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Probablemente tenga la mirada azulada más penetrante del cine español. Tiene buenas maneras y es de trato exquisito. No levanta el tono de voz en ningún momento. De tanto en tanto como se va otra frecuencia y retoma el contacto como si nadie a su alrededor se hubiera dado cuenta. Tiene múltiples personalidades que atraviesan diacrónicamente el celuloide, el papel, la madera o la pintura. En definitiva, Jordi Mollà (56) sabe cómo beberse la vida. Quizás, y aún mejor, de lo que hacía Ava Gardner en sus correrías madrileñas.

Nacido en L'Hospitalet de Llobregat es un ciudadano del mundo. Si los rodajes le han llevado a diferentes países, con sus exposiciones de pintura ha visitado los cuatro puntos cardinales. Como uno de los artistas más transgresores del arte contemporáneo, a Mollà le divierte diseccionar su realidad para conjugarla a su antojo. No depende de nada ni de nadie. Es un ser libre con o sin albedrío. Desde que alcanzara la fama junto al prestigio gracias a Bigas Luna con la película Jamón, jamón junto a sus amigos Penélope Cruz (50) y Javier Bardem (55), el catalán ha brillado a ambos lados del Atlántico.

En Hollywood ha trabajado con Johnny Depp (61) y Emma Roberts (33) en Blow (2001), rodó Elizabeth: la edad de oro (2007) con Cate Blanchett (55), Geoffrey Rush (73) y Clive Owen (60)... En 2010 lo hizo con Tom Cruise (62) y Cameron Díaz (52) en Noche y día y cinco años más tarde con Chris Hemsworth (41) en El corazón del mar. Esto tan solo es una muestra.

Jordi Mollà, actor.

Jordi Mollà, actor. Gustavo Valiente EL ESPAÑOL

En noviembre publica su nuevo libro, . Una palabra tan simple pero compleja en significado. A pesar de la promoción, siempre encuentra tiempo para pintar. Lo hace cada día en cualquier lugar. Es su única droga.

Hace unos días, el actor se vio envuelto en una polémica tras su entrevista con David Broncano (39) en La Revuelta. Las redes sociales ardieron. Le tacharon de machista, algunos consideraban que estaba ido de la cabeza otros que daba respuestas tontas o incoherentes y que entre Mollà y Broncano se destilaba una no muy buena sintonía.

¿Hasta qué punto estaba pactado u orquestado? "No, no, nada de eso (risas) Me llamaron el día anterior, no había visto el programa y cuando llegué allí lo único que le dije al realizador fue preguntarle cómo es el plató ya que lo desconocía. El programa lo produce Andreu Buenafuente, a quien conozco desde hace unos 23 años porque trabajábamos en TV3. Pero si todos somos de Cataluña. Recuerdo que Broncano me entrevistó hace unos años porque Buenafuente no pudo hacer el programa esa noche, yo le envié un mensaje preocupado, pero yo estuve encantado con ese chico (Broncano), que es a quien vi el otro día. Él sabe que yo sé y yo sé que él sabe. Y lo demás pues…", confiesa Jordi Mollà a EL ESPAÑOL | Porfolio.

Tampoco fue consciente de la repercusión que tuvo después el programa: "Bueno, tampoco tanto. No lo he visto. Las cosas las hago y las comparto, ya no son para mí, son para los demás. Intento estar presente y ser respetuoso con todo el mundo. Y lo que se pueda tergiversar o no comprender también lo acepto. No pasa nada", admite. Es la hora de comer y tras decir en dos ocasiones que tiene hambre, a pesar de haber llegado tarde a la entrevista algo más de 20 minutos, se despide amablemente.

Pregunta.– ¿Cuánto oscurantismo hay en el estrellato?

Respuesta.– ¿En el éxito? ¿En la fama? El éxito es una palabra más abstracta y complicada para comentar. Sobre la fama, yo tuve la inmensa suerte de ser lo suficientemente famoso como para estar tranquilo y no querer más. Eso lo tienes que modular tú porque si no lo haces, el grado de fama que puedes llegar a tener te aseguro que se volverá en tu contra.

La gente no entiende lo que quiere decir ser una celebridad o una persona pública. Tiene sus peajes. En alguna época de mi vida estaba aturullado de tanta fama que no firmé algún autógrafo, tenía como 26 o 27 años, era muy joven, todo se vino encima. Eso sí era fama de verdad. Pienso que hay que tener cuidado porque no se ha de tener más fama de la que puedes soportar porque lo que no se puede ser es famoso un día y al siguiente no me apetece. Si no quieres que nadie te moleste por la calle y te pide autógrafos, tira y vete a trabajar a Mercabarna como mis primos, que venden honradamente ajos, patatas y cebollas.

