"Estuvimos ocupados todo el jueves discutiendo la situación de Siria y, al final de la reunión, emitimos una declaración escrita sobre lo que acontece en el país", explicaba a EL ESPAÑOL este viernes por la mañana el arzobispo Joseph Bali, que es también el responsable de medios y el secretario del patriarca Siro-Ortodoxo de Antioquía, Mor Ignario Efrén II, cabeza de una iglesia autocéfala antaño conocida con el epónimo de jacobita en atención a Jacobo Baradai o Baradeo, un monje del siglo VI a los que los fieles de esa secta cristiana veneran como santo.
Lo de baradai es un término arameo que significa pordiosero. Le añadieron ese sobrenombre al obispo de Edesa por el aspecto desaliñado con el que recorrió su tierra hace más de mil quinientos años ordenando sacerdotes y captando adeptos para la causa monofisita.
Bajo la denominación genérica de cristianos de Siria se agrupa una pléyade de sectas separadas por la historia y ciertas discrepancias teológicas menores. En total, antes de la guerra, había más de un millón, pero nadie se pone de acuerdo acerca de cuántos quedan ahora. Probablemente, unos pocos cientos de miles.
Algunos –como los caldeos, los maronitas o los melquitas– son de obediencia vaticana o católica. Otros pertenecen a iglesias autocéfalas y sólo rinden cuentas a sus propios patriarcas. Ese es el caso de los asirios y de los siro-ortodoxos cuyos arzobispos organizaron una reunión en línea el jueves con Ignacio Efrén II para consensuar una postura acerca de lo que ocurre en Siria.
El manifiesto tiene un tono valiente, en cierto modo. No sólo insta a los fieles a perseverar en la oración y en el ayuno, sino que exigen a los nuevos dueños del país a que "fijen en una nueva constitución los derechos de las diferentes etnias que constituyen el tejido de la sociedad siria de manera que puedan preservar su identidad y sus diferentes idiomas, lo que aumentaría la fuerza y la estabilidad del país frente a los desafíos y presentaría ante el mundo una imagen civilizada".
El patriarca y sus arzobispos tienen también palabras para Israel. "Es preciso preservar la unidad y la integridad de los territorios sirios así como la seguridad de sus residentes, destacando que la querida Yazira siria y el precioso Golán son parte integral de Siria. También condenamos las repetidas violaciones israelíes de la soberanía siria", afirman.
Durante toda la semana, los aviones de Erdogan, al igual que los israelíes, no han dejado de golpear objetivos en suelo sirio, solo que los judíos se han concentrado esencialmente en los depósitos de armas, mientras que Ankara no sólo ha impedido que los kurdos se apoderen del arsenal dejado tras su huida por el ejército de Asad, sino que ha brindado apoyo aéreo a los salafistas del SNA a los que utiliza ya desde hace años como fuerza proxy en su guerra contra los kurdos, a los que tildan de franquicia siria del PKK.
Gracias a la injerencia de Ankara, los islamistas del Ejército Nacional de Siria (SNA) se han apoderado de Manbij, una ciudad gobernada hasta la fecha por la DAANES (acrónimo inglés de la Administración Democrática del Norte y el Este de Siria), que viene a ser una coalición de fuerzas kurdas, árabes y cristianas liderada por los kurdos de Rojava.
A quienes los clérigos no han mencionado de manera explícita es a los turcos, a pesar, o tal vez sobre todo, porque es un hecho bien documentado que una de las dos milicias de mercenarios islamistas que han tomado el país –el Ejército Nacional de Siria o SNA, de acuerdo a sus siglas inglesas– no han pegado ni un sólo tiro contra las fuerzas de la dictadura y se han concentrado en ocupar los territorios del norte y el este de Siria administrado por los kurdos de común acuerdo con el presidente turco.
El SNA tenía una agenda diferente a la de Hay'at Tahrir al-Sham (HTS), aunque comparten un pasado yihadista y vínculos con Turquía, que fue la que dejó pasar durante el pasado decenio a miles de mercenarios islamistas de más de sesenta países para debilitar a sus enemigos kurdos.
