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Flori tiene 25 años y aprendió a hablar español gracias a las telenovelas que veía en su casa de Rumanía. Recuerda especialmente la colombiana Doña Bárbara. Gracias a eso, dice, se defiende en un idioma diferente al suyo y en una patria que no es la suya. Flori llegó hace unas semanas a Las Pedroñeras (Cuenca) junto a su marido, Cosmin, de 28 años, y su bebé, María. En Rumanía, él trabaja en el campo y ella, en el hogar. A través de unos familiares que ya habían venido otros veranos supieron que en los meses de junio y julio es cuando se recoge y se corta el ajo en los campos manchegos. "Aunque nos paguen muy poco, en comparación con lo que ganamos en Rumanía es mucho. Son dos meses en los que sabemos que tenemos que dormir en la calle y trabajar mucho, pero son solo dos meses", dice ella.
Son las seis de la tarde del lunes 3 de julio. Flori, Cosmin, Catalin, Simone y otros como ellos hacen cola en la puerta de Cruz Roja de Las Pedroñeras. Aquí, el negocio del ajo es el mayor motor económico. Pero la situación de estos temporeros no está regularizada como debiera. Se mantiene la logística, pero la sobreexplotación de las tierras ha llevado a buscar plantaciones en pueblos de Ciudad Real. A pesar de ello, muchos trabajadores han oído que es aquí donde hay trabajo y se asientan. Los agricultores pasan de madrugada, recogen a unos cuantos en furgoneta y se los llevan para la jornada. Después, los traen de vuelta y se desentienden.
Khalil tiene 29 años y es de Marruecos, aunque vive en Cáceres, donde trabaja como comerciante: "Vendo sobre todo ropa en mercadillos". Al hablar tiene deje andaluz de los años que vivió en Sevilla. "Esta es mi primera vez en Las Pedroñeras y será la última. Me habían dicho que había mucho trabajo y quería sacarme algo de dinero, pero pagan fatal. He trabajado recogiendo aceitunas en Jaén y normalmente te dan casa y pagan más. Aquí por cortar el ajo, que el tallo está muy duro, créeme, pagan poquísimo. Hace unas semanas pagaban dos euros por llenar una caja de entre 20 y 25 kilos; cuando vieron que venía tanta gente a trabajar lo bajaron a 1,40. Saben que si uno se niega, lo hará otro por ese precio". En total, según Khalil, en una jornada de ocho horas trabajando a destajo una persona con maña pueden hacer máximo 15 cajas, que serían 21 euros. "Mucha gente hace menos, lo normal es sacarte entre 12 y 20 euros al día".
Otros temporeros de Las Pedroñeras que estos días trabajan en el ajo afirman que no ganan más de 20 euros al día. A veces, incluso menos. En ocasiones, el agricultor, una vez ha llenado la furgoneta, deja al resto de trabajadores en tierra. "Ese día no se trabaja porque no hay trabajo para todos", explica Catalin, un joven rumano ataviado con un sombrero de paja para protegerse del sol.
La propia Cruz Roja de Las Pedroñeras confirma esta información: "Con lo que ganan no tienen para alquilar un piso. La jornada está a máximo 20 euros el día. Les da para subsistir y mandar algo de dinero a sus familiares".
En la Mesa Nacional del Ajo entienden que en este tema no tienen ninguna implicación. "Es CC.OO. quien tiene que atajar el problema. Las empresas que tenemos asociadas no tienen esta problemática, este tipo de irregularidades", explica Juan Martínez, Secretario Técnico. "Como ciudadano te puedo decir que la imagen que se produce desde hace años con gente tirada en la calle y sin condiciones de salubridad perjudica, evidentemente. Tengo la imagen grabada de dos puntos de Las Pedroñeras en las que están hacinados y se repite cada año. ¿Quién tiene que intervenir? Pues el convenio dice que es el empresario el que tiene que darles cobijo". Y añade: "Si cobran por cajas... Eso está fuera de convenio. Si el trabajador entra en el trapo está participando en el fraude, si es que existe".
