Soraya Melguizo
Roma
Publicada

El 13 de marzo de 2013 el humo blanco de la Capilla Sixtina anunció la elección del papa Francisco tras un hecho sin precedentes en la historia moderna: la renuncia de su antecesor. Nadie podía imaginar entonces que la elección del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, primer latinoamericano y jesuita en convertirse en el máximo jerarca de la Iglesia Católica, provocaría un terremoto dentro y fuera de los muros vaticanos.

A punto de celebrar 12 años de Pontificado, la delicada salud del papa Francisco ha hecho saltar las alarmas después de que la bronquitis inicial que provocó su ingreso hospitalario el pasado 14 de febrero evolucionara a una neumonía bilateral. Sólo la breve visita de la primera ministra italiana Giorgia Meloni el miércoles por la tarde permitió que los católicos alrededor del mundo pudieran respirar aliviados.

"Estoy muy contenta de haberle encontrado atento y receptivo. Hemos bromeado como siempre. No ha perdido su proverbial sentido del humor", aseguró la mandataria en un comunicado. Sus palabras rebajaron la tensión que se vive en Roma desde hace una semana, especialmente después de que la noche anterior, cuando se conoció la gravedad de la enfermedad que padecía, comenzaran a difundirse bulos sobre la inminente muerte del Pontífice, que fueron rápidamente desmentidos por la Oficina de Prensa del Vaticano.

El Papa Francisco y, detrás, sus detractores, el cardenal nigeriano Robert Sarah, el arzobispo Carlo Maria Viganò, Steve Bannon y Donald Trump.

El Papa Francisco y, detrás, sus detractores, el cardenal nigeriano Robert Sarah, el arzobispo Carlo Maria Viganò, Steve Bannon y Donald Trump. Arte Arte EE / EP, Gtres, François-Régis Salefran, Departamento de Estado de EE.UU.

Con un cuadro "clínico complejo", a pesar de que se aprecia una leve mejoría, según los últimos partes médicos, la Santa Sede asume que la permanencia del Pontífice en el apartamento papal del Hospital Gemelli de la capital italiana será más larga de lo esperado. Y la sombra del Cónclave comienza a extenderse sobre el Vaticano.

La delicada salud del papa Francisco, que en diciembre cumplió 88 años, ha disparado los rumores sobre su posible renuncia. El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, que se desplazó a Roma esta semana, no descartó esa posibilidad y aseguró que dada la longevidad actual y los avances médicos, podría ser prudente que el papa renuncie si su salud le impide cumplir con sus responsabilidades. "Se requiere una cierta resistencia física para mantener el ritmo de trabajo", aseguró. "Me parece que no está en contradicción con el Ministerio Petrino".

El primero en romper el 'tabú' públicamente fue, sin embargo, el influyente cardenal italiano Giafranco Ravasi, que en una entrevista con una radio italiana aseguró que Francisco podría dimitir. "Está fuera de toda duda que, si se encontrara en una situación en la que estuviera comprometida su posibilidad de tener contactos directos, como a él le gusta hacer, de poder comunicarse de manera inmediata, incisiva y decisiva, entonces creo que podría decidir dimitir".

Ravasi, que ya tiene 82 años y, por lo tanto, no participará como elector en el próximo cónclave –la edad límite son los 80 años–, no ha sido el único que se ha atrevido a afrontar públicamente la cuestión, aunque la mayoría de los prelados prefieren mantener una posición menos explícita. Es el caso del arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, que evitó pronunciarse al respecto. "No soy un profeta, no tengo la respuesta", dijo a los periodistas en Roma, "pero las reglas lo prevén".

El papa Francisco durante la audiencia del Jubileo del 1 de febrero de 2025.

El papa Francisco durante la audiencia del Jubileo del 1 de febrero de 2025. Ciro De Luca Reuters

Quienes mejor conocen al Santo Padre aseguran estos días sottovoce que en sus planes inmediatos no está dimitir. El propio Francisco siempre ha mostrado su rechazo a una 'jubilación' anticipada para evitar crear un peligroso precedente, después de la renuncia de su antecesor.

Joseph Ratzinger fue el primer Obispo de Roma en 600 años en renunciar, llegando a vivir más años como papa emérito que como jefe de la Iglesia católica. Una decisión que Francisco siempre consideró valiente. "Benedicto XVI abrió una puerta", dijo a los periodistas durante un viaje apostólico. "No sería una catástrofe". En una entrevista al diario ABC, puntualizó que, en cualquier caso, "no puede ser una moda ni algo normal". "Creo que es un ministerio para toda la vida".

