Chanquete ha muerto (y a nadie le importa)
La bomba del remake ha estallado, pero ¿cómo juzgaría las clásicas series españolas -de Curro Jiménez a Médico de familia- el espectador del siglo XXI si siempre anda al borde de la alarma social?
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Los remakes están de moda. Para quien no lo sepa, un remake es lo que en castellano antiguo se conoce como "nos hemos quedado sin ideas, tira de lo que tiene grabado tu padre en las cintas VHS". Precisamente, hace poco se ha estrenado con notable éxito el remake de McGyver, y en octubre llega uno de los remakes más esperados de este año: Westworld, al que todas las quinielas vaticinan como la sucesora de Juego de Tronos en HBO. Se trata de una serie basada en la peli del setenta y tres de mismo nombre que protagonizaba Yul Brynner, o como le llama mi padre, "Junfriner". Claro que mi padre llama a Robert Mitchum “Robeninchun” y al horno pirolítico “piroflínico”.
Total, que en aquella peli “Junfriner” hacía por enésima vez de pistolero malvado, pero en este caso sólo en apariencia. Ya que, bajo esa fachada, se escondía un robot que trabajaba en un Portaventura futurista del vicio, donde los visitantes se disfrazaban de cowboys, romanos y señores feudales y daban rienda suelta a sus instintos más bajos. Al final los robots se desmadraban y aquello acababa peor que una boda en Juego de Tronos. Y ahora Jonathan Nolan, hermanísimo del otro Nolan (famoso por hacer hablar a Batman como si fumase Farias todo el día) ha decidido recuperar aquella bizarrada de peli en forma de serie. Y sin “Junfriner”.
Remake cañí
Aquí en España deberíamos tomar ejemplo y hacer remakes de nuestras series más clásicas. Pero como sucede con Westworld, tendrían que adaptarse a los tiempos que corren y a la realidad político-social que vivimos, que básicamente significa hacerlo todo más pseudo profundo y oscuro.
La risueña Gertru de Médico de Familia ya no estaría tan risueña, debido a unos recortes que la obligarían a atender una consulta masificada en unas condiciones laborales nefastas
Así, por ejemplo, y siguiendo la política sanitaria actual, Médico de familia pasaría a llamarse Médico privado de familia. La adorable y risueña enfermera Gertru ya no estaría tan risueña, debido a unos recortes que la obligarían a atender una consulta masificada en unas condiciones laborales nefastas. Además, la Juani pasaría a llamarse la Steisy y la serie, en lugar de anunciar cartones de leche de manera encubierta durante los desayunos, lo haría de bebida de soja rica en omega tres, cuatro, cinco, vitaminas b1 b12, hierro, estaño y si les dejan plata de ley.
En esta línea también tendríamos a la mítica Farmacia de guardia, con una Lourdes Cano nada agobiada por los impagos de medicamentos del gobierno, ya que en lugar de vender mercromina haría caja con jugosos productos homeopáticos de dudosa eficacia, saltándose a la torera cualquier código deontológico.
Los ladrones van al Congreso
Si nos remontamos en el tiempo, también podríamos recuperar clásicos como Curro Jiménez, más de moda que nunca por aquello de situarse durante una guerra de Independencia. También resucitaría Los ladrones van a la oficina, que pasaría a llamarse Los ladrones van al congreso. Y los trabajadores de Camera café ya no tomarían ese tentempié en la oficina, sino en un lugar donde pasarían mucho más tiempo: bienvenidos a Inem café.
Y por fin llegamos a la parte espinosa del asunto: Barrio Sésamo.
En este nuevo remake Chema se habría visto obligado a cerrar su panadería, convertida en un Zara. Y seguramente el kiosko de Julián también sería un Zara. Y qué demonios, la casa de Espinete también sería un Zara. El entrañable erizo se llevaría la peor parte. No encajaría en su nuevo barrio debido a su aspecto exótico, que le granjearía alguna que otra paliza de un grupo de extrema derecha de vete a saber qué hogar social. O tal vez sería detenido por escándalo público, denunciado por los padres del barrio. Y con razón. Porque, en serio… ¿practicar nudismo delante de los niños? Es vox populi que Espinete iba sin ropa por la calle y luego dormía vestido con la parte de arriba del pijama. Aunque tranquilos, porque seguramente no llegaríamos a vivir esta desagradable polémica, ya que los grupos ecologistas se negarían a que fuese exhibido en un espectáculo y lo acabarían devolviendo al monte o a donde sea que viva un erizo rosa en libertad.
El ojo sucio del siglo XXI
Sé lo que están pensando. No, no me he olvidado. Me dejo para el final el caso más sangrante: Verano azul.
A través de los ojos del espectador del siglo XXI, contemplaríamos esa entrañable relación de Chanquete con los niños de manera sospechosa. En una época de sobreprotección y alarma social, nos resultaría como mínimo extraño que un señor de avanzada edad invitase cada tarde a unos pequeños a su chabola perdida en medio de la nada. Julia tampoco lo pasaría muy bien; viviría en la indigencia, incapaz de pagar las cuotas de autónomo que le exigen por vender sus cuadros. Por no hablar de la entrañable Bea y su candidez al hacerse mujer. En la era de internet y el petting, seguramente acudiría a una consulta de planificación familiar. Y qué decir de Piraña: su preocupante sobrepeso ya no nos parecería tan divertido. ¿Qué padres dejan que un niño llegue a esos extremos? ¡Que les quiten la custodia!
A través de los ojos del espectador del siglo XXI, contemplaríamos esa entrañable relación de Chanquete con los niños de manera sospechosa
Así pues, y con un tono más oscuro y melodramático, la serie pasaría a llamarse Verano azul oscuro casi negro.
Pero no todo cambiaría en ese gran clásico de nuestra tele. Seguramente, en este nuevo remake Chanquete seguiría muriendo, pero esta vez a ninguno de los niños les importaría un pimiento. Estarían demasiado ocupados jugando a Pokemon Go y no se acercarían por el barco de ese entrañable (y a la vez sospechoso) anciano.
Bueno, a no ser que su barco se convirtiese en un gimnasio Pokemon*.
*Postdata: tengo repetido a Pikachu. Si a alguien le interesa, se lo cambio por Charmander.