Cuando era niño, Dani Fernández (1991) soñaba con subirse a uno de esos trenes que partían hacia Madrid desde la estación de Alcázar de San Juan, su localidad natal, donde los sueños de ser una estrella del rock parecían imposibles. Un objetivo que sólo podría cumplirse haciendo todo lo que fuera por conseguirlo. Así, consiguió ser el representante de España, con sólo 14 años, en el festival de Eurovisión Junior. Años más tarde, formaría parte del quinteto de Auryn, la banda que lo encumbró al éxito.
Sin embargo, Dani Fernández ha luchado durante años por encontrarse a sí mismo, por hacer música desde el corazón y la libertad, tomando sus propias decisiones con total independencia. Y es que, durante sus años en la banda, nunca llegó a ser él, pero sabía que esa era la única forma de poder vivir de su sueño. Cuando la gloria se apagó, decidió emprender un camino en solitario. Eso trajo consigo una etapa de inseguridades e inestabilidad que casi acaban con su carrera. "Hubo gente que no creía en mí y pensé que se acababa, que tendría que volver al pueblo y dejar la música", revela en una entrevista con EL ESPAÑOL.
Ahora, Dani Fernández se ha convertido en uno de los artistas más relevantes del panorama nacional, así lo acreditan los distintos galardones que ha conseguido. Aun así, revela tener que convivir con las críticas dañinas que lo intentan desequilibrar de esa delgada línea entre lo comercial y lo indie en la que se sostiene. "A veces, estaba más pendiente del qué dirán que de hacer música para mí. Aún tengo que lidiar con los prejuicios que la gente tiene sobre mí y eso me genera ciertas inseguridades. Hay mucho hater, pero intento olvidarme de todo ello", expresa.
Dani vive con los pies pegados al suelo. Siente que aún está asentándose en la música, y sigue luchando por ello con humildad, pasión y trabajo. Aunque su reciente paternidad le ha hecho entender más que nunca que la vida reclama otras prioridades más allá de su profesión. "Vivo con miedo de perder la ilusión por la música. A veces ya no voy a tocar con la misma ilusión porque tengo a mi niña en casa, y me siento fatal, pero es la realidad. Tener hijos conlleva una serie de cosas, pero te da otras", revela.
Ya ha tenido que renunciar a bastantes cosas por la música, como no poder estar con su abuelo, su mayor referente en la vida, en sus últimos momentos. Sin embargo, entiende que la importancia de la música reside en sus cualidades sanadoras, y esa función siempre conectará al artista con su propósito. "Cuando entras en un concierto, la gente se olvida de sus problemas y es feliz. Y eso genera adicción. Entonces, cuando me pregunto si merece la pena, encima del escenario se encuentra la respuesta", explica.
Tras una insuperable gira con su anterior álbum Entre las dudas y el azar, recientemente ha presentado La Jauría, un disco sincero donde expone sus mayores preocupaciones como músico y como persona. En él, critica a una sociedad cruel, que opina sin conocer, que no es capaz de empatizar con la persona que se esconde detrás del artista.
Pregunta.- La Jauría es un disco muy honesto, donde habla sobre las dudas que has sufrido a lo largo de tu carrera.
Respuesta.- Sí, a veces he estado un poco perdido. Había hecho dos discos anteriores, pero notaba que aún estaba asentándome en la música y que tenía que buscar un tipo de público nuevo. Entonces, me di cuenta de que estaba más pendiente del qué dirán que de hacer música para mí; y quería hablar sobre ello. Vivimos en un mundo en el que tanto para bien como para mal, vivimos expuestos a los juicios y opiniones de la gente. Ya no sólo los artistas, sino cualquier persona que tenga redes sociales.
P.- Una exposición a la que tuvo que hacer frente siendo tan sólo un niño. Con 14 años fue escogido para representar a España en el Festival de Eurovisión Junior. Luego tuvo una boyband, Auryn, donde conseguió el éxito y la fama. Sin embargo, aquel no era aún el Dani Fernández que hoy conocemos. ¿Considera que ahora hace la música que realmente quiere hacer?
