Desmontada la banda del acetileno: reventaban cajeros disfrazados de fantasmas
Idígoras 'el chileno' y sus compinches se habían convertido en el terror de los bancos andaluces. En medio año se embolsaron casi 600.000 euros.
7 marzo, 2017 13:59Noticias relacionadas
Los chicos de Idígoras el chileno eran rápidos y efectivos. En cuestión de minutos se hacían con botines de entre 70.000 y 80.000 euros. Reventaban cajeros automáticos disfrazados con ropas blancas y ataviados con máscaras al más puro estilo de la película Scream. Parecían fantasmas con caretas. Usaban bombas de acetileno, un gas inflamable que hacían explotar mediante cables conectados a baterías de coches.
Durante un tiempo, estos cacos se sintieron infalibles. Pese a que sonaban las alarmas de los bancos y las cámaras de vigilancia les grababan, esta banda de ladrones era sorprendentemente rápida. Cuando la Policía llegaba, ellos ya se habían dado a la fuga.
Pero los delató el hallazgo de un resto de ADN del jefe encontrado en una gorra olvidada en una oficina bancaria a las afueras de Jerez de la Frontera (Cádiz). Aquel día de septiembre del año pasado comenzó la cuenta atrás para desarticular la pandilla de Claudio Esteban Venegas Idígoras, un chileno de 42 años afincado en tierras andaluzas y que decía trabajar como autónomo en mercadillos ambulantes.
“Era todo un profesional, trabajaba con varias identidades falsas y se movía como pez en el agua en el mundo de los robos”, explica Manuel González, portavoz de la Guardia Civil en Cádiz.
Nace la banda del acetileno
Septiembre de 2016. Jerez de la Frontera (Cádiz). A plena luz del día y aprovechando que hay poca afluencia de gente, ‘el chileno’ y tres de sus secuaces, todos disfrazados, roban en una oficina de La Caixa. Lo hacen a la antigua usanza: armados y con violencia. Dos de ellos llevan escopetas recortadas. Otro, un cuchillo de grandes dimensiones. Se hacen con el botín de la caja fuerte. Casi 80.000 euros. Cuando los agentes policiales llegan, se encuentran con un empleado y un cliente atados de pies y manos.
Tras el robo, Idígoras y los suyos se fugan a Portugal. Allí comienzan a robar en domicilios particulares, aunque pocas semanas después detienen a los tres subalternos del chileno. Sin embargo, el capo logra escaparse. Pero allí se siente solo: su hijo está preso también en el país luso, y su mujer y su nuera continúan residiendo en Jerez. Además, Idígoras necesita dinero y no puede dejar de dar palos.
Es entonces cuando el chileno llama a dos compatriotas residentes en su país de origen y les dice que se vengan a España, que tiene un plan para robar en cajeros automáticos mediante bombas de gas, un método muy utilizado por los ladrones en el país suramericano. Los chicos aceptan y se instalan en un piso de la barriada sevillana de Alcosa (Sevilla). Idígoras también recluta a un marroquí que regenta un locutorio en Jerez. Vuelven a ser cuatro. Nace la banda del acetileno.
Robos en cuatro provincias andaluzas
Los chicos de Idígoras comenzaron a robar en cajeros de las provincias de Sevilla, Cádiz, Málaga y Jaén. Dieron palos en Jerez, Conil, Sevilla capital, Benacazón, Antequera y Lopera. En total, hasta ocho atracos. En todos ellos se llevaban de media entre 70.000 y 80.000 euros, salvo en uno, que sólo consiguieron 29.000. En medio año se embolsaron unos 580.000 euros.
Siempre actuaban de la misma manera. Disfrazados de blanco y con máscaras que cubrían sus rostros, los cuatro integrantes de la banda introducían acetileno con tubos de goma por las ranuras de los cajeros. Luego, los reventaban mediante cables conectados a baterías de coches.
Después, el trabajo era relativamente sencillo. Se ayudaban de hachas, cizallas y mazas para acceder al contenedor del dinero efectivo. Una vez conseguido el botín, huían en coches robados o alquilados con identidades falsas. Eran tan profesionales que durante su fuga lanzaban a la carretera objetos afilados para, en caso de persecución, pinchar las ruedas de los coches de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Pero las autoridades policiales ya seguían la pista de Idígoras. En septiembre de 2016 la Policía Nacional había encontrado un resto de ADN de ‘el chileno’ en una gorra olvidada en el robo de Jerez, donde entraron a la fuerza en una sucursal de La Caixa.
A finales de febrero de este año, en un operativo conjunto de la Guardia Civil y la Policía Nacional, Idígoras y sus tres subalternos cayeron. También se detuvo a su mujer y a su nuera como colaboradoras de la banda. La mujer de su hijo había robado en una heladería las llaves de un coche que luego se usó en uno de los robos.
Los arrestos se produjeron justo cuando la banda de ‘el chileno’ pretendía llevar a cabo un nuevo asalto, esta vez en Bonares (Huelva). “Lo tenían todo preparado. Incluso habían alquilado un chalet en Niebla, un pueblo a cinco kilómetros de donde iban a dar un nuevo palo”, explica el portavoz de la Benemérita en Cádiz.
Los agentes policiales registraron tres viviendas y un trastero alquilado. La banda del acetileno ocultaba numerosa documentación falsa (pasaportes, permisos de conducir y cartas de identidad de distintos países), bombonas de acetileno, pinzas de cableado, mangueras, baterías de coche, varillas metálicas, disfraces, máscaras, diversas herramientas como mazas y hachas, ordenadores, teléfonos y dinero en efectivo.