Víctor Lugo, el guardián del único café europeo: lo cultiva en Canarias artesanalmente y vende su grano a 80 €/kg
Su familia lleva doscientos años en la finca La Laja, donde plantan una variedad poco productiva, pero muy suave y aromática, de café arábica.
Comienza a caer en Gran Canaria una lluvia muy fina, suave, cuando de repente aparece Víctor Lugo Jorge entre naranajeros y cafetales. "Si llueve es un buen día para nosotros", dice. Este grancanario es el guardián de uno de los secretos mejor guardados del mundo, incluso para los canarios: el del único café que se produce en Europa.
Su familia lo mantiene en la Finca de la Laja desde hace al menos 200 años. Aquí, en el Valle de Agaete, se presentan las condiciones ideales para el crecimiento de los granos gracias a su suelo volcánico y el microclima presente. A tan sólo 255 kilómetros del continente africano, y a casi siete mil kilómetros de Colombia, este lugar es lo más parecido al Eje Cafetero que tenemos cerca de Europa.
Alguien pronunció alguna vez la frase "cuánto consuelo encontraríamos si contáramos nuestros secretos". Víctor Lugo lo sabe muy bien. Mientras atiende a EL ESPAÑOL en la finca, no deja de recibir las visitas de turistas que acuden hasta la misma con el fin de conocer la producción de este recóndito y especial grano.
El cultivo, además, es mínimo. "1.200 kilos al año", dice Víctor. Y no tan productivo. El café requiere de mucho reposo y 'mimo' durante meses para que pueda ser bueno. "Exportamos nuestro café a más de 30 países y no pagamos nada de transporte", explica Víctor sonriente, mientras un grupo de turistas eslovenos pasea entre las plantas. "No lo pagamos porque ellos se lo llevan".
Las plantas de arábica típica son exigentes: necesitan sombra, humedad constante y una recolección meticulosa. Cada planta tarda alrededor de tres años en madurar, y el proceso completo, desde la siembra hasta el tostado, es artesanal. En Finca La Laja, el café se cultiva de forma lenta, conservando un proceso que muchos otros productores abandonaron hace tiempo en favor de técnicas más rápidas.
En el Valle de Agaete, donde aproximadamente otras 40 familias también cultivan el café de manera reducida y artesanal, el grano de café sólo puede adquirirse en persona, lo que añade exclusividad a un producto cuyo precio supera los 80 euros por kilogramo.
Historia y biodiversidad
La finca, situada entre las montañas sagradas de Gran Canaria, alberga naranjos, aguacates, mangos y viñedos que conviven con los cafetales. "Aquí el café es una fruta", dice Víctor, mientras observa con orgullo los cafetos cargados de cerezas rojas. "De siete kilos de café cereza, apenas se obtiene un kilo de café tostado y molido". Los turistas, principalmente nórdicos, quedan fascinados al ver por primera vez una planta de café en su vida, observando el proceso completo, desde la recolección hasta la molienda.
El café de Agaete sigue una tradición poco común en otros lugares del mundo: el proceso de secado es "por la vía seca", una técnica que reduce el uso de agua. Las cerezas, una vez recolectadas, se colocan en camas africanas para secarse bajo el sol durante 25 a 30 días. Víctor aclara que, aunque en grandes zonas cafeteras como Colombia o Brasil se emplea el método húmedo —que requiere un consumo elevado de agua—, en Canarias no es viable por la escasez del recurso. La técnica de secado lento a la que recurren, aunque laboriosa, permite conservar la esencia de cada grano y contribuye a un cultivo más sostenible.
En medio de la finca, una pequeña máquina de tostado opera con precisión. Cuando el café verde alcanza los 180 grados, Víctor y su equipo lo trasladan al tambor de tostado. La operación debe realizarse con cuidado; un tostado medio es fundamental para que el café conserve sus notas originales. "No buscamos un tostado italiano; preferimos algo más suave, que respete el aroma natural", explica. El resultado es un grano de sabor aterciopelado y bajo en acidez, que seduce a los paladares más exigentes y convierte a este café en una joya exclusiva.
Casa romántica
A tan solo unos metros de la finca se encuentra Casa Romántica, el restaurante de la familia Lugo. Fundado en 1976 por una pareja suiza que se enamoró del valle, el restaurante fue adquirido por la familia en 2019 y transformado en un centro de interpretación gastronómica. Aquí, la cocina local se fusiona con sabores internacionales, en un menú que homenajea los productos de Gran Canaria. "Todos los ingredientes son locales: naranjas de la finca, vino de nuestras uvas y, por supuesto, el café de Agaete", cuenta Víctor mientras muestra con orgullo la carta de Casa Romántica.
Casa Romántica ha sido concebido con una filosofía de sostenibilidad. La familia ha implementado prácticas de compostaje, aprovecha materiales reciclados y reduce al mínimo la huella de carbono del restaurante. Además, el centro cuenta con un museo del café que muestra el ciclo de producción y ofrece al visitante una experiencia que va más allá de lo culinario: un recorrido sensorial por los 21 municipios de la isla a través de sus productos típicos.
"Queremos que Casa Romántica sea un reflejo de Gran Canaria", comenta Víctor. Su sueño es lograr, algún día, una estrella Michelin verde o roja, un reconocimiento a su compromiso con el entorno y la cultura local. En sus paredes, cada plato cuenta una historia y cada ingrediente conecta al comensal con la tierra canaria.
Un legado que perdura
Víctor ha dedicado su vida a la Finca La Laja, que sus antepasados adquirieron hace más de doscientos años. Su filosofía es sencilla y poderosa. "Recibimos un legado y tenemos que devolverlo igual o mejor de lo que lo encontramos", dice. Esta visión de respeto y cuidado se plasma en cada aspecto de la finca, desde los cafetales hasta el restaurante, y es la razón por la que su café sigue siendo único.
"Para mí, esto no es un parque temático", dice Víctor. "Aquí no se trata sólo de enseñar, sino de vivir y experimentar la tradición en un entorno que se mantiene activo y fiel a su historia". La finca no es sólo un lugar de trabajo; es un rincón en el que cada visitante es testigo de un proceso ancestral que conecta el pasado y el presente.
El café de Agaete es una muestra de la diversidad de Gran Canaria y del potencial de sus recursos. En un mundo cada vez más dominado por las producciones masivas, Finca La Laja y Casa Romántica son un recordatorio del valor de lo auténtico y artesanal. Con cada taza de café, el visitante prueba una tradición que ha sobrevivido generaciones, preservada por la familia Lugo con dedicación y pasión.
A medida que el grupo de turistas se despide de Víctor y se dirige a la salida, muchos se llevan bolsas de café y botellas de vino, recuerdos de un viaje al corazón del café europeo. Víctor sonríe, satisfecho. Sabe que cada grano, cada visita y cada historia compartida son parte de un legado que él, como guardián, está decidido a proteger.