A la muerte de Javier Marías, Manuel Vilas es el mejor escritor de España. Esto lo digo yo, esto es sólo mi opinión, y con esto quiero decir que lo que yo recomendaría es hacerme caso. Vilas, Gran Vilas, es un escritor total: entiéndanme, él escribe compitiendo a muerte con la vida, y además es leído, y además es desobediente, y además es hedonista y verdadero y habla como un escritor y no como una vedette ni como un pobre hombre de promoción, que es ya lo que hacen todos. 

Esto es respetable. Esto va muy en serio, y por eso suena un poco a broma.

Vilas es reconocible. Yo le reconocería metido dentro de un saco, y así reconozco sus frases fulgurantes cuando me saltan a la cara entre el ruido y la furia de los escritores mediocres de este país que no paran de llorar por esto o por aquello. Vilas tiene estilo y lo usa, y tiene libertad y la usa, y tiene alegría y la usa. Para eso está la vida. Para pulsarla. 

Ha cumplido 60 años y ha entrado un poco en crisis. No vamos a decir que no le entendamos: la crisis es permanente, como la desigualdad, que decía Piketty. Cuenta Manuel que empezó a verle las orejas al lobo y se dio cuenta de que aún no había escrito El mejor libro del mundo, que es el que publica ahora publicado por Destino. Al menos se llama así. Esto es bastante simpático y ventajista. 

Vilas quería escribir un libro sin filtros. Su amigo Juan José Millás le dijo que de los 60 a los 70, los escritores caían como moscas, y eso le dio angustia y se puso a carburar. Tenía ganas de ser sincero...

Y no hay nada más sincero que un anciano, por mucho que aún no lo seas. Para lo que nos queda en el convento... 

Sí. Los modernos de veinte años no tienen la libertad de un anciano porque están metidos en el capitalismo, en una jerarquía de ascensos y descensos, de decir cosas oportunas para mejorar su estatus. Y yo no quería eso, yo quería escribir un libro libérrimo, sin pudor. 

Uno no escribe la verdad por lo que puedan pensar nuestros padres o nuestros hijos. 

Esto es tal cual dices. Se pasa uno la vida cortado. Ya no quiero hacerlo más. En este libro destapo la cara oculta de los escritores en las sociedades actuales occidentales. La gente ve a un señor o señora de prestigio, a un ciudadano ejemplar, a alguien respetable, un líder moral…

¡Humanistas con valores republicanos…!

(Ríe) Justo eso. Una persona que no se va a dejar llevar, alguien que no miente, alguien recto en lo suyo. Es mentira. Son jerarquía y poder.

Ah, que al final son empresarios.

Sí, son empresas unifamiliares de dinero y de ventas de libros.

Y de ego mal domesticado.

Exacto. Tienen habilidades sociopolíticas para colocarse en sitios de máxima protección. Cuando eres escritor y recibes una mala crítica literaria, en realidad lo que te están diciendo es que pueden meterse contigo.

¿Contigo pueden?

Y tanto, conmigo pueden y no hay consecuencias.

Vilas.

Vilas. David Morales.

¿Y eso como lo recibes tú?

Como una gran equivocación política. No he sabido colocarme en el sitio correcto.

Yo pensaba que era un piropo que hablaba de la independencia…

Bah. A nadie se le ocurre hacer una mala crítica de una novela de Vargas Llosa, porque es muy difícil, ¿no? Es un santón. Vendrá alguien con poder a joderte. Te llama tu director y tendrás consecuencias. Meterse con escritores importantes tiene consecuencias igual que meterse con Sánchez o con Feijóo tiene consecuencias.

Así que crees que te deberías haber escorado un poquito a la derecha o a la izquierda.

No, yo no, yo soy un testigo. Soy un escritor notarial. A mí no me gusta dirigirle la mirada al lector sobre si las cosas están bien o mal, a mí me gusta hacer fotos inteligentes y que el lector decida, dependiendo de su sensibilidad. El escritor tiene que escribir para la derecha y para la izquierda, tiene que escribir para todo el mundo, cualquier otra cosa es terrorífica… y habitual. De acuerdo: un escritor puede y debe tener una conciencia de carácter político, pero no ser un intelectual orgánico, no pertenecer a un partido político y medrar y usarlo para alcanzar logros literarios o lo que sea.

