Javier Casado, 11 veces en cárceles como la de Daniel Sancho en Tailandia: "Allí al violador se le viola"
El director de la Fundación +34 se encarga de asistir a decenas de españoles encarcelados en prisiones en el extranjero.
12 agosto, 2023 11:52La vida de Daniel Sancho, hijo del actor Rodolfo Sancho y la actriz Silvia Bronchalo, ha dado un vuelco tras haber confesado que descuartizó en Tailandia al cirujano plástico colombiano Edwin Arrieta Arteaga. Actualmente, el joven chef, de 29 años, se encuentra recluido en la cárcel de Koh Samui, al sur del país asiático, a la espera de juicio. Las altas temperaturas y la pobreza que asolan el país se reflejan en las condiciones de la prisión, donde imperan el hacinamiento y el control estricto, una situación que, para Sancho, se alargará durante meses. Sólo alguien que ha estado dentro de las cárceles tailandesas puede dar buena cuenta de lo que sucede en su interior.
Una de estas personas es Javier Casado, presidente de la Fundación +34, una organización que cuenta con fondos privados y públicos, estos últimos suministrados por comunidades autónomas como Madrid o Andalucía, y que se encarga de dar soporte a aquellos españoles encarcelados en prisiones del extranjero y otros compatriotas en estado de vulnerabilidad. Casado ha visitado hasta en 11 ocasiones los presidios tailandeses para dar asistencia a sus reclusos. Y uno de los que más transita es el centro de internamiento ubicado en Bangkok, la capital del país, a la que será enviado Daniel Sancho una vez haya sentencia sobre su caso.
Se trata de una cárcel de máxima seguridad que, según señalan varias fuentes, tiene muchos más presos de los que marca su aforo y donde las condiciones sanitarias son pésimas. El de Casado es un testimonio muy preciado debido a la inexistencia de fotografías del interior del presidio: "Si te pillan haciéndolas, te juegas cinco años dentro", explica a EL ESPAÑOL.
"Ahora [Daniel Sancho] está en una cárcel de segundo grado a la espera de que dictaminen sobre su caso. Más tarde será enviado a la capital, donde están todos los reclusos extranjeros, para que los cónsules y embajadores puedan verse con ellos con mayor facilidad". El próximo destino de Sancho será Bang Kwang, una prisión conocida como 'Bangkok Hilton'.
A nadie se le escapa que Tailandia es el sexto país del mundo con más prisioneros. De una población de 75 millones de personas, 300.000 se encuentran encarceladas. Una comparativa: en España, la población ronda los 45 millones de habitantes, pero la reclusa se sitúa en las 50.000 personas.
Sin dinero para los presos
Tailandia es un país pobre con el mayor índice de reclusos pero menor número de cárceles, por lo que el hacinamiento es la tónica general en su sistema carcelario. Tampoco se destina el presupuesto suficiente para brindar a los reclusos la manutención y asistencia médica de la que sí gozan países como España.
Según Casado, la prisión es un espejo de lo que sucede más allá de sus muros: "Seguramente, Daniel Sancho no tenga acceso al agua corriente, pero es que en el barrio en el que está la prisión tampoco la hay, y son un millón de personas alrededor. Sólo comerá arroz, pero porque es lo que come la mayoría de las personas en esa zona", especifica el representante de Fundación +34.
[Carlos Alcañiz, el español que acompaña a Daniel Sancho en la cárcel: fue acusado del mismo delito]
Por el momento, Sancho ha superado el primer paso, que es dejar atrás la comisaría en la que fue detenido. Ahora porta un uniforme de color marrón, el indicado para los internos que, como él, cumplen prisión preventiva, a diferencia de los ya sentenciados como convictos, cuyo uniforme es azul. También le han cortado el pelo y se ve obligado a cumplir con las estrictas normas que imperan en un centro de estas características.
¿Qué más le espera a Daniel Sancho? Según el presidente de la Fundación, tendrá que hacer frente al mayor enemigo que encuentra la población reclusa no local: el clima. "Están por encima de los 30 grados todo el año y a un 90% de humedad, aparte de los tifones que suelen azotar al país" asegura.
