Cristina Fallarás durante la presentación del libro.

Cristina Fallarás durante la presentación del libro. Carlos Luján Europa Press Madrid

Reportajes

Los desgarradores testimonios del libro de Cristina Fallarás: relata 1.500 casos, el 70% "de niñas" incluso de cuatro años

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"Tanto mis primas como yo sufrimos tocamientos por parte de mi abuelo durante años. Hasta los doce, que ya no me dejé más. Mi abuela lo sabía y cerraba la puerta". Es el primer relato que guarda el libro No publiques mi nombre (siglo XXI editores), de Cristina Fallarás

La compilación, con epílogo de Nerea Barjola, ha sido realizada por la periodista Andrea Aldana, que la ha tildado de "infierno". A ella, los testimonios que más le impactaron son los que tienen que ver con los centros de salud. "No me hubiera imaginado que existiera tanta violencia sexual en una cita médica", ha asegurado durante la presentación del mismo la periodista, especializada en Derechos Humanos. 

Cristina Fallarás relató ella misma el que más le ha impresionado dentro del libro. "Una muchacha de una zona rural contaba que los chicos de su generación la cogieron, le pusieron un casco de moto entre todos, la metieron en un garaje y la violaron con el casco puesto. Le dijeron que era tan fea que no querían verle la cara ni mientras la violaban", contó.

El libro presentado aglutina 1.500 testimonios contados por más de 750 mujeres. Los episodios ocurridos cuando las mujeres son menores son más de un 70%. "Un 70% de las mujeres que relatan episodios de violencia sexual los ubican en la infancia", resaltaba Cristina Fallarás. 

Uno de ellos es el siguiente:

22-09-2023 15:54
Voy con mi historia, que es como la de muchas otras. A los treinta y seis años empiezo a recordar los abusos sexuales por parte de mi padre cuando yo tenía unos seis o siete años. Ahora tengo cincuenta y seis años y me han diagnosticado un trastorno de identidad disociativo que tengo desde que sufrí los abusos y que me salvó la vida.
Durante toda mi vida he sufrido abusos por parte de jefes, taxistas, compañeros de trabajo y desconocidos. Al disociarme era una presa fácil. Lo olvido casi todo y lo sé por pesadillas o flashes. Es todo una mierda.

Cristina Fallarás durante la presentación del libro.

Cristina Fallarás durante la presentación del libro. Carlos Luján Europa Press Madrid

Los relatos reseñan, en palabras de la autora, que hay pocos "lugares seguros" para una mujer. El siguiente relato, hiela.

30-08-2023 19:24
Me he dado cuenta y conectado con este abuso de adulta. Tengo treinta y nueve años. Un compañero de mi padre policía se pasó toda una noche cerca de mí teniendo yo siete u ocho años, me abrazaba mucho. Estaba incómoda, pero no dije nada, era el compañero de mi padre, mis padres y su mujer e hijos estaban delante, y encima siendo poli... Me llegó a decir al oído: «No te has secado bien el chochito cuando has meado porque se te han mojado las mallas». No dije nada.

Los editores del libro solo han corregido las faltas de ortografía y alguna gramatical. Entiende Fallarás que la manera en la que las mujeres le transmiten lo ocurrido también tiene mucha importancia y lo deja claro en el prólogo del libro. No hay sinónimos, no hay blanqueamiento.

8-09-2023 22:11
Fue en la boda de mi hermano. Mi ex me folló mientras yo dormía. En mi casa todavía se lamentan porque lo dejé. Al dejarlo, me mandó un audio de cuarenta y cinco minutos para decirme que si ya no sentía interés por mí era porque no usaba tanga como antes ni tacones, que ahora vestía muy masculina.

La primera vez que fui al ginecólogo tenía dieciocho años, fui con mi tía. Y el señor ginecólogo que me agenciaron soltó un: «Ya sabía que tenías algo muy bonito escondido», cuando abrí mis piernas. Su mirada... Asco. Quedé tan traumatizada, aterrorizada, que jamás he vuelto al ginecólogo. Tengo treinta y cinco años.

Dentro de los testimonios también los hay que son menos explícitos, aunque los mensajes son directos:

29-08-2023 23:48
Y cuando el que abusa, física y psicológicamente, es un policía nacional con arma reglamentaria, esposas, porra, etc. ¿Quién te defiende?
¿Quién te cree?

También cuesta creer que dentro de una familia haya un hombre que abuse de las mujeres. Como en el siguiente testimonio:

22-09-2023 13:16
A los seis años quedé al cuidado de mi abuelo materno porque mi mamá trabajaba (mi papá no me reconoció, por eso tengo el apellido de mi mamá). Estaba durmiendo la siesta y me desperté con las bragas bajas y mi abuelo dándome besos atrás. Cuando mi mamá quiso dejarme nuevamente con él, me vio la cara de miedo y no hizo falta contarle. Pero mis tías no lo creyeron hasta que el resto de mis primas, unos años más grandes que yo, dijeron que también abusó de ellas (nunca quisieron ni pudieron dar detalles). Fui la primera que habló y lo hablé siempre, creo que por eso lo llevo bien, pero a ellas les resulta insoportable hablarlo y nunca lo hacen. Cuento solo eso, pero por supuesto he sufrido otros abusos.

Los relatos, que no tratan de ser denuncia sino una compilación para conocer "qué consideramos nostras que es violencia machista, sea punible o no", se dan en casi cualquier ambiente. Hombres de izquierdas, de derechas, policías, médicos, empresarios, liberales o conservadores. 

