Víctor, el cubano que te enseña a ser Tarzán en Barcelona por 10 euros: "Beneficia al árbol"
El cubano da clases de cómo trepar en el parque de la Ciudadela. El primer ejercicio, nada más llegar a la clase, es subir tus cosas a la cima.
12 diciembre, 2022 01:41Los nuevos llegan puntuales al árbol máter del Parque de la Ciudadela en Barcelona. La pareja quiere aprender a moverse por los árboles, emulando a aquel primer Tarzán, creado por Edgar Rice Burroughs, que conquistó medio mundo deslizándose por los árboles y las lianas de la selva africana.
Saludan al profesor, Víctor Manuel, y al tipo de la cámara, un periodista que ha venido a hacer un reportaje; cruzan entre ellos una mirada cómplice algo extrañados. Parecen preguntarse si están solos en la clase. Si la clase es en el suelo, la respuesta es sí.
El maestro eleva su mirada y dice sus nombres, aparentemente, a las hojas del árbol. Ellos se acercan un poco más al tronco y también inclinan su cuello hacia lo alto. De la copa salen varias voces dando la bienvenida. Entre las ramas asoman rostros también. Uno se cuelga hacia abajo, otra camina por las ramas, hay quien coloca una mochila y gira el cuello... No están solos: aquí están el resto de 'Tarzanes'.
El chico y la chica nuevos titubean un segundo, hasta que el profesor les da la primera orden: "Ya pueden subir a colgar sus cosas". No es realmente el primer ejercicio para ser como Tarzán, es una cuestión simple de seguridad. "Estamos en el Parque de la Ciudadela y nos vamos a mover en varios espacios. Si dejamos las cosas en el suelo nos las roban, así que las colgamos", advierte Víctor Manuel con un marcado acento cubano.
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La copa del árbol se va llenando de gente conforme se acercan las 6 de la tarde, momento del inicio de la clase. El penúltimo en llegar es un motorista. Sube su casco, deja la camiseta y juguetea un poco entre las ramas.
Son 11, es la hora y, tras el ejercicio libre, llega el momento de bajar al suelo para comenzar la clase. La naturaleza pone la música, aunque todo recuerda a una antigua letra del grupo Palocortao: Yo soy Tarzán, Tarzán, / yo soy el rey de la selva / Soy Tarzán, Tarzán, / no existen leyes ni reglas.
Inicio postpandemia
Estamos ante el Tarzan Movement. Según su fundador en España, Víctor Manuel, una especie de ejercicio al aire libre donde tratan de "imitar el inicio de los tiempos, retomar habilidades perdidas y recrear nuestros propios movimientos".
Todo comenzó después de la crisis sanitaria causada por la Covid-19. El encierro al que fue sometido la población en España en marzo de 2020 dio paso a los paseos por los parques, al ejercicio diario para poder salir y respirar en libertad. Víctor, que se había mudado de Málaga a Barcelona, comenzó a prodigarse por la Ciudadela. Veía cómo otros hacían sus propios ejercicios, mientras que él jugueteaba con los árboles y hacía movimientos similares al de los primates.
Las ganas de relacionarse que había por entonces provocaron el acercamiento con otras personas del parque. Era un vaivén de conocimientos; una simbiosis en la que cada cual mostraba lo suyo al resto. Visto el interés que despertaba su ejercicio, Víctor Manuel decidió ponerse manos a la obra para dar clases.
Arrancó en el verano de 2021. Por entonces las enseñanzas eran individuales, pero tampoco es que hubiera un número exagerado de alumnos. El Tarzán Movement acababa de nacer.
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Hace escasas fechas, el grupo lo conformaban ya más de 80 personas. Las clases son grupales, porque Víctor se dio cuenta que fortalecía las relaciones interpersonales; mucho mejor que ser el 'padre' de cada alumno y crear dependencia, cuenta a EL ESPAÑOL. Cuando uno acude a clase se puede encontrar hasta 15 personas.
