Victorino Pérez, el cura casado con una sacerdotisa que sigue oficiando misas: "Dios es queer"
Proderechos LGTBI, el presbítero asegura que la iglesia se hace el harakiri no permitiendo el celibato opcional. "Si llega una orden papal, aquí me tienen".
11 septiembre, 2022 02:39Al cura de mi barrio
le han dado la jubilación
Y el cura nuevo que ha ‘llegao’
ha ‘hallao’ la revolución
Victorino Pérez (18/10/1954 - Órbigo) tiene apariencia de hombre tranquilo y afable, de alguien que no da problemas. Parsimonioso al hablar, con un tono de voz dulce y algo de acento gallego, rara vez pierde la sonrisa. Es una persona que escucha, pero a su vez es difícil de acallar. Sin duda, no es un parroquiano más. Es doctor en Teología y Filosofía y el Papa Francisco ha leído algunos de sus textos. También es sacerdote desde hace 40 años, aunque no es el tipo que usted —crea en lo que crea— imagina.
Pelo y barba coloreados por las canas, Victorino porta gafas, camisa blanca, pantalón chino beige y zapatos marrones para la entrevista concedida. Trae una estola, que deja sobre el altar del salón de la biblioteca donde él y su mujer, Cristina Moreira, ofician misa. Atrás quedaron los días en los que servía a las iglesias de pequeños pueblos de Lugo. Igualmente lejos está aquel día que ofició misa en la catedral de Santiago.
Siempre le tuvieron por un cura de izquierdas, con unas ideas un tanto revolucionarias, pero el propio estamento clerical estaba contento con el trabajo que realizaba. A los 25 años de ser ordenado se casó con Cristina, una mujer que a la postre se ordenaría presbítera para más inri, y perdió su parroquia.
No dejó atrás, eso sí, su condición de sacerdote. Ni pidió la dispensa eclesiástica, ni nadie lo ha suspendido a divinis —algo que, según afirma, cada vez ocurre menos—. Él defiende que se encuentra en una “irregularidad canónica”, porque “he roto una norma del derecho canónico”. “Pero eso es infinitamente menos importante que todo lo demás”.
Actualmente oficia misa junto a su mujer en el piso de Codeli (Cooperativa de libros), aunque cede las labores parroquiales en su mayoría a su esposa. Él está más centrado en sus tareas como teólogo, escribiendo libros, una vez que se ha jubilado como profesor de la universidad. Eso no quita que siempre eche una mano a los suyos en lo que pueda.
Victorino Pérez no se esconde: es cura —católico, apostólico, romano…—, casado, de izquierdas, feminista, ecologista y defiende los derechos LGTBIQ —”Dios es queer”, apunta durante la entrevista—. No tiene miedo y está a gusto con lo que hace, pero echa de menos ser más útil para los católicos y estaría encantado de volver a celebrar la eucaristía en una "iglesia de estilo romano".
Sabe que la iglesia está cada vez más cerca de recuperar a quienes no respetaron el celibato y se casaron, pero no reniegan de su cargo. Se sienten en el banquillo, esperando que el debate deje de ser tabú y la orden papal les permita regresar a sus parroquias. “Las cosas están cambiando y si la iglesia no quiere hacerse el harakiri, va a tener que asumir responsabilidades y, concretamente, tendrá que contar con quienes podemos hacer un servicio a la iglesia mayor del que hacemos”.
Confiaban en el Papa Francisco, aunque por su edad y su delicado estado de salud, no cree que sea él quien dé el paso. Se resigna. “Estos obispos, que dicen que lo más importante es la eucaristía, prefieren que haya gente que se quede sin misa a que la den curas casados”.
Él sabe cuál es su identidad. Está tranquilo: "Soy católico y lo vivo con todos los seres del planeta". “Soy especialista en diálogo ecuménico interreligioso, que era sobre lo que versa mi libro el que leyó el Papa Francisco”. Además, apunta que su otra especialidad es la “ecoteología”.
