Fernando Savater: "España ya se ha roto, pero muchos de sus enemigos viven de ella, de saquearla"
"La amnesia es no recordar y la amnistía es borrar lo que hay que recordar" // "El miedo a Vox ganó al miedo a Sánchez porque la gente es tonta".
23 septiembre, 2023 02:55Fernando Savater (San Sebastián, 1947) tiene una vitola, la de intelectual, perfecta para firmar manifiestos. Cada vez hay menos. España ha dejado de fabricarlos y los que quedan peinan canas. La influencia, ahora, está delante de la cámara y no frente al folio. Pertenece a una generación que se deslenguó en algún momento, incapaz de superar el VAR de la corrección política y tachada de boomer por no quitar el precinto de los últimos conceptos posmodernos.
El edadismo, siguiendo el término acuñado por Robert Butler y que tanta gracia hace a Savater, es la actualización más selectiva y cruel del nuevo esnobismo. "Si Felipe González y Alfonso Guerra estuvieran apoyando a Sánchez abiertamente, nadie recordaría su edad y a todos los socialistas le parecería estupendamente", hace diana con el ejemplo.
Pedro Sánchez ha colocado sobre el pomo de la puerta del PSOE el cartel de no moleste, viejo y a Savater también le hace gracia. "Felipe y Guerra no están de acuerdo con Sánchez, en todo o en parte, pero siguen votándole", argumenta sobre la reciente escaramuza socialista. "Lo hacen como si la discrepancia no fuera un problema de fondo", se indigna.
[Intelectuales y expolíticos de Cs y UPyD fundan 'La Tercera España', un partido crítico con el PSOE]
Pero hablábamos de intelectuales y manifiestos. Y Savater parece haber firmado esta semana por enésima vez el mismo documento. "Intelectuales y expolíticos de Cs y UPyD fundan 'La Tercera España', un partido crítico con el PSOE", tituló este periódico este jueves la noticia, ilustrada con los rostros de Savater, Andrés Trapiello y el exvicepresidente de la Junta de Castilla y León Francisco Igea. Savater, sin embargo, acota su apoyo a una firma. "Me pasaron ese manifiesto, lo leí, me pareció muy razonable, me pidieron que lo firmara y lo firmé", sintetiza en conversación con EL ESPAÑOL.
Savater necesita pocas presentaciones. Uno siempre piensa en él como alguien capaz de andar en círculos durante horas hasta dar con el adjetivo correcto. El fenotipo perfecto de filósofo. Su Ética para Amador (1991) sigue reeditándose periódicamente. Pertenece a su grupo de pensadores que, como los aristócratas de La gran belleza de Sorrentino, siempre tienen el teléfono a mano cuando se le necesita.
Ahora anda encerrado, ultimando un libro "autobiográfico" que publicará en pocos meses. "Ya sabes: vejez y sexo, esas cosas", adelanta. Lo llamamos para hablar de la situación política. Spoiler: Sánchez no le gusta nada.
Lo llamé el martes para concertar esta entrevista. Sin embargo, ayer [por el jueves] se anunció un nuevo proyecto político —La Tercera España— del que usted forma parte, y le tengo que preguntar por ello. ¿Qué artefacto es este? ¿Otro partido de centro? Acabamos de velar a Ciudadanos y, antes, ya enterramos a UPyD.
Es un manifiesto. Lo han presentado como un partido político, pero yo no sé nada de eso. A mí me pasaron ese manifiesto, lo leí, me pareció muy razonable, me pidieron que lo firmara y lo firmé. Nada más. No tengo más relación con el asunto.
Pero está teleológicamente dirigido a la creación de un partido, ¿no?
Eso tiene usted que preguntárselo al que lo ha dicho.
Le preguntaba porque ayer fue una de las noticias del día. Hay quien se queja porque dice que es el momento de aunar fuerzas contra Pedro Sánchez, que crea división en la alternativa. No sé qué opinión le merece el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo.
