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A Jaime Gómez-Obregón (Santander, 1981), no le gusta definirse como "azote" de nada. Pero lo cierto es que, involuntariamente, este ingeniero cántabro de 43 años obsesionado con la "optimización y la eficiencia" se ha convertido en el látigo que azuza a las administraciones públicas españolas.

En el remotísimo supuesto de que en España hubiera un departamento de eficiencia gubernamental, como el DOGE de Elon Musk en los Estados Unidos trumpianos, Gómez-Obregón sería sin duda uno de sus trabajadores más entusiastas. 

No en vano, España es el país de la UE con más crecimiento de gasto público sobre PIB, del cual, más de 50.000 millones de euros se emplean de forma ineficiente, según informes de años anteriores del Círculo de Empresarios o el Instituto de Estudios Económicos de la CEOE.

Pero, cuidado: Gómez-Obregón no quiere hablar de "motosierras" ni quiere ponerse etiquetas partidistas. Su ideología, dice, es la de un hombre de a pie que, escandalizado por el funcionamiento del sector público, decidió dar un paso al frente "como haría cualquier ciudadano preocupado por el futuro de su país, y cualquier padre comprometido con el porvenir de sus hijos".

Pese a su creencia en la responsabilidad colectiva, nadie ha hecho lo que él, ni mucho menos con su perseverancia: Gómez-Obregón lleva un lustro y miles de tuits señalando adjudicaciones fantasma, faltas de transparencia o despilfarros de dinero público en todo tipo de absurdos (como cursos de formación desactualizados, según ha denunciado últimamente) entre centenares de casos.

Algunos de sus últimos mensajes en X han sido vistos por cerca de un millón de personas. Y lo que hace, no sólo indigna y abre los ojos a sus seguidores –muchos, reconoce, dentro del propio sector público–, sino que también tiene efectos en la vida real

Por poner sólo un par de ejemplos recientes: sus denuncias en la red social lograron que el Ayuntamiento de Santander aprobara en su pleno del pasado 27 de febrero la implementación de "un sistema de gestión digital de solicitudes para recibir, canalizar y resolver las peticiones de los ciudadanos".

El pasado 5 de marzo, el Parlamento de Cantabria aprobó una proposición no de ley para establecer "un plan de migración progresiva hacia tecnologías estándar de mercado", después de que el ingeniero señalara que el software de gobernanza usado por la Administración de la comunidad autónoma estaba desfasado.

"La moción en el Ayuntamiento fue presentada por el Partido Regionalista de Cantabria y la proposición en el Parlamento fue de la mano de Vox. Con esto quiero decir que no me caso con nadie, menos con quien tenga un compromiso para mejorar el funcionamiento del sector público", asegura Gómez-Obregón en conversación con EL ESPAÑOL.

Estos y otros pequeños logros le han valido el respeto de una legión de 126.000 seguidores, incondicional en el apoyo a este David contra el Goliat de la burocracia. Desde hace ya algunos años, gracias a financiarse por donaciones a través de su página de Patreon, Gómez-Obregón puede dedicarse exclusivamente a su tarea de vigilante de lo público. Pero no siempre fue así.

Hacer "bricolaje"

Con apenas 15 años, las cosas se torcieron para Gómez-Obregón: su padre se fue de casa, y él y sus hermanos se quedaron solos con su madre y sin ingresos. Poco después tuvieron que hacer frente a un desahucio, lo cual le empujó a tener que buscarse la vida desde muy temprano.

Jaime Gómez-Obregón en el Hotel Real de Santander, donde suele ir a trabajar.

Jaime Gómez-Obregón en el Hotel Real de Santander, donde suele ir a trabajar. Pablo Bolado

Años antes, como muchos otros preadolescentes de aquella generación nacidos a principios de los 80, Gómez-Obregón tuvo un especial interés por lo tecnológico. "En casa apareció un microordenador Spectrum y con él empecé a trastear", dice. La máquina permitía jugar a videojuegos y también hacer programas. Así es como empezó a programar software o, como dice él, a "hacer bricolaje".

Poco más tarde, se matriculó en Ingeniería de Telecomunicaciones en Santander y, con 23 años, se dio de alta como autónomo. Sin una red personal a la que poder vender sus servicios, fue creciendo poco a poco, a través del boca a oreja. A sus 28 años, constituyó su primera sociedad limitada. "¡En aquel tiempo me pareció una pasta!", dice, sobre los 3.000 euros que necesitó para establecer la empresa.

Hasta entonces, Gómez-Obregón no era más que un avezado programador que tuvo que espabilar porque la vida le puso contra las cuerdas. Trabajando, sin embargo, "en hacer más competitivos y rentables" a sus clientes, se dio cuenta de que el sector público funcionaba en la dirección contraria.

"Yo pensaba que la Administración era un ente neutro que gestiona, pero no es así. Fui a algunos concursos públicos intentando presentar la mejor oferta pero nunca me llamaban y, cuando lo hacían, era para ofertas de acompañamiento. Es decir, eran ofertas para perder, porque realmente ya tenían un adjudicatario decidido de antemano", explica.

Otro ejemplo que pone el ingeniero es el de las ayudas a la contratación: "En mi sector apenas hay desempleo y cuando he necesitado contratar a alguien he tenido que ficharlo de otras empresas. Pues bien, en la Administración me dijeron que el trabajador dejase su puesto y se apuntase a situación de desempleo, lo cual constituía una pantomima que no tenía otro objetivo que maquillar las estadísticas de paro. Todas estas cosas me hicieron reflexionar".

Aquellas malas experiencias le llevaron a difundir, en sus ratos libres, y de forma desinteresada –aquí matiza que tiene el "interés de cambiar las cosas"–, los descubrimientos que hacía buceando en las entrañas del mastodonte burocrático.