Una historia… de amor
Victorino hace un repaso a su historia como sacerdote recordando al obispo que le ordenó y destacando sus estudios en filosofía y teología, estudios sobre los que ha hecho doctorados. “Me ordenó Don Miguel Ansó Araújo Iglesias, el obispo más comprometido con Galicia que ha habido y muy progresista”, comenta. Lo pidió él por afinidad, porque le conocía. Apunta que antes había más obispos abiertos, pero con el paso del tiempo “el episcopado español se fue haciendo cada vez más retrógrado y reaccionario”.
Pasó años siendo párroco en pueblos remotos de Lugo, donde la riqueza no abundaba. Ejerció oficialmente durante 25 años, en los que llegó a dirigir una revista y fundó una cooperativa agrícola. “El sindicato se reunía en mi casa”, cuenta. Durante aquella época, ni siquiera cerraba la puerta de su vivienda; podía entrar cualquiera. Siempre le ha gustado esa filosofía y siempre la ha aplicado en sus parroquias, que no sentía como suyas, sino de la comunidad.
Además, nunca calló sus ideas. “He escrito más de 1.000 artículos en todos los periódicos de Galicia y bastantes libros. Eso te hace estar en contacto con la realidad. O conoctas con la gente de hoy o no vas a hablar para la gente de hace mil años…Que algunos piensan que ser teólogo significa únicamente haber leído a Santo Tomás de Aquino”.
Sus últimos años como párroco los pasó en Ferrol, en barrios marginales. “Allí mantuve lo de ser un cura gratuito, que no cobraba las misas. Eso me permitía una relación excepcional con la gente".
En sus últimos años en las parroquias de Ferrol conoció a Cristina, su futura esposa. Antes de que a cualquiera le quede duda, Victorino explica que ella era “una magnífica colaboradora en la parroquia. No era una sacristana, como dijo un periodista analfabeto”. Embravece el tono cuando lo explica. “No era una monaguilla. Era una colaboradora de la parroquia con autonomía y era una persona adulta. Que da la sensación…”.
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Continúa arguyendo que hacían “un trabajo que a ella le ilusionaba. Tenía un aire nuevo y renovador, con el que conecté”. “Ella había estudiado en la universidad y provenía de una iglesia francesa más avanzada que la española, aunque por cierto Francia ha retrocedido tremendamente en los últimos años. Del trabajo en común pasamos a una conexión personal y surgió el amor, cosa que es muy bonita”. No obstante, esa última afirmación tenía un pero. “Es conflictiva para un cura, pero realmente es muy bonita”.
Él nunca sintió culpabilidad ni tuvo ningún dilema moral, tal y como reconoce; el problema era que Victorino no quería renunciar a su posición de cura, una vocación que ella también tenía, y ambos pretendían unirse en matrimonio. “No me podía casar por cómo están las normas, que son injustas y deben cambiar sí o sí”.
Aquí comienza su reflexión con respecto al celibato opcional. “Los curas se van a casar sí o sí. El tema debía estar solucionado hace 40 años y no se hizo. Hemos pagado un precio tan alto en la iglesia por esto que se debe solucionar sí o sí, y espero que sea con este Papa, antes de que se jubile”.
Ya lo han podido comprobar: Victorino no es un párroco cualquiera. Además, tiene contactos dentro del Vaticano y conoce bien el postulado de Francisco I sobre el celibato opcional. “Lo ha manifestado públicamente. Si no lo ha dicho más claro es porque las autoridades vaticanas siguen siendo un feudo reaccionario”.
Pero ellos no tenían ningún problema. “Ni moral ni nada. El amor es la cosa más hermosa y más evangélica del mundo”. El único escollo es que no querían hacerlo de “tapadillo”. “Desgraciadamente es muy habitual y a quien más perjudica es a la mujer”, expone.
Ahí tomaron la decisión de casarse. Victorino se lo comunicó a su obispo, Monseñor Monge, con el que tuvo una buena conversación. Cuando saltó la noticia, “en la caverna hubo un escándalo, porque yo escribía y me conocían. Pero él vino y me dijo: ‘Me da igual lo que han dicho. Yo sé que tú eres un cura de vocación y eso no lo son todos. Por lo tanto, yo quiero contar contigo para responsabilidades. Si quieres casarte, cuenta con mi apoyo y mi respeto”.
