David G. Maciejewski Cristina Villarino

La Romería Vikinga de Catoira, organizada por los vecinos del concello, honra la memoria de aquellos gallegos que, entre los siglos IX y X, perecieron a golpe de espada en las costas de Pontevedra mientras trataban de resistir los sangrientos envites de los vikingos. Casi un milenio después, las tornas han cambiado, y hoy los lugareños rinden homenaje a quienes fueron sus agresores. Quieren honrar el pasado de su pueblo y el espíritu folclórico de su tierra a través de la unión de culturas; hermanarse a través de la fiesta y el jolgorio.

La idea de celebrar este encuentro nació hace seis décadas como una pequeña iniciativa de un grupo de intelectuales catoirenses. Hoy es un festival internacional multitudinario al que acuden entre 30.000 y 50.000 personas todos los años. Su día culminante es el primer domingo de cada agosto, donde los vecinos del municipio se suben a varios drakkares y, caracterizados de vikingos, desembarcan en las marismas del río Ulla para recrear un asalto.

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    Una mujer hace sonar un shofar, un tipo de cuerno tradicional originario de los vikingos, hoy utilizado como instrumento de viento. La mayoría de asistentes a la Romería Vikinga de Catoira los utilizan durante el desembarco que, cada primer domingo de agosto, se celebra frente a las Torres del Oeste del municipio.

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    Vecinos de Catoira portan escudos de colores con simbología celta y vikinga mientras descansan frente al pantalán. Allí, al día siguiente, alrededor de 70 hombres y mujeres embarcarán en tres drakkares para recrear un desembarco y un asalto.

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    Los espectáculos de fuego, las batucadas, los zancudos y los fuegos artificiales y petardos son la base de algunos de los espectáculos que se celebran durante la Romería Vikinga.

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    Un zancudo caracterizado de vikingo, con su capa de borrego y su casco con cornamenta, enciende una antorcha durante un espectáculo musical.

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    Aunque el ayuntamiento de Catoira no tiene datos oficiales, estima que entre 30.000 y 50.000 personas de diferentes nacionalidades pueden acudir todos los años a su encuentro vikingo, que coincide con otras festividades regionales importantes. La Romaría fue declarada en 2002 Fiesta de Interés Turístico Internacional.

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    Varios drakkares pertenecientes al ayuntamiento de Catoira transportan a un grupo de vecinos caracterizados de vikingos minutos antes del desembarco frente a las Torres del Oeste.

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    Una pareja de vikingos se besa en la víspera de la celebración del desembarco. Además de este espectáculo, Catoira acoge una variedad de eventos vinculados al universo normando: desde espectáculos musicales hasta bodas vikingas y raves nocturnas.

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    Un participante de la Romería porta algunos de los elementos tradicionales de los guerreros vikingos, como el shofar o cuerno de viento, los antebrazos de cuero o el hacha con el que combatían cuerpo a cuerpo.

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    Un hombre empuña un martillo de combate durante el desembarco. Es típico que los 'vikingos' golpeen el suelo con ellos para salpicar de barro a los asistentes.

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    El vino es uno de los elementos esenciales de la Romería Vikinga, y no faltan los participantes que se lo lanzan desde sus odres a varios centímetros de distancia, regando sus rostros y sus barbas, que acaban teñidos de rojo purpúreo.

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    Asistentes de todas las edades, desde menores hasta ancianos, acuden desde hace 64 años a la Romería Vikinga. El lunes posterior al desembarco se celebra otro encuentro similar, solo que protagonizado por niños de entre 0 y 12 años. El ayuntamiento asegura que practica este "bautismo" con intención de mantener vivo el espíritu de la tradición de generación y generación.

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    En las marismas que rodean el río Ulla se encuentran los alrededor de 70 vikingos que desembarcan desde los drakkares. Una vez en tierra, se unen a los 90 soldados que, a pie, los reciben entre gritos de batalla y cánticos. Ambos grupos forman un ariete para simular la conquista de las Torres del Oeste, un enclave históricamente estratégico.

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    En las calles del pueblo, por las noches, se celebran espectáculos de luces con malabaristas, tragafuegos y especialistas en pirotecnia.

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    Aunque la tradición es ir caracterizado de vikingo –los lugareños hacen especial hincapié en este término, 'caracterizado', ya que no les gusta que se refieran a sus vestimentas como 'disfraces'–, cualquiera puede acudir a ver el espectáculo con ropa de calle.

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    El embarque de los drakkares comienza a las 10:00 de la mañana en el pantalán de las Torres del Oeste; mientras, el resto de vikingos, los que van a pie, se pertrechan y pintan sus rostros en sus casas. El desembarco se produce hacia las 13:00 del mediodía.

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    Aunque las costas gallegas suelen mantener un clima relativamente fresco, la 64 edición de la Romería Vikinga ha sido especialmente calurosa, llegando a alcanzar los 32 grados.

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    Un vecino de Catoira porta su escudo y varios abalorios con simbología vikinga.

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    Empresas de Catoira o de municipios colindantes aprovechan la ocasión para vender productos típicos gallegos mientras se celebran algunos de los espectáculos medulares de la Romaría.

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    Tras el desembarco, los vikingos simulan una pelea cuerpo a cuerpo con sus armas, entre las que se suelen encontrar martillos, hachas y espadas.

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    Dependiendo del año, más o menos embarcaciones participan en el desembarco. En anteriores ediciones se utilizó un galeón con capacidad para portar a 90 personas más; hay veces que, en vez de tres, salen seis drakkares. Todo depende de la organización del ayuntamiento y del estado y la disponibilidad de los barcos.

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