Agustín Ortiz, presidente de la Cooperativa San Isidro 'El Santo'—la principal exportadora de la zona— carga contra los denunciantes. "Estos de CC.OO. denuncian las cosas cuando están mejor que nunca", dice, invitándoles a pagar el alquiler a los temporeros. "Esto lleva pasando toda la vida. Que vengan ellos y les den una vivienda". Cuando le preguntamos qué le parece que estas personas malvivan en la calle, responde contundente: "¿Malviviendo? Si ganan 100 o 120 euros al día con Seguridad Social y to. Estamos puteados y se quejan de que viven mal. ¿Cuántos temporeros hay viviendo así? ¿Sabes que hay 40.000 personas trabajando en el ajo? Joder con el convenio, para unos sí y para otros no. Yo ahora no puedo hablar más, que me voy a coger ajos toda la noche. Y mira qué alojamiento voy a tener".
La importancia del ajo en la economía de La Mancha
En el ajo nadie puede competir con China. El gigante asiático abarca aproximadamente un 70% de la producción mundial, pero en el 30% restante Castilla-La Mancha tiene un peso especial. España es, junto a la India, uno de los principales competidores mundiales de ajo, exportando principalmente a países europeos como el Reino Unido, Francia, Italia o Alemania. Es precisamente en La Mancha Baja de Cuenca y Albacete donde se concentra la mayor producción española, con unas 5.000 hectáreas en los alrededores de Las Pedroñeras y casi 7.000 en Albacete.
La sobreexplotación de estas zonas llevó a la búsqueda de lugares vírgenes para esta hortícola, lo que convierte a Ciudad Real en nuevo referente por el 'alquiler' de sus tierras, pasando en solo diez años de 400 hectáreas a 3.600, especialmente en la zona de Cinco Casas, Tomelloso o Argamasilla de Alba, áreas de influencia directa para Las Pedroñeras. En su conjunto, según datos oficiales, la región asume dos tercios de la producción nacional.
El empleo temporal supone un 95% en Castilla-La Mancha, como reconoció esta semana la consejera de Economía, Empresas y Empleo, Patricia Franco, de modo que el efecto de la campaña del ajo se nota en las cifras de empleo. En junio Castilla-La Mancha fue la segunda comunidad autónoma donde más crecía la afiliación, según los últimos datos del Sepe. Solo Cuenca ganó un 6% más de cotizantes a la Seguridad Social. "No tenemos ninguna duda de que estos datos reflejan la temporada del ajo", explican desde Comisiones Obreras.
Dormir bajo un plástico a 40 grados
Cinco Casas (Ciudad Real) dobla su población en la temporada del ajo. Tradicionalmente, sus agricultores se dedicaban al melón, pero con la sobreexplotación de Las Pedroñeras y El Pedernoso (Cuenca), los empresarios buscaron tierras aptas para el cultivo en esta zona de La Mancha. A este pueblo de Ciudad Real de apenas 600 habitantes llegan todas las temporadas centenares de trabajadores, la mayoría procedentes de Rumanía, que malviven en espacios públicos ante la negativa de los agricultores a buscarles asilo. Durante años ocuparon los aledaños del tren en condiciones infrahumanas. "Había unas 850 personas debajo de un plástico, a 40 grados, y con los niños jugando al lado de las vías. Pero 2011 fue el colmo, había incluso una chica embarazada que estaba a punto de dar a luz y que se negaba a ir al médico porque no tenía papeles ni cartilla ni nada. Yo no podía irme a casa a dormir sabiendo que eso existía. Se puso una valla y se les informó de que a partir del siguiente año estaría prohibido acampar en todo el pueblo", explica Miguel Ángel Rosado, alcalde de Cinco Casas, territorio que pertenece a Alcázar de San Juan.
