Es mayo de 1930 y hace calor en la playa de Torremolinos, un pequeño pueblo de pescadores de la costa malagueña. Una pareja procedente de Cataluña ha alquilado allí una casita en un acantilado que da al mar. Ella ha enfermado y el médico le ha recetado un retiro en la playa. Como hace buen tiempo, bajan a la arena y ella se despoja de toda la ropa que lleva puesta en la parte superior. El marido la mira divertido. Él es Salvador Dalí. Ella es Gala y, sin saberlo, está haciendo el primer topless documentado de la historia de España.
Cuando se habla de la historia de la fiesta en la Costa del Sol (Málaga), tendemos a pensar en Marbella y en su jet-set de los 80. Pero a menudo olvidamos el municipio en el que empezó todo. El primer topless, el primer bar de lesbianas, el primer foco de libertinaje de España... Torremolinos era el pueblo donde “cada día es verano y cada noche es sabado”. El lugar donde, según cuentan, John Lennon experimentó su primera experiencia homosexual. Es la ciudad en la que la Guardia Civil detuvo a Frank Sinatra y el cantante acabó prometiendo que jamás volvería a pisar España. Torremolinos y su fiesta fueron tan importantes que acabaron inmortalizados en un libro de James A. Michener titulado Hijos de Torremolinos.
Esta ciudad ha sido la piedra angular de la fiesta en el sur de España. Despegó en los 50, explotó en los 60 y 70, creció por encima de sus posibilidades, murió de éxito y resucitó varias veces. Su popularidad ha sido una montaña rusa durante más de medio siglo. Tras varios declives, la urbe vuelve a resurgir ahora de la mano del colectivo LGTBI. La importancia estratégica de la población para este tipo de turismo es tal que se acaba de inaugurar el Ritual, el hotel gay más grande de Europa. El municipio acoge ahora varias de las fiestas más importantes orientadas al colectivo y se colapsa durante estas citas.
Una torre y unos molinos
Pero eso no fue siempre así. Antes, todo esto era campo. Campo, mar, una torre de vigilancia y unos molinos de agua que ya no existen. De esos dos últimos conceptos procede el nombre del pueblo. Este enclave de la costa malagueña era una pedanía anexionada a Málaga en 1924. Su privilegiado entorno, su proximidad a la capital de la provincia, la belleza de sus playas y su tranquilidad la convirtieron desde principios de siglo en uno de los puntos favoritos para los viajeros (aún no eran turistas) que pasaban por Andalucía.
“Durante la II Guerra Mundial había en el pueblo dos hoteles que estaban muy próximos. En uno se hospedaban ingleses y franceses y en el otro alemanes. Se dieron numerosas anécdotas de espionaje”, cuenta José Luis Cabrera, uno de los creadores de la página Torremolinos Chic. Es una web que realiza una auténtica labor de arqueología para rescatar la historia del municipio.
Pasaron los 30, pasó Gala con su topless y pasaron los espías de la gran guerra. Torremolinos ya estaba en boca de media Europa a causa de los viajeros que por ella habían pasado. Le habían conferido ese aura de libertad y libertinaje con el que pasó a la posteridad. La voz corrió como la pólvora por todo el continente: “En Málaga hay un paraíso en el que nadie te juzga”.
El despegue de los 50 y el amor libre
Fue en los 50 cuando empezaron a llegar extranjeros en masa, atraídos por la promesa del buen clima, la buena comida, la costa, la libertad y la tranquilidad. El efecto llamada también sedujo a desertores y objetores de conciencia norteamericanos que no quisieron irse a pelear a Vietnam. Algunos fueron a parar a Ibiza y otros a Torremolinos. Con ellos llegó otro concepto que arraigó y jamás se marchó: el amor libre.
El gesto de Gala creó escuela y era habitual ver a las mujeres despojándose de la parte de arriba del bañador y que nadie se escandalizase. A esto se le unía el carácter abierto y festivo de los andaluces, la cultura de bares, el marco de unas playas aún no explotadas, un típico pueblo blanco de cuestas y casas bajas y el concepto de amor libre que importaron los jipis. Así, Torremolinos se había convertido, sin que sus habitantes fuesen demasiado conscientes de ello, en el nuevo paraíso emergente de moda en España. Un reducto de libertad dentro de una España franquista hermética y gris.
Si eso sucedió en los 50… ¿por qué lo consentía Franco? Esencialmente por las divisas. Daba mucho dinero. Venían extranjeros del norte de Europa con rentas muy superiores a lo que se cobraba en España. Ese fue otro de los valores de Torremolinos: vivir en el sur de España era más barato que hacerlo en el resto del país, y mucho más económico que en zonas como Escandinavia, Alemania o Estados Unidos. Los turistas se dejaban ingentes cantidades de dinero en una España autárquica y proteccionista. La fiesta no salía de Torremolinos y el pueblo se convirtió en un gueto donde el régimen tenía controlados a todos los elementos discordantes.
