Hubo un momento en la vida de Julio Medem (66) que decidió apostarlo todo a una carta. Se encontraba estudiando cuarto de medicina cuando le surgió la posibilidad de escribir críticas cinematográficas en La voz de Euskadi. No es que le hubiera surgido por generación espontánea, sino que llevaba desde su infancia mamando mucho cine en aquella televisión de blanco y negro donde parecía que los sueños se hacían realidad. También jugaba con la cámara de su padre.
“Acabé quinto y sexto de carrera, pero no llegué a cursar la especialidad de psiquiatría, que es lo que me habría gustado”, confiesa a EL ESPAÑOL. En 1985 estrenó su primer cortometraje en 35 mm, Patas en la cabeza, y revela que “Imanol Uribe me ayudó mucho con la producción”. Por este trabajo recibió el Premio del Cine Vasco en el Certamen Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao, un buen escaparate para que siguiera trabajando y creando con la moviola.
Dos años después llegó otro corto llamado Las seis en punta, con el que consiguió en el mismo certamen el Premio Telenorte y en 1992 debutó con el largometraje Vacas.

Julio Medem al centro, junto a los actores Ana Rujas y Javier Rey
Ahí demostró de lo que era capaz de contar desde lo más profundo de sus entrañas ya que a través de sus guiones delinea con la precisión de un bisturí las complejidades emocionales de los personajes. En cierto sentido es como si se hubiera desquitado por no haber estudiado psiquiatría.
Luego llegaron La ardilla roja (1993), Tierra (1996), Los amantes del círculo polar (1998), Lucía y el sexo (2001)… hasta llegar a 8, estrenada en los cines de nuestro país este viernes 21 de marzo y que se presentó oficialmente en la reciente edición del Festival de Cine de Málaga.
Es la historia desde el nacimiento en pueblos cercanos de Octavio (Javier Rey) y Adela (Ana Rujas) que un día se encuentran y a partir de ahí se entreteje una historia poética que abarca nueve décadas contada a través de ocho planos-secuencia. Como telón de fondo se cuenta la historia de nuestro país desde la Guerra Civil a la Democracia actual y lo hace con pinceladas de una reflexión emocional sobre el cainismo. En la trama aparecen Tamar Novas, Álvaro Norte, María Isasi, Loreto Mauleón y Carla Díaz.
P.- ¿De dónde viene esa pasión por intentar reflejar lo íntimo de las relaciones humanas?
R- No te sabría contestar. Viene de algo muy profundo de mí, tanto, que no sé cómo relatarlo. Con mis pelis he cogido la información de mi subconsciente, de mi zona alejada de la razón, y me he movido por pura intuición. En 8 empecé con el parto de dos criaturas en dos pueblos cercanos, quería ver de qué manera podían estar conectados, a ver hacía dónde me derivaba el tiempo. El primer capítulo ya tenía un tono, una atmósfera, me salió un ocho, un bucle total. Luego había que recorrerlo y se tenía que hacer en un plano-secuencia. Fui escribiendo sin saber que era una buena historia. La hice por capítulos.
P.- El más doloroso el de la Guerra Civil…
R.- Los dos personajes durante la contienda eran víctimas inocentes y silenciosas. Mientras escribía el guion se me vino a la mente el poema Españolito de Antonio Machado que tan bien describe las dos Españas. En ese proceso vital que tienen Adela y Octavio, cada uno de manera independiente y luego cuando se juntan, aparece la ceremonia del perdón. Hay que saber pedir perdón y perdonar porque de ahí surge el amor. Por eso es tan necesario visibilizar las heridas, los traumas. Es una forma de terapia, de catarsis. A medida que fueron creciendo no fui consciente de que mis personajes iban a llegar tan lejos ya que cada uno pertenece a su entorno y su familia.
P.- ¿La libertad creativa de la que gozas se ha sentido coartada por movimientos sociales como el MeToo, la cultura de la cancelación o el auge de la ultraderecha?
R.- Mi cine ni está anclado ni tiene un compromiso con la realidad, no sé hacerlo. Al espectador le pido que no me exija que la película cumpla todo porque va por una realidad paralela. Es cierto que algunas cosas me afectan porque estoy conectado como persona con la política, pero aunque no trate este aspecto directamente de alguna manera por detrás se puede entender. Sobre la situación que estamos viviendo en España propongo paciencia y esperanza. Es un deseo, pero también una reflexión emocional.
P.- Hay mucha crispación en el ambiente, lo negativo tiene más peso específico que lo positivo, ¿por qué vende mejor la maldad?
R.- Es que está en las redes sociales, el Telediario y prácticamente en cualquier lugar y momento de la vida. No sé por qué nos han hecho creer que lo malo ha de prevalecer. Pero mira todo lo que está ocurriendo a nivel internacional. Trump está batiendo el récord de velocidad… en caída. En Wall Street se puede liar una gorda porque muchas de las grandes fortunas que le votaron están perdiendo mucho dinero. Creo que Trump va tan rápido que no va a durar mucho.
P.- Dices que escribes todos los días a todas horas, ¿cómo surgen tus historias? ¿cómo es tu propia brainstorming?