Hay escritores más ricos que tú porque han sabido tener amigos políticos.

Por supuesto. Yo he sido en ese sentido bastante solitario. No es que quiera ponerme de ejemplo de nada, tengo defectos como cualquier otro. Pero quiero contar… hay una escena en el libro sobre los saraos literarios. Tú estás hablando con un escritor y de repente el escritor con el que estás hablando te deja con la palabra en la boca porque acaba de entrar un escritor más importante que tú y se va a hablar con él.

"Meterse con escritores importantes tiene consecuencias, igual que meterse con Sánchez o con Feijóo tiene consecuencias"

Qué horror.

Eso me ha pasado muchas veces en mi vida. Muchísimas.

Son ratas trepadoras.

Sí. Totalmente. Las hay en cualquier ámbito, pero el mío es éste.

¿Qué haces cuando recibes ese desplante? ¿Te vas a buscar al camarero de las croquetas?

(Ríe) Es que tú pensabas, con yo, que la literatura era un lugar distinto, un lugar romántico. Pero es jerárquico. En el colegio aprendí las jerarquías y luego hice la mili y allí las jerarquías eran agradecidas porque eran de una nitidez maravillosa. El problema es cuando las jerarquías con líquidas, como aquí. En la literatura y en el periodismo son líquidas. No se sabe bien quién es el que manda.

Lo sabes cuando la cagas.

(Reímos) Sólo ahí. Pues eso: si aparece el ministro de Cultura por la puerta, te dejan tirado, porque es el suministrador de una serie de prebendas. Así es el mundo en el que vivimos.

¿A ti te han querido seducir?

Hay una cosa que yo no soporto y es la autoridad. Yo no sé obedecer. A mí un político me puede intentar seducir con algo maravilloso, pero mandar, no: que mande a su puta madre.

Tu poesía es la poesía de la autosoberanía.

Viene desde pequeño. La autoridad, la solemnidad y la hipocresía son mis tres enemigos.

¿Qué hay de las envidias?

La envidia es fundamental en este negocio. En cualquier negocio.

Leí a alguien que decía que a escribir bien se aprende por envidia.

(Ríe). Qué bueno. Y a escribir también. Eso te mueve el espíritu. Cuando el mercado o la crítica te tratan mal, eso es un acicate para seguir haciendo cosas. Uno escribe contra los enemigos, contra los que te quieren matar, uno escribe para perseverar en la vida.

Vilas.

Vilas. Manuel Vilas.

El libro empieza con tu suicidio. ¿El suicidio es algo honroso para un escritor, porque significa tomar las riendas de su propio relato?

Efectivamente. A mí la carga negativa que tiene socialmente el suicidio me fastidia me duele. Los suicidas son muy respetables. Son gente que elige lo que quiere. La literatura está llena de suicidas y eso tiene que significar obligatoriamente algo. Yo creo que significa lo siguiente: esta es una profesión donde compites con la vida… pero llega un momento en el que te das cuenta de que la vida siempre es superior a cualquier página de un libro. Me gusta Gil de Biedma por eso, porque me parece un escritor español para el que la vida fue siempre más importante que la literatura.

Sobre todo porque dejó de escribir cuando se dio cuenta de que no iba a escribir ni un solo poema más que estuviese a su propia altura.

Sí, y se dedicó a vivir. Él no quería morir, no quería… mira, en el libro hablo de Ernest Jünger. La longevidad es un tema que me apasiona. Estas personas que llegan a nonagenarias con la cabeza en su sano juicio y que han contemplado la vida en su devenir histórico… y han visto los cambios de valores… Jünger fue nazi. Estrechó la mano de Hitler. También vio a los Beatles por televisión, vio el cine revolucionario, vivió Alemania y la caída del muro de Berlín. Hasta la Primera guerra mundial vivió. Murió con 103 años. ¿Cómo serán los valores que hoy pensamos que tenemos en 2054? La persona que lo vea… la persona que viva ese tránsito… alcanzará un conocimiento muy hermoso de la vida y de la historia. Qué sé yo, tampoco soy nada melancólico, nadie puede serlo. Si tú le dices a alguien que se vaya a vivir 30 años atrás, a 1994, ni dios quiere irse de aquí. Y ya a 1974 no te cuento.