En los 50 se construyó también el Pez Espada, el primer gran hotel de lujo. Además de los viajeros, jipis y turistas, la burguesía malagueña también hizo de Torremolinos su lugar de veraneo. Todo esto supuso el despegue turístico de la ciudad, que provocó que en los 60 se fletasen los primeros vuelos charter entre Málaga y Estocolmo. “¡Que vienen las suecas!” gritaban Alfredo Landa y José Luis López Vázquez en la película 'Amor a la española' y definía el cambio tan radical que se estaba experimentando en la mentalidad española, con Torremolinos como estandarte. La concepción sexual de los escandinavos y la figura del 'macho ibérico' conectaron enseguida.
Los 60: capital de la extravagancia
En los 60, tal vez la época dorada de Torremolinos, confluían en un mismo espacio un jipi, un duque centroeuropeo, un molinero, un actor famoso y un pescador malagueño. Aquel crisol de perfiles variopintos convirtió a Torremolinos en la capital de la extravagancia. Era habitual ver a gente disfrazada o vestida con trajes estrafalarios, que hubiesen escandalizado a cualquier españolito de a pie fuera de la órbita del pueblo. Pero allí nadie ponía el grito en el cielo.
Se empezaron a abrir bares, restaurantes y discotecas para poder dar servicio a la ingente cantidad de visitantes que llegaban a la zona. Eran tiempos del desarrollismo español, por lo que las construcciones verticales empezaron a desplazar al paisaje de casas blancas y bajas existentes que hegemonizaban el pueblo hasta entonces.
Famosos en Torremolinos
Torremolinos se había popularizado tanto que se convirtió en uno de los platós de rodaje favoritos de los directores de cine de la época. La ciudad acabó siendo conocida como la 'Saint Tropez del sur' porque así la bautizó Brigitte Bardot, que vino a rodar la pelicula Los joyeros del claro de luna. La actriz llegó a Málaga inmersa en una depresión y sin ganas de rodar el filme, pero acabó enamorada de Torremolinos, animando la fiesta nocturna y bajando a bañarse desnuda a la playa cada día, ante la estupefacción de los sectores más conservadores de la provincia. Llegaron a pedirle al alcalde de Málaga su expulsión, pero nunca se hizo efectiva.
También vino a rodar una película Frank Sinatra, pero su experiencia no fue tan positiva como la de la Bardot. 'La Voz' vino a protagonizar el filme El Coronel Von Ryan, pero acabó en el calabozo tras una pelea con un italiano en el Hotel Pez Espada. Esa fue la gota que colmó el vaso en un desastroso periplo de Sinatra por nuestro país. Cuentan que cuando se montaba en el avión de vuelta a Estados Unidos, prometió: "No volveré nunca a este maldito país".
Otro que acabó hipnotizado por Torremolinos fue John Lennon. Llegó con su manager Brian Epstein, del que se dijo que siempre estuvo enamorado del cantante. En el pueblo se decía que allí tuvo Lennon su primera experiencia homosexual, aunque él afirmaba que no pasó de sentarse con Epstein en una plaza a tomar un café y contemplar y comentar los encantos de los atractivos chicos que pasaban por delante. Torremolinos agradeció la presencia del Beatle poniéndole su nombre a una calle.
El primer restaurante chino de España
En ese Torremolinos en boga se abrieron locales pioneros, como el que tal vez fue el primer restaurante chino de España. Lo regentaba un inmigrante chino cuyo nombre real se ha perdido en el olvido de los tiempos, pero que se autobautizó como Pablito y así pasó a la posteridad. Pablito fundó un restaurante de comida de su país y, a modo de reclamo, colocaba a sus ancianos abuelos en la puerta, vestidos de mandarines.
Como Torremolinos se había convertido en la capital de la extravagancia, nada más extravagante en la España franquista que la homosexualidad. En aquel momento estaba penada pero, con el tiempo, se convertiría en el auténtico motor económico de la ciudad. En el corazón del pueblo se abrió el primer bar de lesbianas de la historia de España. El alma mater de aquel garito fue Mayte Ducoup, una francesa nacida cerca de Sauternes (Burdeos). Se fue de Francia coincidiendo con la revolución del 68. “Mi revolución iba por otra parte. Primero me fui a Londres a perfeccionar mi inglés. Yo sólo tenía 18 años y aquel país me pareció muy frío. Me fui a España y llegué al sur haciendo autostop. Me establecí en Málaga, que me pareció bastante fea. Cuando viajé a Torremolinos sólo pude decir “oh lalá”, porque había llegado al sitio en el que siempre quise estar”, rememora Mayte, que 50 años después aún tiene su residencia en el pueblo.
