Peñafiel (Valladolid)
Publicada

La niebla vallisoletana oculta los alrededores de Peñafiel. Es invierno, el termómetro apenas supera los cero grados, y las bodegas Protos dormitan en este pueblo que apenas supera los 5.000 habitantes. La vendimia culminó algunas semanas atrás, a mitad de otoño, y ahora la magia de la creación del buen vino ocurre en el interior de las 14.000 barricas que posee esta marca de vanguardia no sólo en la cuna de la Ribera del Duero, sino en otros puntos de Valladolid, Burgos o Soria.

El origen de todo, no obstante, estuvo en Peñafiel (Valladolid), el pueblo que hoy recibe el mote de cuna de la Ribera del Duero. La culpa de este apodo, en buena medida, la tuvieron 11 visionarios que en 1927 levantaron los cimientos de las bodegas Protos. El 29 de marzo de aquel año, los peñafielenses Juan Antonio Llorente, Manuel García, Valeriano Valiente, Indalecio Esteban, Enrique de la Villa, Pedro Arranz, Felipe Arenales, Pedro García, Saturnino de la Puente, Venancio Zarza y Matías Bayón fundaron una bodega con el fin de “hacer el mejor vino posible”.

Casi 100 años después de aquel momento, las Bodegas Protos producen unos vinos de tal calidad que su marca se encuentra entre las 50 más admiradas de todo el mundo, según la revista Drinks International. Eso significa que los vinos de Protos ya no sólo triunfan en España, sino en todo el mundo. Y, por supuesto, provoca la buena salud que está gozando la empresa en los últimos años. “Este año, 2024, cerraremos con una facturación superior a los 50 millones de euros”, explica a EL ESPAÑOL Carlos Villar (Valladolid, 1972), director general de Protos desde hace 15 años.

Los 11 fundadores de Protos, en 1927, al frente de la primera bodega de la marca.

Los 11 fundadores de Protos, en 1927, al frente de la primera bodega de la marca. Cedida

Carlos Villar, CEO de Protos, en conversación con EL ESPAÑOL.

Carlos Villar, CEO de Protos, en conversación con EL ESPAÑOL. Iván Tomé EL ESPAÑOL

Lo hace en la “sala roja” de la bodega de Peñafiel, un espacio rectangular y muy amplio donde habitan y fermentan decenas de barricas de vino tinto. Allí, el empresario y vitivinicultor vallisoletano ha atendido a este diario para explicar, con orgullo, la historia centenaria de una bodega que, sin exagerar, es una pieza fundamental y fundacional del D.O.P. Ribera del Duero. “Es más, el nombre Ribera Duero nos pertenece, porque así se llamaba originalmente nuestra bodega, pero desde 1982 le autorizamos al Consejo Regulador usarlo para nombrar la Denominación de Origen y cada varios años ampliamos esa autorización, que es sine die”, cuenta Villar.

El origen de la marca

No se puede entender Protos sin la Ribera del Duero y viceversa. Y es que aquella primera bodega que levantaron los 11 fundadores en 1927 recibió el nombre de Bodega Protos Ribera de Duero de Peñafiel y comerciaba la marca Ribera Duero. “Los fundadores, que eran todos gente formada (hijos abogados, del boticario, etc.), querían crear una bodega que hiciera un vino de máxima calidad. Y luego decidieron llevar las primeras añadas, de 1927 y 1928, a la Exposición Universal de 1929 de Barcelona. Allí ganaron la medalla de oro, lo que impulsó que los vinos empezaran a ser conocidos”, explica el CEO de Protos.

Las 11 firmas del documento fundacional de las bodegas Protos.

Las 11 firmas del documento fundacional de las bodegas Protos. Iván Tomé EL ESPAÑOL

Bajo el castillo de Peñafiel, en Valladolid, Protos cuenta con varios kilómetros de bodegas laberínticas donde fermenta su vino.

Bajo el castillo de Peñafiel, en Valladolid, Protos cuenta con varios kilómetros de bodegas laberínticas donde fermenta su vino. Iván Tomé EL ESPAÑOL

Estos galardones se encuentran hoy expuestos en el interior de las bodegas que Protos tiene bajo el castillo de Peñafiel. Allí, hoy en día, se pueden visitar las galerías laberínticas donde reposan las barricas y donde se guardan los mayores secretos de la marca. Por ejemplo, una estancia dedicada a personalidades españolas que, por algo, guardan una relación estrecha con Protos. Por ejemplo, el exseleccionador de España, Vicente del Bosque, o el último en incorporarse a ese salón de la fama, el jugador de baloncesto Chacho Rodríguez.

En dichas bodegas ocultas ocurrió la historia de Protos. Tras triunfar en 1929 en Barcelona, los años 30 fueron los años en los que no sólo se elaboró el vino Ribera Duero, uno con los que empezó la bodega, sino también el vino Protos. “A partir de ese momento, llegó un periodo oscuro. Estalló la Guerra Civil y luego vino un larguísimo periodo de pobreza. La bodega subsistió sin grandes crecimientos y sin grandes cambios. Comerciaba Ribera y Protos y poco más. A partir de los años 60 y 70, empezó a crecer de nuevo y a principios de los 80 varias bodegas de Burgos nos pidieron a algunas bodegas de Valladolid crear una Denominación de Origen. Fue el inicio de la D.O.P. Ribera del Duero, en 1982, a la que pertenecemos desde la fundación”, desarrolla Carlos Villar.