R.- Cada vez más. Como dices, yo empiezo con 14 años buscando mi sueño. Soy de un pueblo de Ciudad Real y allí me veía un poco solo a la hora de intentar vivir mi sueño. Era prácticamente imposible. Así que, lo único que quería era dedicarme a esto de la forma que fuera, aunque el estilo no era el que más me representaba. Pero cuando termina Auryn ya soy lo suficientemente adulto y maduro como para saber que había llegado mi momento y hacer lo que soy yo en realidad y componer las canciones que me gusta realmente componer.
Con mi primer disco en solitario, cambio el idioma, el estilo y hago un disco mucho más cantautoresco. En el segundo, empiezo a coquetear más con el rock. Y en este tercero sí que he ido más allá y me he dejado llevar más por los extremos, tanto por el pop como por el rock. Creo que vivo en una delgada línea entre lo comercial y lo no comercial. Muchos de mis colegas músicos hacen indie, y yo estoy más en ese centro que, por otra parte, es muy difícil estar.
P.- ¿Estar en el centro, entre lo indie y lo comercial, provoca que reciba críticas por parte de los más puretas?
R.- Sí, aún tengo que lidiar con los prejuicios que la gente tiene sobre mí y eso me genera ciertas inseguridades. Hay mucho hater, pero intento olvidarme de todo ello y me voy a la realidad: vivo de esto y estoy muy feliz de poder estar en todos los festivales que siempre soñé como son el FIB o el Sonorama, que son muy indies, así que estoy muy agradecido a todo lo que me ha ido pasando.
P.- ¿Ha sido complicado el proceso de encontrarse a sí mismo?
R.- Muy complicado. No puedo negar que, antes de emprender mi camino en solitario, era feliz. Es cierto que no era del todo yo, pero al final estaba trabajando de lo que me gustaba. Hacía conciertos, conocí a mucha gente del mundo de la música, compartía piso con mi bajista actual, económicamente iba bien... No me podía quejar. Sabía de un montón de amigos que querían dedicarse a esto y no podían hacerlo o no tenían dinero para afrontar un cambio de vida en Madrid. Entonces, ese cambio fue muy delicado. Tuve que ganarme la confianza de mi compañía actual y del público. Y eso fue muy difícil, porque mucha gente me dio la espalda. Al final, en Auryn éramos cinco chicos y tenían que quedarse con alguno, y yo no tuve ese apoyo al principio.
P.- ¿Qué le enseñó aquello?
R.- A decir que no a ciertas cosas y a no dejarme llevar. A hacer lo que realmente quería hacer. A tomar mis propias decisiones. Y eso, ahora, me hace sentir pleno. Siento que soy yo porque he encontrado ese lugar.
P.- Habla de que la industria y el público le dieron la espalda. ¿Se planteó dejar la música?
R.- La verdad es que sí… al final convives con muchas dudas. Hubo gente que no creía en mí y pensé que se acababa, que tendría que volver al pueblo. Para mí eso fue lo más duro, el pensar que quizá ya no me volvería a dedicar a esto. Desde niño, he peleado por dedicarme a la música y, por primera vez, vi peligrar toda mi vida. Vi el final de mi trabajo. Se me caían las paredes de casa, no tenía ni oficio ni beneficio.
P.- Imagino que eso fue un golpe de realidad bastante duro. ¿Sirvió para valorar lo que había logrado y permanecer con los pies en la tierra?
R.- Totalmente. Además, la gente de mi entorno se ha encargado de que me mantuviera sobre el suelo. Siempre he sido un chaval al que le gusta que le digan la verdad, porque yo siempre digo la verdad. Con mis colegas siempre he sido muy sincero, y ellos conmigo. Si he ido a verles a un concierto, les he dicho lo que no me ha gustado, con todo el respeto del mundo. Porque ahí está la clave de poder corregir y ser mejor.
