Si este domingo ganara en Francia Marine Le Pen, Santiago Abascal (Bilbao –aunque moralmente de Amurrio-, 1976) sería de los pocos españoles que darían saltos de alegría. Hace poco el líder de Vox se reunió con la lideresa del Frente Nacional francés en Perpiñán. Bromeamos con que la aventura es comparable a la de nuestros mayores yendo a Perpiñán a ver las travesuras de Marlon Brando con la mantequilla… Poniéndonos serios, Abascal es de los pocos que conocen a Le Pen de primera mano, no por el plasma. Estas son sus razones y hasta sus ilusiones.
Empieza usted recordándome que en otros tiempos la gente iba a Perpiñán a ver El último tango en París, y que yo he ido a ver a Marine Le Pen. ¿Insinúa que ambas cosas han tenido o tienen un morbo similar? Yo creo que sin duda estigmatiza más hoy en día ir a ver a Marine Le Pen. Sólo hay que ver las cosas que se dicen en España, en toda Europa, pero sobre todo en España, a cuenta de determinados partidos políticos. Pero nosotros teníamos muy claro este acercamiento al Frente Nacional francés, que pensamos que representa el futuro no sólo de Francia, sino de la única Europa posible.
Subraya usted la paradoja de que el Frente Nacional haya despertado el interés de formaciones políticas españolas tan dispares como Vox y Podemos. Esto lo dirá si acaso por Jorge Verstrynge, que ha insinuado que él, que también vota en las elecciones francesas, podría votar a Marine Le Pen. Pero en realidad Vox y Podemos no podemos tener posiciones más antagónicas en lo que tiene que ver con la idea de Europa, la política migratoria. A lo mejor puede haber algo coincidente en materia económica. Discutible. Pero lo esencial es la elección de civilización, y en esa elección de civilización, Podemos está con los malos, Podemos está con la islamización de Europa.
Aquí el debate es si Marine Le Pen es el fascismo, la ultraderecha, y eso justifica el “todos contra ella” que estamos viendo, o si simplemente sucede que el establishment francés se ha venido estrepitosamente abajo y no hay otra alternativa que ella. Efectivamente, hay esta alternativa. Yo creo que los estigmas y los insultos cada vez más jugarán un papel menos importante en política. En cuanto al apelativo de fascista… ¡A Felipe González le llaman fascista en España! Qué no dirán de nosotros.
Qué es un fascista, rauda me corta usted. Pues mire, me ha pillado porque la verdad, no lo tengo muy claro. Un fascista es una persona con impulsos totalitarios, que no cree en el sistema democrático, que no cree en las libertades públicas ni en la división de poderes, y yo creo que Marine Le Pen no representa para nada eso. Nosotros tampoco. Nosotros creemos en una democracia verdadera, no en la partitocracia en que han acabado convirtiendo el régimen del 78 ciertos partidos, fundamentalmente el PP, el PSOE, el PNV y CiU. No podemos estar más alejados de los planteamientos fascistas. Pero me molesta tener que perder un solo segundo en defenderme de ello. Es que no me acompleja ya ninguno de los insultos que me puedan lanzar: ni fascista ni ultraderechista ni homófobo ni machista ni racista ni xenófobo.
Pero ¿hay algo de verdad en estos epítetos?, así como quien no quiere la cosa desliza usted. En relación con nosotros, no. Y en relación con Marine Le Pen, yo creo que tampoco. Otra cosa es cuál sea el pasado del Frente Nacional. Pero yo creo que los partidos políticos evolucionan, y el Frente Nacional ha evolucionado en la dirección correcta. ¿Marine es una verdadera moderadora de la obra de su padre, o una loba con piel de cordera?, hay quien se pregunta. Bueno, yo estoy convencido de la verdad de sus ideas y de sus sentimientos. Realmente su Frente Nacional no tiene nada que ver con el que había. Por eso no es que sea ya un partido importante en Francia, es que es el primer partido de Francia. Porque Macron no tiene un partido, lo que tiene es una organización de aluvión, un movimiento impulsado desde arriba por las oligarquías políticas y financieras que lo que trata es de contener una victoria de Marine Le Pen que ya se había producido en las elecciones europeas. Insisto, estamos ante el primer partido de Francia…
¿Y ante el último de Europa?, entra al quite usted. ¿Que si yo creo que Marine Le Pen es la que definitivamente se va a cargar Europa? Yo creo que todo lo contrario, que lo que representa es la salvación de Europa. Otra cosa es la Unión Europea de los burócratas. Ya lo dice ella misma, con una frase a mi modo de ver muy certera: “Vuestra Europa tiene cuatro décadas, y la nuestra, dos milenios”.