Pérez era arcipreste. Sabía desde el principio a lo que estaba condenado, pero “tenía vocación de cura y acepté lo que se me pedía”. "No me casé al año de ordenarme, como ha ocurrido en otros casos. Yo llevaba 25 años ya. Y lo dejé sin ningún tipo de crisis vocacional ni creyente”.
La decisión de no pedir la secularización la compartió con su mujer. Ella le dijo: “Cómo te voy a pedir que renuncies, si yo también tengo vocación de cura”. Así que se unieron matrimonialmente por lo civil para posteriormente casarse religiosamente debajo de un manzano. “Es la cosa más bonita del mundo. Había dos curas y muchos miembros de la comunidad cristiana”, destaca el cura, que sabe de buena tinta que donde únicamente falta ese reconocimiento es en su partida bautismal. “Casado es lo único que falta, el resto lo tengo”, cuenta con una sonrisa.
Argumenta Victorino que el problema no es suyo. “El problema lo tiene una iglesia reaccionaria, empecinada en cosas del pasado que debían cambiar y no cambian”. Porque él sigue sintiéndose cura. “Exactamente igual que antes”.
Por eso no pidió la dispensa. No obstante, la iglesia también podría haber tomado medidas contra él: la suspensión a divinis. “Podían hacerlo —expone Victorino con seguridad—. No lo hicieron porque no quisieron, porque yo les dije: ‘Mira, ni se os ocurra ni plantearlo’. Por una razón muy sencilla: a mí no me vais a hacer ya nada. Y sin embargo, si yo digo cosas que sé de la Iglesia, sí que os va a hacer mucho daño. Y yo quiero a mi Iglesia. No, no me gustaría hacerlo, pero yo tendré que defenderme. Desde aquel momento nunca más volvieron a plantearlo”.
El marido de Cristina tiene claro que lo suyo y lo de su mujer no es un escándalo. “Si alguien hace daño, lo hacen ellos. Esos otros son los que no quieren a la iglesia. Esa extrema derecha que se cree que son más papistas que el Papa y son los que insultan al Papa Francisco, etcétera. Que no me hablen de escándalos… Escándalo no es el mío, no es el de Cristina. Es el de otra gente que sí que le ha hecho daño a la Iglesia, aunque vayan vestidos de curas, de obispos y de cardenales".
Celibato sí o no
Me quieres como quieren a Dios los malos cristianos,
No dudo que me tengas fe, pero me quieres callado.
El debate en la iglesia católica está abierto: celibato opcional sí o no. Obviamente, Victorino lo tiene claro y su argumento más simple es irrefutable: “Si durante 1.000 años los curas se casaron, ¿por qué no se puede cambiar ahora una norma que modificó a otra?”. A partir de ahí, la argumentación del sacerdote es mucho más profunda. Lleva reflexionando sobre ella desde mucho antes de casarse.
En 1993, de hecho, Pérez ya escribió un artículo que apoyaba el celibato opcional de los hombres, cuando ni él mismo pensaba en casarse. Se titulaba: ‘Curas Casados’. No contento con aquello, en 1994, Victorino optaba por otro artículo de titulo similar: ‘Curas casadas’. Ambos fueron publicados en el diario El Progreso.
A raíz del Concilio Vaticano II, cuenta Victorino, fue cuando el debate se abrió. Hubo muchos sacerdotes que pidieron la dispensa. Parecía que Pablo VI tenía la cosa clara, pero “vinieron los cardenales reaccionarios que se metieron con él y desde ese momento se hundió”.
—Me llama la atención una cosa, Victorino. El debate sobre el celibato opcional está sobre la mesa y crea polémica, pero la iglesia católica permite un supuesto en el que los curas pueden tener mujer e hijos. Se trata de los anglicanos reconvertidos.
