Albert Boadella (Barcelona, 1943) se lanza ahora a contar su vida, sus memorias, sobre las tablas: El sermón del bufón, en el Teatro Marquina. Allí él hará de sí mismo y de todo lo que ha creado, incluidos sus inolvidables personajes basados en Jordi Pujol, en el rey Juan Carlos... Ser comediante como lo es Boadella es una de las cosas más serias que existen. Hablar con él es como sacar la cabeza de una charca de ranas y respirar hondo.
Ya que estamos, hablemos de mi último espectáculo, El sermón del bufón. Me pregunta usted si, como su propio nombre indica, con este espectáculo voy a cantarle las cuarenta a alguien. ¡Uy! Veamos. Yo escribí mis memorias hace quince años. ¿Algo precipitadamente, sugiere usted? No, yo creo que el mejor momento para escribir es cuando tienes las cosas recientes. Después pensé que para un dramaturgo que además ha actuado tanto sobre la escena como yo, la mejor manera de contar su historia es precisamente así, sobre la escena. Tiene eso además la ventaja de que las cosas que se cuentan en el teatro se van muriendo según se van representando. Desaparecen. Queda entonces a veces un recuerdo mitificado, otras difuminado, y otras veces no queda recuerdo en absoluto.
Ese es el procedimiento que he utilizado toda mi vida y es el que me gusta. Además tengo el control completo de mis obras, porque yo no soy un señor que ha hecho Shakespeare, yo he hecho siempre lo mío, entonces puedo volver a contar palabra por palabra lo que he hecho, o volver a representar a personajes que ya representé, como a Jordi Pujol o como al rey. Me gusta hacer tanto de mí mismo como de mis personajes, juego con todas mis contradicciones…
¿Cómo dice, señorita Grau? ¿Que si con eso de las contradicciones, lo que hago es reservarme el derecho a mentir? Por supuesto. Aunque, en general, todo lo que digo es cierto. Y lo que no me interesa decir, no lo digo. Pone usted cara de verlas venir, señorita, y me pregunta, en una escala del 1 al 10, en qué grado de autocensura nos estaríamos moviendo. Pues sobre el 8. Sí, oiga, no ponga esa cara, que está el punto de la intimidad. ¿Lo ve? Usted misma admite haberse dado cuenta siempre de que yo soy enormemente pudoroso. Soy muy pudoroso, por ejemplo, con mi mujer, yo puedo contar según qué cosas de mi vida pero no de la de ella. ¿Qué me pregunta usted ahora? ¿Que si yo duermo en pijama? Yo, señorita, desde hace no sé cuántos años duermo a pelo… En casa, cuando era niño, no me dejaban, pero yo siempre acababa a pelo. Jamás he utilizado el pijama excepto alguna vez que he padecido un cólico nefrítico y he tenido que ir al hospital.
Al principio de Els Joglars fuimos a pedirle un crédito a Jordi Pujol a Banca Catalana y nos lo negó alegando que lo nuestro no era cultura catalana porque hacíamos mimo
Se muestra usted comprensiva con esto del pijama y el hospital pero sigue derecha a su pregunta y a lo suyo: quiere saber si yo duermo a pelo en la misma cama que mi mujer. Sí, claro, por supuesto. Es que no compartir la cama con tu mujer ya me parece cosa de otro mundo. A lo mejor si uno es rey o es aristócrata. O gilipollas, porque una pareja que duerme en camas separadas a mí me parece una gilipollez.
Cuando acabe de reírse, señorita Grau, me avisa y continuamos… ¿Cambio de tercio habemus? Parece que sí, porque ahora usted pierde interés en mi tálamo conyugal y en cambio retrocede a eso que he dicho antes de incluir a mi representación de Jordi Pujol en mis propias memorias. Le hace gracia, arguye, porque cuando usted entrevistó a Pujol allá por el 2003, recién apeado de la Generalitat, parece que él le dijo que no deseaba escribir sus propias memorias, que como político no era partidario de esta práctica. “Pero temo verme obligado a escribir mis memorias contra mi voluntad por necesidad de dinero, porque sabe, yo no me he preocupado de guardarme dinero”, asegura usted que le dijo él todavía molt honorable. Sí, señorita, qué le voy a decir yo de Pujol: pues que para mí fue una suerte encontrar un personaje tan extraordinario. Es un hombre que constantemente supera la ficción. A los comediantes se nos va la mano con esta gente.
Yo también cuento en mi espectáculo una entrevista que mantuve con él, con Pujol, en su despacho de Banca Catalana. Cuento esa entrevista haciendo tanto de Pujol como de mí mismo, ya verá. Es una escena muy precisa porque recuerdo sus palabras, creo, con total exactitud. Habíamos ido a pedirle que nos alargara una letra, un crédito de la compañía, haciendo valer nuestras dificultades como personajes de la cultura, y va y nos dice que él no nos puede ayudar, porque nosotros no hacemos cultura catalana ¡porque hacíamos mimo! Sin palabras, claro.