Pese a esas décadas con una actividad relativamente estancada en las bodegas por la coyuntura que vivía España, lo cierto es que las bodegas nunca perdieron esa idiosincrasia familiar que las caracteriza. De alguna manera u otra, los herederos de aquellos 11 fundadores han participado o participan en el corazón de Protos. “Nuestro actual presidente, Edmundo Bayón, es nieto del fundador Matías Bayón. Su hermano, Justiniano Bayón también fue presidente. O, también, nuestro vicepresidente, Antonio Sanz, es nieto de uno de los primeros socios, Fidel Sanz. Jesús de la Villa, vocal en el consejo, es nieto del fundador Enrique de la Villa… Son algunos ejemplos”, dice el director general de las bodegas.

Aunque él no desciende de ninguna de las familias fundadoras de Protos, lo cierto es que Carlos Villar ha crecido desde siempre en una bodega familiar. Se trata de las Bodegas Frutos Villar, fundada en 1920 por su abuelo. Por ello, el director general de Protos entiende la importancia de la tradición y de la familia en el mundo vitivinícola. Él lo ha vivido desde niño y el amor y la pasión son unos elementos esenciales en la creación de un buen vino.

Carlos Villar (i.), director general de Protos, y Edmundo Bayón (d.), presidente y nieto de uno de los fundadores.

Carlos Villar (i.), director general de Protos, y Edmundo Bayón (d.), presidente y nieto de uno de los fundadores. Cedida

Carlos Villar, director general de Protos.

Carlos Villar, director general de Protos. Iván Tomé EL ESPAÑOL

“Uno de los primeros recuerdos que tengo es que, cuando mi padre volvía de trabajar, sus grandes manos le olían a vino, ya que él se dedicaba a su producción. Yo tenía unos cuatro años y él venía a darnos un beso de buenas noches y me ha dejado ese recuerdo olfativo. A veces, cuando entro en las bodegas, los olores me evocan a las escenas vividas con mi familia. Por ejemplo, también me acuerdo de que mis hermanos y yo paseábamos por las viñas con nuestros pastores alemanes, me acuerdo de que bebíamos el mosto…un montón de cosas”, cuenta Carlos Villar, con mucho cariño.

Aquel pequeño, como muchos de los socios y miembros del consejo de Protos, fue creciendo rodeado de viña y vino, pero formándose en otras cuestiones. En su caso, Carlos Villar se graduó en Ingeniería Agrícola, especializándose en Industrias Agrarias y también en Viticultura y Enología. También se licenció en Ingeniería de Montes, además de concluir varios másteres relacionados con el mundo de los negocios. Entretanto, guardaba relación con la bodega familiar hasta que su hermano mayor, José Luis Villar, regresó de Alemania y se hizo cargo de la parte de la bodega que le pertenecía a su familia. Carlos Villar voló y aterrizó en las bodegas Protos.

30 años como sociedad

Durante los años 80, las Bodegas Protos sufrieron varios cambios impulsados por el renombre que iba adquiriendo la D.O.P. Ribera del Duero. Hasta el año 1990, las bodegas seguían con el mismo espíritu inicial: eran una cooperativa. No obstante, en ese momento se comenzó un periodo transicional hasta el año 1995, cuando Protos se consolidó como una sociedad limitada. A partir de ese momento, el despegue de la marca se intensificó hasta el punto de que hoy en día es una de las 50 marcas de bebida más reconocidas y valoradas del mundo.

En 2006, a las bodegas de Peñafiel y Burgos se les sumó la bodega de Rueda. Fue cuando Protos entró de lleno en el mercado de vino blanco de calidad. Durante esta etapa también la internacionalización de la marca fue fundamental. Y buena culpa de ello la tenía Carlos Villar, que desde 2004 había ingresado en la empresa como director de Exportaciones de Protos, un puesto que ocupó hasta 2008, cuando se fue a trabajar a la Cámara de Comercio de Valladolid.

El acceso a la bodega de Protos bajo el castillo de Peñafiel.

El acceso a la bodega de Protos bajo el castillo de Peñafiel. Iván Tomé EL ESPAÑOL

Algunos de los vinos de Protos más icónicos.

Algunos de los vinos de Protos más icónicos. Iván Tomé EL ESPAÑOL

Protos, entonces, tenía una situación medianamente estable a nivel económico. Por ello, en 2008 construyeron, de la mano del prestigioso arquitecto Richard Rogers, la nueva bodega de Peñafiel. Lo que no sabían en la bodega, como en ningún otro lado, es que iba a estallar una crisis mundial que afectó, como en cualquier sector, a las cuentas de Protos. “En noviembre de 2009 volví a Protos como director general, en plena crisis. Cuando entré acumulábamos una deuda bancaria de 42 millones y nuestra facturación era de 23. Había que hacer cambios para revertir la situación”, dice Carlos Villar.

Tocaron el canal internacional, además de ajustar otros aspectos de la empresa y pronto, a partir de 2010, empezó un proceso de recuperación. El despegue de la marca, en la última década, ha sido tan espectacular que en la actualidad cuentan con 14.000 barricas, cinco bodegas, cientos de hectáreas de viñedos, 90 personas empleadas –aunque generan 500 puestos de trabajo indirectos–, 50 millones facturados y mucha tradición familiar y amor por el buen vino.

“Ese pilar sigue siendo fundamental, queremos mejorar cada año la calidad de nuestros vinos”, culmina Carlos Villar. Esa idea fue la que tuvieron hace casi 100 años 11 soñadores que hoy, desde donde estén, sonríen por haber creado una marca que ya forma parte del ADN de la gastronomía española. Protos es, por tanto, una de nuestras marcas de vanguardia ya no sólo de la Ribera del Duero, sino también de España.