Vivimos en un momento de crispación, de polos opuestos, de haters, de odio en las redes sociales. Un tiempo en el que parece que estamos obligados todo el rato a posicionarnos en cada polémica, en no pensar en lo que decimos ni en las consecuencias de un simple tuit. Despellejamos a la mínima y la gente pasa de ídolo a demonio en un simple traspiés. Si encima tenemos a una persona política, activista y sin pelos en la lengua, todos sabemos que los palos son constantes.
A Leticia Dolera las iras de Twitter le cayeron encima por no contratar a una persona embarazada para su serie. Ella no supo afrontar bien el momento, la sobrepasó, y se creó una avalancha difícil de parar. Esto no sirvió para debatir sobre lo difícil que es la conciliación, lo jodido que una embarazada lo tiene, las condiciones de los seguros por tener a una mujer en cinta en un rodaje… Sirvió sólo para atacarla a ella y al feminismo. No voy a entrar en si ella actuó bien o no. Sólo diré que creo que pocos se preguntaron que hubieran hecho ellos y, por supuesto, pocos hicieron un discurso constructivo. A nadie le importó que en su equipo hubiera mujeres embarazadas, lo que demuestra que, realmente (aunque no se comparta esta idea), tomó su decisión por motivos creativos.
En esos terremotos mediáticos lo que se logra es que, al final, nunca se hable de la serie que rodaban. Fue el Festival de Canneseries los que cambiaron el guion que parecía impuesto y apostaron por ella en su sección oficial. El resultado: el premio a la Mejor serie y a las Mejores actrices para sus tres protagonistas, Celia Freijero, Aixá Villagrán y la propia Dolera. Ahora ha sido San Sebastián los que la han programado en el Velódromo convirtiendo a Vida perfecta en la serie que hay que ver.
Los motivos son claros. La serie de Dolera (coescrita con Manuel Burque) es magnífica. Una serie que bebe de Girls (su referente más claro) y que habla de mujeres de verdad, reales. La ficción se ha acostumbrado a contar sucesos extraordinarios, sorprendentes, y nos hemos olvidado de contar historias del día a día, como la de estas mujeres a las que la sociedad les había dicho cómo debía ser su vida perfecta y se han dado cuenta de que esa no es la que quieren.
Cada una de ellas con una visión del mundo diferente, también de la maternidad (uno de los temas centrales de la serie), pero todas suenan auténticas. Por supuesto que Vida perfecta es una serie feminista, y no sólo porque todos los capítulos los dirijan mujeres o porque ellas sean las protagonistas. Lo es sin subrayar, sin impostar su discurso. Es feminista porque vemos cómo las mujeres siguen teniendo que cumplir un guion escrito: convertirse en buenas madres, buenas esposas, tener una casa, una familia.
Es interesante el personaje de Celia Freijeiro. Una mujer que tiene todo eso, y que sin embargo es una insatisfecha que busca algo de alegría en escarceos sexuales con desconocidos mientras aparenta ser la ‘mujer 10’ y su pareja sólo la desea como contenedor de bebés. Todo contado con humor, con acidez, derribando tabúes para hablar de las mujeres, y sobre todo de su sexualidad. Pocas veces el sexo en la ficción ha sido tratado de manera tan libre y abierta.
Dolera se desprende del toque naif y de cuento de Requisitos para ser una persona normal, y se mete en mil jardines de los que sale siempre victoriosa. El más complicado es el de las personas con discapacidad. El suceso que desencadena la historia es que el personaje de Dolera se queda embarazada de un chico con una discapacidad mental, y ahí los guionistas demuestran una habilidad total. Consiguen hacer humor con ellos, y no reírse de ellos, y además consigue una normalización que, como pasó con Campeones, era muy necesaria.
Vida perfecta va más allá, ya que vemos a los discapacitados como nunca se nos había mostrados, como seres sexuales deseados y que desean, que rompen estereotipos -como que si ‘ligan’ es con otra persona igual que ellos- o que no pueden permitirse sueños que otros tienen como ser padres. Divertida, fresca, desprejuciada… sus ocho capítulos se ven con una sonrisa y a veces con una carcajada. Así que seguid mi consejo: olvidaos de la polémica, porque Vida perfecta es una gran serie.