Hay entrenamientos todos los días, en el mismo árbol, a las 6 de la tarde, de lunes a viernes. Cuestan 10 euros por sesión, aunque ahora el profesor está creando un bono mensual. "Para crear hábito y compromiso", dice. "Si no, hay gente que viene una vez al mes, luego no viene...". La duración es estimada, ya que hay días que están una hora (es lo mínimo) y otros que pasan hasta dos horas en las ramas de los árboles. Cuando termina el tiempo, muchos se quedan jugando en el árbol.
Aquí, la vestimenta importa, claro. Cuanto más cómoda, mejor. Ellos van en mallas o pantalones bombachos; rara vez visten camiseta. Ellas portan por lo general top y 'shorts'. Hay quien rompe el canon. Lo importante es la comodidad de cada uno y que la vestimenta no coarte ningún movimiento brusco. El maestro lleva sólo unos pantalones denominados con el nombre de 'Simplemente', creados para la ocasión prácticamente. Son ajustados al tobillo y la cintura; completamente abombados y suaves en el resto del tejido.
Los comienzos del maestro
Víctor Manuel lleva subido a los árboles desde su más temprana infancia. "Allá en Cuba si querías una fruta te tenías que subir. A por el mango, el tamarindo, las guayabas... Aquí lo cogen del súper".
Cuenta que desde los 5 años estaba subido a un árbol. "Es curioso, porque dices: bueno ¿por qué no juegan todos los niños en la tierra? No sé qué nos lleva a subir a los árboles, quizá porque venimos de ahí. Desde niño tienes una conexión con los árboles", expone.
Sin embargo, en las civilizaciones modernas, subir a los árboles es casi un sacrilegio. ¿Qué hace niño ahí subido?, se preguntaría cualquiera si viera a su hijo trepar entre las ramas de un árbol de ciudad. Víctor tiene claro que nos están quitando esa relación que tenemos con los árboles. "Te la van cortando. Le dices al niño que no se suba a los árboles, que no se quite los zapatos...", apunta Víctor.
Desde su perspectiva, esto provoca que ahora nos cueste relacionarnos más con los árboles, que los veamos más lejos. "Perdiste tu intuición y todo lo que te relacionaba con él".
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Volver no es fácil, pero se recupera. Poco a poco, eso sí. "Instintivamente hay algo, hay una conexión ahí que se recupera. Está dentro, pero está como una voz que se escuchó hace mucho tiempo y ahora hay que retomar, crear el hábito, como en cualquier deporte". Al hacerlo, cuenta Víctor Manuel, es como "escuchar de nuevo a un ser humano, volver a mirarlo a los ojos después de tantos años quitando la mirada por el miedo. La persona ve que va recuperando esa intuición, ese instinto".
"Vamos, mis monos"
El entrenamiento en esta ocasión se centra en el tren inferior. La clase del miércoles tiene por objetivo probar la entrada al árbol y los saltos de rama en rama. Los hay más habilidosos y los hay menos, pero la práctica es fundamental para ir allanando un nuevo camino. El primer trabajo es sobre césped y Víctor les llama a todos. "Vamos, mis monos", dice para que le sigan.
Esto se complica desde el calentamiento. El primero consiste en pasar de estar a gatas a colocar las rodillas en un ángulo de 180 grados y la cadera sobre el césped. Cada uno, en realidad, baja hasta donde pueda. Luego, se mueve el torso de un lado a otro. El calentamiento continúa con sentadillas con salto, lo más alto posible.
Siguiente. Con los pies en el suelo, deben enroscarse girando puntas y caderas hasta lograr sentarse. Él lo consigue fácil. El resto lo tiene más complicado.
Una especie de sentadilla a una pierna le sigue. El profesor baja hasta colocar el glúteo sobre el talón, mientras mantiene la otra pierna erguida. Los alumnos le miran y tratan de seguirle. El que consigue bajar más acaba en el suelo... Todos se ríen, incluido el damnificado, que se levanta sin mayores problemas.
