El niño prodigio del cine español
Dani de la Orden es una rareza en nuestra industria, con menos de 30 ya es un veterano en la realización y ha superado a Alejandro Amenábar como el director más precoz. Ahora estrena 'El pregón'.
18 marzo, 2016 00:56Noticias relacionadas
A los 22 años, cuando la mayor parte de jóvenes se encuentran en plena época de despiporre, de salir, emborracharse y probarlo todo, Dani de la Orden ya estaba trabajando. No lo hacía en un Zara o en un Burger King, sino que dirigía su primera película, hecha con cuatro duros y muchos amigos que se prestaron al experimento. Barcelona nit d'estiu (Barcelona, noche de verano) era una comedia romántica -como las que tanto adora su creador- que caló en los cines catalanes convirtiéndose en uno de los éxitos sorpresa del 2013.
Su sueño se cumplía pronto, pero en vez de quedarse ahí, como le ocurre a tantos directores noveles en nuestra industria, seguía creciendo. En 2015 llegaba su segundo filme, Barcelona, nit d'hivern (Barcelona, noche de invierno), una secuela con más presupuesto y un reparto en el que ya aparecían caras conocidas. En vez de descansar y disfrutar lo conseguido, De la Orden ha optado por seguir rodando. Ahora llega su tercer título en tres años, El pregón, la comedia protagonizada por Andreu Buenafuente y Berto Romero. Parece que tuviera miedo de parar y descubrir que nada era real.
Este barcelonés de pelo alborotado y gafas de pasta ha desbancado a Alejandro Amenábar como el director más precoz de nuestro cine. Mientras que el director de Los otros había estrenado dos películas con 26 años, para él han sido tres. Y, sin embargo, Dani de la Orden sigue actuando como un chaval al que todo esto le supera. Pintarrajea una hoja mientras responde, como cuando el profesor interroga a un alumno, aunque pronto se relaja para confesarse afortunado. “Quería hacer cine desde pequeño y me dedico a lo que me gusta, tengo mucha suerte”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Para la primera la película sabía que nadie iba a confiar en un pipiolo con sólo un corto a sus espaldas, así que en plan cooperativa sacó adelante su comedia romántica, una gran carta de presentación para las grandes productoras como Atresmedia Cine, que ahora le ha confiado uno de sus proyectos estrella. El primero de muchos por venir, porque ya maneja cuatro nuevos guiones que van desde la ciencia ficción a la comedia pura, y con los que intentará saciar su gran problema: “Yo tengo una enfermedad, que es que me encanta hacer pelis”.
Los grandes títulos de la historia del cine son encargos. Pienso en David Fincher, que es mi director favorito, y creo que todo lo que ha hecho son encargos
Da igual que sean personales, como su díptico sobre Barcelona, o productos de consumo rápido como El pregón, todo le vale en su afán de aprender, de ser “una esponja” para seguir creciendo. Por ello reivindica el cine de encargo, que en España sigue menospreciado, aunque directores como Javier Ruiz Caldera o el propio Dani de la Orden intenten cambiar esa mentalidad.
“Los grandes títulos de la historia del cine son encargos. Pienso en David Fincher, que es mi director favorito, y creo que todo lo que ha hecho son encargos. O Spielberg. El cine de encargo reivindica la figura del director. Hay un ejercicio muy bueno que todo el mundo que quiera dirigir debe hacer, que es coger una página de Tiburón, leer una secuencia y decir: '¿qué hacemos con esto?. Eso es el director, es un médium emocional, traslada tinta negra a una historia”, opina.
Asegura no escribir sus guiones porque conoce sus limitaciones, pero no por ello cree que no deba ser reconocido como autor, esa palabra tan encumbrada que él quiere devolver al suelo, a la realidad. “Creo que lo soy porque todo lo que hago tiene una parte emotiva, sincera y honesta. Es una palabra que a la vez creo que me queda grande, por lo que intento no comerme mucho la cabeza con eso. En el momento en el que decides qué música usar, dónde colocar la cámara o cómo remarcar el punto de giro tomas una decisión autoral”, zanja.
No se avergüenza de crear productos que buscan enganchar al público, y ahora con El pregón la vocación comercial es más que evidente. Para no decepcionar cree que hay que ser sincero con el espectador, no darle gato por liebre. “Yo sé que mis películas no suponen una ruptura técnico-formal, pero yo quiero emocionar al público. Hay historias que se basan en cosas que ya existen, como una canción pop que lo peta y la base son cuatro acordes. La gente se queja, pero es que funciona y no pasa nada. La cultura de masas se basa en unas premisas para llenar butacas y mientras seas honesto, es lícito”, apunta sin dudar.
Los premios no quieren a la comedias
En mayor o menor medida las tres películas de Dani de la Orden han sido comedias, el género en el que se ve más cómodo y que quiere reivindicar. “Me gustaría que la comedia pueda estar en una gala, que pueda aspirar a premios… Porque el drama es muy complicado, pero hacer un gag es jodidamente más complicado, a veces”, añade.
No será por la taquilla, que siempre ha apoyado el humor en nuestro cine, y más desde el fenómeno de Ocho apellidos vascos. Para el joven realizador esto se debe a dos motivos claros: “Primero, porque tenemos gracia natural. Y además la gente quiere ver productos honestos con los que te partes el culo, y no se esconde de ellos. Hay que ir en masa a buscar las risas que te prometen”, opina.
La gente quier ver productos honestos con los que te partes el culo y no se esconde de ellos
Sabe que tienen difícil llevarse un Goya o cualquier galardón reservado para dramones, y pone de ejemplo una de sus películas favoritas, Love Actually, o Una cuestión de tiempo. Las dos de Richard Curtis. “Unas comedias increíbles y cero premios, ni a su guion. A mí me parece injusto, pero como es una comedia romántica dicen: '¡Que le den!'. Pero lo merecían”, protesta apasionadamente.
Como compensación le queda ver las salas llenas y las risas del público que “para mí son poesía”. El lunes comprobará si El pregón lo ha logrado o se estrella en la taquilla, porque Dani de la Orden no entrega la película y se desvincula, sino que quiere seguir a cada una de sus criaturas “hasta el final” y aprender de los errores. No quiere que un pelotazo en la recaudación le despegue los pies del suelo, porque tiene claro que esta profesión es bipolar: “El cine es muy agradecido y muy desagradecido a la vez, una semana eres el rey del mambo y estás aquí con entrevistas, fotos y todo lo que dices es supersentencioso, pero luego el sábado te levantas en tu casa con resaca y te das cuenta de que eres el mismo tío con barriga, medio imbécil, que vive con su compañero de piso y que quiere hacer otra peli”. Y ya serían cuatro con menos de 30.