Por lo tanto, es constante la sensación física de agotamiento y de sudor, desde que uno se acuesta hasta que se levanta. Las consecuencias de este cóctel climático son los mareos, las náuseas y las enfermedades transmitidas por mosquitos, todos ellos sin apenas posibilidad de recibir asistencia médica.
"En teoría hay un pabellón medicalizado, pero consta de un par de enfermeros y de un doctor para una población reclusa de 30.000 personas", comenta Casado. "Allí no se dan las mismas enfermedades que en Alcalá-Meco, pero es que fuera de la cárcel hay un millón de personas que tampoco tienen un hospital", agrega. Por eso, una de las primeras peticiones que Sancho ha realizado a sus allegados han sido medicinas.
El último de la fila
La jerarquía dentro de las prisiones tailandesas se materializa en la altura a la que duermen los internos. Cuanto más abajo, mejor, ya que los techos de chapa y uralita de las celdas, casi hangares dado su tamaño, se calientan a lo largo del día. En cambio, por la noche las tornas se cambian, ya que es habitual en los presidios tailandeses que las luces nunca se apaguen, por lo que quienes duerman más arriba serán los más agradecidos.
"Los nuevos tendrán que estar cerca del calor y lejos del suelo, más fresco, que es lo que le tocará a Sancho", resume Casado. Este buen conocedor de la realidad presidiaria tailandesa afirma que en su más de decena de visitas nunca ha referido torturas a los internos. "Hay celda de aislamiento para castigos, pero como en las cárceles de todo el mundo".
Que Sancho vaya a cumplir pena en una cárcel de un país diferente al que pertenece, al menos hasta que se resuelva su posible extradición a España, no parece que juegue en su contra. "Normalmente tienen menos problemas por el tema lingüístico. Dentro de la cárcel en la que estará, que es gigante, hay problemas de delincuencia común y bandas tailandesas que se enfrentan entre ellas. Los extranjeros son un poco los pagafantas del lugar. Los franceses se juntan con los franceses y los británicos con los británicos, así va la cosa", se explaya Casado.
Por eso, el extranjero del lugar es el último de la fila a la hora de comer o al que le toca realizar los peores trabajos. "Tampoco creo que le traten peor por ser Occidental. La cana es la cana, como dicen, y esa ley es mundial. Lo que sucede en la cárcel se queda en ella. La única norma que se cumple dentro es que al violador se le viola, pero tener como compañero a un asesino es el día a día, no hay mayor consideración especial", apunta el presidente de +34, una Fundación que no dará soporte a Daniel Sancho debido a que no trabaja con acusados por delitos de sangre o violación.
Sin ventajas sobre los demás
La posición acomodada de la familia Sancho en España no jugará un papel demasiado importante en el caso pese a que el sistema de prisiones tailandés sí que permite que se realicen visitas de lunes a viernes. Son encuentros en los que los más allegados pueden comprar algunos alimentos en el peculio de la prisión, donde después serán recogidos por el interno, pero con un límite.
"Lo hacen así para que no haya grandes diferencias entre familias ricas y pobres, así que no tendrá ningún tipo de ventaja sobre los demás", apunta el activista. De esta manera, Daniel Sancho podrá acceder a productos como agua, las galletas o la leche, pero al igual que otras familias autóctonas que también se lo puedan permitir.
En Tailandia se da una situación parecida a la que ocurrió en España durante los años 40 y 50, cuando miles de familias se agolpaban en las puertas de las prisiones para entregar alimentos a los internos, ya que el Estado no podía mantenerlos a todos. "Desde España nos sorprende que esto pase, pero allí es lo habitual. La Administración no tiene los recursos suficientes para darles de comer, así que permite que sean sus familias las que intenten que los reclusos no mueran de hambre. Son cientos de personas agolpadas a las puertas para llevarles comida", añade Casado.
Los horarios son otro de los aspectos que afectarán a la vida diaria del chef español, que se enfrenta, como mínimo, a una condena de cadena perpetua. Los internos se acuestan pronto y se levantan temprano. Según apunta el presidente de la Fundación +34, en torno a las 17:00 o 18:00 horas los reclusos deben estar en los pabellones, y no salen de ahí hasta pasadas doce horas. "Por eso muchos de ellos utilizan los alimentos que les proporcionan sus familias durante la noche, porque son muchas horas en las celdas", finaliza Casado.