Unos obreros posan para EL ESPAÑOL en mitad de su jornada laboral a 40 grados.

Unos obreros posan para EL ESPAÑOL en mitad de su jornada laboral a 40 grados. Javier Longobardo Toledo

Reportajes

Crónica de la España achicharrada: albañiles al límite trabajando a las 2, turistas sin salir del hotel...

Toledo es, junto a Córdoba, uno de los puntos más calurosos de la península. En la jornada del martes 6 de agosto, ambos superaron los 41 grados. 

7 agosto, 2024 02:00
Toledo

No son ni las once de la mañana, pero el termómetro ya casi marca los 40 grados en Toledo. Un sol abrasador se posa sobre las aceras empedradas de la zona que marca lo que era la antigua judería, ahora completamente desierta. Ni un solo andar retumba por las avenidas, pero es que el infierno te recibe cada vez que abres la puerta hacia la calle.

Toledo es, junto a Córdoba, uno de los epicentros del calor en España. Ambas localidades han registrado en los últimos días máximas que superaban los 41 grados, con mínimas que no bajaban de los 25. 

"Ya estamos acostumbrados", se oye por los estrechos callejones que conforman el casco antiguo. Pero, aunque los toledanos ya se hayan curtido y estén hechos de otra pasta, no es algo baladí.

Unos turistas pasean con paraguas por las calles de Toledo.

Unos turistas pasean con paraguas por las calles de Toledo. Javier Longobardo Toledo

Los últimos datos que nos deja esta última ola de calor son desoladores. Ya son 366 las personas que han muerto en España en los primeros cuatro días de agosto debido a las altas temperaturas. Se trata de una cifra histórica, que jamás se había registrado en el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).

Con esta situación, miles de obreros se ven obligados a trabajar a diario. Igual que ellos se encuentran los hosteleros, guías turísticos, basureros... e incluso los turistas. Algunos han decidido incluso quedarse en sus alojamientos, a pesar de acudir a Toledo con la intención de visitar la ciudad, a causa del calor. 

"Eso es lo que mira el jefe por nosotros"

"Ahora estamos descargando a la sombra, pero trabajamos ahí en esa obra, que no corre ni la marea... a 43 grados". Javier, de 59 años, y sus compañeros llevan todo el día trabajando, pero cada día se hace más pesado que el anterior. 

Se encuentran en la Calle Hombre de Palo, a escasos metros de la famosa catedral de Toledo. Sobreviven a base de hidratarse mucho "y tomar aire de vez en cuando, porque sino no hay quien lo aguante". 

A pesar de las altas temperaturas, sigue trabajando en el mismo horario en el que lo hacían antes, de 8 de la mañana a 14 de la tarde. "Y menos mal que cuando empieza a apretar de verdad nos vamos", apunta Javier. 

Javier y sus compañeros en la obra.

Javier y sus compañeros en la obra. Javier Longobardo Toledo

A la pregunta de si van a tener algún tipo de modificación en cuanto a su jornada, Javier responde que no. "Eso es lo que mira el jefe por nosotros", espeta mientras se seca el sudor de la frente con su mano vestida por un guante. 

En una situación parecida se encuentra Teresa, dueña del kiosko cercano al museo del Greco. No se puede permitir cerrar, pero nota que cada vez tiene menos clientes "porque con este calor la gente ya no sale a la calle"

Lleva toda la vida dedicándose a esto, al igual que su padre, antiguo dueño del kiosko que ahora es de su propiedad. Junto a ella se encuentra Julio, de "setenta y muchos", ayudándola en las labores. 

Teresa y Julio posan en su kiosko.

Teresa y Julio posan en su kiosko. Javier Longobardo Toledo

Al lado, una botella de agua bien fría: "Si no esto es insoportable". Tienen muchas de sus mesas vacías, aunque alguna de las pocas almas que pasea por Toledo al mediodía se acerca en busca de una bebida fresca y de algún helado. Se apañan con las sombrillas, pero ha dejado de ser suficiente.

De cara al público también se encuentra Verónica, camarera del Bar Skala, ubicado en la céntrica Calle de la Sal. A pesar de estar junto a la parrilla, no lo lleva tan mal, "pero es que una se acaba acostumbrando". 