Que los polacos se quieran vengar de los rusos se comprende, que los catalanes se quieran vengar del resto de los españoles no tiene ningún sentido histórico
Indaga usted en si cuando yo empecé a satirizar a Pujol, que sí, creo que fui el primero, yo le veía ya como lo que se ha visto después de era, o todavía le veía, así fuese en negativo, como la especie de santón metomentodo y casi casi totalitario que pretendía ser. Costó mucho llegar a verle como un ladrón, como un farsante... ¿Si yo lo percibí siempre así? Yo creo que le calé en el primer momento. Mi primer Ubu parece una premonición de lo que va a suceder. Yo entonces conocía al personaje todavía poco, pero ya lo suficiente como para darme cuenta de lo que iba a suceder con él en la presidencia de la Generalitat. Lo que iba a suceder y sucedió era: bueno, Pujol iba a ajustar cuentas. Él se veía como un mesías que tenía que ajustar cuentas con una historia totalmente falseada. Un hombre totalmente resentido, totalmente vengativo, pero que se quiere vengar de algo que es falso. Seamos serios: que los polacos tengan cierto espíritu de venganza frente a los rusos es natural. Es comprensible. Pero que los catalanes tengan espíritu de venganza frente al resto de los españoles, no tiene ningún sentido histórico. No es real.
Además, me di cuenta en seguida de que era un hombre muy tramposo. Eso se apreciaba en los pequeños detalles. Por ejemplo, en aquella entrevista, delante de mí, pidió el dossier de nuestra compañía, cuando no éramos otra cosa que 7 u 8 titiriteros sin más capital que nuestras mallas negras. Entonces pidió un dossier que al parecer tenía sobre Els Joglars, que se había hecho traer por su secretaria, y estuvo largo rato leyéndolo. Cuando digo largo rato, quiero decir largo rato. Mas de repente en un gesto brusco se le escapó el dossier de las manos, se le cayó al suelo, y se vio que apenas contenía un pequeño recorte de prensa del periódico TeleExprés, muy escueto, que citaba una actuación nuestra en Italia. Nada más. Y eso era lo que pretendía llevar tanto rato leyendo con tanta atención. Vamos, que era un impostor nato.
Yo calé en seguida que Pujol era un tramposo y que se sentía impune; debe extrañarle mucho el gran cabreo que ahora lleva la gente con él
Pero insiste e insiste usted, señorita Grau, en lo mucho que le costó, a usted y a otro montón de gente, detectar que en Pujol pudiera alentar tamaño apetito de dinero, tanta avaricia personal. Que se lo esperaban de su mujer y de algunos de sus hijos, pero no tanto de él en persona. ¿Yo me lo esperaba? Bueno, yo tenía claro que él consideraba que Cataluña era suya, que era como su finca, y que por tanto todo lo que hiciera con ella tenía que quedar impune. Para mí que hasta se ha extrañado del monumental cabreo que ahora ha cogido la gente con él, se debe haber quedado atónito…
Me pregunta usted si yo aprecio algún matiz significativo entre la corrupción de Cataluña y la del resto de España, de la que estos días, por desgracia, tenemos que volver a hablar y mucho. Si es que se ha podido parar de hablar de ella alguna vez. Mire, yo recuerdo que en la Transición había gente que se ponía una bandera catalana en la solapa y tal y entonces iban a pedir dinero, caridad, con eso. Quedó detectado en seguida que la cuestión sentimental tenía muchas posibilidades económicas. Yo he visto eso después en mi propio gremio.
En toda España se tiene claro que robar es robar, sólo en Cataluña se intenta justificar la corrupción con el nacionalismo
Todo mi gremio se ha pasado al nacionalismo, al separatismo… y a la subvención, tercia usted rauda, sin dejarme acabar la frase. Claro, se pasan a eso porque saben que allí está el dinero, que donde se habla mucho de patria, dan dinero. Si hay alguna diferencia entre la corrupción catalana y la del resto de España quizá sea eso, que en Cataluña todavía hay quien pretende que el nacionalismo justifica o excusa cierto tipo de corrupción. En el resto de España nadie se hace ilusiones de que robar no sea robar, de que la picaresca no sea picaresca. En Cataluña encima hay quien pretende darle al tema dignidad institucional. Y sentimental.
Pero ¿a lo mejor Madrid tampoco es ya lo que era cuando yo llegué aquí saliendo por patas de Cataluña?, sugiere usted. ¿A lo mejor esto también se ha degradado? Porque bueno, esto de amanecerse con la noticia de la detención del expresidente de la Comunidad y exmano derecha de Esperanza Aguirre, Ignacio González, detenido por un pufo que puede llegar a ser de 60 millones de euros, algo tan bestia que lo ha tenido que denunciar Cristina Cifuentes aun siendo del mismo partido. Qué me cuenta usted, señorita. Qué cosas. Debo admitir que me pilla desinformado, no conozco nada de estos hechos ni con la mejor voluntad consigo que me interesen, teniendo como tengo un pie en el estreno.