28-08-2023 01:16
Escribo dos relatos, uno que me lleva ensombreciendo la existencia desde hace unos años a esta parte, desde que lo he recordado; vaya, con mi pa-dre. Y un segundo que me ha vuelto a la mente al leer los relatos de otras mujeres, con mi hermano y un compañero suyo de colegio. Me he sentido realmente identificada y motivada para compartir, de forma anónima.

Crecí en un ambiente liberal, de esos de andar en pelotas por la casa y bañarnos todos en familia; meterme en la cama de mis padres por las mañanas (muchas veces mi hermano participaba), una de las cuales incluso me encontré a mi padre en cama con una amiga y, al preguntar por mi madre, me dijo que estaba con la pareja de la amante, en su casa. «Ah, vale», respondí yo, y me fui tan campante (unos siete años tendría). De pequeña sufría prurito vaginal al lavarme la vulva con jabón y me echaban una crema de culito de bebé. Imagino que me la acabé por aplicar yo misma, porque en ese ambiente anticonvencional me tuve que sacar muchas castañas del fuego (recuerdo limpiar la casa, sacar el lavaplatos mientras los adultos la dormían los findes por la mañana), aquí ya ha pasado la época dorada de ir a la cama conyugal.

Un día (yo debía de tener entre tres y siete años, no más) mi padre, aplicándome la crema en la vulva, me pregunta: «¿Me dejarás hacerte esto cuando tengas quince años?». No reaccioné. Posiblemente le dije un tímido sí como respuesta, coartada por la timidez, el shock, el respeto hacia mi progenitor, pero sobre todo confusa porque esa es la forma en que mamé el afecto. Uno de mis referentes máximos en la vida se cree en el derecho de actuar perversamente y en propio interes lascivo para pisotear mi libertad. y dejar esa asquerosa impronta para toda mi vida. Yo sutri agresiones
sexuales de mi padre, tocamientos, durante toda la adolescencia.

El otro suceso con mi hermano, a continuación: yo debía de tener algo menos de ocho años y un día, al volver del colegio, mi hermano y un compañero suyo de clase me forcejearon para bajarme las bragas. Fue una flagrante violación, yo me resistí, me negué con todas mis fuerzas tratando de bloquear sus manos en mi entrepierna. Eran dos contra uno, mayores que yo, pero yo debí de reaccionar con tanta fuerza que no tuvieron éxito. Fue igualmente humillante.

Fallarás durante la presentación del libro.

Fallarás durante la presentación del libro. Carlos Luján Europa Press Madrid

La hora a la que escriben las mujeres es relevante para Cristina Fallarás. Por eso ha dejado marcado en cada testimonio el momento en el que lo recibió. Cada cinco minutos recibe uno diferente.

26-09-2023 04:00
Trabajo en una consulta y de mi exjefe tuve que oír multitud de comentarios misóginos: «No le duele, viene porque es tan fea que ni Dios la escu-cha» o «es tan gorda que no se ve el chocho cuando mea». Así de borde y desagradable era. No tuve valor de frenarlo hasta que un día soltó: «Tan joven y tan guarra, así va vestida y luego se quejará si la violan», afortunadamente me enfrenté a él y me fui. Actualmente solo me arrepiento de no haberlo hecho antes. Este cerdo es médico y tiene tres hijas.

Hay testimonios recientes, pero la mayoría de relatos son antiguos. Han pasado años hasta que las mujeres han dado el paso a contarlos.

14-09-2023 09:44
De mí y de mis ocho amigas abusaron en una atracción en la Feria de Abril. Teníamos doce o trece años y entramos en la casa del terror, donde los que trabajaban allí, disfrazados, se dedicaron a meternos mano durante todo el recorrido hasta que salimos corriendo asustadísimas de allí.

30-08-2023 09:25
En 1994 trabajaba en una agencia de publicidad en Barcelona. Los viernes por la tarde cerraba y solo se quedaban dirección y la responsable de atender el teléfono si se le pedía. Esa tarde comí en la agencia. Pensé que estaba solo cuando empecé a oír gritos en el piso de abajo. Bajé por las escaleras preguntando qué pasaba y a la mitad subió llorando y cogiéndose la blusa la telefonista, que se refugió detrás de mí. Al segundo apareció un consejero delegado con la cara roja y los ojos saliéndose de sus órbitas diciéndome: «Quítate de en medio que solo quiero tocarle las tetitas». Reduje como pude al agresor. La chica salió despavorida por la puerta. Lo denuncié a dirección, lo disculparon; sentí náuseas. Dejé mi cargo de director creativo y la telefonista no volvió ni para recoger sus cosas.

Fallarás ve fundamental que este libro acabe en la academia, sobre todo en entornos rurales, donde es más difícil emanciparse de estos abusos. El silencio también es narrado en estas historias.

02-09-2023 05:19
Voy con uno sencillito: yo, consultora de veintisiete años; él, empresario casposo de pueblo y machista redomado que podría ser mi padre. Al finalizar una de las terroríficas visitas en las que intentaba hacer mi trabajo mientras esquivaba y digería sus comentarios sexuales sobre mí (parece ser que «una como yo» es lo que necesitaba), me acorraló para despedirse forzándome a darle dos besos. Me cogió de la cintura y, sin reparo, bajó su mano hasta mi culo y lo agarró fuerte. Lo soltó rápido. Nadie se dio cuenta. Y había testigos, todas mujeres, sus trabajadoras. Me quedé bloqueada. Fría como un témpano, rígida. Salí lo más rápido que pude y lloré en el coche. Llore en la aficina con mis compañeras, de rabia, de impotencia, de ganas de reventarle a hostias. De estas, parecidas o no, tengo para aburrir. Es fuerte, ¿no? Y ya no soy consultora, ahora soy directiva y de RR. HH. Hablo con muchas mujeres, y todas me cuentan lo mismo. Es increíble.