¿Europa será cristiana o no será?, pregunta usted, señorita Grau. Desde luego, musulmana lo podrá ser Turquía, pero no Europa. Llegado este punto usted me pregunta cómo pensamos resolver el delicado asunto de la pluralidad de credos, cómo combatir el terrorismo islámico sin volver al tiempo de las Cruzadas. Mire, yo creo en la reciprocidad. Debemos plantearnos a dónde nos ha llevado una visión demasiado tolerante, precisamente, de la pluralidad religiosa. No todo se puede tolerar. La democracia tiene que ser militante, tiene que saber defenderse de quienes la quieren atacar. Y la imposición de la sharia y del fundamentalismo islámico viene a socavar todo aquello en lo que creemos.
No hay posibilidad de contemplar ningún tipo de tolerancia religiosa con el fundamentalismo islámico, hay que combatirlo y ya está. Hay que replantear la financiación de las mezquitas en suelo europeo. No es tolerable que se permita financiarlas a países que no permiten edificar iglesias en su territorio. Nosotros exigimos eso y además el cierre de todas las mezquitas fundamentalistas, incluida la mezquita de la M-30. Por supuesto, planteamos eso porque creemos en la libertad religiosa. Son los islamistas fanáticos los que no creen en ella. Por eso esa libertad no se practica en casi ningún país gobernado por el islam, así sea en su versión más moderada. Vamos, es que ni en Marruecos, donde la libertad de conciencia es técnicamente posible, pero el proselitismo de otra religión que la islámica no está permitido. Si yo tratara pongamos de convencer a un marroquí de convertirse en cristiano, esfuerzo al que por cierto no pienso dedicar ni un minuto, pero, vamos, si lo intentara, el marroquí sería inmediatamente multado y encarcelado, y a mí me expulsarían del país. Por eso pido reciprocidad de libertades, empezando por la separación de Iglesia y Estado.
Sin embargo, si algo es evidente es el fracaso de la Europa laica, apunta usted. Dábamos alegremente por superados siglos de conflictividad religiosa y de repente las estructuras laicas no saben cómo hacer frente a las nuevas amenazas, y hasta los ateos resucitan su espíritu más agresivo y quemaconventos, más en la línea “arderéis como en el 36”, va razonando despacito pero implacablemente usted, señorita. Los incendios intolerantes se propagan y crecen por todas partes… Pues seguramente eso es así, eso es inevitable, en parte porque esa Europa laica que usted dice es el resultado de la tolerancia cristiana, y de ninguna otra.
En definitiva, tendrá que darse en Europa una alianza entre laicistas, católicos, protestantes, ateos… incluso entre musulmanes que no sólo no aceptan la versión fundamentalista del islam sino que la combaten expresamente. No me vale con que rechacen el terrorismo y ya está, no; tienen que oponerse al fundamentalismo que lo hace posible. A Marine Le Pen en Francia la están votando muchos marroquíes, muchos inmigrantes de países árabes y africanos, están entre sus filas, incluso entre sus cuadros. Eso expresa mejor que nada la transversalidad del movimiento que ella representa.
