Estos días Binissalem es un pueblo dividido. Muchos de los habitantes de la pequeña localidad en el centro de la isla de Mallorca no hablan de otra cosa: la vuelta de Nadia Nerea, la pequeña con tricotiodistrofia cuyos padres están ahora en el punto de mira del juez por un supuesto delito de estafa. En ocho años, Fernando Blanco Botana y su mujer, Marga Garau Ramis, recaudaron 980.000 euros por medio de campañas con las que obtener fondos para costear los tratamientos de la enfermedad de su hija. Ahora él está en la cárcel, en prisión preventiva, como principal sospechoso y supuesto urdidor del engaño. Su mujer no ha corrido la misma suerte. Se encuentra en libertad condicional, pero alejada de su hija. Nadia se encuentra ahora con sus tíos Juan y Antonia Garau, en Binissalem, el pueblo en el que vivió la mayor parte de sus primeros once años de vida. Su madre solo puede verla los fines de semana. Por eso, Marga ha vuelto a Mallorca. Se encuentra en Santa María del Camí, en la casa de su madre, a menos de diez minutos en coche de Nadia.
Tras años rodeada de lujos, de viajes y de restaurantes caros a los que sus padres la llevaban, la pequeña queda ahora al cuidado de la familia materna. El piso, situado en la calle Joan Miró, al lado de la carretera que cruza el pueblo, es un lugar sencillo y sobrio, de casas blancas y bajas. Los tíos de Nadia llegaron con la niña y la madre el lunes desde Barcelona y desde entonces apenas se han dejado ver por el pueblo. Algunos de los vecinos están que arden con la familia. Los periodistas hacen guardia en diversos rincones de la localidad. Se trata de una situación insólita para todos ellos. Algo que hace años, con Fernando y Nadia girando por todas las cadenas de televisión, nunca habrían llegado a imaginar.
Dos padres que se conocieron en la cárcel
Cuando Nadia nació, su padre todavía cumplía condena de cárcel desde que entró en prisión en el año 2001. En el año 2004 otra condena cayó sobre él por un delito posterior: si la primera se produjo por quedarse dinero de la empresa de la que era trabajador, en la segunda ocasión fue condenado por obrar de la misma manera en la empresa de la que era entonces su esposa, según El País. De ese modo, Fernando estaba en la cárcel cuando su hija Nadia nació. Y fue ahí, tal y como ha podido saber EL ESPAÑOL, donde él y la madre de la niña se conocieron.
Se conocieron en una ocasión que Marga acudió de visita a la cárcel por otros motivos. Durante los años siguientes ambos siguieron en contacto y se veían en los permisos penitenciarios de los que Fernando disfrutaba en algunas ocasiones. Ahí no solo afianzaron su relación, sino que comenzaron a salir. Nadia nació el 20 de abril del año 2005, dos años antes de que su padre saliera definitivamente de la cárcel.
Estos días, las dudas surgieron en el juez a raíz de la declaración del padre de la pequeña. En un momento de su declaración llegó a decir de Nadia que la quería “como una hija”. Ese y otros antecedentes hicieron al juez dudar sobre la identidad de los padres de la menor y por eso solicitó los documentos pertinentes que lo demostrasen. Como ha podido saber EL ESPAÑOL a través del abogado de Fernando Blanco y de Garau, tanto Fernando como Marga son los padres biológicos de la menor, a la que usaron durante años para aumentar una fortuna que ascendió casi hasta el millón de euros.
Durante años, Marga ocultó a su familia que su marido había estado en prisión. “Tenía miedo de que no le aceptáramos”, afirmó a EL ESPAÑOL Joan Garau, hermano de la madre de Nadia. Del mismo modo, Marga les contó a su familia que ambos se habían conocido en un crucero de Transmediterranea en el que ella trabajaba años atrás.
En la declaración de Fernando Blanco ante el juez, a la que ha tenido acceso este periódico, el propio padre afirma que a Nadia le diagnosticaron la enfermedad cuando tenía “entre el año y medio y los dos años”.
La presión sobre los tíos maternos
Joan Garau y su hermana Antonia soportan a duras penas la situación. A lo largo del día, su teléfono no suena menos de veinte veces, la mayoría periodistas que quieren conocer más detalles de la vida de la nueva vida de la joven. Pero no son las únicas llamadas con las que Joan se encuentra al descolgar el teléfono. “También hay gente que me llama de forma anónima. El otro día llamaron amenazándome. ¿Por qué tengo yo que aguantar esto. Estoy destrozado, paso de todo, que digan lo que quieran”.
La rutina de la humilde familia materna de Nadia se ha visto invadida por el caso a todos los niveles. La gente habla en las calles, en las esquinas, en los bares. Pero quien de verdad lo está soportando todo es Joan y el resto de la familia de Nadia afincada en Mallorca. “Llevo quince días que no puedo más y nadie se pone en mi sitio. Está todo lleno de cámaras. Esto es surrealista”.
