Dio a luz en Ellesmere (cerca de Groenlandia), sobrevivió durante meses aislada entre el hielo y llegó donde ninguna mujer blanca soñaba alcanzar entonces. Josephine Peary es uno de esos nombres fascinantes que arroja la historia de las exploraciones. Su esposo, Robert Peary (Cresson, 1856 - Washington, 1920), fue el primer hombre en alcanzar el Polo Norte, en 1909 (aunque hoy esta hazaña es cuestionada por algunos). Ella le acompañó en casi todas sus expediciones, al menos hasta los primeros campamentos. ¿Quién era aquella dama de Maryland que cambió la alta sociedad por el frío polar? ¿Qué la impulsó a aquellas tierras inhóspitas?
La respuesta a esta última pregunta la ofrece en parte Nadie quiere la noche, el nuevo filme de Isabel Coixet, que se estrena el 27 de noviembre. Coixet fija su mirada en un episodio inventado a medias: el último viaje de la exploradora. La película narra su llegada a una apartada cabaña y su estancia durante meses en esa celda en la que su supervivencia fue milagrosa, quemando tablones y telas para no congelarse y comiéndose a los perros del trineo y hasta el pelo de las mantas. Según el filme, se quedó encerrada durante meses, mientras fuera soplaban vientos helados, con temperaturas de -60º C, junto a Allaka, una inuit -el pueblo esquimal- que resultó ser la amante embarazada de su esposo. No sólo eso: Josephine desoyó todas las recomendaciones de prudencia y puede decirse que, por su culpa, perecieron varias personas.
Aislada por un iceberg
El filme la sitúa en la larga noche polar de 1908. Mientras su esposo estaba a punto de lograr lo que llevaba años persiguiendo, ella se empeñó en seguir sus pasos, en compartir la gloria con él y en estar a su lado. Una mezcla de amor y de ego fatal, pues, según el filme, la cabezonería de esta dama la llevó hasta una cabaña lejos de la civilización. Pero sólo parte de esto es histórico. “El guion ha sido fiel al espíritu de esta mujer, al de Allaka y al de Peary, inventándose una historia que no es real pero que hubiera podido serlo”.
La película bebe de una mezcla de realidad y ficción: aquel largo invierno a solas en 1908 nunca sucedió. Sin embargo, Josephine sí que conoció a Allaka, la amante de su esposo. Fue durante su expedición de 1900, acompañada de su hija Marie. El Windward, su barco, chocó con un iceberg y la tripulación tuvo que bajar a tierra y esperar allí, a unas 300 millas al sur de donde estaba Robert. Tardaron meses en recogerlos. Lo que sí es cierto es que allí conoció a Allakasingwah (Allaka en el filme), una inuit embarazada de su marido.
En 1891 fue la primera mujer blanca en participar en una exploración ártica, pese a las críticas que recibió
Sin duda, para una dama de la alta sociedad como era Josephine, aquello debió de ser como un jarro de agua fría. Hoy sabemos que tanto Peary como Henson y otros exploradores tuvieron amantes esquimales y a finales del siglo XX un estudio localizó a toda su descendencia. En el caso de Henson fue relativamente sencillo. El ayudante de Peary y fiel compañero de viajes era afroamericano y en varios puntos de Groenlandia hay aún hoy inuits de piel oscura.
Para Coixet, Josephine Peary era “una tía soberbia y antipática”. En el filme, “cuanto más bajo cae, para mí resulta más humana. Cuanto más se arrastra, más me gusta. Es cuando consigue ser una persona”. La cineasta cree que “la movía la búsqueda de la gloria. Al final lo que quiere Josephine es salir en la foto”, explica Coixet sobre el personaje, por el que no siente mucha simpatía, aunque la analiza en su contexto histórico: “Su comportamiento es lógico: ella sacrificó muchas cosas”.
Gran cazadora
Josephine había nacido el 22 de mayo de 1863 en una granja en Maryland. Era hija de emigrantes, pero no de cuna humilde. Su padre, un militar prusiano, cambió el uniforme por el arado, pero la Guerra de Secesión destruyó su granja y la familia se movió a Washington. Allí, aquel tipo culto con conocimientos de idiomas se convirtió en profesor en el Instituto Smithsonian. Josephine estudió en una escuela de negocios y se crió rodeada de intelectuales.
Conoció a Robert Peary en 1885 y se casaron tres años después. Su familia la había animado desde pequeña a explorar y descubrir el mundo. Y eso hicieron juntos. Robert se había adentrado en 1886 en Groenlandia, llegando a la conclusión de que no era una masa de hielo de Norteamérica sino una isla. Cinco años después, Josephine lo acompañó en su segunda expedición a aquellas tierras.
Fue, en 1891, la primera mujer en tomar parte en una exploración ártica a bordo del Kite, un barco en el que viajó con su esposo y otros cinco exploradores, todos hombres, “pese a las críticas públicas porque la expedición era demasiado arriesgada para ella”, como recuerda en un artículo la profesora de la Universidad de Southern Maine Patricia Pierce Erikson. Josephine llevaba tres años casada con su esposo y contaba con 28 en aquel momento.
Sus dotes para la intendencia resultaron clave para las expediciones: Josephine organizaba la manutención del equipo y diseñó y cosió junto a las inuit los sacos de dormir. Pero, tal y como muestra el filme, nunca entendió bien a estas mujeres tatuadas que dejaban ver sus pechos y sonreían sin cesar. “Apenas toleraba su presencia”, subraya el artículo de Pierce Erikson.
Eran, en cualquier caso, prejuicios típicos de su tiempo. Su personalidad lograba escapar a los tópicos: fue una gran cazadora y trampera. En un episodio en que una morsa se abalanzó sobre la expedición, se encargó de recargar los rifles rápidamente para los hombres. Más tarde, se unió a otras expediciones para atrapar ejemplares de narval, el cetáceo con un largo cuerno que los marinos antiguos comparaban con el mítico unicornio.
La niña de las nieves
En 1893, tuvo a su hija Marie Ahinghito cerca de Ellesmere, un campamento situado a 77º44' de latitud Norte, relativamente cerca del Polo. Fue la primera niña no esquimal que nació en Groenlandia. Aquella experiencia quedó reflejada en el libro The Snow Baby, que escribió la propia Josephine. Fue el nombre, la Niña de las nieves, por el que Marie sería conocida durante toda su vida. Josephine recogió el viaje de 1893 junto a su marido en el libro My Arctic Journal.
Josephine y Marie realizaron otro viaje a Groenlandia en 1897. Y la esposa de Peary repitió cuando en 1900 recibió noticia de que esposo había perdido los dedos del pie, congelados. Fue en aquel viaje cuando quedó atrapada en los hielos. Se convirtió, gracias a sus hazañas y sus diarios, en todo un personaje público. El resto de su vida la pasó recibiendo premios y ofreciendo conferencias.
Murió el 19 de diciembre de 1955, con 92 años.