Todo mi gremio se ha pasado al independentismo en pos de la subvención, porque donde se habla mucho de patria, dan dinero
En fin. Vaya momento que ha elegido usted para preguntarme cómo llevo yo que me llamen el protegido, por no decir el caprichito, de Esperanza Aguirre? Pues mire, al margen de los hechos que usted antes me comentaba, y de los que insisto que no sé nada de nada, yo siempre he pensado que Esperanza Aguirre es una mujer muy intuitiva. Y ella tuvo la intuición de coger para dirigir un teatro a un comediante que además alardeaba en aquel momento de votar a UPyD, vamos, que estaba clarísimo que yo ni votaba ni pensaba votar al PP, ni tenía afinidad especial con ese partido...
Hombre, tampoco me inspira esa patología, esa especie de histeria que se ve en mi gremio hacia el PP, pero es que eso ya es un fenómeno de tratamiento psiquiátrico. Yo nunca he estado en eso pero tampoco votaba al PP. Pero Esperanza Aguirre tuvo esa intuición conmigo y creo que puedo decir sin ninguna vanidad que al menos en esto no se equivocó. Yo le levanté en muy poco tiempo un teatro, conseguí que esos teatros se llenaran y lo hice además con un espíritu muy cercano al suyo, un espíritu liberal. Nosotros tratábamos mucho con la empresa privada, conseguíamos que muchas cosas que empezaban en el Canal pasaran después a teatros privados. Un procedimiento insólito en el teatro público no ya en España, sino incluso en Europa. Yo no creo que a Esperanza Aguirre le gustara todo lo que hacíamos pero le gustó este espíritu. Vamos, que trabajé un puñado de años en la Administración pública sin que jamás nadie me dijera ni mu. Ni una palabra.
¿La buena política cultural es la que no existe?, entra usted rauda al trapo. ¿En cultura, deben los políticos ver, oír y callar? Bueno, en nuestro caso sí se ejecutó una política cultural insólita, basada en la no-intervención del político. Me saca usted ahora el 21% del IVA cultural. Bueno, yo creo que en este asunto hay una parte de razón y otra parte de demagogia. Es un hecho que con el 21% del IVA cultural no se ha muerto el teatro. Yo creo que mientras sean los espectadores los que paguen el teatro, nosotros tendremos una libertad. Si siempre son las consejerías, los ministerios, etc, los que pagan demasiado directamente al comediante, perderemos una parte de esta libertad. Estaremos sujetos a las ideas de la política. Que no son necesariamente perversas de por sí, pero ya estamos hablando de un escenario distinto. El 21% del IVA cultural a mí me pareció una exageración, sin duda alguna, no hay por qué gravar tan fuerte a un gremio que tampoco está lleno de millonarios.
¿Cómo dice? ¿Que si el 21% del IVA cultural es, como sostienen algunos, un castigo del PP hacia un mundo cultural que siente como hostil, en la línea de la histeria antipepera patológica que yo mismo mencionaba antes? No, no creo que vaya por ahí. Creo que tiene más que ver con la manera naturalmente burda que hay en el PP de hacer las cosas, eso es lo que pone a veces histéricos a los artistas. Pero el PP no es especialmente burdo con la cultura, lo es también con la agricultura, con el comercio. Hace todo al por mayor, y hala… Pero no, no veo en el 21% del IVA cultural, que insisto en que es una exageración, un acto sádico.
Aguirre me eligió sabiendo que yo no era del PP, sin tener la histeria antipepera de muchos de mi gremio, que es algo patológico y de tratamiento psiquiátrico, pero sin votarles ni tener afinidad con ellos
¿Qué me parece que a los toros les hayan bajado en cambio el IVA al 10%? Bueno, los toros es una actividad que en principio vive básicamente de las entradas, de las localidades que se venden. A diferencia del teatro, que cuenta con una aportación muy importante de dinero público, a base de subvención directa y no tan directa. Los toros están más expuestos, más abandonados a su suerte comercial, y a mí me parece lógico que eso se tenga en cuenta al imponer más o menos IVA. Además de ese espectáculo, de la corrida, penden muchas cosas, pende el mundo ganadero, pende la existencia misma de las dehesas. Si desaparecieran los toros, España tendría un problema económico y ecológico. No quiero ni pensarlo.
Me dice usted, señorita, que el nuevo promotor de la plaza de Las Ventas, Simon Casas, le recuerda un poco a mí, que él sería a los toros lo que yo soy al teatro. Pues mire, yo creo que Simon Casas es el único capaz de darle a todo esto un toque moderno y mágico. Él ya hizo de las ferias de Nimes un espectáculo maravilloso, dentro y fuera de la plaza. Él tiene una visión de los toros muy distinta. Es el anticasposo por excelencia. Su mirada es seductora, capaz de hacer entender los toros en positivo incluso a un mundo que no es muy taurino.
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