La consecuencia de ese impedimento fue su dispersión en las propias fincas o en mitad del campo, bajo los árboles, hecho que permite al Gobierno de la localidad asegurar que ya no existen asentamientos. Pero cuando terminan la jornada y aprieta el calor buscan sombra y agua en el parque del municipio, frente al Ayuntamiento y la comisaría de Policía, donde se hacinan hasta que llega medianoche y regresan al campo a dormir para iniciar una nueva jornada sobre las cinco de la mañana.
"Es que hay muchas obligaciones para los empresarios", dice el alcalde de Cinco Casas. "El problema es que ellos se quejan de que les cobran 300 euros por el alquiler. Jolines, es que es lo que pagamos los demás. Pero prefieren dormir en una tienda de campaña debajo de un plástico a pagar". Sin embargo, una ordenanza de 1971 establece que los empresarios tienen obligación de dar alojamiento cuando sus trabajadores no tienen vivienda. Se considera que son migrantes cuando su residencia está a más de 100 kilómetros, e independientemente de que cada provincia lo recoja (por ejemplo Cuenca no lo hace) hay otra ordenanza estatal que expresa esta obligación.
Según Comisiones Obreras, estos trabajadores tendrían que invertir, al menos, la mitad de su sueldo en un alquiler. "Si vienen para llevar dinero a su país es normal que no quieran alquilar. Dudo mucho que alguien quiera vivir en esas condiciones y dormir a ras de suelo en el campo debajo de un árbol", explica María Ángeles Castellanos.
De esta situación también se aprovechan algunos de los habitantes de Cinco Casas. En el centro de la localidad los vecinos señalan una casa enorme de la que es propietaria una familia de origen magrebí. "Pagaron seis millones de pesetas y meten ahí a 50 personas por 90 euros cada una", relata una vecina de la localidad. "Llámame racista pero tengo casi 60 años, me han operado de cáncer de mama, estoy viuda y no recibo tantas ayudas como ellos". Una ayuda que se limita a una manta en los días de frío para quienes tienen niños. "De nosotros echan pestes en el pueblo", dice Jerónimo Corrales, coordinador de Cruz Roja de Alcázar de San Juan. "No les damos mucho más que una manta porque ellos tienen su jornal, no damos un kit a todo el que viene [como en Las Pedroñeras], sino que analizamos cada caso e intervenimos en situaciones de verdadera necesidad, quizás en casos en los que vienen con cuatro o cinco menores y la mujer no trabaja. Pero vamos hacia atrás en estas cosas, hace 50 años se les acogían en las mismas casas".
Ya es mediodía y los vecinos empiezan a mirar hacia la puerta. "Qué nervios", dice la dependienta de una tienda de alimentación. Es la hora a la que terminan de trabajar en el campo. "Vienen al mediodía, se tumban en el césped y no hacen buen uso de las cosas", relata el alcalde. "No se puede romper una litrona y dejarla ahí tirada, cambiarse de ropa y dejar los calzoncillos por el parque, lavarse las partes íntimas en la fuente... ¡Que eso lo vemos! Hacen sus necesidades en el cebollal y destrozan todo lo que les pongas. Y eso es lo que no queremos. Por eso vamos a adelantar la apertura del albergue al 15 de julio". Un albergue para 25 personas, y que él mismo reconoce que no soluciona nada.
Mientras en el municipio responsabilizan a los visitantes, en Cruz Roja atajan los problemas que no quieren resolver los empresarios. Este lunes uno de los trabajadores se aplastó un dedo y se negaron llevarlo al médico, teniendo que acudir una trabajadora social a su auxilio. "Nosotros hacemos un trabajo duro de concienciación a todas las partes", explica Jerónimo. "El problema es que con los empresarios del ajo llevamos muy poco tiempo y cuesta años que acepten que tienen que dar de alta a los trabajadores, que tienen que facilitarles un lugar donde dormir, unas duchas en la finca... Una serie de derechos para que puedan vivir en buenas condiciones".