Pablo López: "El peor mal del periodismo es que te cojan con la mentira. Si mientes, miente bien"
"Por suerte, no tengo nada que arreglar del hardware, pero la terapia ayuda a ordenar" // "En Londres lo pasé mal, era una cuestión casi de necesidad y me costaba".
24 febrero, 2024 01:32Pablo López no ríe, estalla. Y tiene esa rara cualidad de contagiar la risa, de expandir las endorfinas que libera una carcajada y que se queden flotando en el aire unos segunditos muy disfrutables. Es del sur, donde la visceralidad es un arte muy sutil y envolvente. Él siente las cosas así, a pulmón. Y así las canta, cosidas también por hilos suaves.
Pensó por un momento en cambiarse el nombre, pero luego se dijo a sí mismo que no, que teniendo claro que se iba a morir sobre un piano, prefería hacerlo bajo su marca: Pablo López Jiménez. Fuengirola es su Giancaldo, el lugar al que ahora regresa más a menudo y donde observa los mismos lugares con ojos nuevos, como hacía Salvatore en Cinema Paradiso: "Ver ciertos rincones donde he sido feliz o he llorado, con la humilde sapiencia que me ha dado conocer a tanta gente y viajar por todo el mundo, es satisfactorio".
Ha juntado en su casa los pedacitos de Madrid que le han hecho feliz durante la década larga que lleva en la capital. Uno de ellos es el Toni2, donde pasó noches gloriosas a lomos de su piano gigantesco, tratando y consiguiendo ser uno más en ese cuadro exótico: "Son los dos o tres primeros minutos, o diez (los que la gente te mira), pero luego se evade y ya da igual. Toqué una vez, pero no le gustó mucho al pianista".
Muchos dirían que es perfecto en su ejecución técnica. Pero es humano, claro, y le han temblado las manos cuando la vida le ha retado: "Hace unos años tuve la suerte de abrir los Latin Grammys con Juanes y el Circo del Sol, un pifostio allí de 90 personas… Y tienes que meter el acorde primero y no puedes tener las manitas puestas aquí [simula que las tiene sobre el piano] porque tienes que darle fuerte. Tuve un momentito de crisis: '¿a que no caen…?'. Pero al final caen, caen".
Sabe que la amistad es esfuerzo y el amor, aún más. Pero con recompensa. Y que la música es más o menos lo mismo: darle mucho y celebrar que se recibe, porque no siempre sucede. Empieza ahora a girar por teatros de todo el país por sus diez años de carrera oficial, pero su espalda sujeta muchos más. Pablo empezó tocando en Londres, con mucho pudor, en el metro. Y ya entonces tuvo clara sólo una cosa: "No hay que hacer aspavientos ni nada que no sepas hacer, simplemente haciendo lo que sabes y creyendo en ello, hay un momento en que se produce una conexión a través de la música".
PREGUNTA.- Va a empezar a girar por muchos teatros de España por los diez años de carrera… Pero no me salen las cuentas, tiene muchos más a la espalda...
RESPUESTA.- Sí, diez desde que empezamos a poner la primera piedra de un proyecto que es totalmente mío, de hacer canciones y tocar por ahí, de tener el valor de expresarme en este idioma. Pero sí, en 2005 ya tocaba en garitos. Y en 2002 en Londres… ¡Si me voy hacia atrás me salen 22 años!
P.- También está presentando el single 'Mira cómo bailan', en el que canta Mira cómo bailan los que saben de salir a volar… ¿Quién dijo que no se puede escribir al amor?
R.- Hombre, sin duda alguna. Yo invito a la gente a que escuche la canción sin prejuicios. Bailar es un acto primario del ser humano, es un canto al amor puro de cualquier clase, y bailar es una forma de estar en paz con uno mismo.
P.- En el videoclip su piano se convierte en un vergel inmenso, y aparece por ahí también un colibrí, que he leído que es importante para usted, ¿no?
R.- De alguna manera tuve unos días de soñar, dormido, con colibríes. Estaba en México y creo que fue el pistoletazo de salida a la quinta parte de este proyecto que lleva mi nombre. Creo que los colibríes tienen un misticismo como el de las canciones: existen, pero no las ves apenas. Pueden ser tan biológicamente complicadas como excesivamente místicos son ellos… Si las canciones fueran un animal, para mí serían un colibrí.
P.- Lleva muchos más de diez años escribiendo letras y componiendo, y siempre se ha caracterizado por mimarlas. Dígame alguien que le guste mucho…. ¡Y no me vale Orozco o Bustamante, que son muy amigos suyos!