Me pregunta usted ahora si me he leído Sumisión, de Michel Houellebecq. No, no la he leído. Me ilustra usted sobre el detalle del argumento: ante una inminente victoria aplastante del Frente Nacional, los socialistas franceses, o lo que queda de ellos, se alían con los islamistas. Venden entonces triunfantes que han parado el “fascismo” del Frente Nacional sin ceder en nada importante porque los islamistas no han pedido ninguna cartera fuerte, no quieren Defensa, no quieren Economía, se han conformado con la Educación… Naturalmente en cuatro días no queda una sola mujer en la Sorbona, todas van veladas por la calle, etc, porque el futuro es de ellos. Esa es la ucronía de Houellebecq que a usted le ha puesto los pelos de punta, señorita Grau. Lo entiendo porque además recuerda mucho a lo que ha pasado en Cataluña, cuando se entrega la Educación a aquellos que no creen en el proyecto común, el proyecto común deja de tener fuerza en esos lugares y caminamos hacia la disgregación. Es fácil caricaturizar esas cosas, no tomarlas en serio, sobre todo al leerlas en una novela. Pero yo creo que caminamos exactamente en esa dirección. El caballo de Troya está dentro.
Mire, para parar a Marine Le Pen se están fraguando o intentando fraguar alianzas contra natura, que si los de la Izquierda Insumisa con los supuestos ultraliberales, que si las mezquitas con las feministas. Pero si es que ya da todo igual, si es que la están votando un 40 por ciento de los franceses. Yo no sé si ganará o no ganará las elecciones. Pero cuando un 40 por ciento de los franceses hayan votado a Marine Le Pen, sin duda esta habrá superado un estigma. Los que sólo se han atrevido a votarla esta vez en segunda vuelta ya podrán hacerlo en primera las próximas elecciones. Habrán superado el miedo.
¿Y si Marine Le Pen fuese un bluff?, se arranca de repente usted. ¿Y si es como Tsipras en Grecia, y una vez conseguido el poder o algo que se le parezca, resulta que hace lo mismo que todos los demás, se vuelve convencional, socialdemócrata y recatada? Pues sería una pena, la verdad. Y una gran decepción. Es cierto que de algún modo eso pasa siempre en política, uno nunca consigue hacer todo aquello que se propone, al darse de bruces con la realidad se encuentra muchas zancadillas. Pero yo me conformo con que por lo menos una parte de lo que ella plantea pueda ser llevado a cabo.
¿Que cómo es ella en el trato personal? A ver, tampoco voy a pretender que la conozco tanto. Pero es una mujer fuerte, atractiva, simpática. ¿Qué tiene ella que no tenga yo?, me pregunta usted a quemarropa. Ya veo por dónde va, pero oiga, tenga en cuenta que Vox es un proyecto nuevo, que apenas llevamos tres años, el Frente Nacional lleva décadas.
Frenazo en seco: nos interrumpe un señor que pasa por la calle, que dice ser de Guadalajara, que poco le falta para cuadrarse ante Santiago Abascal y pedirle que “salve España”…
¿Ve ese señor que me ha dicho eso? Pues ese no nos va a votar. Quiere que lo arreglemos, sí, pero aún no se atreve a darnos el voto. ¿Y por qué no se va a atrever si el voto es secreto?, se pregunta usted, señorita. Ya. Pero han llegado a la convicción de que Vox es la alternativa ideal, mas una alternativa carente de potencia. Con lo cual, tenemos la simpatía de muchas personas que no se atreven a votarnos, mientras Mariano Rajoy tiene la antipatía de muchas personas que no se atreven a dejar de votarle. Soy consciente de que esa frase no lo explica todo. Pero sea consciente también usted, señorita, de que nosotros tampoco hemos tenido la fortuna de ser estigmatizados de verdad, convertidos en enemigo público número uno como si lo ha sido el Frente Nacional. Todavía no hemos pasado del nivel de las bromitas y chanzas del Gran Wyoming, todavía no hemos llegado a la fase de demonización en las grandes tertulias…
¿Que si siento que se nos falta al respeto? Es que no nos preocupa. ¿Que si eso es un sí? Mire, yo me creo eso de que no ofende quien quiere sino quien puede… Todavía no nos toman en serio y ya dejaremos de dar risa para dar miedo a unos y ser vistos como la salvación por otros. ¿Que si me ilusiona la crisis del PP? Mire, que yo proceda del PP no convierte a Vox en una escisión del PP. Ni buscamos sólo los votos de ese partido, ambicionamos mucho más.