—Claro. Bueno, esa es otra. Resulta que la Iglesia no quiere permitir que los curas se casen. Pero cuando una sección de curas anglicanos, que ¿sabes por qué se salieron de la Iglesia de Inglaterra? Por culpa de mujeres como Cristina. Es decir, cuando la Iglesia de Inglaterra admitió mujeres, curas y después obispos, los sectores más reaccionarios del clero dijeron: “¡Esto es intolerable!”. Y se cambiaron de iglesia. Y en Roma se les dijo: “Sed bienvenidos, porque nosotros pensamos lo mismo”. Y dijeron: pero nosotros tenemos que venir con nuestra familia… Bueno, pues venid con vuestras familias. Claro, no los iban a descasar y no iban a tirar a los hijos por el wáter. Y los que estábamos no podemos… Las contradicciones en este sentido son tan claras que ya prácticamente no hay un discurso en defensa del celibato obligatorio. No existe. Y lo más triste es que no existe por las bravas, cuando podría haber sido por las buenas. A mí me parece muy bien que los curas sean célibes. Yo lo fui durante 25 años. Por supuesto que sí. Pero es que no son más santos los célibes que los no célibes, por lo menos no necesariamente.
Victorino no está solo en esto. Se cuentan por miles los curas que han dejado atrás sus hábitos para poder casarse. De hecho, tienen una asociación llamada Moceop, (Movimiento por el Celibato Opcional).
“Dios es queer”
—Cristina, su esposa, en ningún momento tiene miedo a decir palabras como feminista o heteropatriarcado, defiende al colectivo LGTBI, habla sin tapujos de extrema derecha, de crear una iglesia inclusiva aquí... No sé si usted, como cura, ha tenido alguna vez miedo de decir todos estos términos o a decir que es de izquierda.
—No sólo no he tenido miedo a decirlo, sino que lo he dicho incluso en mis 25 años de párroco. Hace mucho escribí un artículo que era la Iglesia del futuro y el futuro de la Iglesia. Y decía que o cambia o desaparece. ¿Y cómo debe de ser la Iglesia del futuro para seguir existiendo? La Iglesia del futuro, para seguir existiendo, tiene que ser en primer lugar democrática. Y en las comunidades paulinas había mujeres con responsabilidades, igual que los curas. Esto es una cosa que empezamos a conocer desde hace un siglo, pero antes se fue ocultando en la Iglesia. La Iglesia piensa que esto de las mujeres curas es un invento de ahora. Nada más falso.
Victorino comienza a hacer referencias teológicas a las comunidades priscilianas, donde las mujeres tenían las mismas responsabilidades que los hombres. “El hombre no puede ni debe estar por encima de la mujer”.
Se adentra en el colectivo LGTBI. “Yo hace años que defendí los derechos de las personas homosexuales”, expone antes de comenzar una férrea defensa. “Decir que un homosexual es un enfermo simplemente por serlo, porque ama a una persona y quiere vivir con ella y entregarse, es contrario al Evangelio. ¿Cómo no va a tener los mismos derechos? La Iglesia tiene que evolucionar en eso, como en todo lo demás, no tiene más remedio. Y este Papa evolucionó. No evolucionó más porque se metieron con él y cuando llegó al Vaticano le leyeron la cartilla. Si no, hubiera dicho cosas aún más claras, evidentemente”.
Pero Victorino no es de los que se quedan en la superficie de un tema. Entra de lleno en el bosque. “Hoy, que sabemos que la identidad sexual es tan amplia, lo de LGTBIQ+... Pues mis últimos artículos han sido sobre la identidad queer. Hay una teología queer que eso es una cosa completamente desconocida en España, pero no en Norteamérica”.
A partir de aquí, explica por qué no puede estar en contra de la identidad queer. “Yo defiendo evidentemente los derechos de todo el movimiento queer. Y llego a decir que Dios es queer, porque Dios no tiene sexo, los tienes todos. O sea, ¿como cómo voy a estar yo en contra de eso?".
