"Me gritó que era una amargada, una frustrada y una resentida, que no tenía que haber vuelto después de que declararan mi despido nulo, que nadie me quería aquí y que no me podía ver. Me llamó mierda y me gritó que me metiera en mi agujero".

Aunque podría pasar por un fragmento de sobremesa extraído de Sálvame, este testimonio forma parte de una de las quejas presentadas a sus superiores por una trabajadora de la embajada de España en los Estados Unidos ante los insultos recibidos por parte de una compañera. Una de las tantas situaciones que tanto ella como otros compañeros dicen haber padecido en los últimos años en la legación de Washington DC.  

A primera vista, la embajada en los EEUU es una de las plazas más deseadas por el cuerpo diplomático y buena parte de los funcionarios de carrera por su importancia estratégica, los salarios y la posibilidad de vivir en una ciudad como Washington. Por aquí han pasado María Dolores de Cospedal, Alicia Sánchez Camacho o Juan Chozas -quien fuera jefe de Recursos Humanos en Bankia con Rodrigo Rato-.

Sin embargo, no todo brilla en este destino dorado al que en cuestión de semanas llegará el exministro de Defensa Pedro Morenés. Aquí, además de lidiar con la nueva e impredecible Administración Trump, el ambiente laboral de puertas para adentro está que echa humo. El reciente despido del chef de la que será la futura residencia oficial de Morenés es el último caso de una larga lista de denuncias y quejas de los trabajadores por malos tratos, insultos y amenazas, que se suman a varios problemas constructivos de los edificios consulares.

El Gobierno está a la espera de recibir el visto bueno de la Casa Blanca para mandar a Pedro Morenés a sustituir a Ramón Gil-Casares, embajador desde 2012, que lleva desde hace un año esperando un relevo que se ha demorado por la parálisis política vivida en España durante más de medio año. El representante saliente, al que se le atribuye una amistad personal con José María Aznar, celebra esta semana una fiesta de despedida y deja atrás un aire enrarecido que, según comentan varios trabajadores a este periódico, se arrastra desde antes de que él llegara.

El chef despedido junto a una presentadora amaricana en la cocina de la embajada.

“En general podemos decir que hay un problema de actitud en algunos diplomáticos y funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores hacia los trabajadores contratados. Llegan aquí con unos aires de superioridad propios de otros tiempos, y se han dado algunos casos de faltas de respeto en los que ha tenido que intervenir el sindicato. No es un ambiente laboral normal", explica a EL ESPAÑOL Enrique Gutiérrez, empleado de la embajada y representante sindical por UGT durante los últimos años, hasta hace un par de semanas, que dejó el puesto a otra compañera. Esperan que Morenés sepa poner paz.

El exministro de Defensa no lo tendrá fácil, aunque quizá su experiencia militar le ayude en esta tarea. De momento, se encontrará con una residencia con defectos constructivos donde las tuberías fallan y los ladrillos se deshacen. No hay cocinero, se acumulan las quejas ante insultos y malos tratos hacia algunos empleados, UGT denuncia la existencia de amianto en el edificio de la Oficina Cultural y, para colmo, el seguro médico que cubre a los trabajadores en EEUU les hace pagar de su bolsillo los costes sanitarios en un primer momento.

El caso más reciente que ha vuelto a encender los ánimos ha sido el despido del cocinero de la residencia oficial. Según la versión de varios trabajadores, la intensa agenda del embajador, con cenas y eventos muy frecuentes durante la semana, le obligaba a echar horas extraordinarias para atender esas necesidades laborales. El problema llegó cuando se tuvo que coger una baja médica. Mientras se recuperaba, el servicio de cocina no estaba al nivel que exigían los responsables de la embajada.

"Hace unos dos meses se le abrió al chef un apercibimiento por una acusación interna: un trabajador de la embajada testificó que no estaba respetando su baja, y se le ha despedido. El sindicato está moviéndolo y vamos a llevarlo a juicio", anuncia el representante sindical, que no ve razones objetivas que justifiquen esta salida.

EL ESPAÑOL ha contactado con la embajada para conocer su versión de los hechos. Un portavoz oficial ha explicado cuál es, a su juicio, la situación en la misión diplomática. En general, por sus respuestas parece que no existe ningún problema en Washington y que todo va como la seda. En concreto, sobre el caso del chef, sostiene que “ha sido objeto de un despido disciplinario, tras la instrucción del oportuno expediente, conforme a la normativa de la Administración General del Estado”. No entra en los detalles y tampoco aclara si ciertamente fue una acusación interna, es decir, un supuesto chivatazo de dentro, lo que originó el proceso.

La infanta Cristina con el chef y el personal de servicio de la embajada cuando los duques de Palma vivían en Washington.