Mis padres también me dicen muchas cosas negativas de forma objetiva. A veces pienso que no tienen razón, pero considero que es muy bueno que la gente de tu alrededor no te esté comiendo el culo todo el tiempo y que te hagan pensar que eres el mejor. No me gusta ese tipo de gente, y a mi alrededor no está ese tipo de gente. Me gusta la sinceridad y que me digan realmente lo que piensan, y que no te hagan vivir en una fantasía.
P.- ¿Es la humildad un vehículo para conectar con la gente?
R.- Es muy difícil encontrar la clave de esto. Conectar con el público para mí es lo más difícil. Yo creo que la clave está en dejarme llevar, en ser yo mismo... Estoy obsesionado con mi trabajo porque me apasiona. Cuando canto me olvido de todo y me centro en darlo todo porque nunca sabes cuándo vas a volver a subirte a un escenario. Tengo muy presente el caso de Supersubmarina (un accidente de tráfico los apartó de los escenarios), que es mi banda favorita. Entonces, siempre vivo cada concierto como si fuera el último. Por eso me dejo el alma y afronto cada momento en un escenario con mucha ilusión… quizá llegue algún día en el que no venga tanta gente a verme.
P.- De momento, llena el Wizink. Aunque le he escuchado decir que reivindica las salas pequeñas. ¿Por qué?
R.- Porque creo que son el mejor lugar donde uno puede crecer. La mejor forma de escalar. Y si ahora no hago salas es porque el público no me deja. De hecho, me esfuerzo en encontrar el recinto más pequeño en cuanto a la cantidad de gente que quiera venir a verme. De esta forma, consigues más proximidad con el público.
P.- Se cumple un año desde que ha sido padre. Imagino que le ha cambiado la vida. ¿A qué ha tenido que renunciar por ser padre?
R.- Tomar decisiones implica renunciar a cosas. Cuando me decidí a luchar por el sueño de dedicarme a la música, tuve que dejar mi pueblo, a todos mis amigos, a mi familia... Y los dejé por la música. Y cuando tomé la decisión de ser padre supe que habría cosas que tendría que dejar de lado, pero no me arrepiento. No es fácil ser padre. La cabeza te hace un click en el que te acuerdas de tus padres y todo lo que te han dicho. Y es muy heavy eso… Y tienes otras prioridades. Vivo con miedo de perder la ilusión por la música. A veces incluso he notado que no me apetece ir a cantar, porque tengo a mi niña en casa. A veces ya no voy a tocar con la misma ilusión, y me siento fatal, pero es la realidad. Tener hijos conlleva una serie de cosas, pero te da otras.
P.- La familia es más importante que nada, ¿no?
R.- Sí, y esto para el público es duro, pero yo estoy seguro que si alguien tiene un problema en casa y tiene un concierto de Dani Fernández, no irá al concierto. Dani Fernández tampoco iría. Mi abuelo era mi persona favorita en el mundo y cuando ya estaba malito, antes de morir, yo les pedí a mis padres que si estaba fuera y le ocurría algo, no me mintieran. Mi familia es muy importante para mí y los seres queridos tienen que primar con respecto a todo lo demás.
P.- En su nuevo tema, Criminal, precisamente habla del sentimiento de lejanía, de ser esclavo de su arte, de estar lejos de los suyos. ¿A qué cosas ha tenido que renunciar por la música?
R.- Lo que más me duele es no pasar tiempo con la gente que quiero. Por vivir de mi pasión, he tenido que dejar de pasar tiempo con mi abuelo, a quien llevo tatuado en la espalda. También te pierdes momentos importantes. Recuerdo cuando tenía 20 o 21 años y ya estaba en la banda, era el cumpleaños de mi madre y no podía estar con ella. Y era mi cumpleaños y mi gente no estaba conmigo, y te sientes solo muchas veces. Reflexionaba en mi casa y decía: "¿Merece la pena dedicarte a lo que te apasiona si te pierdes tantas cosas?".