Supongo que me pidieron firmar el manifiesto porque es documento que coincide con muchas de las cosas que yo he venido diciendo en mis columnas y colaboraciones, incluso en público en alguna ocasión. Estamos en una situación política, a mi parecer, muy grave. El Gobierno está entregado a una deriva nacionalista y separatista para mantener en el poder a Sánchez que me parece terrorífica. Yo no he sido nunca de esos a los que le gusta simplemente quejarse. Siempre he querido hacer algo por resolver los asuntos que no me gustan. Entonces, bueno, las cosas que se me van ofreciendo y me parecen razonables las apoyo o las suscribo. Tampoco me hago muchas ilusiones con lo que yo pueda hacer, pero intento todo lo que está en mi mano.
Reconoció su voto a Isabel Díaz Ayuso en mayo de 2021. En una columna en El País, además, menuda machada. No sé si lo llaman facha desde entonces.
[Ríe] Es que eso me da igual. Con las redes sociales y la cantidad de gente disparatada que hay en el mundo, no me voy a preocupar con lo que dicen de mí. Yo hago y digo lo que creo que hay que decir, mantengo mi libertad de expresión, escriba en El País o en cualquier otro sitio; y, por supuesto, a mí que me llamen facha me trae absolutamente sin cuidado. Ya los romanos tenían un aforismo que decía que el número de tontos, al ser infinito, taparía el Sol si volaran. Estoy convencido de que en España, desde luego, lo taparían.
Me interesa mucho su opinión sobre la amnistía que Pedro Sánchez está cocinando para olvidar lo sucedido en Cataluña el 1 de octubre de 2017.
La amnistía es una exigencia de Puigdemont y de otros separatistas para dar sus votos a Sánchez y que pueda investirse presidente. No tiene ningún otro sentido más. Los partidos separatistas catalanes son un grupo de delincuentes que han sido votados por la gente, es decir, que en este país la gente vota a los delincuentes: ha votado a los asesinos de ETA y ahora vota a los separatistas catalanes. Los delincuentes obtienen votos y ejercen, como hacen siempre los delincuentes, un chantaje: "Si usted quiere que le dé mis votos, tiene que darme la amnistía". La amnistía no es más que un chantaje de los delincuentes separatistas.
"La amnistía no es más que un chantaje de los delincuentes separatistas"
Acabo de colgar con un veterano dirigente del PNV —¡del PNV!— que me decía que vivimos en una sociedad amnésica. Amnesia y amnistía tienen, curiosamente, la misma etimología griega. ¿Cree lo mismo que este hombre?
La amnesia es no recordar, pero la amnistía es borrar lo que hay que recordar. Esa es la diferencia. Amnesia es lo que pasa con el PNV, que es un partido amnésico porque no se acuerda de que, hace todavía 10 años, estaba esperando debajo del árbol que agitaba ETA para recoger las nueces —según confesión propia— y boicoteando cualquier intento de cortocircuitar legalmente a ETA, tanto en España como en Francia.
Ahora, el PNV ya no se acuerda y se presentan como si hubieran sido unos luchadores contra ETA. Eso es una muestra de amnesia. En cambio, la amnistía lo que quiere es borrar el delito. De hecho, Sánchez ya ha dicho que no se debieron aplicar las leyes a los culpables del golpe separatista de 2017. En aquel momento, estaba a favor.
Y hasta el 23 de julio.
Claro. Él tomó la decisión, porque, como cabeza del Partido Socialista, apoyó la iniciativa de Mariano Rajoy para aplicar el artículo 155 de la Constitución. No es un cambio de opinión, como él dice, sino que tenía una postura activa. Por supuesto, la amnistía tampoco es constitucional; pero, ¿alguien se preocupa ya de estos temas? El otro día vimos, por ejemplo, la decisión disparatada de empezar a hablar cada uno una lengua diferente: todo para evitar que sonara el castellano en el Parlamento. Eso se hizo dos días antes de que oficialmente se tomara la decisión. Oiga, es flagrantemente ilegal. Espérese dos días. Nada, no importa.
Una de las habilidades políticas más fascinantes de Sánchez es su capacidad para enrolar a los suyos en sus posiciones. La opinión pública progresista, de izquierdas, no pone remilgos a sus intenciones.