Tal vez Ana Iris Simón sí querría. Su gran tesis es que nuestros padres vivían mejor a nuestra edad que nosotros.

No estoy de acuerdo, no pienso eso, no lo he pensado nunca. Eso es mentira. No vivíamos mejor antes. Mis padres se apañaron con lo que les tocó y fueron medio felices, pero el franquismo fue una puta mierda. Vivieron bajo el franquismo la mayor parte de su vida. A ver qué nos parece lo nuestro dentro de 50 años, ¿no? A ver cómo se valora nuestra democracia. Igual no se valora con la alegría y la festividad y los aplausos de ahora. Igual ven nuestra democracia y no la tachan de democracia, sino de especie de embrión de la democracia. Mis padres pensaban que estaban viviendo en la vanguardia de la historia, porque en los 60 el desarrollismo fue brutal. Y era mentira, era mentira…

Fueron engañados.

Todos somos engañados por la historia, pero para eso está la literatura.

"Nuestros padres no vivían mejor que nosotros, eso es mentira. Los míos se apañaron y fueron medio felices, pero el franquismo fue una puta mierda"

No me está quedando claro si quieres ser un nonagenario o un suicida.

Quería ser un suicida en la novela a modo de artificio para que el lector recibiera puramente lo que he escrito. Si eres una persona que se va a matar… lo que has dicho antes de morir tiene el valor genuino de la verdad. Yo no he mentido aquí y quería que se recibiese así. No he mentido en nada.

Eres un gran admirador de la vida: no morirás nunca.

Yo estoy en la literatura porque amo a la vida, porque le canto a la vida. Para mí la literatura no es un logro intelectual: si eso me interesase, me habría hecho notario. La literatura va sobre el triunfo de la vida, y la literatura está al servicio de la vida.

¿De qué va lo de ser escritor?

Va de ser vulnerable. Yo voy a un club de lectura y me dice un lector que la novela que acabo de escribir no le gusta y que no ha pasado de la página 40 y me entran ganas de suicidarme. Y si a otro lector le encanta mi novela, automáticamente asciendo a los cielos.

¿Qué diferencia hay entre el mercado y los lectores?

El mercado tiene muy mala fama. Pero los libros, sin el mercado, no existen. Es decir: hay una especie de entente cordial entre el mercado y la cultura. La ópera es una manifestación cultural excelente, pero vale una pasta, al menos 90 pavos. Todo el mundo debería ir a la ópera. Un libro cuesta 20 pavos. Yo siempre digo que sólo los países prósperos pueden proporcionarle literatura a la gente, o sea, tienen que ser países donde a los ciudadanos a fin de mes les sobren 100 euros para comprarse dos libros y verse una obra de teatro, si no, ¿de qué hablamos? Pero sin cultura, para qué estamos aquí. En ese sentido, el mercado cultural es el menos condenable que hay, de entre todos los mercados.

¿Hace cuánto tiempo que comes de lo que escribes?

Hace doce años. Esto es un trabajo. Me siento un albañil. El gran éxito de un escritor es escribir y pagar con eso tus facturas. Eso lo dice mi amigo Pepe Sacristán. Con la interpretación él se ha pagado la ropa que ha vestido, los coches que ha conducido, la comida que ha comido, las casas que ha tenido… ¡eso es un éxito!

Vilas.

Vilas. David Morales.

¿Tienes algún lujo obsceno?

Bueno, nos pagan muchos viajes. Por el tema de festivales literarios y tal y la difusión de la cultura y esto de poner a los escritores a dar vueltas por el mundo. Me gustan los hoteles.

Qué alegría ese albornoz y la cama planchada.

La cama hecha y los desayunos y el servicio de habitaciones…

Esa es una obscenidad maravillosa que además te pone a fantasear.

Totalmente. Es necesaria una habitación silenciosa y con luz. Hay que pedirla, he aprendido a pedirla. “Oiga, no me gusta esta habitación”, y ellos no se asustan, ellos lo saben. Si no tengo luz cuando me despierte aquí me voy a deprimir, y tengo 60 años y me queda poco tiempo y no quiero que ninguna de mis manías sean depresivas.