En tanto la antigua Jabhat al-Nusra –la HTS que lidera Abu Mohammad al Jolani– avanzó desde sus feudos de Idlib hasta Damasco, los salafistas del SNA se desplegaron desde sus cuarteles de Afrin hacia los territorios orientales que administran los kurdos. Manbij cayó a mediados de semana. Al cierre de la edición, resultaba muy obvio que el siguiente objetivo de los salafistas de Erdogan habían fijado la vista en Raqqa, también administrada por los kurdos, y asediada desde dentro ya por motines y algaradas de árabes.
En estos momentos, sigue siendo imposible viajar desde las áreas controladas por Hay'at Tahrir al-Sham y los territorios administrados por los kurdos al este del Éufrates. El asunto es relevante para entender cuál es la situación porque ese es, en esencia, el escenario en el que se desenvuelven actualmente los cristianos y el resto de los habitantes del país.
Parte de ellos viven en la zona conquistada por los islamistas de HTS al Gobierno y parte en el área administrada por los "rojos" kurdos que el SNA está mordiendo con el apoyo de Turquía. Solo unos poquitos habitan en la zona dominada por los mercenarios de Erdogan. Una vez más, en el norte del país, los cristianos han caído en medio de un conflicto ajeno que amenaza con desencadenar una nueva guerra civil y la balcanización de Siria.
Si algo describe la atmósfera de esa comunidad es el recelo a lo que se está larvando. Los cristianos no ignoran el pasado yihadista y terrorista de los nuevos dueños del país, lo que ha extendido nuevamente el miedo entre ellos pese a que al-Jolani y sus hombres no han cesado de repetir que las minorías no tienen nada que temer.
Mucho menos comedidos que el caudillo de HTS han sido los salafistas del SNA en la zona que administran. Como en los viejos tiempos, en su avance hacia Manjib y Raqqa, los yihadistas han cometido salvajes asesinatos y han obligado a huir a decenas de miles de los desplazados kurdos que habían sido realojados años atrás en ciudades como Tal Rifaat.
Durante toda la semana, las redes sociales han ardido con los vídeos de las ejecuciones de dos milicianos kurdos heridos en un hospital de Manbij y con el asesinato a sangre fría y extrajudicial de dos supuestos oficiales del ejército de Asad.
Desde el monasterio sirio de Moisés el Abisinio, situado ochenta kilómetros al norte de Damasco en la zona ocupada por Hay'at Tahrir al-Sham, un monje llamado Fray Yihad Yusef celebraba también a principios de semana la caída del régimen de los Asad. Los islamistas no le habían visitado aún el cenobio, aunque sí se habían reunido con la comunidad cristiana de una población cercana para asegurarles, en términos tranquilizantes, que no tenían nada que temer y que estaban resueltos a garantizar sus derechos de culto.
Lo ocurrido resultaba inicialmente llamativo porque su llegada a Damasco encendió las redes sociales con mensajes histéricos y malintencionados (a menudo, provenientes de organizaciones cristianas protestantes) que alertaban de la inminencia de una persecución semejante a la acaecida durante la época del Daesh.
Un día de antes de viajar a Roma, Fray Yihad dijo a este diario en un tono casi de alegría que "la revolución está tratando a todo el mundo muy civilizadamente y en muy buena forma. Están tranquilizando a todo el mundo y repitiendo que no van a permitir ninguna forma de venganza".
Ya desde el primer día en Alepo, los salafistas de HTS se ocuparon de dejar bien claro que los cristianos no eran su objetivo y enviaron varios camiones con comida y pan a las puertas de las iglesias, mientras dos cadenas de televisión de su órbita con base en Idlib y Estambul emitían entrevistas a cristianos sonrientes de la ciudad junto a los arbolitos engalanados de Navidad que luego usaban en las redes para lavar su imagen a marchas forzadas.