Eso es verdad. Realmente, la mayoría de los votantes socialistas prefiere el PSOE a la Constitución. Eso es lo que estamos viendo. Cuando yo era más joven, se decía que el comunismo estaba bien, que era una idea generosa y que lo malo era el estalinismo. Luego se vio que no, que el estalinismo, por supuesto, era malo; pero que el comunismo también. Y con el sanchismo y el socialismo pasa igual.
La mayoría de los votantes socialistas prefiere el PSOE a la Constitución
La gente dice que es socialista, pero no sanchista. Cuando la gente lo vota en unas elecciones, perdonándole todo lo que ha hecho, hay que empezar a decir claramente que el problema no es el sanchismo, sino el socialismo. Los votantes socialistas son el verdadero problema.
Nicolás Redondo Terreros, un histórico del Partido Socialista de Euskadi, fue expulsado de la organización hace pocos días. Antes lo había sido Joaquín Leguina. Ahora la guerra es contra Felipe González y Alfonso Guerra, hasta la llegada de Sánchez tótems del PSOE. ¿Cuál es el límite de Sánchez?
En la misma entrevista que le hizo Alsina a Felipe, al final le preguntó: "¿A usted le ha costado mucho votar al PSOE?". "Sí, hombre, tal...", contestó. Lo vota. Incluso aquellos que no están de acuerdo con Sánchez, en todo o en parte, siguen votándole. Felipe y Guerra no están de acuerdo con Sánchez, pero siguen votándole. Lo hacen como si la discrepancia no fuera un problema de fondo. Como si lo importante fuera seguir adelante con el socialismo, haga lo que haga. Aunque se cargue la Constitución o las normas de convivencia, aunque esté volcado con el nacionalismo, hay que seguir adelante. Ese es el problema. La gente que piensa así aunque no sea sanchista. Ese es el verdadero problema de España.
Me recuerda esta dicotomía PP-PSOE a Madrid-Barça. Parece que hace falta que te echen del partido —como a Leguina, que votó a Feijóo— para dejar de votar al PSOE.
Sí, bueno, hay algún otro caso. Hoy mismo he leído en el periódico que uno de los socialistas más históricos o antiguos de Euskadi, que es Ángel García Ronda, ha renunciado voluntariamente a su carnet del Partido Socialista y se ha ido, por incompatibilidad con lo que hace Sánchez. Es un caso de valor personal, pero no abunda.
Respecto a Felipe González y Alfonso Guerra, no sólo se habla de ellos como "desleales". En Twitter los llaman viejos, les dicen que ya han tenido su tiempo y que están desfasados. No sé si es un caso de edadismo.
[Ríe] El edadismo ese que dicen... Tiene gracia. Si Felipe y Guerra estuvieran apoyando a Sánchez abiertamente, nadie recordaría su edad y a todos los socialistas le parecería estupendamente. Lo que han dicho Felipe y Guerra son cosas que estamos repitiendo muchos desde siempre, y además no votamos a los socialistas. Se quejan, pero votan lo mismo que han votado siempre. Los socialistas actúan como una secta destructiva dentro del conjunto de España. Por supuesto que Sánchez es el epítome de todos los males del socialismo, pero los que le votan también son culpables.
Siempre se dice que España se rompe. El latiguillo ya es motivo de mofa contra quienes lo dicen.
España no se rompe porque se ha roto ya. En este momento, viendo el Parlamento con esta nueva polifonía, o a los separatistas hacer y deshacer a su antojo en Cataluña o el País Vasco, decir que España se rompe es una bobada. ¡Ya se ha roto! Ahora sólo estamos ahondando en esa rotura y, sobre todo, tratando de disimularla porque todavía, rota o no rota, España da de comer a mucha gente. Muchos de los enemigos de España viven de ella, de saquearla o de sus subvenciones. Tratan de mantener la apariencia de que España todavía está unida para seguir sacando beneficio, aunque realmente, esa rotura que algunos profetizábamos ya se ha dado.
Lo noto pesimista. ¿Hay solución?