R.- No, por dios (risas). Hay un artista belga que me gusta mucho y se llama Stromae. Yo no soy franco parlante, pero tiene unas letras tremendas que, mezcladas con la música, me parece una locura… Lo recomiendo muchísimo.
P.- Me interesa algo que hace que es poco habitual: no rima mucho. ¿Cómo funciona el uso de la rima en la canción, es siempre necesario?
R.- Y fíjate que me gusta mucho… Una vez hablando con Drexler me enganché a las décimas. Intento hacerlas cuando ya me he bebido dos vinos, y he cogido mucha práctica en eso, pero no lo practico en mi música. Creo mucho en la armonía rítmica entre un verso y la armonía musical. Las canciones mías que más han sonado no tienen una rima… Yo me di cuenta hace tiempo de que escribo casi a impulsos eléctricos: confío en una palabra que viene y, a partir de ahí, desarrollo. Por eso me cuesta mucho escribir un verso que esté clavado y después musicarlo.
P.- Pablo López es sus letras, y también su piano. Le he escuchado que con el piano se quita los nervios y me preguntaba si un pianista puede ponerse nervioso, porque si le tiemblan las manos, malo, ¿no?
R.- Es una putada, ¡sí, sí! Pero sí te puedes poner nervioso, claro… A mí me ha pasado cuando he estado en escenarios de otros o he abierto una gala importantísima en Estados Unidos y hay toda una orquesta… Me temblaron las manos, por ejemplo, cuando hace unos años tuve la suerte de abrir los Latin Grammys con Juanes y el Circo del Sol, un pifostio allí de 90 personas y tienes que meter el acorde primero y no puedes tener las manitas puestas aquí [simula que las tiene sobre el piano] porque tienes que darle fuerte… Era con 'Tu enemigo', y tuve un momentito de crisis: '¿A que no caen?'. Pero al final caen, caen. Es más psicológico que otra cosa.
P.- ¡El Toni2 lo conocerá, claro…!
R.- Hombre, por supuestísimo que conozco el Toni2 y lo echo muchísimo de menos. Si hablara el Toni2, madre mía… Yo recuerdo que nos dio una época con él... Yo exprimí Madrid, la disfruté muchísimo, y hablo en pasado simple porque he ido cogiendo todos los rincones de Madrid que me han hecho feliz y me he hecho una casita y los he metido dentro de ella. Pero no tengo lo más difícil, que es el elenco del Toni2, cuanto menos curioso, peculiar, distópico y exótico sobre todo… Porque ahí pasa de todo. Hay para escribir un libro, una tesis y dos discos.
P.- Se está haciendo un documental.
R.- ¿Sí? Es impresionante.
P.- Claro, no habremos coincidido porque cuando yo empecé a ir Pablo López ya estaba en la palestra…
R.- No, pero yo con eso no tengo problema. Son los dos o tres primeros minutos, diez, pero luego la gente se evade y ya le da igual. Toqué una vez, pero no le gustó mucho al pianista que estaba allí.
P.- Hablemos de su Málaga querida. ¿Quién o qué es Fuengirola para usted?
R.- Fuengirola es cada día más el lugar donde tengo el patrimonio más respetable que se puede tener: mi madre. Es donde está ella, donde he crecido… Y con lo que empiezo a reconciliarme. No es que me haya yo peleado, pero la viví tanto que cuando vine a Madrid hace 11 años quería darme un tiempo con ella. Ahora estoy volviendo más, la disfruto, y ver ciertos rincones donde he sido feliz o llorado con la humilde sapiencia que me ha dado conocer a tanta gente y viajar por todo el mundo, es satisfactorio.
P.- Le vi en el programa de Bertín diciendo una cosa muy bonita. Que su padre no había estado siempre presente, pero que no le tenía rencor porque eso le hace libre.
R.- Sin duda alguna.
P.- ¿Cómo consiguió llegar a esa conclusión?
R.- Yo sin ningún credo declarado estoy empezando a creer que algo conspira alrededor de todos, o al menos en mi caso, porque estoy rodeado de amor absoluto… No soy un teletubbie, pero es que recibo muchísimo amor. Siento que la base del ser humano es extraordinaria. Hace tiempo sí tuve una época misántropa total, que sólo quería hablar con los árboles y los animales.
P.- ¿Más jovencito?