"Lo que Siria necesita ahora es la colaboración de todos los ciudadanos con espíritu abierto y dialogante", expresa Fray Yihad. "Al mismo tiempo, la Iglesia necesita estar presente en la futura sociedad siria y transmitirle a la comunidad islámica que queremos ocupar un lugar en el país de acuerdo a nuestras capacidades. Es preciso construir junto a los musulmanes un proyecto común de estado basado en la ciudadanía, pero también el respeto a la religión y a la diversidad de cultura, lenguas y etnias".
¿Controla el contemporizador Mohamed al-Yolani, líder de Hay'at Tahrir al-Sham a todas las facciones que se coaligaron con los suyos para tumbar a los Asad? Todo apunta a que no, especialmente a algunas milicias del SNA que no estaban directamente bajo su influencia, que son justamente a las que se atribuye algunas de las brutalidades cometidas estos días en el norte del país. De hecho, en los años precedentes, las partidas de islamistas estuvieron ocupadas peleándose entre sí en una guerra de poder que, de continuar, balcanizaría Siria.
"Tanto el SNA como HTS tienen los mismos principios ideológicos en cuanto se refiere a implementar la Sharia o Ley Islámica, pero, en efecto, poseen diferentes agendas, alineadas con los países que les patrocinan", dice Malek Garzhani, un cristiano residente en Kamisli. Si se permite hablar con esa libertad es justamente porque la ciudad en la que habita es la capital de los territorios administrados por los kurdos. En el resto del país, los siriacos y asirios (denominaciones étnicas alternativas de los cristianos) continúan atenazados por el miedo.
"Si me preguntas acerca de HTS, yo estoy casi convencido de que implementará la Sharia", prosigue Gharzani. Hay unas declaraciones del ministro de Justicia frente al Palacio de Justicia de Damasco en las que afirma que se harán cargo de establecer la ley de Dios, que no es otra cosa que la Sharia. Es su única declaración conocida y ha corrido por ahí en un vídeo muy corto".
Malek tiene 44 años, está casado y es padre de dos niños. Estudió Economía en Alepo y actualmente, regenta una librería en Kamisli. "¿Sabes?", afirma. "Es cierto que HTS ha garantizado la seguridad de todos, incluidos por supuesto los cristianos. Pero garantizar la seguridad es una cosa y velar por el cumplimiento de los derechos humanos y la implantación de leyes civiles es otra muy diferente. Los cristianos no podemos vivir en un país regido por la Ley islámica, sino sólo en estados seculares de derecho".
Uno de los mayores temores de los asirios, arameos y siriacos es que les reproche su antiguo apoyo al régimen, que solía presentarse siempre ante el mundo como el garante de la seguridad de las minorías. "No hay ninguna duda de que hubo cierta colaboración entre los clérigos cristianos y la dictadura", asegura Melek. "Pero era algo enteramente natural y, además, se produjo de una forma que servía a los intereses de la gente".
Ghazali no vive sometido en esa nueva Siria sin Asad a los nuevos yihadistas, sino en el área gestionada que los kurdos suelen vender al mundo como una democracia. ¿Están contentos los siriacos y los asirios con el modelo de gobierno implantado por los kurdos en el norte y el este del país? "Algunos cristianos se han quejado del trato que reciben de la administración kurda en ciertos aspectos de la vida", aclara Ghazali.
"Por ejemplo, algunos individuos influyentes les robaron propiedades y tierras bien por la fuerza o falsificando documentos. La administración kurda intenta presentarse como una democracia pero hay muchos errores y no lo es dado que las decisiones estratégicas económicas, militares y políticas continúan exclusivamente en manos de los kurdos".
¿Puede el conflicto que sostiene actualmente las SDF (acrónimo inglés de una coalición militar liderada por los kurdos conocida como las Fuerzas Democráticas de Siria) arrastrar a los cristianos a la guerra en el norte y el este del país? De hecho, ya lo ha hecho. En tantos que ciudadanos de la DAANES, ellos también forman parte de las SDF a través del Consejo Militar Siriaco. Esta misma semana, enterraron en Hasake a cuatro de los suyos abatidos durante dos bombardeos turcos contra posiciones kurdas en Tel Tamer.