Según la versión de los empleados, el cocinero padecía una situación de sobrecarga de trabajo, un problema que se se ha manifestado en más ocasiones. "Hemos enviado cartas al embajador informándole. A principios de 2015 le escribí por el caso de un empleado con funciones de conductor al que habían trasladado de edificio a modo de castigo, en nuestra opinión. A este empleado los médicos no le permitían conducir por un cuadro de ansiedad provocado por un jefe anterior que le ordenaba manejar fuera de horario", apunta Gutiérrez.

Desde la embajada puntualizan que “actualmente no hay en la plantilla ningún trabajador de baja laboral, incluyendo a los chóferes”. “Dicho esto, hay que destacar además que, si algún conductor ha requerido alguna adaptación temporal de sus funciones por problemas de salud, la ha obtenido”, agregan.

CONDENADOS A PAGAR 59.000$

Pero que no haya bajas en la actualidad, no quiere decir que no las haya habido. De hecho, en 2016 un tribunal de Madrid condenó el Ministerio de Empleo y Seguridad Social a abonar a una trabajadora 59.651 dólares, más el 10% de interés de mora, después de que la embajada no la retribuyera correctamente durante un periodo de baja por causas médicas derivadas de un "trastorno de ansiedad y depresión", según narra la propia afectada, por "el acoso y la discriminación laboral" que sufre. "Todos mis compañeros cuando se han encontrado en situación de incapacidad temporal han percibido sin problema su salario. Yo soy la única a quien se me ha denegado. Es un acoso sistemático. La baja fue en 2014 y aún no me han pagado. He tenido que pedir la ejecución forzosa de la sentencia", añade.

Esta trabajadora de la Oficina de Empleo y Seguridad Social de la Embajada ya fue despedida en 2004 y tuvo que ser readmitida después de que los tribunales declararan nulo aquel despido, después de que lo denunciara alegando que sufría acoso laboral en su puesto. "En sentencia firme constan como hechos probados que sufrí presiones morales en el ámbito de mi trabajo. Como consecuencia del acoso causé baja por prescripción facultativa al presentar un cuadro de ansiedad cronificado. Me despidieron pero la sentencia declaró nulo mi despido, obligando al Ministerio a mi readmisión. Desde entonces he venido sufriendo un auténtica persecución y un trato deliberadamente discriminatorio". En 2012, padeció los insultos con los que arrancaba este reportaje. Se quejó al entonces secretario general de su oficina, hoy consejero y su jefe directo. "No hizo nada", asevera. La situación no ha ido a mejor.

Una de las fiestas que celebró el embajador en su residencia.

En 2013, el embajador recibió incluso un informe médico del doctor que la trataba alertando del cuadro de estrés y acoso que decía estar atravesando, y solicitando que se atendiera al problema de su paciente. El asunto ha llegado ya, vía escrito, ante el Ministerio de Empleo para investigar estos supuestos casos de acoso.

LAS AMENAZAS LLEGARON A MARGALLO

“Esta embajada rechaza cualquier acusación de acoso y maltrato, y a dicho respecto, adopta como no puede ser de otra forma el protocolo de actuación frente al acoso laboral en la Administración General del Estado. Nunca se ha iniciado un expediente de acoso laboral en la embajada conforme a dicho protocolo”, apunta el portavoz oficial.

Es llamativo que nunca se haya recurrido al citado protocolo, a pesar de las quejas por acoso e insultos que internamente han dado algunos trabajadores. De hecho, al exministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo le llegó en 2015 una denuncia del secretario general de la Federación del Exterior de UGT, Antón Obieta, en la que le advertía de que en Washington se habían producido “amenazas y disfunciones” hacia los representantes sindicales, y le pedía que interviniera para “reconducir una situación que se está volviendo crónica”.

Según aquella misiva, este conflicto se inició cuando la consejera económico-administrativa de la Embajada -aún en el cargo- trató de “intimidar a nuestros representantes y afiliados” cuando “se dirigió a nuestro representante en un tono amenazante después de que UGT enviara una nota respetuosa al embajador denunciando varios hechos que entendemos deberían solucionarse de una manera diferente”.

‘CASTIGADOS’ AL AMIANTO

El motivo de aquel escrito inicial era el traslado de unos trabajadores a la Antigua Residencia del Embajador, un edificio histórico situado en la calle 16 dedicado ahora a usos expositivos, que alberga desde hace unos años la Oficina Cultural de España. UGT advertía que sólo se enviaba a este inmueble a sus afiliados y representantes a modo de represalia, ya que la construcción “está afectada por moho, humedades y amianto”. “Aunque el edificio ha sido parcialmente saneado de este elemento cancerígeno, los conductos del aire no garantizan las mínimas normas de salud laboral”, alertaba al exministro el documento.

