El cuerpo hipermusculado de Manuel Herrera Perejón, el ultra bético que agredió a un hombre en la terraza de un bar de Bilbao, es un elogio al nazismo. Culturista y monitor en un gimnasio del Aljarafe sevillano, en uno de los gemelos de sus piernas lleva tatuadas las letras A. H. T. R.: “Adolf Hitler tenía razón”. Toda una declaración de intenciones.
En la parte alta de la espalda tiene otro tatuaje. Esta vez, el lema del ejército alemán en la II Guerra Mundial: ‘Gott mit uns’. Traducido: “Dios esté con nosotros”. También se ha dibujado en la parte derecha del pecho la calavera Totenkopf, símbolo de una de las divisiones de las Waffen SS. Se dice que la sangre de sus miembros era completamente germana.
Pero hay más. En su perfil de Twitter, que ya le han cerrado, dejaba otra señal mostrando su ideología. Junto a su apellido (Herrera), escribía ‘Boia chi molla’. “Traidor quien ceda”. Usado por los militares italianos durante el fascismo, ahora supone una frase identitaria para los tifosi de extrema derecha.
A sus 28 años, Manuel Herrera nunca ha escondido su ideología. Al contrario, se vanagloria de ella. Por eso la lleva tatuada en su piel. “Es un convencido de que los negros, los homosexuales, los judíos o los gitanos son seres inferiores. Les tiene verdadero odio”, cuenta este viernes, a mitad de mañana, un vecino de su pueblo, Benacazón (7.100 habitantes, Sevilla).
El joven, de la misma edad que Manuel Herrera, prefiere mantenerse en el anonimato. Conoce al ultra desde niño, cuando iban juntos al colegio y “siempre andaba a la gresca porque era muy echao p’alante”.
Es este chico quien explica a EL ESPAÑOL que el agresor es hijo de Teresa Perejón y de Manuel Herrera, dos trabajadores del campo “de toda la vida”. Viven en la calle Virgen del Rocío, en una casa baja a las afueras del pueblo.
Nadie abre allí cuando el reportero toca a la puerta. “El padre también ha echado peonás como albañil, pero casi siempre se le ha visto de agricultor. Son buena gente, no como el hijo, que les ha salido un descerebrado”.
Precisamente, la madre de Manuel Herrera es quien compareció ante los medios este jueves en los juzgados de Sevilla. Allí acudió su hijo a declarar por pegarle un bofetón y una patada a un hombre en Bilbao. Sucedió pocas horas antes del encuentro que disputaron en la ciudad vasca el Athletic y el Real Betis. Fue el jueves 27 de abril.
“Es un niño bueno”, dijo de él Teresa Perejón. La mujer que trajo al mundo a Manuel Herrera no condenó la agresión de su hijo porque, según le contó el ultra, tres horas antes de grabar el vídeo que ya ha visto medio España un grupo de unas 15 personas, ataviados con cadenas y perros, fueron a buscar a Manuel y a sus dos amigos (Simón Lora Martínez, autor de la grabación, y Jesús Márquez Oropesa, que aparece riendo en las imágenes).
Pero lo que la mujer probablemente desconozca es que su hijo viajó hasta Bilbao, además de con dos amigos, con otros ultras béticos que hicieron parada en Madrid. Allí se unieron a radicales de Suburbios Firm, una de las facciones más violentas del Frente Atlético, y con ultras del Real Madrid.
El objetivo de todos ellos, según cuenta un integrante de la peña bética Supporters Gol Sur, era darle una paliza a simpatizantes del conjunto bilbaíno.
Una dilatada carrera delictiva
En gran medida, el joven con el que habla este periodista en Benacazón tiene razón. Herrera “es un descerebrado” que ha mantenido una dilatada carrera vinculada a organizaciones filonazis y de extrema derecha, lo que le ha acarreado numerosas detenciones.
Este ultra bético, que hasta hace unos meses era el líder de Supporters Gol Sur, una peña bética de ideología fascista, también ha pertenecido al grupo de ultraderecha Brutal Band. Se trata de una plataforma de grupos de tendencia nazi que usan el fútbol como pretexto para ejercer la violencia.
Pese a su corta edad (28), a Manuel Herrera se le ha detenido en 26 ocasiones, las mismas que cuentan en su historial de antecedentes policiales. En él aparecen delitos tan variados como homicidio en grado de tentativa o lesiones, atentados, extorsión o vinculación con el narcotráfico. Sin embargo, sobre él sólo pesan dos antecedentes penales: uno por delito contra la seguridad vial y otro por lesiones.
Una agresión homófoba lo llevó a prisión
En octubre del año pasado, Manuel Herrera se peleó con un hombre en un local de ambiente gay de la calle Trastamara de Sevilla. El peor parado fue su oponente. Se le detuvo un mes después, el 24 de noviembre de 2016. A los pocos días un juez decretó su ingreso en prisión durante dos meses.
Tras pisar la cárcel, el magistrado lo dejó en libertad y le impuso una orden de alejamiento de la víctima, por lo que no podía entrar dentro del casco urbano de Sevilla, donde ésta reside. Sin embargo, Manuel Herrera se saltó dicha medida.
En marzo de este año, Manuel Herrera se dio a la fuga tras saltarse un control de la Guardia Civil en Sevilla. En su huida, dio marcha atrás y tiró de la moto a un agente de la Benemérita, quien salió ileso.
Los uniformados lo persiguieron desde la capital hispalense hasta su pueblo, donde logró escabullirse a través de un camino rural. Durante el trayecto apretó el pedal del acelerador al máximo por la autovía A-49, que une Sevilla y Huelva.
El vehículo con el que se dio a la fuga era un Seat Ibiza alquilado. A los pocos días, el coche apareció quemado en una finca de Sanlúcar la Mayor (Sevilla).
Tres días después de escaparse, se le detuvo en Matalascañas (Huelva) mientras veía plácidamente un partido del Betis en un bar. Para capturarlo actuaron 30 agentes. La presa bien lo merecía.
Herrera siempre ha contado a los suyos que al inicio de la fuga un agente de la Benemérita le pegó un tiro con una pistola del calibre 9 milímetros. La bala le quedó alojada en su hombro derecho. El ultra bético no acudió a un hospital. Prefirió que entre varias mujeres se la sacaran del brazo mientras un amigo grababa su última proeza.
MOTIVADO POR UNA "PROVOCACIÓN"
Tras comparecer este jueves ante la magistrada de guardia del Juzgado número 3 de Sevilla, a Manuel Herrera se le dejó en libertad provisional con medidas cautelares. La juez le prohíbe usar las redes sociales, le obliga a presentarse en sede judicial cada 15 días y le impide pisar el término municipal de Sevilla, de donde ha sido desterrado.
Después de escuchar la declaración de Manuel, en la que el sevillano reconoció que se equivocó y que actuó tras “una provocación”, la magistrada resolvió que se investiguen los indicios de un delito de incitación al odio agravado por su difusión en redes sociales.
Además, como los hechos ocurrieron en Bilbao, se inhibió al Juzgado de Instrucción número 9 de la ciudad vasca, que seguirá con la investigación.
Mientras Manuel Herrera comparecía en sede judicial, su madre insistía en que su hijo es "un niño bueno”. Pero sus tatuajes y sus acciones delatan al nazi español que le da la razón al mayor genocida del siglo XX. Por eso no tuvo mejor forma de despedirse de los periodistas que lo esperaban a la salida del juzgado que con una amenaza. “No me grabes, que te voy a meter un…”, le soltó a un cámara ante de perderse entre las calles de Sevilla.