P.- ¿Y la respuesta era?
R.- Pues que me subía a un escenario y tenía claro que sí. Todo el mundo es adicto a una sensación, y yo soy adicto a la sensación de estar en un escenario, de escuchar y conectar con la gente, de mirar a los ojos al público y descubrir que están disfrutando. Mi hermana es enfermera y muchas veces me imagino lo que debe sentir cuando cura a una persona que lo está pasando mal. Dedicar tu tiempo para sanar a esa persona. Yo lo asemejo a la música. Cuando entras en un concierto, la gente se olvida de sus problemas y es feliz. Y eso genera adicción. Entonces, cuando me pregunto si merece la pena, encima del escenario se encuentra la respuesta.
P.- Sin embargo, partiendo de esa idea, el escenario es una especie de espejismo, de refugio utópico de la vida real. ¿Qué le ha enseñado la vida real, el amor y el desamor, a la hora de componer?
R.- Conforme vas creciendo, vas madurando. Y madurar es corregir. Yo he corregido mucho. He ido aprendiendo a decir que no a ciertas cosas. Me he dejado llevar en ocasiones por la industria musical. Y cuando vas creciendo, y le das importancia a otras cosas, la vida te va dando claves para poder escribir sobre ella. En mis letras hablo de estos temas. Cuando tienes una vida tan asentada como la mía, con una familia, con una hija, con un trabajo, tienes muchas cosas sobre las que reflexionar; y cuando hablas sobre cosas que te han pasado llega más la verdad e invitas a la gente a reflexionar contigo.
P.- ¿Siempre quiso ser padre?
R.- Sí, siempre. Esto nunca lo he contado: cuando era pequeño y veía a mi abuelo y a mi abuela en casa rodeados de hijos y nietos, sabía que quería ser como ellos. Siempre he pensado que, cuando eres padre, vas a tener siempre a alguien contigo; y si les das amor a tus hijos, te lo van a devolver. Siempre he sentido que la familia es unión. Siempre he querido tenerla. Ahora, a mi hija le doy todo el amor que yo he recibido en mi familia. Espero que ella lo reparta también cuando sea mayor. Será un buen legado.
P.- La madre también es cantante (Yarea Guillén). Está claro que la niña tendrá una influencia musical brutal.
R.- Me contó mi mujer que, cuando estaba de ocho meses, en un concierto en Murcia, mientras ella cantaba, la niña se movía dentro de la tripa. Parecía como si bailara al ritmo de la música. Se le nota que tiene música dentro. Cuando ensayamos o tocamos en casa, no para de moverse. Ya veremos si ella decide seguir el camino de sus padres… Recuerdo que cuando yo era chaval ponía a Violadores del Verso y mis padres me decían que qué era eso que escuchaba. Ahora me pregunto qué música escuchará mi hija cuando tenga 20 años.
P.- ¿Hay algo que desearía que la gente supiera sobre usted que no se refleja en su música?
R.- Pues tengo una asignatura pendiente, y esto no lo he dicho nunca, eres la primera persona a la que se lo cuento: empiezo a pensar que me gustaría escribirle al Atlético de Madrid. Me gustaría hacerle una canción. Este domingo voy a ir con la niña a ver al Atleti. Desde que nació, me acuerdo mucho de mi padre cuando me llevaba al estadio. El otro día lo hablaba con Yarea. Le dije que tenía que hacer una canción sobre esto que siento. Me gustaría transmitir esos valores que tiene el Atleti, al igual que se los transmito a mi hija. En algún momento lo haré. Es algo que tenía dentro. Me siento con ganas.
P.- Y tocarla en el Metropolitano.
R.- Ojalá, con mi gente, la del Atleti, que son como familia.