Desde la embajada confirman la presencia de amianto en el inmueble, pero aseguran que está en “cantidades y en un estado no perjudicial para la salud, o se encuentra intacto y cubierto, cumpliendo así con la normativa recogida en manuales internacionales y españoles”. Además, afirman que cada vez que se han acometido obras, se han seguido los protocolos legales, con “las pruebas necesarias para corroborar que el espacio está libre de amianto”, contratando “empresas locales certificadas y especializadas”. Sin embargo, Gutiérrez asevera que la representación sindical de los trabajadores no ha recibido los resultados de dichos estudios y muestra su preocupación ante los recientes "movimientos de escombros" llevados a cabo allí, "que han podido levantar más restos".

Pero como mencionamos antes, Morenés no sólo debe prepararse para bregar con la posible presencia de asbestos. En su futura casa se topará con otro tipo de problemas nada agradables. La actual residencia del embajador, construida en el lujoso barrio de Foxhall entre 1999 y 2002, costó casi nueve millones, fue obra de Rafael Moneo, pero en algunas zonas se cae a pedazos. La utilización de materiales no adecuados para el clima de Washington y otros defectos constructivos han ocasionado deterioros visibles, afectando incluso al sistema de tuberías.

AGUAS RESIDUALES EN LA COCINA

La consecuencia más llamativa de estos fallos se produjo durante la celebración Fiesta Nacional del 12 de Octubre de 2008, cuando se rompieron las tuberías de los cuartos de baño del inmueble, inundando la cocina de aguas residuales. Aunque el Estado demandó al arquitecto, éste no tendrá que pagar los 2,7 millones de dólares que se le reclamaban, ya que Exteriores acudió demasiado tarde a los tribunales, en 2013, cuando ya habían pasado la garantía de cinco años.

Pero las tuberías no son el único problema en esta residencia. “El personal de servicio está supeditado no sólo al embajador, sino también a sus invitados, ya sean familiares, amigos o políticos", comenta uno de los trabajadores, que explica que esto incrementa la carga laboral.

La antigua residencia del embajador alberga desde hace unos años la Oficina Cultural de España. En este edificio se ha confirmado la presencia de amianto.

Desde la embajada niegan la exceso de trabajo o de jornadas. “Todo el personal trabaja las horas estipuladas en sus contratos. En el caso de la residencia, el horario se realiza por turnos que establecen los propios empleados”.  

Las quejas se extienden a otros departamentos, por la encomienda de gestiones que exceden los asuntos oficiales y entran en el terreno particular, tales como gestiones de índole familiar de los superiores, y a veces incluso llevar en coche a las visitas a hacer recados personales, turismo por la ciudad o ir de compras antes de volver a España.

SOMBRAS DE ENCHUFISMO

En cuanto a las contrataciones del personal y las adjudicaciones de plazas a concurso, también hay suspicacias. "Los procesos de contratación se basan en parte en una entrevista personal en el que se te pone una nota. Es un procedimiento muy subjetivo que puede dar lugar a contrataciones a dedo y casos de enchufismo", avisa Gutiérrez.

La respuesta desde la embajada es que “el procedimiento de contratación del personal laboral sigue escrupulosamente la regulación y legislación dictada por el Ministerio de Hacienda y Función Pública” y que “el proceso de selección, incluyendo la publicación de méritos, es público”.

UNA CESÁREA, 16.000 DÓLARES

Para rematar el capítulo de protestas, los trabajadores confían en que Morenés arregle los problemas con el seguro médico. "La compañía que se contrató desde Madrid ha ido perdiendo calidad año tras año. En teoría nosotros debemos tener las mismas coberturas que en España, pero nos ponen problemas. Parece que quieren desincentivar que vayamos al médico. Los seguros anteriores se encargaban directamente de pagar estos gastos. Ahora tenemos que reclamar el pago después de desembolsar los costes. Aquí un análisis de sangre puede valer 800 dólares, y una cesárea, 16.000. Llevamos quejándonos tres años”, explica el sindicalista.

Se da además la circunstancia de que varios trabajadores de la misión diplomática están adscritos a otra compañía distinta a la de sus compañeros, con la que encuentran dificultades para ser atendidos en EEUU. De hecho, para recibir atención de urgencia sin pago previo sólo pueden acudir a uno de los hospitales de la ciudad.

La embajada, una vez más, quita hierro al asunto. “Todos los trabajadores contratados localmente disponen de un seguro que proporciona la misma cobertura que el Sistema Nacional de Salud español. Es el mismo que tienen los funcionarios que cotizan al Régimen General de la Seguridad Social”.

Los problemas de Washington no son nuevos para Exteriores. Embajadas como la de Bélgica, Bangkok o el consulado de Nueva York ya han sido protagonistas de algunas polémicas en la prensa, aunque ninguna de ellas tiene la importancia de la de la capital norteamericana, que esta semana, por cierto, visitará el ministro Dastis. “Sabemos que seguro que otros lugares tendrán asuntos mucho más graves que resolver, pero nosotros desearíamos que se solucionen estas cuestiones ahora que llega un nuevo embajador. No hacerlo sería una oportunidad perdida y haría que todo fuera a peor”, concluye un empleado.

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