Lo que no puede ser es decir que hoy estoy de buen humor y accesible y al siguiente día no querer saber nada de nadie. Si llega ese momento no salgas de casa ya que sabes que te van a dar el tostón. Estos son algunos de los laberintos que tiene la fama. Como decía mi querido Chiquito de la Calzada:"Una mala tarde la tiene cualquiera". Hay taxistas en Madrid que me dicen que el otro día llevaron a tal o cuál compañero y que qué borde… ¿Y qué les digo? Pues eso, que una mala tarde la tiene cualquiera.

Jordi Mollà.

Jordi Mollà. Gustavo Valiente EL ESPAÑOL

P.– No se les perdona que no tengan ganas. Es un sambenito que les persigue durante mucho tiempo.

R.– Somos humanos. Nadie sabe lo que nos ha podido pasar. Lo más fuerte que me ha ocurrido en la vida fue perder a mi madre hace diez años y un taxista, que estaba entusiasmado el hombre de verme, se puso a hablar alegremente, estaba exultante y cuando le dije que fuéramos al sanatorio no dijo ni una palabra más. Tan solo un "señor Mollà, sea lo que sea, lo siento". Y le contesté: "No se preocupe, una mala tarde…" Así que como te digo, la fama es algo fantástico si la sabes usar y no ella a ti.

P.– Hubo un antes y un después para los famosos y los periodistas con la aparición de las redes sociales, ¿cómo lo ha gestionado? ¿Es usted quien controla directamente el contenido?

R.– Todo está bajo mi control. Yo ya vengo de muchos años de fama, no entré al trapo. Llevo desde los 20 años en las páginas de los periódicos con más o menos intermitencia, está muy bien que haya ocurrido así, no me verás muy a menudo. Sólo apareceré cuando me tengas que ver y si no, pues es porque no hay nada de qué hablar. No voy a los sitios por el mero hecho de ir. No me impactaron las redes sociales ni cuando llegó My Space.

Llevo en ese tren muchos años y lo único que puedo decir es que lo que sí me afectó fue cómo le estaba afectando a la gente. No entienden que antes, para tener página en Elle o Vogue, implicaba a periodistas, fotógrafos, maquilladores, imprenta, furgonetas, distribución, quioscos… Y ahora, de repente, te haces una foto, haces clic, la cuelgas y te ven millones de personas. Evidentemente tiene ese efecto tsunami. Es lo que decía Warhol con aquello de que todo el mundo quiere ser famoso durante 15 minutos, lo que ocurre es que la gente quiere ser célebre todos los días de su vida . ¡Coño, esa gente no sabe lo que está diciendo! No para mí, gracias (risas).

P.– ¿Cuál es el mayor prejuicio que existe sobre ti?

R.– ¡Uf, yo no tengo la cabeza para esto! No, no, de verdad. Tengo tantas cosas que hacer, todas tan bonitas y creativas, que no tengo el tiempo ni energía para saber qué prejuicios hay sobre mí. Además, no puedo hacer nada contra ello. Como en todo, hay gente a la que le caerás bien o mal, porque caerle bien a todo el mundo, tampoco me lo creo.

P.– Con los nuevos paradigmas de los que hablas en tu libro hay un elemento bastante importante que la gente no suele analizar y es la soledad. ¿Cómo se la ha planteado?

R.– La soledad no existe. Mi libro no habla directamente sobre ello. Habla de que estés muy de acuerdo contigo mismo y tranquilo independientemente de lo que ocurra fuera. Para mí la soledad existe como concepto, es un estado anímico, una emoción y ahí es donde me ha interesado porque aparece la emoción de soledad. Por qué una persona que está en un recinto donde teóricamente ha ido con gente, con amistades, hay música, de repente, nota que se siente solo. ¿Qué es estar solo?. Imagínate a esa chica que sale con sus amigas el viernes por la noche a una discoteca y tiene ese sentimiento de soledad, que se pregunta qué hace ahí, que está rodeada de todo. No quiero aportar nada nuevo con este libro, no enseño ni desvelo tan solo es compartir algo con quien lo desee.

Jordi Mollà.

Jordi Mollà. Gustavo Valiente EL ESPAÑOL

P.– ¿Se ha encontrado alguna vez ante un vacío existencial?

R.– Hombre, claro.

P.– Quizás por ser un artista multidisciplinar tiene una sensibilidad más desarrollada y le ha resultado más fácil amoldarse, ¿cómo la ha afrontado realmente?

R.– No, no, no. Cuando la vida te golpea tienes que atravesarla. Es así. Tienes que digerirlo y ya depende de cada uno cómo lo quiera hacer. Algunos no lo pueden afrontar y se enganchan a una droga, otros se ponen a trabajar como si no hubiera un mañana, otros van al gimnasio compulsivamente, etc.

P.– ¿Qué principios son a los que no renuncia? ¿A qué le es fiel?

R.– No sé, ahora se me viene a la mente que a Dios y la vida.

P.– ¡Ah, muy bien!, pero eso es muy amplio.

R.– Sí, claro. La vida es muy amplia y extensa y Dios no te cuento. Cada uno es así.