Insiste usted en que en el PP se multiplican las voces disconformes y rechinantes, y por citar sólo a tres menciona a José María Aznar, a María San Gil y a Esperanza Aguirre. Pues mire, yo tengo mucho afecto por algunas de esas personas, sobre todo por María San Gil, pero creo que no jugarán un papel en la política del futuro. Unos porque no quieren y otros porque no pueden, porque representan el pasado. ¿Y la corrupción?, añade usted, rauda. Pues mire, más allá de que ellos personalmente no se hayan corrompido, pueden haber quedado públicamente asociados con la corrupción, sí. Obviamente no estoy hablando ahora de María San Gil, que se ha quedado ahora voluntariamente en la cuneta de la política, después de ser apartada por el viraje que en su día dio Mariano Rajoy. Y ella ya no quiere volver ahora, cosa que no le reprocho; no podemos exigir que sean siempre las mismas personas las que tengan que dar el do de pecho.
Da usted un volantazo que me deja atónito, señorita, al preguntarme, así por las buenas, si yo soy tan Bambi como me pintan y si eso es un problema para Vox… ¿Yo, Bambi? ¿Qué quiere decir con eso? Me aclara que hay quien aprecia un cierto contraste entre el ideario de Vox y cierto aire de buenazo que se me atribuye, quizás con cierta condescendencia. Llega a decir usted textualmente, señorita, que hay quien sugiere que a mí me falta “mala hostia”… Pues mire, no sé qué decirle, más que toda la mala uva que pueda parecer que a mí me falta, que no es que me falte, que es que la contengo, la puedo sustituir con perseverancia. Además soy una persona educada y creo en el sistema democrático. No creo en la intolerancia ni en no dejar hablar. Si nos llaman Bambi por eso, no me preocupa demasiado. Ya dirán que somos el lobo cuando…
Oiga, ¿pero de verdad me llaman Bambi? De verdad que me deja usted helado. Pero si hace nada, en una entrevista que me hicieron a la vez cinco periodistas en Andalucía, una llegó a decirme que mis ideas le daban miedo físico, que le daba miedo yo. Llegó a preguntarme si es verdad que voy armado, que sí que voy. ¿Ahora mismo? Sí, claro, llevo la Smith & Wesson… ¿Que si la saco para las fotos? Ni hablar, señorita, exhibir las armas no es legal, hay que llevarlas ocultas. Y por supuesto no la llevé en mi visita a Marine Le Pen porque sólo tengo licencia para ir armado dentro de España… Empecé por la amenaza de ETA, ni siquiera contra mí sino contra mi padre, que dos comandos se metieron en su tienda de ropa de Amurrio, yo quería entonces proteger a mi padre y ahora tengo que pensar que tengo cuatro hijos. En fin… ¿Bambi, yo? ¿De verdad?
Sí, vamos a relajarnos hablando de cosas que me gustan. Me gustan las motos, es verdad que tengo tres, entre ellas una Yamaha vintage, tanto en el diseño como en la edad de la moto misma, es muy vieja, me la regaló mi suegro, es como la que sale en la película de James Bond El mañana nunca muere.
También me gustan mucho los bonsais. Como a Felipe, sí. He llegado a plantar más de cuarenta arbolitos…¿Que si los voy a llevar conmigo de llegar a la Moncloa? Pues eso va a ser un problema, no creo que me aguanten vivos tanto tiempo, porque, para qué nos vamos a engañar, nuestro triunfo no se va a producir de la noche a la mañana…¿Que cuánto suele vivir un bonsai? Pues, de los tres o cuatro que conservo, el mayor es un bonsai centenario que llevo cuidando quince años.
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