El primer bar de lesbianas de España
El primer bar de lesbianas de España se llamaba Porquoi pas? (¿Por qué no?) y lo abrió una alemana llamada Frau Marion. “Abrió ella pero yo estaba allí desde el primer día. Enseguida empecé a trabajar en la barra y me quedé”, rememora Mayte Ducoup, que finalmente acabó regentando el local. Lo traspasó en 2016. Y hace tres años, tras toda una vida de estrecha amistad, se casó con Marion, aunque no conviven juntas.
“No se solía practicar sexo en aquel bar, pero el hecho de que abriese como bar de lesbianas ya era suficientemente transgresor para la época”. Como bar de lesbianas permaneció unos seis meses. “Luego empezó a venir clientela de todo tipo, sobre todo gays. Allí se podían permitir salir del armario, aunque se volvían a meter en cuanto volvían a sus respectivos países”, recuerda. Lo ilustra con la anécdota de un cliente de los habituales del Porquois pas?: “Era un alemán que siempre venía al bar con otro chico. Ambos vestían de forma muy extravagante, con pantalones rojo vivo. Una vez estuve en Alemania y lo vi vestido muy formal. Resulta que era el director de la Seguridad Social en Alemania”, explica Ducoup.
La fiesta era interminable. Disfraces, alcohol, sexo libre y, como cualquier movimiento contracultural que se precie, sus drogas asociadas: “En aquella época se consumía alcohol, marihuana y ácidos, que empezaban a llegar”, cuenta José Luis Cabrera. En las discotecas se pinchaba musica extranjera, las últimas novedades de Londres, y actuaban primeras espadas del rock. A todo esto, la policía hacía la vista gorda con todo: con las extravagancias, con las relaciones homosexuales y con las drogas.
Las redadas del 71: el principio del fin
La vista gorda duró hasta junio de 1971, cuando Víctor Arroyo, gobernador civil de Málaga, decidió actuar contra los homosexuales. Recogió el guante de los conservadores malagueños, que denunciaban que Torremolinos se había convertido en un antro de perversión. Las redadas de 1971 aún se recuerdan entre los más viejos del lugar: “Venían con furgonetas, desalojaban el bar entero y se los llevaban al calabozo. Pero en realidad nunca pasaba nada. Casi todos eran extranjeros, recurrían a sus embajadas y consulados y enseguida estaban en la calle. Yo me reía de los policías”, recuerda a carcajadas Ducoup.
Sin embargo, se detuvo a 140 personas y muchas de ellas fueron expulsadas del país. Los principales periódicos europeos se hicieron eco de que la dictadura española expulsaba a homosexuales, lo que asestó un duro golpe a la popularidad mundial de Torremolinos.
Las redadas, el boom de la construcción y la fama de Torremolinos fueron los principales factores que hicieron que la ciudad pasase de paraíso underground a destino mainstream. Se levantaron edificios vacacionales de forma compulsiva, sin ningún tipo de control urbanistico. La fama libertina del municipio ya había trascendido todas las fronteras y era plasmada en obras literarias. Libros como The Drifters de James A. Michener (traducido inexplicablemente al español como Hijos de Torremolinos) o Torremolinos Gran Hotel, de Ángel Palomino, acabaron de expandir la fama del pueblecito malagueño. Todo ello contribuyó a que se convirtiese en un foco de turismo de masas.
La popularidad de Torremolinos derivó en una especie de efecto llamada en el resto de municipios la costa malagueña. Ciudades como Fuengirola, Estepona, Torre del Mar y sobre todo, Marbella, se aprovecharon de aquel tirón y se acabaron convirtiendo en otras zonas de veraneo populares para gentes de todo el mundo. Así se gestó lo que hoy en día conocemos como Costa del Sol.
Los 80: Marbella es un paraíso
En los 80 empezó el primer declive de Torremolinos. La dictadura había acabado, empezaba la época del destape y Torremolinos perdió ese elemento diferencial de paraíso extravagante y libertino. El turismo de masas y los grandes edificios desplazaron a aquel pueblo blanco y tranquilo, de casitas y cuestas pronunciadas. Mastodontes de hormigón dominaban el paisaje y los apartamentos se vendían a precios irrisorios, por lo que empezó la invasión del turismo low-cost.
En la vecina Marbella, por contra, se estaba gestando otro polo de atracción turística basado en otro modelo: se habían concentrado en atraer a turistas con mayor poder adquisitivo, en lo que luego derivó paraíso de la alta sociedad (jet-set). Para ello, desde Marbella incluso hicieron trampas: “Dicen que el príncipe Alfonso de Hohenlohe venía desde allí con su propio coche hasta Torremolinos para llevarse a gente a veranear a Marbella”, cuenta José Luis Cabrera. Marbella acaparaba ya todos los focos en detrimento de una devaluada Torremolinos.
