambiado de opinión tras ser jurado de Bake off?
– Tengo la suerte de que Bake off ha sido un programa maravilloso. Desde el primer minuto, me decían: ‘Aquí lo único que tiene que haber es sentido y criterio gastronómico’. Hemos ido manteniendo las pautas en todo momento. En ningún caso la dirección nos ha dicho lo que teníamos que hacer.
– ¿Eso sí pasa en MasterChef? ¿Les dicen lo que tienen que decir?
– No sé lo que pasa, pero hay que entender que MasterChef es un reality de televisión y no tanto de cocina. Ellos tendrán su criterio para guionizarlo como quieran, pero no te puedo desvelar los entresijos del programa.
– En los últimos meses han estado en el ojo del huracán tras el suicidio de Verónica Forqué. Se ha dicho, por ejemplo, que el programa mete mucha presión a los profesionales. ¿Es así?
– Yo no sé cómo están ahora las cosas. Yo estuve en MasterChef hace 10 años. No es lo mismo una edición amateur que una de celebrities. Sí puedo decir que yo viví mucha presión en MasterChef. Pero también viví la parte bonita: el programa me hizo ser mejor, conocerme a mí misma, entender el rigor que hay en la cocina y conocer el mundo de la gastronomía.
– ¿Le recomendaría ir al programa a alguien con problemas mentales?
– Es muy delicado. Yo no sé en qué condiciones estaba Verónica Forqué, pero espero que lo viviese lo mejor posible y sacase la parte positiva de la gastronomía, que la tiene. Lo más difícil en la vida es conocernos a nosotros mismos. Hay que mirar las cosas bonitas de la vida y también ser un poco más amables y condescendientes.
Su vida tras MasterChef
Aquella primera edición la ganó José Manuel Sánchez, pero Clara logró hacer ‘practicas’ en El Bohío, el restaurante que tiene Pepe Rodríguez en Illescas (Toledo). Después, pasó por Casa Marcial, La Tasquería y fundó Mamá Naranja, su propio delivery de tartas. “Yo se las hacía a mi pareja y veo que la gente me empieza a pedir. Después, los restaurantes y en la pandemia decidimos hacerlo onlne”, cuenta.
Ahora, están en pleno crecimiento. Tienen un cupo porque todas las tartas que hacen son 100% naturales, sin conservantes ni aditivos. Y todas –del total de 30 al día que elabora–, las hace Clara por encargo y personalizadas.
– Los focos, la fama… Vivió todo lo bonito de la gastronomía, pero la cocina también tiene sus sombras. ¿Ha descubierto también esa parte tras pasar por el programa?
– Yo creo que en todos los trabajos se dan este tipo de situaciones de las que hablas. Echamos más horas, eso es así. Yo soy autónoma y trabajo de sol a sol, otra gente está en la empresa privada y también trabaja mucho. Ahora se ha puesto el foco en la gastronomía, pero esto es en todos sitios. La realidad es que en la gastronomía se trabaja cuando el resto del mundo libra y eso ya lo sabes cuando tú dices que quieres ser cocinero, sumiller…
– ¿Faltan camareros, como han ‘denunciado’ los propios cocineros en los últimos meses?
– Lo que pasa es que a veces parece que tenemos más derechos que obligaciones. Sin sacrificio en la vida no se llega a ningún sitio. Yo no digo que aceptemos cosas que sean inaceptables. Pero lo tengo claro: trabajo muchas horas al día, pero también sé que no puedo estar todos los días de cañas con mis amigos. Hay que fomentar la cultura del esfuerzo. Las cosas no caen del cielo. La suerte no existe, se trabaja todos los días.
– Hay cocineros que han dicho que la gente no quiere trabajar.
– Es verdad que es complicado encontrar trabajo. Lo sé porque he hecho selecciones de personal para empresas, conozco mucha gente en el sector y no sabemos dónde está la gente a la que contratar. Es una realidad que es difícil encontrar gente. Sí que me llegan comentarios buscando personal por no tener cocineros, camareros… desesperados.
– Más allá de la hostelería, ¿Cuánto tiempo le dedica a ser influencer?
– Yo creo que si quieres tomarte en serio las cosas tienes que dedicarles tiempo. Me levanto y lo primero que miro es Instagram y antes de acostarme igual. No sólo por verlo, sino por aprender. Lleva más tiempo de lo que la gente piensa. En mi caso, además, hay que hacer las recetas, editar las fotos, escribir el texto, contestar los mensajes…
– ¿No ha pensado en contratar a alguien para que se lo lleve?
– No. Lo tengo claro. Las redes sociales soy yo y si no se desvirtúa.
– Para los que todavía no lo hayan visto, ¿qué tal le fue con Esperanza Aguirre en Bake off? No debe ser un hueso fácil de roer.
– Sólo puedo decir cosas buenas. Fue encantadora con todos, muy simpática y muy cercana. Fue muy fácil tratar con ella.
– ¿No le pidió el voto para el PP?
– No. Intentaron que ella cambiara a la izquierda, pero no lo consiguieron.
– Ahora que ha sido jurado, ¿se siente identificada con Pepe, Jordi y Samantha?
– Yo los quiero mucho a ellos, pero nosotros somos un jurado completamente diferente al de MasterChef.
– Al final hemos vuelto a MasterChef… ¿Cuesta mucho quitarse la etiqueta?
– Llevo tiempo desvinculada de cualquier etiqueta. El mundo debería ser más de personas y menos de etiquetas.