Gema, Mariona y los otros 529.400 pluriempleados de Yolanda Díaz: "O paro o me explota la cabeza"
EL ESPAÑOL ha hablado con varios pluriempleados que relatan la difícil situación por la que están pasando.
18 diciembre, 2022 01:44"Yo trabajo ahora mismo en una tienda de decoración, por las mañanas, y dando clases extraescolares por las tardes, pero siempre he sido pluriempleada", cuenta Gema a EL ESPAÑOL. Su situación es, en lo esencial, la misma de más de medio millón de personas en España: obligados a tener varios trabajos porque, de lo contrario, no llegan a final de mes. La subida de los precios ha triplicado el incremento medio de los salarios (un 8,5% frente al 2,6%) y es el principal motivo que ha llevado a máximos históricos en el pluriempleo, convirtiéndolo así en el próximo frente a abordar por Yolanda Díaz en materia de trabajo.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) son claros al respecto. Entre enero y septiembre la Encuesta de Población Activa (EPA) dice que la cifra media de pluriempleados ha sido de 529.400 personas. La gran mayoría de estas (459.000), en el sector servicios.
La cifra contrasta con la de hace exactamente una década, cuando la cantidad de personas que tenían varios empleos estaba en mínimos: 347.800 españoles, casi 200.000 menos que en la actualidad. Para irse a una cifra similar a la de estos primeros nueve meses de 2022 habría que irse a 2008, año de crisis en España, con 529.200 pluriempleados de media.
De esta forma, la proliferación de contratos indefinidos a tiempo parcial se ha convertido en la asignatura pendiente del Ministerio de Trabajo y Economía Social. EL ESPAÑOL ha hablado con varias de estas personas que, por tener contratos de menos horas y salarios más bajos, se han visto obligadas a compaginar varios empleos. Entre Alberto, Gema y Mariona suman una decena de trabajos, pero los tres coinciden en algo: preferirían tener un único empleo.
Alberto, profesor y librero
Alberto es un gallego de 24 años graduado en Historia del Arte que llegó a Madrid para intentar hacerse sitio en la complicada industria del audiovisual español. Sin embargo, sus aventuras como guionista se parecen poco a las que William Goldman publicó en 1992 sobre su experiencia en Hollywood.
Dos años después de llegar a la capital y mientras espera a que alguno de esos guiones que ha escrito en este tiempo sea adquirido por un productor que le saque del pluriempleo, Alberto sobrevive gracias a dos trabajos: en un colegio por las mañanas y en una librería de cuentos infantiles por las tardes. Además, se ha mudado de su anterior piso, donde le habían subido el alquiler a los 500 euros, a otro donde paga 300.
"A mí el puesto que me interesa y más me gusta es el de la librería. De hecho, al principio solo trabajaba ahí, pero no estaba a jornada completa y con los 500 euros que tengo de sueldo no me daba para llegar a fin de mes, por eso decidí pillar otro curro", explica.
Descartó camarero, que es la primera opción que se le vino a la mente, porque ya lo había sido y "la hostelería es muy cansada, a veces son 25 horas pero no te pagan las extras". Entonces surgió la oportunidad de ser profesor de Lengua Española y Literatura en un centro privado "que me da 1.000 euros al mes, algo menos con las pagas prorrateadas".
Allí tiene 15 horas de clase a la semana y "otras tres y media que tienes que regalarle al centro por convenio". Es decir, le dedica al colegio 19 horas y media semanales. Estas, sumadas a las 18 horas que trabaja en la librería, hacen un total de 40 horas, "que en realidad siempre son un poco más porque el trabajar en un colegio te obliga a dedicarle tiempo en casa".
Su rutina diaria hace complicado mantener un ritmo de escritura de guiones adecuado para perseverar en su sueño. Sin embargo, el motivo que le hace estar en Madrid con dos trabajos es precisamente ese: sufragarse los gastos que implica estar en el epicentro de la industria de la que quiere formar parte. "Es otra de las frustraciones, aunque no me desanimo e intento seguir escribiendo", comenta Alberto.
"Me levanto a las seis o siete de la mañana, me ducho, me visto y cojo el metro. Yo tardo hora y media en llegar al colegio, por lo que invierto alrededor de tres horas al día solo en el transporte", describe Alberto. Obligado a aprovechar de alguna manera las 15 horas semanales que pasa entre metros y buses, ahora devora varios libros a la semana y se ha tenido que acostumbrar a escribir en el móvil.
Después de las clases come "alguna ensalada de supermercado o un tupper" si ha tenido tiempo de cocinar la noche anterior y marcha hacia la librería. Allí está hasta que es de noche. Cuando acaba, apenas le queda tiempo para "salir a correr un rato, cenar, preparar las clases del día siguiente y a dormir".
Pese a todo, Alberto considera que su jornada, "dentro de lo que es el pluriempleo", no es de las peores. "No voy a la librería todos los días, ni tengo las mismas horas en el cole siempre. Los jueves, por ejemplo, los tengo un poco más libres", explica.
No obstante, la parte mala es que sus semanas parece que no se acaban porque trabaja de lunes a sábado y, ahora que es temporada navideña, de lunes a lunes. "Tengo más horas porque la librería vende más en esta época y estoy yendo también los domingos. La sensación de no tener días libres, de estar siempre trabajando, siempre alerta, es una movida horrible".