Clientela no le falta. Algún que otro japonés, abanico y paraguas en mano, entra a probar un menú típico castellano-manchego de migas y carcamusa, aunque a primera vista lo más apetecible sería un plato frío. 

Clientes del restaurante Ludeña.

Clientes del restaurante Ludeña. Javier Longobardo Toledo

Y es que muchos, tanto autóctonos como visitantes, encuentra la solución en donde siempre: en los bares. "El vino es un 85% agua... y que hay mejor para hidratarse", bromea uno de los habituales del restaurante Ludeña, uno de los más típicos de la ciudad. "No hay nada mejor que una cerveza bien fría, en copa que salga del congelador", apunta su acompañante.  

Al final hay que adaptarse, y así se ven obligados a hacerlo tantos los más mayores como los más pequeños. Los niños han abandonado por un breve periodo de tiempo el balón y las gomas buscando desesperadamente un trozo de sombra en el que su infinita imaginación les permita de nuevo entretenerse. 

Algunos ven la solución en algo fácil: al agua patos. Un grupo de chiquillos hacen corro alrededor de una fuentecilla y, ataviados con sus trajes de baño favoritos, la van vaciando con un barreño que se echan por encima. 

Un niño juega en una fuente.

Un niño juega en una fuente. Javier Longobardo Toledo

Un niño se tira agua de la fuente encima para protegerse del calor.

Un niño se tira agua de la fuente encima para protegerse del calor. Javier Longobardo Toledo

Pero esas fuentes necesitan un verde que las rodeen, y de ello se encargan trabajadores como Jesús y Javier. Laborean a destajo, con sombrero y mucha protección solar, bajo las altas temperaturas.

"Bebemos mucho agua y descansamos en la medida en que nos lo permiten, pero no nos quejamos", afirma Jesús. Tampoco se quejan los barrenderos, quienes hacen turnos durante toda la jornada porque en Toledo no hay contenedores.

"Te acabas acostumbrando. Nos dan agua, nos dejan nuestro descansito, en el camión tenemos aire... tampoco nos lo montamos tan mal", contesta uno de los trabajadores municipales mientras retira unas bolsas amontonadas en las puertas de un comercio.

Javier y Jesús posan mientras realizan sus labores de jardinería.

Javier y Jesús posan mientras realizan sus labores de jardinería. Javier Longobardo Toledo

"Volveremos... pero en invierno"

El turismo, uno de los grandes sectores que alimenta a la capital manchega, también se está viendo afectado por el calor. Virginia ha venido a pasar unos días junto a su marido y su hija, pero ha tenido que abortar la misión

"Ayer ya me tuve que quedar en el hotel porque no podía más. Puede parecer que por ser latina aguanto mejor el calor, pero nada que ver", expresa mientras las gotas de sudor se escurren por su cara. 

Esta es su última mañana en la ciudad, y busca desesperadamente la sombra, donde aprovecha para comerse un helado y apoyar las bolsas cargadas de toledanas (un dulce típico) que lleva colgadas del brazo. 

Virginia, su hija y su marido en un rincón de sombra.

Virginia, su hija y su marido en un rincón de sombra. Javier Longobardo Toledo

Sergio se protege del sol con un paraguas durante sus visitas guiadas.

Sergio se protege del sol con un paraguas durante sus visitas guiadas. Javier Longobardo Toledo

Como Virginia hay muchos turistas, pero también muchos guías, como Sergio, que está teniendo que buscar "rutas alternativas" para soportar el calor. "Intentamos ir por las calles céntricas en las que da la sombra, hacemos paradas en diferentes fuentes... y priorizamos las visitas por el interior de monumentos", comenta.

También opta por los tours "de tarde-noche", para hacer su jornada y la de los turistas mucho más llevadera. Aún así, Virginia ha optado por posponer su visita. "Aunque hemos visto lo principal", matiza.

Se despide desenvolviéndose en halagos para la villa árabe, y asegura que volverá pronto. "Quiero terminar mi visita, disfrutar de la ciudad en condiciones... así que volveremos. Quizás en primavera... o en invierno", concluye.