R.- Sí, llegando a Madrid… Estaba con los dientes para fuera. Yo creo que el tiempo al final, y conocer tanto al ser humano (me hizo llegar hasta esto)… Puede ser que me paré a escuchar. Cuando te paras a escuchar a la gente, sea cual sea su condición, aunque sea lo contrario a tus ideas, esa atalaya a la que te puedes subir te permite ver y reconciliarte con cosas que te habías peleado.
P.- ¿Y la terapia? ¿Ha hecho terapia para ubicar cosas?
R.- Ubicar cosas, justo. Lo hice, sí. En el año 2018, después de Patio y todo, cuando había llegado al punto de no retorno de 'esto ni siquiera lo había soñado' se me descuadró un poquito todo y tuve una buena ayuda, creo que es muy recomendable. Sobre todo para ubicar. No tengo nada que arreglar del hardware, por suerte, pero la terapia ayuda a ordenar. Saber estar en un sitio. Aprendí a no estar tocando en el Falla en Cádiz y tener la cabeza en otra parte. Hay que tener la cabeza en cada sitio para disfrutar de cada momento.
P.- Y luego pasó por una experiencia de lo más española, que es irse a vivir a Londres. ¿También le cantaba al oído a los turistas para que le dieran más propina, como hacía Sabina? No creo, ¿no? Porque canta bien…
R.- ¡Tú has preguntado, tú has respondido! [Risas]. No, no, en la vida, con lo vergonzoso que soy para eso… Lo pasé mal, era una cuestión casi de necesidad y me costaba. Pero era muy satisfactorio, ya no que te dieran dinero, sino que se pararan a escucharte. Ahí aprendí muchísimo: no hay que hacer aspavientos ni nada que no sepas hacer, simplemente haciendo lo que sabes y creyendo en ello —y por analogía lo extiendo al resto de mi carrera— hay un momento en que se produce una conexión a través de la música.
P.- En esa época también le tentaba ser periodista. ¿Qué le atraía del oficio, Pablo?
R.- Porque me gusta el riesgo. ¡Me encanta el riesgo! [bromea]. Yo aprendí a leer en un bar que estaba debajo de mi casa. A mí me criaron entre mi madre y mis abuelos. Mi abuelo estaba jubilado y yo era prácticamente su juguete, entonces yo aprendí a leer con los periódicos: estaban El País, El Mundo, Diario 16, ABC… Y yo me lo leía todo porque me fascinaba poder enterarme de cosas sin que me las tuviera que contar mi abuelo. Aprendí a la fuerza por eso.
P.- Era un viejecito.
R.- Era un viejo, viejo, viejo. Y después cuando empecé a ir al conservatorio a Málaga en el tren, mi acompañante era la radio. Entonces cuando me vi en la disyuntiva de acabar Selectividad pensé en Periodismo, pero fue cuando me fui a Londres y, a partir de ahí, de aquellos barros, estos lodos.
P.- Denos un poco de caña, anda. Si no quiere a los periodistas, al periodismo en sí, a los medios. ¿Cuál es el peor mal del Periodismo a día de hoy?
R.- El peor mal del periodismo es que te cojan con la mentira. Si mientes, miente bien. En este momento tan polarizado, exageradamente polarizado, yo casi todas las mañanas escucho las tres editoriales: Angels, Alsina y Herrera. Cuando escucho un gazapo de 'te estoy defendiendo tanto que he tenido que mentir' ahí se me cae… ¡Penalizado un mes! O cuando se ha tergiversado un mensaje en un medio escrito, sobre todo. A mí me ha pasado sólo una vez y me dio pavor que me volviera a pasar.
P.- ¿Qué pusieron?
R.- Te lo digo exactamente, ¿vale? Yo nunca he sido número uno sacando un disco y cuando lo estaba rozando con los dedos por unos cuantos discos me ganó Iron Maiden. Y yo he ido a conciertos de Iron Maiden, no son mi banda favorita, pero los he escuchado. Entonces le dije al periodista, que era de un medio muy importante, ¡joder, tío, me cago en los muertos de Iron Maiden! Y el titular era "Pablo López: 'Me cago en los muertos de Iron Maiden'". Pero por Dios y la Virgen… Me empezó a insultar gente que son más heavys que una lluvia de hachas…
P.- El gilipollas este que no sabe lo que es la música…
R.- Justo [Risas].
P.- No se ha cambiado el nombre. ¿Lo pensó alguna vez?
