Codazos, streaming y 'Puigdemont a prisión' en el mitin del PP: "¿Por qué no lo han hecho en Colón?"
Entre los manifestantes, Isabel Díaz Ayuso, es la favorita. Muchos deciden quedarse en las calles cercanas y seguir los discursos desde el móvil.
24 septiembre, 2023 16:04“¿Usted va al baloncesto o a la concentración?”, pregunta un policía. “De acuerdo, pues a la concentración por allí”. Media hora después del mitin del PP juega el Real Madrid de baloncesto a escasos metros, en el Wizink Center. Las banderas de España con escudos madridistas de algunos aficionados confunden. La mayoría, sin embargo, se agolpan en la Plaza de Felipe II. Los primeros manifestantes, salidos en autobuses desde distintos puntos de la geografía española, han llegado cerca de las 8 de la mañana para coger sitio, cuatro horas antes. “Nosotros salimos de Andalucía ayer a las 12 de la noche, hay ganas, hay muchas ganas”, afirma una voluntaria.
Ganas debía haber, porque de lo contrario era imposible coger sitio. Estas cosas, como todo en este país, empiezan en los bares. A eso de las 11 de la mañana la división entre manifestantes y aficionados al baloncesto, que sigue existiendo, también se traslada a la disyuntiva entre el café con un pincho de tortilla o las primeras cañas. “Mira, yo he llegado ahora y me quedo aquí, ahí es imposible entrar”, asegura Tomás, desde una de las calles paralelas a la plaza. Luce bandera y gafas de sol rojigualdas. Los líderes del PP están entrando por esa misma calle al escenario. “Presidente, presidente”, se escucha, cuando sale del coche Alberto Núñez Feijóo.
Un señor de Torrelodones espera en los accesos con un cartelito. “Mire, tengo 84 años y medio y aquí estoy en pie desde esta mañana, porque es un día para salir a la calle y dejar claro que no vamos a entregar España a un independentista radical. Pero, ¿sabe? A mí la que me gusta de verdad es Ayuso”, reconoce. En su pancarta, se lee: “Feijo, fijo”. Hay decenas por ahí.
- Oiga, pero le falta una “o” a ese cartel.
- Ah, ¿sí? Pues yo qué sé, a mí me lo han dado. Los estaban regalando.
Isabel Díaz Ayuso está en la zona VIP, que no es más que el otro lado de la valla custodiada por la Policía. Por allí se concentran la mayoría de dirigentes del Partido Popular: Cayetana Álvarez de Toledo, Borja Sémper, Alfonso Fernández Mañueco, Esteban González Pons… Todos reparten selfies sonrientes con gente que les pregunta si se acuerdan de aquel día que fueron a su pueblo y ya se hicieron otra foto con ellos.
El mitin comienza, sin embargo, y ya se escuchan cánticos de “Puigdemont a prisión”. “¿Pero es que tú te crees que para aferrarse al Falcon podemos quedar en manos de un delincuente? ¿Es que Sánchez no tiene límites?”, se pregunta Carmen, con una pancarta en la que pone simplemente “Judas”. “¿Oiga y quién es ese Judas?”, pregunta otra mujer, entre la ingenuidad y la provocación. “Pues hay muchos, pero es que no tenía más folios. Dejémoslo en Sánchez”, responde Carmen, que en las últimas elecciones votó a Vox.
Se desbordan las previsiones
Han pasado ya 20 minutos desde que comenzaron los discursos y en las calles ni se puede avanzar ni se escucha nada. Un grito de entusiasmo retumba de pronto, como cuando hay fútbol y se oye a lo lejos a la gente desde los bares cantar un gol. “Ha salido Ayuso”, dice alguien. Cientos de personas intentan abrirse paso para llegar a la plaza de Felipe II entre codazos y empujones, aunque la mayoría ha optado por seguirlo en streaming desde sus móviles.
“Pero vamos a ver, ¿por qué no han hecho esto en Colón?”, se pregunta una mujer que lleva un perro en brazos. Es la pregunta del millón, la que se hace todo el mundo. Las respuestas, sin embargo, difieren. “Los organizadores son unos timoratos, pensaban que no íbamos a venir tantos y somos muchos más de los que pensaban”, asegura un hombre mayor. “Querían hacer una manifestación y yo creo que nos les ha dejado el Gobierno. Con la de manifestaciones que hay, como te diría… asquerosas, y a nosotros no nos dejan más espacio”, defiende una mujer. Las conspiraciones, es cierto, quedan para unos pocos. La mayoría ya ha pasado de forma decidida a las cañas y al discurso por el móvil.
Hay gente mayor, jóvenes y familias con niños vestidos de domingo. De todo. El PP calcula 65.000 asistentes, por los 40.000 de la Delegación del Gobierno. Lo que parece evidente es que se han desbordado las previsiones. A pesar de las muchísimas banderas que ya se ven, un par de tipos siguen intentando vender más en un puesto callejero: 8 euros sin palo y 10 con palo. Echando un vistazo al panorama les debe ir bien. “Qué va, ¿no ves que estas calles son muy estrechas y la gente no circula? Nos han jodido, la gente no nos ve”, afirma el vendedor, que también tiene en el tenderete tirantes con la bandera de España y calcetines con el escudo preconstitucional.
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Mañana de transistores
Antes de llegar a Alcalá, la única avenida ancha que hay en la zona, un grupo de gente se reúne como en asamblea. En medio está un tipo con su moto y la radio puesta a todo volumen. La gente, con sus banderas, escucha el discurso como el que asiste a una declaración de Estado. Una pareja joven atiende, él con camiseta de “Sánchez fuera” y ella con pulserita de Ayuso. “No es sólo la amnistía, yo estoy a favor de todo lo que tenga que ver con echar a Sánchez del Gobierno. Nos miente sin decencia”, dice él, que prefiere no salir en la foto.
Pese al buen número de oradores que pasan por el escenario, el mitin termina pronto. No es ni la una y cuarto cuando la gente ya está desfilando. Un showman con unos altavoces canta el ‘Que viva España’ para que otros lo graben con su móvil y los manifestantes que han venido de otras partes de España se van directamente a sus autobuses. “Nosotras venimos desde Albacete y, aunque no sea nuestra presidenta, la que nos gusta es Ayuso, es la número 1. Nos han gustado todos, pero ella es la mejor. Llegamos aquí a las 11:30, nos tomamos un café y ya nos vamos de vuelta”, cuentan Ana y Teresa.
Tampoco ellas han podido escuchar bien lo que se decía en la plaza. Pero les da igual, se van contentas. Algunos llegan ahora al escenario por primera vez para poderse hacer una foto desde él. “Y ahora, ¿habrá que tomarse algo, no?”, se escucha. “Sí, pero no en la calle Ibiza, que un domingo, eso está imposible”, afirma su interlocutor. La gente se queda por los alrededores. En el metro hay que esperar 8 minutos a que pase el siguiente tren, pero aún así, no va demasiado lleno.