Nadia vive entre su casa y la casa de su hermana Antonia, también en el municipio de Binissalem. Pero no es tan fácil salir de casa cuando todo el pueblo murmura. “No la he visto apenas. No salgo de casa porque me da vergüenza. ¿Cómo voy a ir? ¿Qué he hecho yo? Si yo siempre he ayudado”. Joan fue uno de los que más se implicaron cuando Nadia vivía en el pueblo con sus padres. Hasta hace tres años, cuando se marcharon a Cataluña, los tíos se desvivían por Nadia. No eran conscientes, dicen, del engaño orquestado por Fernando y Marga durante años en torno a su hija enferma.
Cuando Nadia y sus padres cogieron el avión y marcharon a la península lo hicieron porque el clima le estropeaba la piel. "A Nadia se le cae la piel dos veces al año, uno de los médicos le recomienda un sitio frío y seco”, explica el padre al juez, según ha podido saber EL ESPAÑOL en la declaración a la que ha tenido acceso.
La nueva vida de Nadia
“Las compras en supermercados cuando no llevaba dinero en efectivo pagaba de la cuenta de la asociación. El teléfono fijo de su casa lo pagaba de la cuenta de la asociación, que todo lo pagaba de la cuenta de la asociación. Viajaba habitualmente con el Corte Inglés, cuando iba con Nadia. La luz de casa también lo pagaba de la cuenta de él”. Son algunos de los datos que trascienden de la declaración de Blanco ante el juez. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, el padre de la niña reconoció ante el juez que nunca había estado en Houston ni en Afganistán con su hija.
Binissalem quizás sea el lugar que más se ha volcado con Nadia y su familia. Ahora sus casi 8.000 habitantes se encuentran divididos ante la llegada de la niña. La joven necesita ahora una nueva vida, una nueva rutina. “Nuevo colegio, niños nuevos, un lugar donde todo el mundo está hablando...”, explica a EL ESPAÑOL alguien muy cercano a la familia. “Les va a ser difícil traer aquí a la niña”. Mientras tanto, los periodistas hacen guardia en cualquier esquina con sus bártulos. “Ayer iba en bicicleta y vi una furgoneta con la típica antena encima. Cerca de la zona donde vive el hermano”, explica la misma fuente.
Todo el mundo está alerta en el pueblo. “La gente está muy pendiente de las televisiones. Está todo muy movido, todos están expectantes”, explica una vecina que colaboró muy estrechamente hace años con los padres. No se habla de otra cosa en Binissalem. “Soy la primera que al hacer el café en el bar me preguntan que si sé algo de la lotería de Nadia”.
Encontrar colegio, un problema
La pequeña localidad del centro de la isla de Mallorca, una región de producción vinícola, se encuentra estos días partida en dos: los que se jactan de que en su día no colaboraron con la familia que supuestamente les ha engañado a todos y los que quieren recuperar su dinero. “Un pueblo dividido: ayer me encontré un chico que colaboró. Le mandaron mensajes aberrantes; la gente se lo comía. Ayer coincidí con él y estábamos como desconcertados: has colaborado por una causa, piensas que estás ayudando y de repente te dicen todo es mentira”.
Y así, con todo el maremágnum de cámaras, vecinos indignados, vecinos que critican, familiares afectados por el engaño arranca la nueva vida de Nadia. Vuelve al mismo punto en el que empezó, en Palma, cuando nació hace más de once años y donde ha vivido la mayor parte del tiempo de su vida. Es allí donde era más querida y venerada. El ambiente se encuentra ahora enrarecido alrededor.
Los tíos de Nadia intentan ya escolarizar a la joven en el pueblo. En Binissalem existen tres centros a los que poder acudir: un concertado, L´Assumpció, y dos públicos, Nuestra señora de Robines y el CEIP Binissalem. Entretanto, los vecinos no dejan de comentar algo que en los últimos años había ocupado buena parte de su tiempo y su dinero, una causa a la que se habían entregado por completo y que ahora, descubierto el engaño, les hace martirizarse por no haberse dado cuenta antes. Difieren en muchas cosas, pero algo en lo que todos concuerdan es en destacar una condición de la personalidad de Fernando, el padre de Nadia. Se trata de algo que hasta entonces habían visto conmovedor, un detalle que antes no advertían y que subordinaban a la desesperación de un padre por salvar a su hija. Ahora lo tienen claro. “A mí, hace cinco años, Fernando me dijo que tenía un cáncer de sangre”, explica una de las personas que colaboró con la familia años atrás. “Cuando Fernando te habla es como si te canta una canción. Es un contador de cuentos. Es un encantador de serpientes”.
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