R.- Manda huevos, eh… Cuando arranqué y firmé con la compañía, ellos nunca me dijeron nada, pero estaba Pablo (Alborán) también, y lo pensé como un autosabotaje de estos que me hago a veces, pero luego dije ¿qué cojones? Si yo me voy a morir encima de un piano, lo suyo sería que cuando pase eso no quiero hacerlo bajo otro nombre que no sea el mío. Pensé en Manolo García, en Manuel Carrasco…
P.- ¿Y el segundo cómo es?
R.- Jiménez. Exótico, ¿eh? [Risas].
P.- No tenía el comodín de intercambiarlos. Hablemos de amistad: queda muy bien hablar de los amigos, pero… ¿qué hace falta para que se sea amigo de verdad?
R.- La amistad te lo puedo decir en una palabra: esfuerzo. Puro esfuerzo. Es algo que he interiorizado hace muy poco. Esfuerzo con recompensa, mucha.
P.- Dónde está el esfuerzo, en qué cosas.
R.- En intentar entender —haciendo una referencia a lo que hablábamos antes— la línea editorial de un amigo o amiga. Su forma de escribir las cosas. Buscar dentro. Darte cuenta de que te has equivocado, y que te lo digan. Saber que tu amigo o amiga tiene sus defectos, aceptarlos y no tratar de corregirlos. Si tengo un amigo que está destrozado o metido en una relación tóxica, tengo que estar para cuando se caiga. Dice Silvio: "No me cures, hermano, de delirio, de aullido, desmesura o arrebato, déjame arder en el amor ingrato o en la inefable luz de otro martirio ".
P.- ¿Y en La Voz qué tal?
R.- Feliz, genial. Un equipo tremendo que te exige, te hace mejorar… Hablo del equipo técnico. Por eso funciona. Lo intento ver porque me gusta el trabajo que hacen los montadores. Cada año voy allí pensando me da miedo tener un déja vù, pero lo disfruto, porque el talento no se acaba nunca. Y sobre todo que estoy rodeado de gente que son tres pero parecen doce, porque las cabezas de cada uno son para echarles de comer aparte. Es divertido todo ese mundo de exagerada intensidad.
P.- Yo tengo la sensación de que sus compañeros le admiran por la palabra, porque la maneja. ¿Qué ventaja da la palabra?
R.- Poder callarte de vez en cuando. A veces se me quejan, y yo soy muy pudoroso también para eso, aunque no lo parezca. Y cada vez tengo más claro que aunque sea una conversación coloquial y rápida hay que vigilar lo que se dice por belleza. Tenemos un idioma hermoso, y se puede decir tanto… Sobre todo hago una reclamación pública de la palabra cara a cara, con sus gestos, pudiendo tocarnos…
P.- Cómo se lleva con el whatsapp. ¿Está peleadillo?
R.- Sí, estoy peleadillo y no debo pelearme porque no hay que ir en contra de la tecnología… Yo tuve una época que cogí un año entero y me quedé sin teléfono aposta. 2019 creo que fue.
P.- ¿Y cómo le localizaban?
R.- Pues a través de mi hermano… Pero la verdad es que no salió bien el asunto porque algunos lo malinterpretaron, otros se creyeron que me había muerto… [Risas].
P.- Xoel López me contó que a partir de cierta hora del día, ayunaba de teléfono. ¿Tiene algún truco usted?
R.- No, yo me tengo que obligar a usarlo. Lo uso para muchas cosas: para información, para cosas tecnológicas, leer prensa si estoy fuera, para ver vídeos, para descojonarme con cosas también… Hay mucho arte también por ahí. Pero me cuesta mucho abrir una conversación de whatsapp porque me veo obligado a estar atento a ella, y me pierdo lo que hay alrededor. De hecho en navidades lo que hice fue que desconecté y el 7 de enero abrí todo. Yo hablo con alguna gente, con Carlos Alcaraz por ejemplo, sólo puedo hablar con él por whatsapp, así que le respondo a todo, y quito el modo avión, pero no me salió del todo bien porque a la hora tenía otras tantas conversaciones…
P.- Y el amor, Pablo. El amor romántico, ¿qué es? ¿Lo mismo que la amistad pero con sexo?
R.- ¡Sí…! Esfuerzo y también… [ríe en relación al enunciado de la pregunta]. Pero sí, cada día lo tengo más claro: la satisfacción que da tragar saliva, comprender, no perder los nervios y acordarte cada día de que si uno rema en la misma dirección, aunque esto parezca pomposo, se puede llegar lejísimos.