Si yo supiera la solución, ya se la habría contado a alguien. Recientemente, ha habido una oportunidad en la que creímos que podíamos empezar a solucionar el problema: fue el 23 de julio. Hubo una oportunidad perfectamente legítima y democrática para darle un buen varapalo a Sánchez y a sus adláteres, para cambiar el Gobierno y la dirección del país. Sin embargo, no se pudo hacer porque los partidarios de Sánchez, a pesar de todo lo que sabían de él, o quizás, por lo que sabían de él, lo votaron. El único remedio para el futuro de España sería otra votación como la del 23-J y que perdiera Sánchez.
¿Por qué ganó el miedo a Vox al miedo a Sánchez?
Porque la gente es tonta. ¿Por qué cuando se presentó Podemos por primera vez hubo cuatro millones y pico de personas que lo votaron? Porque hay muchos tontos y muchos ignorantes en este país. El miedo a Vox es un miedo inducido para facilitar la victoria de Sánchez, una justificación para seguir votándolo. Que si viene la extrema derecha, el fascismo, en fin, cosas que no se sostienen de pie ante ninguna persona racional.
¿Que opinión le merece Vox?
La de un partido ultraconservador que, últimamente, ha girado hacia unos tonos religiosos cada vez más teocráticos. Es un partido de extrema derecha, bueno, lo considero un partido muy conservador más que de extrema derecha. No me gusta y no los pienso votar, aunque hay cosas de las que dicen que me parecen razonables; más razonables, por supuesto, que las que dicen Bildu o Junts. Desde luego, en nada se parece a mi ideal político.
Hay quien dice que, si el PP hubiera podido pactar con el PNV o Junts, estarían también todos hablando en catalán y euskera en el Congreso. Feijóo le tiró los tejos públicamente al PNV y hubo conversaciones soterradas con el partido de Puigdemont.
Eso de momento no ha pasado, y la única intervención del PP en euskera han sido unas frases de Borja Sémper. Lo que dijo fue que él podía hablar en euskera, como estaba demostrando, pero que no le parecía ni necesario ni oportuno hacerlo en el Parlamento porque España tiene una lengua común. ¿Que eso lo podría haber dicho en español para evitar malentendidos? Bueno... De momento, ellos se mantienen. Aquí sucede una cosa: lo de que todos seríamos Sánchez para mantener el poder. Es una de las cosas que cuenta Sánchez para parecer como todo el mundo es como él, y no es así.
Usted siempre ha sido un convencido europeísta...
...Cada vez confío un poco menos [ríe]...
¿Cree que la Unión Europea puede poner coto al nacionalismo en algunos aspectos? Siempre fue una de sus tesis.
Evidentemente, la situación de España es tan grave que está llegando a inquietar ya a la propia Unión Europea, que normalmente mira para otro lado y tacha los problemas políticos de cada país como un asunto interno. La situación, creo, ya va adquiriendo la suficiente gravedad para que la propia Unión Europea llame la atención. Sin embargo, yo creo que debemos ser los españoles los que tenemos que resolver nuestro propio problema. Estar siempre esperando que haya alguien irracional que venga... En fin, de momento lo que tenemos que hacer es luchar por nuestro país nosotros,
Usted se considera protagonista y miembro de la Transición. No sé si se están muriendo o si merecen la pena seguir defendiéndolos.
Claro que merece la pena, porque no son valores de la Transición, son valores de la democracia. Algunos optamos en su momento por los valores de la democracia, no de la Transición. Los valores que hoy está pisoteando el Gobierno de Sánchez son valores democráticos, no valores del 78, sino de lo que debe ser la democracia moderna. No sólo hay que defenderlos, sino que hay que atacar a los enemigos de los valores democráticos.
Aznar habla de la necesidad de un ¡Basta ya!, actualizando aquel grito contra ETA.
La lucha contra ETA era más grave porque había muertos y había asesinatos todos los días, personas que estábamos amenazadas y no podíamos hacer una vida normal. Las amenazas vitales eran más graves que ahora, claro. En cuanto a situación política, creo que hoy es más grave que en la época de ETA.