Y reconoció que había firmado su renuncia de manera preventiva durante los primeros meses de su pontificado, en 2013. Un documento que entregó al entonces secretario de Estado, Tarcisio Bertone, que será efectivo en caso de que una enfermedad le impida cumplir con sus obligaciones.

Hay quienes creen que ese momento ya ha llegado. "Sé que hay algunos que dicen que ha llegado mi hora", habría dicho el propio Francisco durante su encuentro con Meloni esta semana. "Alguno quizá ha rezado para que el Papa acabe en el Paraíso, pero Dios ha pensado que aún debo estar aquí", habría añadido, según una reconstrucción del diario italiano Il Corriere della Sera.

No es la primera vez que Francisco lamenta en privado los movimientos dentro del Vaticano para elegir a su sucesor. En el verano de 2021, el Pontífice permaneció diez días ingresado para someterse a una delicada operación en el colon. Las consecuencias de la anestesia general le afectaron tan profundamente, que desde entonces rechaza la solo idea de volver a pasar por el quirófano. "Antes de operarme, ¡renuncio!", llegó a decir en tono jocoso durante una asamblea de obispos para justificar su negativa a operarse de su maltrecha rodilla, que le obliga a desplazarse en silla de ruedas.

En aquellos días, y con los bulos sobre un posible deceso del Pontífice disparados, la maquinaria vaticana para elegir a su sucesor se puso en marcha. "Algunos me querían muerto", confesó unos meses más tarde en una reunión a puerta cerrada con los miembros de la Compañía de Jesús. "Sé que ha habido encuentros entre prelados que pensaban que el papa estaba más grave de lo que se decía. Preparaban el cónclave".

Las sospechas del Papa no eran infundadas. Varios diarios italianos publicaron más tarde que durante su ingreso en el hospital romano, se celebró una "cena de los conspiradores" organizada por un cardenal norteamericano en la que participaron una media docena de purpurados y algunos obispos.

El periodista del diario Il Fatto Quotidiano y especialista en información vaticana, Francesco Antonio Grana, desvela en su libro, Qué queda del papado. El futuro de la Iglesia después de Bergoglio (Edicioni Terra Santa) que "la carrera para preparar el terreno para el nuevo pontífice ya ha comenzado".

"Está claro que las facciones, la progresista decepcionada por la falta de apertura del pontificado de Francisco, la conservadora que quiere volver al reino ratzingeriano y la bergogliana que, en cambio, quiere continuar la labor reformadora de los latinoamericanos, ya se están organizando para que no se sorprendan cuando comience la Sede Vacante".

El pasado diciembre, el papa Francisco creó 21 nuevos cardenales en un consistorio ordinario (el décimo desde su elección en 2013) con el que dio un paso más para afianzar su legado en el grupo de prelados que algún día elegirá a su sucesor, con la esperanza de que el futuro líder de la Iglesia católica continúe las reformas iniciadas por él. En la actualidad, el colegio cardenalicio está formado por 252 miembros de los que el Pontífice argentino ha nombrado a casi el 80% de los 138 electores, aquellos cardenales menores de 80 años que podrán votar para elegir al próximo obispo de Roma.

El resultado es un colegio cardenalicio más grande y heterogéneo que nunca, alejado de los centros de poder, con purpurados de 94 países –algunos procedentes de rincones del mundo hasta ahora sin representación o donde el cristianismo es practicado por una minoría–, con una edad media de los electores de 69 años y un perfil muy similar al suyo.

Eso no implica que el próximo líder de la Iglesia católica sea un progresista cercano al magisterio de Bergoglio. De hecho, Benedicto XVI fue elegido en 2005 a pesar de no haber recibido la birreta cardenalicia de manos de Juan Pablo II. El problema es, como apunta un experto vaticanista a este periódico, que la Curia romana conoce a los cardenales mejor de lo que los propios cardenales se conocen entre sí. "Francisco ha predicado la sinodalidad, pero no la ha puesto en práctica". Y esto es clave para una futura elección en la que es necesaria una mayoría de dos tercios.

El cardenal Robert Sarah, del ala conservadora.

El cardenal Robert Sarah, del ala conservadora.

