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Esta entrevista al arzobispo grecocatólico de la diócesis siria de Homs, Jean Abdo Arbach, debería haber durado con arreglo a lo convenido algo menos de un cuarto de hora –ya de por sí "robado" a su apretada agenda madrileña del pasado viernes con la intercesión de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), que consiguió EL ESPAÑOL en una cita telefónica de última hora– , y no llegó a los diez minutos porque, sorprendentemente, Arbach la interrumpió en un tono bronco y desairado y se fue a la francesa cuando se le preguntó sobre los islamistas radicales con un pasado violento que lideran su país tras la caída de los baazistas.

"Se ha enfadado", interpretaron los empleados de de AIN, que es la organización católica que lo ha traído a España. Los anfitriones habían recomendado que nos apremiásemos de modo que, sin tiempo para preámbulos, nos ineresáramos razonablemente al poco de empezar a hablar por su opinión sobre la presencia de yihadistas en el gobierno sirio, empezando por el propio Ahmed Huseín al-Charaa, más conocido como Mohamed al-Jolani cuando era sólo el emir del grupo terrorista Hayat Tahrir al-Sham (HTS).

"Tenemos una comisión de todas las iglesias de Siria nombrada por todos los patriarcas que se reúne todas las semanas con el gobierno de Siria para charlar de todos los desafíos que tenemos, tanto como cristianos como sirios", respondió Jean Abdo Arbach.

Monseñor Arbach durante su visita a España.

Monseñor Arbach durante su visita a España.

"¿Y es una de sus preocupaciones el vivir bajo un gobierno de islamistas?", insistimos, rearmando la pregunta. "¿Han hablado también ustedes de ello durante esas reuniones, y de los inconvenientes de vivir bajo la Sharia en lugar de hallarse sometidos al imperio de la ley de un estado secular y democrático?". "Hablamos de la situación de Siria. No podemos limitarnos a hablar de un grupo. Lo que me interesa es mi país", añadió el arzobispo.

"Pero se diría que hablar del pasado yihadista de los miembros del gobierno es un asunto que atañe a su país. Hemos de inferir entonces que no han charlado sobre ello". "No me interesan los yihadistas. No me interesan sus preguntas", espetó, y dio por zanjada la conversación.

Que monseñor se fuera sin despedirse fue su manifestación más elocuente. Su proceder es un reflejo y una proyección muy clara del miedo de todos los cristianos sirios a expresarse libremente sobre las nuevas autoridades. Y lo ocurrido el pasado fin de semana no ayuda mucho a disipar ese temor a unas autoridades regidas por la Sharia que no han dudado muchas veces en liquidar a los cristianos.

Hace sólo unos días que mercenarios de esos mismos islamistas que acabaron con la dictadura de Bashar Al-Asad asesinaron a más de mil personas, en su mayoría alauitas, en la franja costera que conecta ciudades como Latakia y Tarso. Precisamente en Homs fueron asesinados muchos de ellos, y al menos tres eran cristianos, un padre y un hijo de Latakia abordados y asesinados a sangre fría cuando viajaban en coche y el padre de un cura de Banias.

El arzobispo melquita de Homs (Siria) se dirige a la audiencia en el primer encuentro de ACN sobre Siria en Seúl (Corea del Sur)

El arzobispo melquita de Homs (Siria) se dirige a la audiencia en el primer encuentro de ACN sobre Siria en Seúl (Corea del Sur) ACN

Aunque no se ha identificado completamente a los responsables y menos todavía se han depurado las responsabilidades, nadie alberga duda alguna de que los autores de la masacre son los mismos islamistas que tumbaron a Al-Asad. En teoría, era una represalia para aplastar el levantamiento del general de brigada Ghyath Suleiman Dala. Pero el grueso de las víctimas resultaron ser completamente ajenas a la algarada de los baazistas.

El propio Jean Abdo Arbach pidió nada más llegar a España esta semana que se aclarara lo ocurrido y se hiciera justicia con los islamistas que han llenado de muertos nuevamente las cunetas sirias. "No queremos más sangre. Llamamos a la unidad y la reconciliación. Después de 14 años de guerra no necesitamos otro conflicto", dijo.

Todo nuestro intercambio de preguntas con el arzobispo de Homs transcurrió en castellano. Su español dista de ser perfecto, pero es razonablemente bueno para alguien que nació en Yabroud, que es también la ciudad donde se encuentra la concatedral de la sede archiepárquica de Homs.

Según nos dice Arbach, aprendió español en América Latina. "De 1997 a 2004 fui párroco de la iglesia de San Jorge, en Córdoba (Argentina), y allí fue donde empecé a hablar en español". Más tarde, en 2006, fue designado como exarca de Argentina. De hecho, monseñor conoce bien al papa Francisco del tiempo que pasó en la patria del pontífice.

Monseñor Arbach en las ruinas de la catedral greco melquita de Nuestra Señora de la Paz en Homs (Siria).

Monseñor Arbach en las ruinas de la catedral greco melquita de Nuestra Señora de la Paz en Homs (Siria).