Gómez-Obregón arrancó así, sin saberlo, un ambicioso proyecto de transformación de la Administración pública, sin estrategia y sin más objetivo que compartir argumentos con base en datos reales. "No soy ninguna madre Teresa de Calcuta, sino un ingeniero que quiere que su país funcione bien", asegura Gómez-Obregón, a quien le cuesta ser el protagonista.

Corrupción

Si Gómez-Obregón hubiera pensado en el ingente trabajo que tenía por delante nunca hubiera comenzado. Así que lo hizo por un proyecto concreto: desarrollar un nuevo visor del Boletín Oficial de la Región (el BOE cántabro) de tal manera que los ciudadanos pudiesen encontrar fácilmente la información de interés que se publicara en él.

El ingeniero Jaime Gómez-Obregón.

El ingeniero Jaime Gómez-Obregón. Pablo Bolado

"No es que fuera muy listo, pero cualquiera que pusiera un poco de cariño lo podía hacer mejor que el Gobierno", bromea el ingeniero en alusión a la accesibilidad de la información pública.

Al cabo de un tiempo, según relata, la gente comenzó a usar su herramienta. Gracias a ésta, un día encontró una donación de 200.000 euros de una empresa al Gobierno de Cantabria, que éste aceptó. Se trataba de una sociedad desconocida y constituida en una jurisdicción opaca, en Edimburgo, Escocia. Y ni el Gobierno ni los medios locales dijeron nada.

"Di visibilidad al asunto y se hizo viral, hasta el punto que un periodista preguntó al presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, por el asunto. Obviamente, no sabía nada", explica Gómez-Obregón. El asunto llegó al Parlamento cántabro en el debate del Estado de la Región.

"Lo único que había hecho había sido compartir información. Entonces, me dije: ¿por qué no hago una herramienta parecida pero para la contratación pública del Gobierno regional?", explica el ingeniero. Así nació otro de sus proyectos más sonados, contratosdecantabria.es, con el que descubrió, por ejemplo, contrataciones y adjudicaciones a periodistas en nómina de partidos políticos.

La fama de Gómez-Obregón fue en aumento y su comunidad de seguidores en redes sociales, entre quienes se encuentran centenares de trabajadores públicos anónimos que apoyan su trabajo silenciosamente por miedo a represalias, le animaron a lanzar una página en Patreon para captar donaciones y dedicarse exclusivamente a estas investigaciones.

Gómez-Obregón vendió su empresa y convirtió aquella iniciativa nacida de la curiosidad y el sentido cívico en una profesión. "Ahora mismo gano un poco menos de lo que ganaría ejerciendo mi profesión en una empresa de mi sector", dice Gómez-Obregón, quien reconoce que no es un hombre de grandes pretensiones materiales y lleva un estilo de vida sobrio y minimalista.

Libre

El peso sobre los hombros de una misión como la de Gómez-Obregón puede llegar a ser insoportable por frustrante. Además, es una tarea solitaria, en la que las dudas a lo largo del camino han sido constantes. "He pensado varias veces en dejarlo", reconoce a este periódico. "Igual mañana mismo lo dejo de hacer", bromea.

No sólo es la frustración de ver cómo las cosas no cambian o de ver que, cuando lo hacen, es lentamente. También es el desgaste de la exposición, y el haberse ganado enemigos en quienes quieren que todo siga igual. "En Cantabria, además, todo es muy pequeño, todo el mundo te conoce… Nunca me han amenazado por nada, pero sí que me han dicho que tenga cuidado porque se me pueden cerrar puertas", asegura.

Jaime Gómez-Obregón.

Jaime Gómez-Obregón. Pablo Bolado

Una de estas veces en las que pensó en tirar la toalla fue a principios del año pasado, cuando compartió con sus seguidores que se sentía cansado en su lucha contra un adversario al que pensó que, por un momento, no podía vencer. Entonces cargó su coche y emprendió un viaje sin rumbo que, en ocho meses, le llevó por media Europa: Francia, Italia, Bulgaria, Macedonia, Albania, Suiza…

"Iba contando mi viaje en tiempo real y una española que me seguía y apreciaba mi trabajo me ofreció su casa en Suiza para que me quedara trabajando allí el tiempo que quisiera. Otra gente como ella me dio ideas y cobijo en otros países, hasta que decidí que era hora de volver y seguir con lo de siempre", relata. "Aproveché para escribir mi diario y recargué pilas", asegura.

Gómez-Obregón se describe como alguien que no necesita mucho para vivir: ni tiene hipoteca, ni casa en propiedad, ni demasiadas posesiones más que unas pocas mudas, una mochila y su coche, con el que ha hecho más viajes como el que emprendió en 2024. La enumeración anterior reúne las características esenciales para ser "libre", como él dice. 

"No quiero perder mi libertad, ni para vivir ni para hablar, y eso conlleva riesgos e incertidumbres como no saber qué haré mañana", asegura. "Me escribe constantemente gente que está en la Administración y que admira mi trabajo, pero me reconocen que les gustaría hacer más y que no pueden porque no son libres. Les entiendo, y yo me siento afortunado", reconoce.

Avances como los adoptados recientemente por el Ayuntamiento de Santander o el Parlamento Cántabro le ayudan a seguir. Pero Gómez-Obregón no confía en la política al uso para que lleguen los cambios.

 "Sólo intento proporcionar argumentos en base a datos disponibles para todos para que, desde el rigor y lo que he aprendido en mi vida profesional, pueda ilusionar a la gente que está dentro de la Administración pública para ver si conseguimos cambiar las cosas. En política no habrá nadie que lo vaya a cambiar, y nosotros no podemos resignarnos. Tenemos una deuda con la sociedad", concluye.