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Valiente y honesto. Son los adjetivos que mejor definen a Ernesto T., el único hombre adicto al sexo que ha aceptado participar en este reportaje a condición de mantener su anonimato. Al igual que Íñigo Errejón, quien fue a terapia para resolver sus adicciones, Ernesto recibió tratamiento psicológico para su trastorno. Al no obtener los resultados que esperaba, decidió sumarse a la red de sexólicos del colectivo Adictos al Sexo Anónimos (ASA), una organización cuya filosofía de trabajo se inspira en los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos.

Sus compañeros y su padrino han sido su flotador en su océano de impulsividad y dependencia. "Hoy ya llevo un año en recuperación. A mí me ha cambiado la vida. No quiere decir que ahora sea todo como en una película de Disney, pero me trato a mí mismo y a los demás de una forma muy diferente".

La adicción al sexo es una patología que no se incluye en los manuales de trastornos mentales. No existe consenso científico sobre su diagnóstico. Por ello, puede manifestarse de una ingente cantidad de formas, tantas como pacientes pasan por una consulta. Las estimaciones aseguran que afecta a un 5% de los españoles y que la mayoría de los pacientes son hombres.

Hablar de patrones implica caer en el reduccionismo, porque cada paciente con adicción tiene un historial clínico con sus potenciales detonantes y coadyuvantes. Sin embargo, la definición del trastorno transita por ciertos lugares comunes: la adicción sexual se manifiesta generalmente en la necesidad compulsiva de sexo, en el deseo descontrolado, en el hecho de llevar a cabo conductas de riesgo vinuladas a la impulsividad y la compulsividad; también en la dependencia física y emocional desarrollada hacia una o varias personas, e incluso en una preocupación crónica por el amor romántico, el coqueteo o la fantasía.

Así definen el trastorno asociaciones como S.L.A.A España o la propia ASA, comunidades de hombres y mujeres que, a imagen y semejanza de Alcohólicos Anónimos, mantienen su sobriedad sexual ayudándose los unos a los otros a través de encuentros, charlas y apadrinamientos. También mediante la consecución de los famosos 12 pasos para rehabilitarse, los cuales van desde admitir su impotencia ante su adicción hasta hacer una lista de todas las personas perjudicadas por sus actitudes para resarcir el mal generado.

"Yo empecé a iniciarme en este tipo de comportamientos sexuales a través de la pornografía. Fue hace más de 30 años, cuando aún tenía 12. Mi reconocimiento del sexo como una adicción, sin embargo, me llegó hace dos años", confiesa Ernesto T. "He tenido que mirar hacia atrás y comprender de que mis actos eran de una naturaleza adictiva. Mi pareja me ayudó a mostrármelo. Yo no lo quería ver".

Al tratarse de un tema lastrado por la losa del estigma –"la mayoría de personas piensan que los adictos somos unos pervertidos, y no es verdad"–, Ernesto prefiere no entrar en detalles sobre sus compulsiones. "Es fácil caer en que hay una serie de pautas que cumplen todos los adictos, pero ni mucho menos. Sólo puedo hablar de mi caso. Tenía un comportamiento relacionado con el sexo que no podía detener. Es algo que te supera; tu vida se vuelve ingobernable y pierdes el control".

Y continúa: "Yo utilizaba el sexo como un mecanismo de regulación, lo cual no era nada funcional. No existen detonantes universales. Pero era adicto. Y no paraba. De verdad, no paraba... Eso me llevó a tener problemas con mi pareja. Me prometía que no iba a seguir haciéndolo... y entonces la culpa era mayor. La vergüenza crecía. La desesperación se disparaba. No conseguía cambiar. Yo escuchaba a mis adicciones y actuaba haciendo cosas que no quería. Las hacía llorandoJamás nací con la vocación de ser adicto, pero así se ha dado. Me he hecho mucho daño. Se lo he hecho a gente que quiero. Y en el programa [de ASA] tengo la oportunidad de reparar esa conducta. Si la vida me da la oportunidad, repararé esos daños". 

Como cualquier patología similar, la adicción al sexo está estrechamente vinculada con el sistema de recompensa cerebral, aquel que se encarga de mediar entre la sensación de placer en el organismo y los estímulos o acciones que generan ese placer en el individuo. La repetición de esos estímulos o situaciones 'placenteras' acaba sumiendo al adicto en una vorágine de dependencia y compulsividad desesperadas.

'Caso Errejón': diagnóstico psicológico

"Ser adicto no implica ser violento", asegura a EL ESPAÑOL el psicólogo experto en adicciones Fernando Botana, director de Impasse Adicciones. "El caso Errejón no habla tanto de una adicción sexual sino de un comportamiento impulsivo e irrefrenable y totalmente reprobable. La adicción no necesariamente desemboca en abusos", sentencia. 

"Las adicciones se definen muy sencillamente como una actividad o una ingesta de algo que empieza de forma recreativa o lúdica, de una manera inocente, y que con el tiempo se convierte en algo que uno no puede deshacerse de esa ingesta aunque ya no le aporte aspectos positivos", continúa Botana. El sexo, sin embargo, es algo más complejo. En el caso de la adicción al sexo, se trata de una conducta sexual convertida en una acción compulsiva, repetitiva, que empieza a distorsionar la vida de una persona. 

"Cuando uno se mantiene en su adicción, deja de hacer cosas, entre ellas afrontar su vida íntima. Además, en el 70% de los casos de adicciones al sexo hay un consumo de drogas estimulantes, lo que produce un descontrol mucho mayor". No pasa desapercibido que el propio Íñigo Errejón también estuviese siguiendo terapias para hacer frente a su consumo de sustancias.

¿Dónde está la fina línea entre tener una adicción o una serie de compulsiones y romper la línea que separa la patología de la ilegalidad? "Es un tema delicado. Hay personas que no se controlan, que pierden el control de una faceta de su vida. ¿Se les debe exigir control? Por supuesto. Pero desde el punto de vista de la conducta humana, hay más probabilidades de que alguien adicto tenga un acceso de violencia o desbordamiento".

En el caso del exportavoz parlamentario de Sumar, "hablamos de alguien que tenía una imagen de chico absolutamente formal, generoso, todos los aspectos positivos. Pero no ha sabido controlarse". ¿Cuándo lo es y cuándo no? "Es algo muy relativo. No hay un adicto al sexo puro, sino un adicto con antecedentes, con historia, con un perfil psicológico que coadyuva con sus adicciones". No obstante, es importante reseñar que una cosa es la adicción, y otra la falta de control sobre el propio impulso.

El psicólogo recuerda que "hay adictos al sexo cuyos comportamientos son cariñosos, empáticos, muy emocionales y que tratan bien a las mujeres. Y se relacionan bien. El problema está en la capacidad de relacionarse. Cuanta más dificultad tengas para hacerlo, más fácil es que caigas en un enredo de este tipo. Relacionarse bien es garantía de salud mental. Este [se refiere al caso del cofundador de Podemos] es un problema narcisista que deriva en abuso, pero no tiene por qué ser el perfil base para un adicto al sexo. El que abusa de una mujer tiene una conflictividad interna. Algún tipo de alteración psicológica. Sufre un desbordamiento".