Alberto ha dedicado un gran esfuerzo a gestionarlo mentalmente de la mejor manera y cree que hacer bastante deporte es algo que ayuda bastante. En cualquier caso, en junio va a parar "porque, si no, me va a explotar la cabeza del cansancio y la desgana". De momento, eso sí, se resiste a tirar la toalla y volver a Galicia.
Gema, extraescolares y dependienta
Gema es una pacense que ha sido pluriempleada toda su vida. Aunque confiesa que no es lo ideal, siempre se ha adaptado a la situación y nunca le ha faltado trabajo. "Me ha sido fácil trabajar porque me muevo muchísimo, tenía la necesidad y soy muy persistente. Me he adaptado a cualquier tipo de empleo: lo mismo he sido camarera de piso, que he hecho habitaciones en un hotel, he dado clases por la tarde, he estado en un comedor con niños...", recuerda.
Ahora mismo está dando clases extraescolares de manualidades en el colegio de la Sagrada Familia de Badajoz, donde lleva desde 2011, pero su contrato es solo de tres horas y le pagan "poquito". Por eso, siempre está buscando un segundo empleo por las mañanas, como la tienda de muebles y decoración en la que la han contratado.
Lo de las clases extraescolares le da un colchón que no es, desde luego, muy amplio, pero sí es seguro. No en vano, lleva dándolas desde hace 22 años. Al funcionar por el sistema de bolsa de trabajo de la Junta de Extremadura, en estas dos décadas ha hecho puntos suficientes para estar siempre de las primeras en las listas. No obstante, no siempre fue así de fácil: "Para llegar a esto he tenido que pasar por la pública, la concertada, pueblos, colegios como el de los gitanitos del barrio de Los Colorines... me he movido mucho".
Además de su capacidad de adaptación, otra de sus recetas del éxito para que nunca le falte trabajo ha sido ser muy persistente. "Hubo una época en que mi marido se quedó en el paro y yo necesitaba otro empleo para meter más dinero en casa. Al final, conseguí que me contratasen en el comedor del colegio de mis hijos por pesada y por repetírselo insistentemente", dice Gema.
Por su mentalidad fuerte y positiva, le da "rabia la gente que dice que no hay trabajo: no lo hay si tú solo buscas uno fácil y cómodo". Ella, cuenta, estuvo un invierno entero yendo de 9:00h. a 13:00h. a un hotel donde era camarera de piso. Al acabar, se iba rápido al comedor de los niños y luego comenzaban las clases extraescolares.
A pesar de que siempre ha sabido salir adelante, admite que hubiese preferido tener un solo trabajo a jornada completa. "De hecho, yo me podía haber quedado perfectamente en la empresa de materiales de construcción Amalio Gamma, donde estuve nueve meses en la época de pandemia, pero dije que no porque tenía la incertidumbre de que no fuese bien y perder algo que tenía fijo como lo de las extraescolares. Ahora mismo me arrepiento de no haber estudiado, cuando era más joven, una oposición para un puesto de trabajo con más seguridad".
Mariona, prensa y docente
Mariona Borrull, de 26 años, es una de las personas que ejerce la crítica de cine y el análisis del medio audiovisual más prometedoras e interesantes de España. Sin embargo, querer vivir de estas cuestiones le ha llevado a darse de bruces repetidamente contra un muro: el de la precariedad.
"Yo estaba en la redacción de Fotogramas, cuatro horas al día, cinco días a la semana", dice. Sin embargo, el sueldo le era completamente insuficiente. De hecho, ganaba más cobrando sus artículos individualmente facturándolos como 'freelance'.
También estuvo dos años trabajando en una distribuidora de cine asiático al mismo tiempo que ejercía la crítica de cine, dos actividades que entraban en conflicto de intereses. "Hay que aceptar contradicciones constantes entre el rigor en el periodismo cultural y la necesidad de posicionarnos y vender nuestro contenido", reflexiona.
Para completar los sueldos, Borrull también es conferenciante, ejerce la docencia en escuelas de cine y escribe, actividades que suenan más glamurosas de lo que en la práctica son. "Hay mucho de perseguir a tus clientes para que los pagos lleguen a tiempo. El trabajo de periodista acaba teniendo algo de policía, y eso se debe fundamentalmente a que somos el último eslabón en una larguísima cadena de cobros", reflexiona.
"El problema es un poco de todo. Yo escribo cada mes para Fotogramas y para Caimán Cuadernos de Cine, también estoy en Serielizados y trabajo en radios como Ser Catalunya, Ràdio 4, Betevé... En noviembre, llevo la prensa del festival de cine independiente de Barcelona L'Alternativa, también colaboro en la programación de un festival de cine y vino, con PROA para llevar estrategia de comunicación...", enumera Borrull en una lista que parece interminable.
Borrull cree que una de las cuestiones más problemáticas de su situación es que "te obliga a estar constantemente en un estado de ansiedad". Y ejemplifica: "Yo ahora estaba pensando que no he colgado en Twitter que doy una charla. El check azul, por ejemplo, cambió mi forma de utilizar Twitter. Antes ponía lo que se me pasaba por la cabeza, pero con el check mi perfil pasó a ser casi institucional. Aunque todo esto es pura paranoia, consecuencia de estar siempre pendiente de no perder credibilidad y, por lo tanto, clientela".