Esta cuestión, en cambio, no es un problema para los conservadores. Se conocen bien entre ellos y llevan años preparándose para un futuro cónclave. Las caras más visibles de esta corriente tradicionalista son el alemán Gerhard Müller, exprefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quien Francisco sustituyó en 2017 y desde entonces enemigo 'número 1' del Pontífice; el ultraconservador estadounidense Raymond Leo Burke, también jubilado, 'desahuciado' de su apartamento vaticano de 400 metros cuadrados por entender el Pontífice que estaba utilizando estos recursos contra la Iglesia; y el guineano Robert Sarah, exprefecto para la Congregación del Culto Divino, una de las voces más autorizadas en cuestiones litúrgicas y el origen del más grave enfrentamiento entre Francisco y Benedicto XVI, a quien convirtieron en una forma de contrapoder hacia el final de su vida.

A pesar de estar prácticamente aislados en las estructuras vaticanas y que serían minoría en una futura elección, mantienen su capacidad de influencia protegidos por una telaraña de medios propagandísticos de extrema derecha que difunden sus mensajes, y que ya están trabajando para influir en el próximo cónclave. Se trata de los mismos medios que difundieron el dossier contra Bergoglio el arzobispo Carlo Maria Viganò, que fue excomulgado tras acusar al Pontífice de haber silenciado los abusos cometidos por un cardenal norteamericano. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca le ha reformado y provocado un revulsivo para sus aspiraciones.

"Hay un catolicismo en Estados Unidos que se ha alineado culturalmente al 'trumpismo', que ve en el Vaticano y en Europa un mundo corrupto. Y hay algunos personajes que no han tenido problemas en decirlo abiertamente. Uno de ellos ha sido nombrado embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede", explica a EL ESPAÑOL Massimo Faggioli, profesor de Historia del Cristianismo en la Universidad de Villanova (EE.UU). "Mi temor es que pueda haber una campaña online para apoyar o dañar a ciertos candidatos que no son gratos al catolicismo norteamericano", añade.

Faggioli, que acaba de publicar el libro De Dios a Trump. Crisis católica y política americana, cree que existe "un complejo de superioridad europea" que ha llevado a infravalorar estos nuevos católicos de Estados Unidos, como el vicepresidente J.D. Vance. "Pero han vuelto a la Casa Blanca, hay que tomárselos en serio", advierte.

"El Cónclave es una oportunidad para este tipo de catolicismo de afirmarse e intentar influenciar la elección del próximo Papa. Si Elon Musk no tiene ningún problema en interferir en las elecciones en Alemania, no creo que tenga ningún reparo, junto con Vance, en tratar de influir en el próximo cónclave. Quieren reescribir la Historia, el pasado, por ejemplo que la guerra en Ucrania la iniciaron los ucranianos, pero también el futuro".

El candidato 'papable' que mejor representa a esta corriente es el primado de Hungría, Peter Erdö, de 70 años. Profundamente conservador y anticomunista, se le considera muy cercano al primer ministro Viktor Orbán. En los últimos meses, sin embargo, ha cobrado fuerza el nombre de Fridolin Ambongo, cardenal de la República Democrática del Congo, convertido en adalid de los tradicionalistas desde que se opuso públicamente a la bendición de las parejas homosexuales, una de las reformas más importantes impulsadas en el actual pontificado.

El cardenal filipino Luis Antonio Tagle, uno de los grandes aliados de Francisco en El Vatican

El cardenal filipino Luis Antonio Tagle, uno de los grandes aliados de Francisco en El Vatican Giovanni Guida Wikimedia Creative Commons

Sin embargo, si hay un nombre que aparece en todas las quinielas es el del cardenal filipino Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila. El Papa le acercó al Vaticano nombrándole prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, la antigua Propaganda Fide, en 2019. Con una madre de origen chino, los analistas lo consideran el candidato con mayores opciones de suceder al Pontífice, con quien comparte la visión progresista de la Iglesia.

Los expertos tampoco descartan la 'candidatura' de Pietro Parolin, el segundo secretario de Estado vaticano más joven de la historia de la Santa Sede, detrás del cardenal Eugenio Pacelli, que después se convirtió en el papa Pío XI. El cardenal italiano es el 'número dos' de Francisco desde su nombramiento en 2013 en sustitución del también italiano Tarcisio Bertone, mano derecha de Benedicto XVI.

Su carrera diplomática le ha llevado a Asia y Oriente Medio, participando activamente en las delicadas relaciones entre la Santa Sede y países como Israel o Corea del Norte. En 2009 fue nombrado nuncio en la Venezuela de Hugo Chávez. Y en los últimos tres años ha sido el hombre elegido por Francisco para tratar de mediar entre Rusia y Ucrania. En un mundo cada vez más convulso, su amplia experiencia podría devolver a la Iglesia de Roma la influencia geopolítica que parece haber perdido.