El obispo de Solsona
El último escándalo de un sacerdote casado en España gira en torno al que fuera Obispo de Solsona, Xavier Novell. Después de tener un discurso completamente reaccionario y llegar a abogar por las terapias para curar la homosexualidad, se enamoró de una mujer, pidió la dispensa eclesiástica y se casó. Obviamente, Novell y Pérez están en las antípodas ideológicas. Sin embargo, hay un punto en el que se tocan: ambos se enamoraron mientras estaban al cargo de sus parroquias.
—No sé cómo lo ha vivido usted ese caso.
—Ya lo has dicho tú todo... Trabajó hasta para curar homosexuales (se ríe). Lo que pasa es que cuando le llegó a él y se enamoró de alguien que era más lista que él, una psiquiatra, pues cayó con todo. Me parece correcto que un obispo se case. Si se enamoró, tiene todo el derecho a dejar todo y a casarse. Lo único que le pediría es que fuera consecuente con eso. Espero que haya evolucionado.
—Hablaba con un cura casado antes de concertar esta entrevista sobre los jóvenes. Parece que no quieren mojarse en este asunto, que los de antes os lanzabais más a reivindicar el celibato opcional, con menos tapujos.
—... Estoy pensando ahora en los últimos curas que entraron en el Moceop, que se casaron, algunos con muy poco tiempo en ejercicio… ¡¡Pues si la Iglesia no lo quiere cambiar, que le den!! —se refiere a que los jóvenes rechazan a un estamento que no les apoya en algo que les parece lógico—. Igual que yo me casé cuando quise y sin pedirle permiso al obispo y sin esperar a que me lo dijera nadie... Pues mira, me gustaría que las cosas cambiaran, pero... Y yo creo que los jóvenes ahora cada vez más lo hacéis así. La mayoría no se casan aunque se quieran y su compromiso es de otro tipo. Bueno, pues… Yo lo que no se me ocurre decir a una pareja que no está casada es: "¡Pues vosotros estáis en pecado y vais a ir al infierno!". Lo que les diré será que ojalá os queráis, os respetéis y nadie machaque al otro.
El harakiri de la iglesia
Victorino piensa que, en contra de lo que piensa la mayoría de la gente, los cristianos son “gente buena”. Y que Jesús fue el tipo “más genial del mundo”. Además, le da un poco de miedo la muerte o abdicación del Papa Francisco por lo que pueda venir. “Aunque la iglesia no se mantiene por los aciertos ni errores de ningún papa, sino porque Dios está con ella”.
Durante la entrevista llega a decir que la iglesia o cambia o desaparece. No obstante, más tarde asegura que lo segundo no ocurrirá.
—¿No mantiene la frase anterior?
—Sí, sí. Lo que yo pienso es que no va a desaparecer porque va a cambiar y está cambiando, pero cambia lentamente. Tú me preguntabas antes por este Papa. Yo le tengo mucho cariño. Siento que no haya tomado decisiones en ese sentido, por eso Cristina es más crítica que yo, porque realmente con las mujeres no ha tomado las decisiones que tiene que tomar. En mi caso tampoco ha tomado las decisiones que ha tenido que tomar. Pero bueno, las iglesias se vacían no porque la gente pierda la fe, sino porque no confían en los curas. Y el Papa ha criticado mucho el clericalismo. Y esta Iglesia, si no quiere hacerse el harakiri, realmente va a tener que asumir y compartir responsabilidades. Y concretamente, en mi caso, darnos responsabilidades, volver a darnos responsabilidades a curas que no renegamos de ser curas, que podemos hacer un servicio a la Iglesia, desde luego, más de lo que estamos haciendo.
Victorino cierra la puerta de su iglesia antes de fotografiarse delante de la parroquia de San Pablo para la imagen que abre este reportaje. ¿Cómo un hombre tan contrario a todo aquello que se presupone que es la actual Iglesia católica puede seguir creyendo en ella? Victorino da la respuesta sin inmutarse, de manera sencilla. “No abandono a esta Iglesia porque esta Iglesia no les pertenece únicamente a los reaccionarios, también es mía y de los que piensan como yo”.