"Tampoco ésta es la primera vez que he venido a España. Había estado varias veces. Pero en esta ocasión he venido invitado por el cardenal Omella. También tengo trabajo con Ayuda a la Iglesia Necesitada, que siempre me ha ayudado mucho y son como mi familia", aclaró. Además de visitar la basílica del Pilar en Zaragoza, el arzobispo de Homs tomó parte el pasado viernes en la catedral de la Almudena de Madrid en la llamada Noche de los testigos, una vigilia de testimonios y oración que honraba a los cristianos perseguidos de este mundo y que estuvo presidida por el cardenal José Cobo.

La fe greco-católica melquita o greco-melquita, a secas, a la que pertenece el arzobispo, es una de las veinticuatro iglesias sui iuris que conforman el catolicismo. O, si se quiere de otra forma, es una Iglesia católica oriental que sigue la tradición litúrgica bizantina y que usa como lenguas el griego y el árabe. Aunque tuvo su origen en Oriente Medio, su millón y medio de fieles se hallan hoy dispersos por varios continentes.

No es infrecuente desde hace años que jerarcas de las iglesias católicas o de obediencia vaticana de todo Oriente Medio visiten nuestro país para hablar de su experiencia pastoreando a las comunidades de cristianos que viven entre mayorías musulmanas y, casi por sistema, se repite una advertencia que, aunque ha devenido en un cliché, no la hace menos cierta. Los cristianos son una especie en extinción en países como Irak o, por supuesto, Siria, donde su número ha caído por debajo de los 400.000 fieles frente a una cifra precedente tres veces superior.

Prevalece la duda si ese éxodo masivo tiene que ver menos con su religión que con la atmósfera general de violencia que se ha enquistado en ese estado. "La situación de Siria es muy complicada, pero esto viene ya de mucho tiempo atrás. No se trata únicamente de lo que ocurre ahora. Porque los cristianos ya sufrían mucho antes. Tuvimos al Estado Islámico y luego vino la guerra. Y todas esas cuestiones han influido en la situación", afirma.

La gran porción de Siria de la que se adueñó el autoproclamado 'califato islámico' incluía también la diócesis del propio Arbach. Durante una visita precedente a nuestro país efectuada hace dos años, el arzobispo explicó que al regresar a la parroquia de Yabroud tras la derrota de los yihadistas halló todos los iconos baleados por el suelo. Los islamistas habían escrito sobre las paredes y habían quemado algunos templos. En la catedral de Homs se produjo incluso una explosión.

Tras la liberación de su sede arzobispal, Arbach se apresuró a volver y, con la colaboración de AIN, comenzó la restauración de las iglesias y las labores de socorro a los cristianos cuyas vidas arruinó el Daesh. Lo interesante es que el Gobierno con el que ahora se reúnen hunde sus raíces en la misma ideología yihadista que inspiró a los asesinos del ISIS, aunque hayan hecho un esfuerzo denodado para blanquear su pasado terrorista.

Monseñor Arbach durante un acto religioso.

Monseñor Arbach durante un acto religioso.

La llegada de los salafistas y su fulgurante conquista de Siria fue recibida por los cristianos en vísperas de la pasada Navidad con recelo. Nadie ignoraba las verdaderas credenciales de los hombres de Al Jolani. De haber podido reaccionar a tiempo, es posible que hubiera huido el grueso de ellos pero el avance fue tan rápido que los nuevos dueños del país se adelantaron casi a las noticias. Muchos daban por hecho que una horda de barbudos despiadados instauraría la Sharia y se echaría encima de los cristianos y los alauitas. El temor de los chíitas fue premonitorio y acertado, tal y como se vio el pasado fin de semana.

Pero, sorprendentemente, una de las primeras cosas que hicieron los nuevos amos islamistas del país fue enviar pan a las iglesias. Al mismo tiempo, Syriac TV y Levant 24 emitían en bucle desde Estambul de Idlib entrevistas junto a arbolitos de Navidad donde los cristianos abordados por la calle de ciudades como Alepo repetían que estaban siendo tratados con gentileza y que no faltaba comida en los mercados. Han transcurrido cuatro meses desde entonces y el propio Arbach ha denunciado en España esta semana que le preocupa el pueblo sirio porque "carece de trabajo y hace frente a una escasez de comida y medicinas".

A la jerarquía cristiana se le reprochó durante el reinado de los Asad su connivencia con el régimen y su falta total de compromiso para oponerse a las injusticias y las atrocidades que protagonizaron los baazistas. Es probable que el arzobispo de Homs siga sin sentirse libre para expresar sus opiniones cuando decide interrumpir una entrevista comedida porque los reporteros se interesan por su opinión sobre la presencia de yihadistas en el gobierno. Claro que su absoluta falta de respuesta es la mejor de sus respuestas.

Lo primero que hizo el pasado mes de diciembre esa comisión de todas las iglesias mencionada al final de nuestro breve encuentro por el arzobispo de Homs fue elaborar un manifiesto en un tono valiente en el que le pedían a Ahmed Huseín al-Charaa que fijara "en una nueva constitución los derechos de las diferentes etnias que constituyen el tejido de la sociedad siria de manera que puedan preservar su identidad y sus diferentes idiomas, lo que aumentaría la fuerza y la estabilidad del país frente a los desafíos y presentaría ante el mundo una imagen civilizada".

A su paso por España, esta semana, Arbach ha repetido que confía en que aquella inicial promesa "de incorporar a las minorías en el nuevo sistema político se materialice finalmente". Lo que se infiere de ello es que todavía no ha pasado de promesa.