R.- La de 8 salió de la nada y de manera muy rápida. Empecé a pulirla con tiempo hasta que supe lo que quería. Cuando empiezo un proyecto siempre está relacionado con algo que tengo en el subconsciente, tiro mucho de la intuición, me dejo llevar como un niño. Eso es algo que nunca voy a perder. Tengo tantas ideas y proyectos que acabaron en cajones. Claro, ahora están en el ordenador. Quién sabe si algún día se harán realidad. Ahí tengo la historia de Aspasia, esposa de Pericles, que espero llevarla en algún momento al cine. Me encanta la historia, sobre todo la Grecia Clásica y Cuba. Tengo muchas ganas de plasmar en imágenes algún aspecto de la historia cubana.
P.- ¿La sensibilidad del hombre es igual que la de la mujer?
R.- Son bastante similares, pero la psicología femenina es más compleja. Hace poco empecé a darme cuenta que estoy más conectado con lo femenino cuando escribo que en mi vida normal. Por eso digo que me siento madre de mis películas, he sufrido la gestación y luego doy a luz. Me he puesto en el lugar de cada uno de los personajes y descubrí que hay un lado de mí bastante femenino. Si estuviéramos menos coartados y fuéramos más sinceros estaríamos mejor entrelazados los hombres y las mujeres, como sucedió con si somos más sinceros, estamos más coartados, más entrelazados hombres con mujeres.
P.- ¿Cómo ha evolucionado el concepto del amor desde Vacas a 8?
R.- ¡Ufff!, hace poco descubrí que hay una conexión entre Vacas, Los amantes del círculo polar y 8. Es como si estuvieran conectadas por un hilo invisible. Las tres son poemas visuales o cinematográficos, son trágicos, siempre me sale esa tragedia y de repente por ahí surge un toque de humor. Luego está el contrapeso del amor que lo uso en lo emocional para contar otras cosas ajenas a la trama general, casi diría que tiene una función como psicoanalista.
P.- Poca gente sabe que le dijiste que no a Spielberg, ¿por qué?
R.- Todo ocurrió a partir de La ardilla roja, que obtuvo el Premio de la Juventud en el Festival de Cine de Cannes. A Stanley Kubrick le encantó la película y poco después se puso en contacto con Steven Spielberg porque sabía que entre sus proyectos había algo que me podía acercar a él. La propuesta llegó con La máscara del Zorro, Spielberg quería que la dirigiera, pero yo no estaba del todo convencido. Tardé como diez días en darle una respuesta. A ver, mi cine es bastante particular, juego mucho con la psique de los personajes, no podía cambiar nada del guion del Zorro ya que estaba escrito para que fuera un éxito en taquilla, por ello no me habría sentido cómodo. Al final dije que no aceptaba. Y no me arrepiento.

Julio Medem
P.- Descubriste a Paz Vega para el cine, ¿cómo ves su evolución desde Lucía y el sexo?
R.- Ha sido brillante, muy buena, progresiva y, sobre todo, ha madurado mucho. Y ahora se ha volcado en la dirección para contar historias desde su prisma. Es una evolución natural. Recuerdo que cuando terminamos el rodaje de Lucía y el sexo Paz se quedó muy enganchada al personaje y los amigos tuvimos que ayudarla para deshacerse de él. Pasados bastantes años me llamó para proponerme hacer la segunda parte, yo no estaba muy convencido, pero luego pensé que la historia de Lucía cuanto más tiempo pase va a ser mejor. No estaría mal contar qué le pasó y a qué viene ahora.
P.- Te llevaste una grata sorpresa con Úrsula Corberó durante el rodaje de El árbol de la sangre, ¿qué hay en ella que desconocías a nivel actoral?
R.- Quedé encantado con ella. Es una pedazo de actriz, es muy rápida a la hora de entender las directrices, lo coge todo enseguida y a nivel interpretativo es muy afinada. En cierto sentido lo que me ocurrió con Úrsula fue lo mismo que con Paz, la intuición. Es de lo mejor que he visto.
P.- ¿Hasta qué punto el personaje que estas actrices muestran en la alfombra roja puede llegar a devorar a la persona, a difuminar el talento?
R.- En esta profesión hay un lado que tiene que ver con la atención. El glamour está muy bien y se ha de representar. Cuando hace poco vi reportajes de moda de Ana Rujas pensé que estaba espectacular. ¡Qué físico!. Creo que el talento siempre está ahí, da lo mismo de qué o cómo lo disfraces. Las apariciones en las alfombras rojas son necesarias y hay que saber actuar en ellas.
P.- Me han dicho que a Penélope Cruz no le gusta demasiado ensayar, ¿cómo lo llevaste durante el rodaje de Ma ma?
R.- (Ríe). Es cierto, no le gusta. Y yo soy de los que necesita ensayar mucho porque parto del guion que tengo y voy cambiando los diálogos en los ensayos. Pero tuve que respetar su decisión. Lo increíble es que ya desde el principio me empezó a sugerir ideas en el guion y durante el rodaje también aportó lo suyo. Sin ensayar hizo un trabajo impecable. A veces los actores trabajan sus personajes por su cuenta y cuando llegan al rodaje me quedo fascinado.