Coral, Sergio, Iván y los miles de voluntarios que llegan en buses de la Generalitat: "Esto parece un escenario de posguerra"
Equipados con guantes, mascarillas y escobas, cientos de personas desafían el lodo y la fatiga para rescatar calles y hogares en las zonas más afectadas de Valencia.
En Sedaví, una de las áreas más devastadas por la DANA en Valencia, una marea de voluntarios se despliega con una determinación que sólo surge en momentos de crisis. Muchos de ellos llegan en autobuses de línea de la Empresa Municipal de Transportes organizados por la Generalitat Valenciana y unidos por un sentimiento compartido: "No podemos quedarnos en casa".
Armados con palas, escobas, guantes y mascarillas, miles de personas llegan dispuestas a desafiar el barro, el lodo y el agotamiento. Cada uno de ellos, como Jorge y Yagüe, ha dejado sus obligaciones para ayudar. "Venimos desde Valencia ciudad y estaremos aquí hasta que anochezca o hasta que las piernas ya no puedan más", comentan.
No todos son locales. Coral, Lucía y Carla representan a otros tantos que, desde todas partes de España, han decidido sumarse al dispositivo de limpieza. A su lado, Iván, Sergio y Carlos se mueven sin camiseta, cubiertos de barro y con chalecos reflejantes, esforzándose por remover cada kilo de lodo que ha cubierto las calles y los hogares.
Mientras los voluntarios avanzan, la Dirección General de Salud Pública de la Generalitat alerta sobre los peligros de trabajar en estas condiciones: "Las inundaciones pueden tener una influencia negativa en la salud a medio plazo". Por ello, se recomienda el uso de mascarillas y guantes, y evitar la exposición directa de la piel al agua estancada.
Paula López y Elena, conscientes de estos riesgos, han traído una caja de mascarillas y guantes que reparten entre quienes llegan al puente que conecta La Torre con San Marcelino. "Es lo último en lo que piensa la gente, pero es importante", explica Paula. En sólo cinco minutos, el stock se agota y Paula llama a sus amigos para recaudar fondos y comprar más protección.
La escena se repite en barrios y pueblos cercanos, donde las calles, aún repletas de basura y lodo, presentan una grotesca imagen de muebles, juguetes y recuerdos destrozados. En Aldaia, Javier, vecino de esta localidad, expresa la frustración compartida por muchos. "¿Dónde están los militares?", pregunta, señalando la falta de ayuda oficial mientras el barro y la destrucción dominan las calles. "Estamos solos, autoorganizándonos, pero no vemos ni policías, ni militares, ni bomberos", añade.
'Un escenario de posguerra'
Pedro, otro vecino, resume la situación como si estuvieran "en un escenario de posguerra". Para él, la falta de visibilidad en los medios es un problema serio. "Si no hay difusión, es imposible que la gente se dé cuenta de que Aldaia está completamente destrozada".A pesar de la falta de recursos y de la incertidumbre, la solidaridad no cesa. Voluntarios como Teo y Gema, quienes aprovecharon la oportunidad del transporte proporcionado por la Generalitat para llegar a Aldaia, muestran una actitud incansable.
"Sabemos lo que nos espera: lodo, fango… eso es lo de menos. Lo importante es ayudar a las personas", afirma Teo, un estudiante de Medicina que ha decidido venir sólo, ya que sus amigos se han distribuido en diferentes áreas afectadas. A medida que el día avanza, la magnitud de la catástrofe es evidente.
Los equipos de rescate y voluntarios encuentran cada vez más cuerpos en garajes inundados y fosos aún llenos de agua en pueblos como Paiporta y Benetússer. Los vecinos observan con angustia y esperanzas de que no haya más víctimas, mientras los equipos especializados de la Guardia Civil intentan rastrear y despejar cada espacio anegado.
Más ayuda militar
En este contexto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado la declaración de las áreas afectadas como zonas gravemente impactadas. Con el despliegue de 5.000 militares y miles de efectivos más de la Guardia Civil y la Policía, se busca restaurar la normalidad y apoyar la reconstrucción urgente de infraestructuras, servicios y comercios dañados.
Andrés Figueres, residente de Almoines, se unió a esta movilización con sus hijas adolescentes, Emma y Alma. Tras cargar su coche con agua, escobas y productos de limpieza, se dirigieron a Algemesí, otro de los puntos afectados. "Hemos oído que se necesita ayuda, así que venimos a echar una mano", comenta Andrés. Sus hijas, emocionadas y nerviosas, se prepararon con gorras, pantalones largos y guantes, mientras repetían los consejos que leyeron en redes sociales: "Las uñas cortas para evitar infecciones y llevar siempre la mascarilla puesta".
El esfuerzo colectivo de los valencianos y de aquellos que han llegado desde otras comunidades no solo evidencia un profundo sentido de solidaridad, sino también una movilización sin precedentes en tiempos de paz. Las palabras de un vecino de Aldaia lo resumen bien: "La ayuda de los voluntarios ha sido increíble, pero no sabemos si lo estamos haciendo bien o mal". Cada calle, cada esquina representa un reto; el trabajo parece interminable, y los recursos no siempre alcanzan.
Al caer la noche, el cansancio es evidente, pero pocos están dispuestos a abandonar. La historia de estas personas se convierte en el retrato de una comunidad que, a pesar de la tragedia, muestra su resistencia. Las calles siguen llenas de barro, pero también de esperanza. Entre escobas y palas, los voluntarios vuelven a sus hogares, agotados, pero listos para regresar mañana. Porque en Sedaví, en Aldaia y en otros municipios afectados, aún queda mucho por hacer.
Este artículo ha sido elaborado con la Leica SL3, una compañera de confianza que ayuda a nuestros reporteros a elevar la narración periodística visual a otro nivel.
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