Oliver Hirschbiegel estrena '13 minutos para matar a Hitler', la historia de Georg Elser, uno de los conspiradores que intentó asesinar al monstruo alemán y que podría haber cambiado el curso de la Historia.
Rojos asesinos
La historia de 13 minutos para matar a Hitler es la de Georg Elser, carpintero e insurgente de la Alemania gobernada por Adolf en los inicios de la IIGM y que, con un intrincado y peligroso plan, saboreó por un momento la derrota del Führer. Pero la bomba que plantó en la Bürgerbräukeller un 8 de noviembre de 1923 estalló, por un cambio de planes, más tarde de lo que hubiera debido hacerlo. "Quería evitar con mi acto un mayor derramamiento de sangre". Elser no logró salvar la vida de 40 millones de personas. Por el camino dejó un saldo de 8 muertes y decenas de heridos.
Hitler no muere
No es la única vez que el monstruo alemán se ha liberado por los pelos de la muerte. Que se sepa, a ella sobrevivió en 42 ocasiones. Entre ellas, una paliza entre bayonetas, el atropello de un camión, un atentado en su sala de operaciones, una captura orquestada alrededor de sus paseos matutinos y un tren que debía volar por los aires a medio camino entre München y Weimar. La misma suerte del diablo.
El plan
Elser se escondió durante días en los propios baños de la Bürgerbräukeller, siempre después de que echaran el cierre. Allí, mientras temblaba sujetando una linterna, temeroso de que alguien le descubriera, agujereaba una columna en la que después empotraría dinamita y un detonador a programar para la hora de la explosión. Cual preciso ejecutor, cada día limpiaba los deshechos. Llegó incluso a crear un doble revestimiento por el que sería prácticamente imposible descubrir el ardid antes de terminar con los nazis. Gran mimo para nada.
Mito recurrente
Hay varias obras que han adaptado otros complots, otros sueños homicidas antinazis. En El hombre atrapado, de Fritz Lang, el capitán Thorndike va a por el Führer. Tanto en Valkiria como en Operación Valkiria asistimos a la intensa operación llevada a cabo en la Guarida del Lobo, como también vemos, aunque desde otro prisma, en La noche de los generales y Sucedió un 20 de julio. De entre los muchos documentos que dan fe de estos hechos, destaca el libro Objetivo: cazar al Lobo de Gabriel Glasman.
Unidos en la tumba
El final de Elser no fue su condena a muerte tras los 7 días que duró el interrogatorio en el que cantaría todo, sino tras pasar cinco años por los campos de Sachsenhausen y Dachau en calidad de “prisionero especial”. Fue ejecutado en este último el 9 de abril de 1945, 21 días antes del suicidio de Hitler, de la rendición de Alemania y del fin del holocausto judío. Un golpe irónico de la Providencia.
Los insurgentes
Hay, sin embargo, otros héroes de la resistencia de la IIGM que sí combatieron los efectos de la devastación genocida, como Oskar Schindler, Irena Sendler o Elisabeth von Thadden, quienes salvaron desde la clandestinidad a decenas de miles de judíos de su Destino Final. Otros grupos alemanes, como los Edelweiss Pirates o los Swingjugend, también se rindieron al sano (pero duro) ejercicio de la oposición. Los primeros, una panda de ciudadanos de la clase obrera que en sus más célebres momentos asesinó a oficiales y miembros de la Gestapo. Los segundos, pandillas de burgueses urbanitas que se refugiaban en pisos fuera de los focos de la policía moral para bailar la endiablada música de negros que venía en los 40 desde Estados Unidos.
La Teoría del Gran Hombre
Es aquella que clama que los líderes individuales representan en sí mismos unos roles definidos y únicos, con lo que su asesinato crearía un nuevo horizonte histórico. Esta idea clama con fuerza en toda la aventura de este lobo solitario que cogió sus bártulos y se movió a Múnich para acabar con el gran contenedor significante del nazismo. Contra esta idea está el determinismo histórico, que defiende que los líderes de los grandes procesos de la humanidad no nacieron sin más para ello, sino que son fruto de un contexto abocado a un único destino. No hay datos sobre la postura sobre este tema por parte de los ideólogos de la Joven Bosnia, de Mark David Chapman ni de Lee Harvey Oswald.
Repitiendo la historia
Once años después del éxito de El Hundimiento, Oliver Hirschbiegel vuelve a Alemania y a los nazis. Antes estuvo probando suerte en Reino Unido haciendo lo que más le gusta, el drama histórico ramplón con tintes de thriller. Invasión, Diana, y algunos capítulos de la serie Los Borgia son algunos de sus más notorios trabajos de este periodo. Parecía que su regreso a casa con una historia tan interesante como el atentado en la Bürgerbräukeller nos devolvería al Hirschbiegel de hace una década, de aquella humanización del alma de Hitler tan inaudita como interesante. Ahora podemos decir que no ha sido así.