Terminados los primeros ejercicios, todos se reparten en grupos de dos. Llega el momento de practicar la entrada y salida al árbol. Abrazar el tronco con las manos, colocar un pie en el tronco y luego subir el otro, dejando de tener apoyo en el suelo. Esa es la entrada.
El salto hacia atrás es la salida. Hay que caer en puntas y amortiguando la caída con una especie de sentadilla sobre el albero del parque. No se ha dicho, pero es obvio: aquí los zapatos van fuera en el primer momento.
Los más avanzados pasan a la siguiente fase: saltar directamente al árbol y engancharse en la posición anterior. Es difícil, pero algunos alumnos lo hacen sin mayores problemas.
Llega el momento de volver al 'árbol máter'. Todos tendrán que saltar a una rama horizontal. El truco está en colocar las manos por dentro y subir el tren inferior donde están las manos. Así de sencillo se dice, pero en la práctica es otro cantar. Los hay que lo hacen sin inmutarse. Otros tienen serias dificultades. Los más avanzados pasan a saltar sin manos. Más que la fuerza (que también), aquí lo más importante es la elasticidad.
El ejercicio concluye y sólo queda uno más: el salto de rama a rama. Obviamente, en un parque de una ciudad como Barcelona, ningún árbol lo permite. Además, podría ser peligroso para los inexpertos. De momento, hay que hacerlo en el suelo.
"Os libero de la clase", dice para finalizar Víctor su docencia. A partir de ahora, puede seguir subido al árbol todo aquel que quiera. Al final, en torno a esta actividad se ha creado una especie de hermandad, como ocurre en otros deportes como el Crossfit.
Peligros y advertencias
Obviamente, realizar este deporte entraña sus riesgos. Como lo entrañan todos, vaya. Ya sea la escalada, el Crossfit, el fútbol o cualquier otro que se imagine. Víctor advierte de que pueden dolerte "hasta los huesos". Lo bueno de este nutrido grupo es que, si te pasa algo, te atienden rápidamente: hay desde osteópatas hasta traumatólogos.
Por el momento, nadie les ha dicho nada con respecto a este ejercicio y su práctica, que pronto llevarán a bosques de Andorra para compartir sus conocimientos con otros amantes de los movimientos primates.
Sí que les ha caído alguna bronca por el cuidado de los árboles. Un día llegó la caballería y les dijo que estaban estropeando el mobiliario urbano de la ciudad, cuenta Víctor. "Un árbol, mobiliario de la ciudad... ¿A qué nivel de tontería y de cerebro hemos involucionado, no? O sea, ya es completamente una sensibilidad cero. Si tú dices que tengo poca sensibilidad y soy el que me estoy relacionando con él árbol. Tú, que lo ves como un mueble, ya me dirás".
—¿Se ha pronunciado al respecto alguna asociación ecologista? —cuestiona el reportero.
—Sería muy contradictorio —dice Víctor—. Para mí esto es directamente, crear una relación nueva con el árbol a otra persona. Tú, con aquellos que te relacionas, creas un vínculo. Eso quiere decir que donde quiera que vayas a partir de estas clases, vas mirando los árboles. Me lo dicen los alumnos, ya los ven con otros ojos. Eso, quieras o no, te hace cuidarlo. Porque tú cuidas aquello con lo que tienes relación afectiva. Defiendes a tus seres queridos, no a una persona que vive a 5.000 kilómetros por puro ideal. Si tenemos una relación por necesidad, por deporte o por vida, como con las plantas, cuidas. Cuidas tu huerto porque tienes una relación, en este caso de necesidad. Con tus animales, igual. Con los árboles, lo mismo. Esto es lo contrario de destruir. Vas a crear 70 personas que van a cuidar de los árboles. No van a poderse quedar quietos. Indirectamente es un beneficio para la naturaleza, quieras o no.