Asimismo, docenas de cristianos han tenido que abandonar el área conquistada por el SNA sumándose a miles de desplazados árabes y, sobre todo, kurdos, que ahora se hallan en una situación de emergencia humanitaria.
En el área administrada por los kurdos, la curia siriaca ha pedido a sus fieles que se abstenga de mostrar el júbilo navideño en las calles y restrinjan las celebraciones a sus casas y a los oficios religiosos. Allí no hay salafistas, pero sí una guerra en ciernes que se ha cobrado ya varias vidas.
En opinión de Gaby Moshe, secretario general de uno de los partidos políticos asirios más importantes afincados en Kamisli (la Organización Democrática Asiria o ADO), "está claro que la alegría por la caída del régimen se mezcló entre muchos cristianos con cierta ansiedad y miedo a la nueva autoridad a causa de las tendencias religiosas extremistas de Hay'at Tahrir al-Sham. Pero al mismo tiempo se dan cuenta de que el principal obstáculo al proceso de cambio ha sido eliminado y ningún partido puede imponer su programa a la diversa sociedad siria. Durante la operación para deshacerse de Assad, surgieron algunos indicadores positivos, ya que no se atacaron a civiles ni a minorías; no se derramó sangre y se preservaron propiedades e infraestructuras".
"Por otro lado, Hay'at Tahrir al-Sham no está solo en la arena", precisa el secretario general de la Organización Democrática Asiria. "Militarmente, hay otras facciones y políticamente, hay muchos movimientos y partidos políticos que difieren de él en su visión política. Creo que el modelo con el que HTS gobernó la ciudad de Idlib, que tiene una sociedad religiosamente conservadora, no puede imponerse en toda Siria, ya que incluso en Idlib hubo protestas generalizadas".
A juicio de Moshe, "los cristianos miran al futuro con cautela y no aceptarán ser considerados no musulmanes de ninguna manera porque no sólo quieren protección, sino ser ciudadanos iguales al resto y disfrutar de plenos derechos constitucionales bajo un Estado descentralizado, laico y democrático basado en el estado de derecho y las instituciones. Eso incluye el reconocimiento constitucional de la existencia y la identidad nacional de los asirios sirios".
Lo cierto es que los cristianos de Siria tienen miedo y la prueba es lo complicado que nos ha resultado dar con alguien dispuesto a dar sus opiniones sin ocultar su nombre y rostro. Hanna Asaad Issa tiene a gala ser el primer asirio que recaló en España. Va a cumplir 78 años y llegó a nuestro país en el 68 para estudiar Farmacia.
Tiene dos hijos madrileños, que es la ciudad donde ha residido desde su llegada y también el lugar donde creó un próspero negocio de bisutería y piedras semipreciosas. No sólo sus dos hijos hablan un perfecto arameo, sino también su esposa, una vallisoletana. Al igual que Melek y que Gabriel Moshe, es oriundo de Kamisli.
"Es muy normal que tengan miedo después de vivir en una dictadura durante 54 años y once años de una guerra en la que les ha pasado de todo", nos dice Hanna. "Por mucho que lo expliques aquí nadie lo va a entender. No sabemos aún nada, pero creemos que lo que vendrá será mejor, porque peor no puede ir. La economía es un desastre. Un dólar que valía treinta y tantas liras ahora cuesta 15.000. Los funcionarios cobran al mes unos treinta o cuarenta dólares y con eso no tienen ni para vivir dos días porque algunas cosas son más caras que en España".
"La comida, por ejemplo, es carísima para lo que ganan", continúa. "Viven de las ayudas que les llegan de fuera. El que tiene familiares en el extranjero recibe algo y el que no, pues tendrá que aguantarse o que robar. La situación allí es terrible".
"Es verdad que se han traído a los barbudos de Idlib para formar su primer gobierno", reconoce el sirio. "Y han prometido que van a implementar la Sharia. Occidente debería intervenir en eso. Lo que yo espero es que haya justicia, sean o no barbudos. Lo que Siria necesita es un país laico. El que sea religioso, que vaya a la iglesia o la mezquita, pero Siria es para todos.