También las nuevas drogas contribuyeron a cambiar el panorama del ocio: la heroína y la cocaína se habían instalado en España para quedarse. Mientras en los lugares de turismo pudiente, como ya era Marbella, corría la coca, en lugares más devaluados cundió el caballo. Eso supuso la aparición de los primeros 'yonkis': drogodependientes de opiáceos que robaban para conseguir su dosis. Todo ello incrementó la sensación de inseguridad en la zona.
90's y 2000: Auges y caídas
Volvió a repuntar Torremolinos a finales de los 80, a rebufo de la popularidad de la Costa del Sol. Pero volvió a caer a principios de los 90. España tardó en recuperarse de los fastos del 92 (Juegos Olímpicos, Expo…) y el índice de paro en el país llegó a superar el 25%. No había dinero y sí muchos edificios construidos: “Te vendían un apartamento por un millón de pesetas”, recuerda Cabrera. La pretensión de volver a atraer turismo de calidad cayó en saco roto. Torremolinos ya no tenía ningún valor añadido respecto a otras ciudades costeras españolas. No tenía el encanto de los pueblecitos blancos, ni estaba al nivel de los nuevos destinos de moda en España.
Se mantuvo el turismo en los 90, oscilando arriba y abajo. Un panorama que se alteró de nuevo con la llegada del siglo XXI y la burbuja inmobiliaria. Se volvió a construir de forma indiscriminada. Se intentó borrar todo vestigio del pasado dorado. “¡No más 60's ni 70's en Torremolinos!” cuentan que gritaba el gerente de un hotel de la ciudad cuando acometió las obras de restauración de su establecimiento. No quería nada que oliese a viejo. La fiebre de la construcción provocó que se aborreciese la vieja estética, ya kitsch. Curiosamente, ahora esa estética se ha vuelto a poner de moda gracias a la fiebre vintage y muchos pretenden recuperarla, con poco éxito.
Pero a principios de siglo, España tenía otro chip: todos querían construcciones nuevas. La España del ladrillo tenía dinero para gastar y los turistas, nacionales y extranjeros, volvieron a ocupar Torremolinos. De forma efímera, porque la burbuja explotó, llegó la crisis y todo volvió a bajos niveles de ocupación.
Hoy: Torremolinos, ciudad gay.
Ahora todo ha cambiado. Hace un par de años que desde el Ayuntamiento de Torremolinos apostaron por otro modelo de turismo, aprovechando que la ciudad nunca dejó de ser un referente para el colectivo LGTBI. La ciudad ha reorientado su oferta turística y de ocio fomentando esencialmente el turismo gay.
El buque insignia de esta transformación es el Ritual: un hotel que ha abierto sus puertas a mediados de este año y que ostenta el récord de ser el mayor hotel gay de Europa. 189 habitaciones, una piscina nudista, sauna y gimnasio 24 horas son algunos de los atractivos de este hotel “abiertamente friendly”, según lo define David Taboas, su director: “No queremos saber nada del estigma de hetero friendly o gay friendly. Aquí tiene cabida todo el mundo. Imagínate: estamos preparando la apertura de un spa para perros dentro del hotel”. El Ritual antes se llamaba Stella Polaris y era un hotel cuya estética exterior vintage se ha mantenido, pero interiormente ha experimentado una profunda remodelación en un tiempo récord. En menos de un año se ha puesto en marcha este proyecto que ha requerido una inversión de 20 millones de euros.
El Ritual es ahora uno de los principales reclamos del turismo gay en la ciudad. En su brevísima trayectoria ya ha hospedado a personajes famosos que van a actuar a las numerosas fiestas que se vienen celebrando en la ciudad. Porque este es otro de los atractivos de la ciudad: los festivales gays. La última semana de julio, Torremolinos albergó el festival Wonder Gay. La segunda de agosto tendrá lugar otra, con los 'bears' (osos) como protagonistas. En el argot LGTBI, un oso es un hombre fornido con abundante vello corporal.
Pero la apuesta va más allá, y en unos meses se celebrará el Delice, una fiesta que hasta la fecha tenía sede en Sitges, otra de las ciudades españolas gays por antonomasia. "No es que celebremos una fiesta igual; es que Torremolinos se la ha quitado a Sitges", cuentan desde el departamento de comunicación del Ritual.
A Mayte Ducoup no le sorprende: "No es de ahora. Lesbianas y 'maricas' siempre ha habido en Torremolinos. Pero está muy bien que el pueblo vuelva a ser el lugar de fiesta del que nos enamoramos tantos y tantos". Ella, que es de aquellos 'Hijos de Torremolinos', ve como los 'Nietos gays de Torremolinos' le vuelven a dar el impulso necesario a la ciudad para que renazca, una vez más, de sus cenizas.