En 1937, China y Japón entraron en guerra. Tres años después, Estados Unidos consideró la expansión japonesa lo suficientemente amenazante para sus intereses como para proporcionar ayuda militar a China y comenzar a sancionar a los nipones. Tras la firma de pactos de defensa mutua con la Alemania nazi, Italia y la Unión Soviética en 1940 y 1941, Estados Unidos congeló todos sus activos y prohibió todas las exportaciones a Japón.
A medida que Japón continuaba su guerra con China, el conflicto con Estados Unidos se hizo casi inevitable, pero los nipones no tenían los recursos necesarios para eliminar la amenaza estadounidense, aunque sí podían sorprenderles causando el mayor daño posible a su Flota del Pacífico.
Al alba del 7 de diciembre de 1941, la primera oleada de aviones japoneses comenzó a atacar Pearl Harbor, conmocionando a toda una nación y empujando a Estados Unidos a una guerra que había logrado esquivar durante años, originando un nuevo frente en plena Segunda Guerra Mundial: el Frente del Pacífico.
En aquel frente los japoneses perdieron a casi 2 millones de soldados, mientras Estados Unidos lloró la muerte de más de 100.000 de los suyos, muchos de ellos, enterrados y olvidados apresuradamente en las arenas de las playas por las que luchaban. Uno de esos olvidados fue un hijo de asturianos que estuvo olvidado durante 74 años: Manuel Menéndez Candanedo.
El marine Manuel
Manuel era hijo de Nicolás Menéndez Granda y Elena Candanedo Méndez, dos asturianos originarios del ayuntamiento de Castrillón, desde donde se habían mudado a Nueva Jersey cuando Manuel era todavía un bebé. Nació el 21 de diciembre de 1922 en el pequeño pueblo del Langeloth, perteneciente al condado de Washington, en el estado de Pensilvania, donde vivía junto a sus seis hermanos.
Se alistó en la Reserva del Cuerpo de Marines en Nueva York el 6 de noviembre de 1922 para lo que recibió instrucción en Parris Island. En enero de 1943 fue asignado al 5º Batallón de la 2º División de Marines de la Compañía K para realizar tareas en el extranjero y llegó a Nueva Zelanda a mediados de año, asignado al 3º Batallón, donde estuvo recibiendo entrenamiento durante varios meses y fue ascendido a soldado de primera clase.
En octubre de 1943 su compañía embarcó en el buque de transporte más grande de la Marina, el USS Arthur Middleton, como parte de la Operación Galvanic. Su objetivo era tomar Betio, una isla en el extremo sudoeste de Tarawa, en el grupo de islas Gilbert, pertenecientes a Kiribati. La ofensiva corría a cargo de 17 portaaviones, 12 acorazados, 8 cruceros pesados y 4 ligeros, 66 destructores y 36 transportes, entre ellos el Middleton.
Tomar el control de esta diminuta isla era vital porque tenía una pista de aterrizaje que la recorría de un extremo a otro. Quien controlara esta instalación, tendría el control de los cielos en el Pacífico.
El 20 de noviembre de 1943 dio inicio la conocida como Batalla de Tarawa. El batallón de Manuel encabezaba el asalto por el sector Red Beach One, al sur de la isla, donde los japoneses habían construido un muro de defensa y varios bunkers y nidos de ametralladoras para defender la playa. Los mandos pensaron que un bombardeo previo de casi dos horas sería lo suficientemente devastador para acabar con esas defensas, pero se equivocaron.
La carnicería
En cuanto los marines se pusieron a su alcance, alrededor de las 9 de la mañana, los acribillaron, tanto en las lanchas de desembarco como en la playa. De los 12.000 marines que atacaron la isla, 3.166 fallecieron en combate durante las 76 horas que duró el asalto. De los casi 4.000 japoneses que defendían la isla, solo sobrevivieron un oficial y 16 soldados.
Además, el hecho de que esta batalla tuviera lugar justo antes del Día de Acción de Gracias, significaba que las familias de los muertos en combate recibirían los telegramas con la desgarradora noticia en fechas tan señaladas como Nochebuena o el Día de Año Nuevo.
A pesar de las numerosas bajas sufridas por las fuerzas estadounidenses, la victoria en la batalla de Tarawa fue un gran éxito, porque el control de las islas Gilbert permitía a la Flota del Pacífico disponer de una base permanente desde la cual lanzar ataques a las islas Marshall y a las Carolinas para avanzar en su campaña del Pacífico.
Bajo la arena
Inmediatamente tras los combates, los estadounidenses enterraron a sus muertos en pequeños cementerios improvisados que fueron marcados e identificados lo mejor posible con la intención de facilitar que los caídos pudieran ser recuperados y devueltos a sus familias, pero realmente aquello era un caos.
Cuando los equipos de registros de tumbas llegaron a Betio tras la guerra, se encontraron con un gran desorden y muy pocos restos, ya que aquellos pequeños cementerios habían sido trasladados para facilitar la expansión de la base, por lo que muchos de los cuerpos ya no podían ser identificados.
Cuando las labores se dieron por finalizadas, se repatriaron los restos que se pudieron identificar, mientras el resto fueron enviados al Laboratorio de Identificación Central de Schofield Barracks, en Hawai, en 1947. Ninguno de los restos enterados en la isla de Betio pudieron reconocerse como los del soldado de primera clase Manuel Menéndez, por lo que fue declarado como “irrecuperable” el 8 de febrero de 1949.
74 años desaparecido
Su familia recibió de manera póstuma el Corazón Púrpura y la Mención Presidencial de la Unidad, además su nombre fue grabado en un marcador conmemorativo en el Cementerio Nacional Conmemorativo del Pacífico, en Honolulu, Hawai, junto al resto de desaparecidos.
Los restos que no pudieron ser identificados fueron enterrados en 1949 en Punchbowl, entre ellos, un grupo denominado Betio X-168, que habían sido examinados en enero de 1948 por el Laboratorio de Identificación sin conseguir aclarar su identidad.
Pero en julio de 2016, una forense voluntaria se puso en contacto con la familia de Manuel para pedirles una muestra de ADN, ya que estaban intentando identificar con técnicas forenses modernas algunos de los restos irrecuperables de los caídos en la Segunda Guerra Mundial.
En octubre de 2016, Betio X-168 fue exhumado y enviado al laboratorio para su análisis. Un año después, el 30 de octubre de 2017, tras realizar pruebas de ADN, revisar las fichas dentales, radiografías y análisis antropológicos, los técnicos fueron capaces de identificar esos restos como los del soldado de primera clase Manuel Menéndez. 74 años después lo habían encontrado.
Manuel fue devuelto a su familia y el 22 de marzo de 2018 y fue enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington con todos los honores militares. Su nombre sigue inscrito permanentemente en el marcador conmemorativo de desaparecidos del Cementerio del Pacífico, pero como fue recuperado e identificado, se colocó una roseta junto a su nombre para indicar que Manuel ya no está perdido.
Actualmente, más de 73.000 soldados del ejército de los Estados Unidos muertos durante la Segunda Guerra Mundial siguen desaparecidos.