P.– ¿Sigue teniendo la residencia en Miami o está de manera itinerante?

R.– Itinerante, como siempre.

P.– Pero puede votar en Estados Unidos…

R.– No.

P.– ¿Kamala o Trump?

R.– Cero patatero. No hablo de política.

P.– Usted lleva coqueteando con Estados Unidos prácticamente la mitad de su vida, ¿siguen existiendo unos estereotipos tan marcados?

R.– Sí, siguen ahí.

P.– ¿Dónde le veremos próximamente?

R.– En Netflix. Hace tres meses rodé en Nueva York una película llamada The Life List donde tengo un papel pequeño pero muy jugoso, está presente en la trama. Habla de una chica joven (Sofia Carson) que está en un vacío existencial. Yo soy su padre.

Jordi Mollà, actor.

Jordi Mollà, actor. Gustavo Valiente EL ESPAÑOL

P.– ¿Se considera usted un verso libre?

R.– ¿En qué sentido?

P.– Que no tiene miedo a decir lo piensa.

R.– El respeto es fundamental. Comparto contigo cosas que observo, tampoco quiero tener un juicio, una opinión. Soy un gran propulsor del concepto de la libertad. Cada uno puede hacer lo que quiera, pero luego hay que hacer el trabajo.

P.– ¿Cómo vivió el mal trago de su amigo Johnny Depp durante el juicio con Amber Heard? ¿Se dibujó a alguien tan diferente a lo que usted conoce?

R.– ¿El señor Johnny Depp? Esencialmente, es un buen hombre, esencialmente. Le he visto demostrarlo.

P.– Junto con el cine, otra de sus válvulas de escape es la pintura. ¿Considera que hay dos fases a partir del mundo en el que se instala intermitentemente en Estados Unidos?

R.– Sí, va mutando continuamente. Aunque ame por encima de todo el color blanco y negro porque son impresionantes, obviamente cambian las paletas desde que me trasladé allí. Lo abstracto se ha diluido, voy a lo figurativo, lo fotográfico, lo digital, más pop y, de repente, lo pop toma otra línea… Está muy bien ver cómo va cambiando contigo el estilo a lo largo de los años. En California y Florida la gente viste con camisas rojas, celestes, pantalones naranja y si te vas a Düsseldorf todos van de negro en invierno. La llaman "la ciudad negra". Si en vez de estar tantos años en California los hubiera pasado en Alemania seguro que mis cuadros serían tan oscuros.

P.– Se acaba de cerrar el año Bigas Luna por el décimo aniversario de su fallecimiento. ¿Qué aprendió de él?

R.– Era maestro de maestros. La suerte que tuve solo la sé yo. La suerte que tuve de convertirme en su amigo (se nota cierta nostalgia) al margen de haber hecho tres películas en once años (Jamón, jamón, Volavérunt y Son de mar). Tuve la suerte de que como yo vivía en Barcelona y él en Tarragona nos frecuentábamos mucho más. Era un tío de una amplitud intelectual alucinante, un hombre que sabía gozar de la vida, un artista y un visionario alucinante hasta el punto de que en 1998 ya hablaba de la inteligencia artificial, de pantallas plasma, de una gran red…

P.– ¿Hay algún proyecto sobre la mesa para trabajar con Penélope y Javier?

R.– Para una misma película no.

P.– Su próximo libro se titula y sale en noviembre. Parece muy filosófico, existencial.

R.– habla de ti, de que tú te observes en la medida que puedas, te valores, te importes a ti mismo, que tú siempre vayas en primer lugar con el credo de no hacer nunca daño a nadie, pero que te pongas y te responsabilices de tu actuación como tú.

P.– En una sociedad que va demasiado rápido, que se desea el éxito inmediato, ¿cómo se logra ese equilibrio interior o las ansias que uno pueda tener?

R.– (Pensativo) Por eso escribí este libro porque lo de fuera es lo de fuera y lo de dentro, es dentro. A todos nos han pasado cosas fuera que han sido desagradables y una pérdida de tiempo. Pero la manera de poder compaginar cualquier tipo de efervescencia, deseo y de utilidad para conseguirlo se basa en que tú estés primero tranquilo, convencido de que tú existes, que tú eres fantástico y que tú eres importante. Atiéndeme, no es un libro para narcisistas, ni egocéntricos, ni vanidosos. No habla de nada de todo eso. Al contrario, habla de un encuentro contigo donde reine la plenitud frente a un ruido que todos lo conocemos y que cada día es más ensordecedor.

P.– ¿Se podría decir que ha protegido su ‘yo’ porque para la industria usted es el ‘tú’?

R.– A lo largo de mi carrera uno ha ido aprendiendo y gestionando sus emociones y se pone diferentes armaduras. No quiero hipotecar mi alma en pro de un éxito en taquilla que me hubiera hecho perder esa identidad que me he estado construyendo.