"Yo me he esforzado mucho en quitarme la cara de muerto de hambre, pero siempre hay gestos que denotan que vienes de dónde vienes"

¿Un pobre siempre tiene cara de pobre? ¿Se le quita a uno alguna vez la cara de muerto de hambre?

Si te esfuerzas, engañas. Yo lo hago. Yo me he esforzado mucho en quitarme la cara de muerto de hambre, pero siempre hay gestos que denotan que vienes de dónde vienes, no te puedes sacar todo de encima, toda tu herencia genética y biológica… pero vamos, que como decía Fernán Gómez, si yo hubiera sido heredero, me habría dedicado a no hacer nada, que es una cosa que me encanta.

¿España odia al pobre, le culpa al estilo de “algo habrás hecho”?

Sí, le odia y le culpa, pero no es exclusivo de España. En EEUU también lo hacen. Entiendo que esto lo hemos heredado de las formas de la política occidental… antes teníamos una mirada más compasiva hacia el pobre, aunque a lo mejor venía de la religión o de la limosna o de no sé qué, no sé cuántos. Ahora creo que lo hacemos para defendernos de nosotros mismos, como catarsis, como diciendo “yo no voy a ser esto”. En la conversación social no somos sinceros. El español está todo el día pensando en el dinero, pero a la hora de hablar, habla de otra cosa. Cuánto voy a ganar, cuánto vale esto, lo otro.

Qué hay del amor y del sexo.

Lo es todo, absolutamente todo. A veces pienso que los escritores que escriben tantos libros no practican el sexo. Mi literatura es muy sensual y muy erótica, porque yo lo soy. El erotismo rige el mundo. Lástima que ésta sea una época pacata llena de complicaciones. La gente está renunciando al sexo por miedo de decir “si le doy un beso a esta mujer o a este hombre, se lo va a tomar mal… pero si te lo pregunto, también puedo quedar fatal”.

Las generaciones más jóvenes se sienten colmados siendo atendidos o deseados por Instagram: es suficiente, no hace falta llegar a término, eso es aterrador y cansado y te vuelve vulnerable…

Entiendo. Es que la experiencia sexual es una experiencia terrible, pero a la vez es una de las grandes experiencias de conocimiento de la vida. Tenemos que pasar por ahí. El sexo tiene que ser vivido con toda su intensidad dramática.

Vilas.

Vilas. David Morales.

Problemas mentales.

Muchos. He padecido todos los que digo en la novela. Y hablo también de las drogas. De la drogadicción en general.

Escribes la fecha en la que dejaste el alcohol, un bello día de 2014, pero te enganchaste a las drogas.

Sí, totalmente, a las benzodiacepinas, que son muchísimo peor que el alcohol, indudablemente. Aquí me puedo pedir un vaso de whisky pero no un ansiolítico. Y me va a relajar igual, ¿sabes? Este es el estatuto que le ha dado la civilización: a las drogas se las llama medicamentos. Es una palabra eufemística. Yo he tomado mucho tramadol, por contractura muscular, y el médico me decía que me tomara uno… pues no. Yo tomaba dos. Actúa sobre el sistema central. Es una droga barata. 10 céntimos la pastilla. Una caja de Tramadol vale 2 euros. Eso genera adicción… y te hace tener un día súper feliz. Te da tranquilidad y te hace hablar mucho, te dan ganas de ser cariñoso con la gente…

Como el MDMA.

Sí, pero más barato y legal, “buenos días, buenas noches”, simpatiquísimo con el vecino. Yo soy muy de Escohotado, era un hombre brillante, un hombre de gran solvencia intelectual. Yo creo que hay que abolir la prohibición de las drogas, porque lo único que crea es marginalidad y horror y violencia y tomar drogas sin garantías. La droga usada con información y conocimiento es maravillosa, es una ampliación de la conciencia. Si no lo quieres hacer, no lo hagas, pero si alguien quiere hacerlo, déjale, ¿no? ¿Quién eres tú para prohibir?

"La droga usada con información y conocimiento es maravillosa, es una ampliación de la conciencia"

¿Sientes que nos tratan como a niños desde este Gobierno biempensante?

Este Gobierno te dice cómo tienes que vivir, y una cosa es que legisles conforme a unos valores políticos progresistas, porque para eso te han votado, y otra cosa es que te digan cómo tienes que ser bueno. Hace 50 años me decían lo mismo los padres escolapios. “Tienes que ser buena persona, tienes que ser solidario, tienes que ser pobre”.

Y tú quieres ser malo alguna vez.

Malo no, pero quiero reírme, como me río, de los ritos modernos, como del reciclaje. Creo que es mentira, que es una forma de tener la conciencia tranquila de los ciudadanos. Creo que luego llega todo al mismo basurero, creo que es imposible distinguir semejante grado de basura.

Ah, y la carne.

Yo como carne.

Parece que las mejores personas no comen carne, como que son más elevadas, como que son automáticamente bondadosas. Como los médicos.

(Ríe). Son asociaciones culturales. El maltrato animal también pasa por no comer carne… claro, pero somos comedores de carne, a ver esto cómo acabará, acabará llegando de Estados Unidos.

Es una cosa muy pija penalizar a los comedores de carne.

Sí, porque la carne será mala, pero lo peor es el hambre (ríe)

Vilas.

Vilas. David Morales.

Decía Umbral que la tentación de la política es frecuente en el escritor español, porque sólo como escritor no va a ninguna parte. Vaya hostión.

Sí. Umbral tenía razón: decía que para alcanzar el éxito en España tenías que bajarte al barro de la política, lidiar con políticos para alcanzar notoriedad pública, porque por las novelas no lo haces. Mira Pynchon, mira Salinger… escriben en países desarrollados y prósperos, con mucho dinero, y pueden alcanzar notoriedad literaria sin entrar en el barro. Aquí no.

Ponme un ejemplo.

La novela de Patria, de Fernando Aramburu.

Almudena Grandes.

Sí, Almudena Grandes con la guerra civil y con la actualidad política española, ella y otros escritores como ella tuvieron que bajar al barro político para alcanzar notoriedad literaria… y en otros países no es necesario. Mira Miguel Delibes con Los santos inocentes. Sí. Este es el ejemplo perfecto.

¿Quién sería ahora el señorito?

Mejor no decirlo, mejor no decirlo… porque claro que hay censura, censura de cualquier valor moral aceptado por la mayoría. Si pones en cuestión algo, te puede llevar a la ruina. En España nos dejan las novelas y el cine para decir lo que queramos, pero ya está. Quiero decirte: hay una hipocresía normal en las sociedades, es razonable, si no nos mataríamos. Yo leo novelas para encontrarme espacios donde decir las cosas, esa es la gracia, no para encontrarme a un escritor hipócrita que me va a decir lo mismo que el telediario o que adjetiva como él. Yo leo novela para encontrarme con un torrente de vida indómita y sin filtros.

Te asustan las enfermedades neurodegenerativas. La desmemoria.

Sí, porque voy hacia ahí, vamos hacia ahí. Pienso en los lazos que con tanta solvencia queremos crear, como los lazos del amor familiar… la relación entre padres, madres e hijos es una de las grandes cuestiones de la civilización. Pues viene el Alzheimer y las anula: no les reconoces ya. Cuando una madre no reconoce a su hijo, se rompe la civilización. La naturaleza recobra sus espacios. Ha ganado la batalla la naturaleza.

¿Qué tipo de anciano serás dentro de 20 años?

Me gustaría ser un William Burroughs, que me cae muy bien, porque se hizo octogenario y se estuvo drogando toda su vida y lo pasó muy bien y jamás perdió la compostura. Era lo que yo llamo un drogadicto con corbata. Se juntaba con todos los drogatas jóvenes de aquella época. Con Bob Dylan, con Patti Smith, le adoraban todos, era una especie de guía. En España es muy difícil que te dejen ser un drogadicto con corbata. Somos demasiado buenistas y cursis. El buenismo es el alimento de nuestra sociedad. En fin, nos iremos. La muerte nos da miedo. Por eso son tan importantes las drogas y la eutanasia. Es una conquista maravillosa. Yo me quiero morir drogado, disfrutando y haciendo gasto a la Seguridad Social, agonizando durante 15 días, por los muchos impuestos que he pagado.