Aroma a churros y petardos, verbenas de pueblo, sangría y romerías. Encierros, concursos de cortes y corridas de toros. Llegan las fiestas de los pueblos. Momento de diversión, de celebrar el santo patrón de cada lugar y mostrar las tradiciones a los vecinos. Entre alcohol, paella y diversión uno se olvida de ver las cosas que ocurren justo al lado, como el maltrato animal de estas celebraciones. No hay que ir a la plaza de toros para ver actos salvajes propios de otros siglos, sino que las calles de todas las localidades se convierten estas fechas en circos romanos.
Entre tanto silencio y pasividad, un cineasta ha decidido dar un golpe en la mesa y mostrar desde el campo de batalla las imágenes. Miguel Ángel Rolland se fue con un equipo de cámaras a Benavente, Tordesillas y otros lugares españoles donde se realizan prácticas salvajes. Un documental que prescinde de las típicas declaraciones a cámara y voces en off que abundan en el género y va al grano. Ahí están. Las imágenes hablan por sí solas. Unos hombres a caballo que cabalga a toda prisa para arrancar de cuajo la cabeza de un pato colgado. Entre los espectadores niños, ancianos y señoras que cuidan a su perrito como si fuera un hijo mientras disfrutan con la decapitación de un ave. Los ganadores son recibidos como héroes en vez de ser recriminados por su actitud. Es sólo uno de tantos actos.
Así comienza Santa Fiesta (estreno mundial el 7 de julio en Feelmakers.com), un trabajo producido por crowdfunding y que nace del compromiso en contra de la tortura de su realizador. “Mi padre era amante de los toros y he sufrido, como mucha gente, las retransmisiones en TVE que ocupaban otros momentos de ocio, incluso en vacaciones alguna vez me llevaron a los quintos y cosas de esas. Me generaba mucha fractura, lo veía como algo realmente intenso y doloroso, pero lo que más me llamaba la atención era que la gente no lo viera, que les hiciera gracia”, cuenta el director a EL ESPAÑOL.
El título de la obra, Santa Fiesta, no es casual. Rolland establece un vínculo directo entre estos actos y la religión, también presente en estos festejos. “En todos está el patrón del Cristo, del desfile, de la procesión, y luego se mata un animal. Hay una unión entre ese festejo y la bendición de la virgen del pueblo que da nombre a las fiesta”, analiza el realizador que subraya que en esas celebraciones no sólo hay “paletos, como suelen decir, sino que estamos todos”. Además deja claro que estas prácticas no se limitan a los tres meses veraniegos, sino que hay “toros embolados durante todo el año, es una fiesta continua”.
En todos está el patrón del Cristo, del desfile, de la procesión, y luego se mata un animal. Hay una unión entre ese festejo y la bendición de la virgen del pueblo que da nombre a las fiesta
Miguel Ángel Rolland, que durante el rodaje vivió los improperios y amenazas de la gente de los pueblos que se sienten atacadas cuando alguien acude con una cámara, no duda en calificar todo esto como un genocidio animal. “Es uno de los últimos movimientos de liberación que quedan por resolver. Hemos usado a los animales para todo. Está claro que no tenemos una relación sana con ellos. Creo que es un genocidio porque los seres 'no humanos' hacen un uso organizado, explotativo y cruel hacia ellos. No necesitamos el sufrimiento de los animales para divertirnos. En 2016 no necesitamos rituales como estos”, dice con claridad.
Nostalgia equivocada
Cada año 25 millones de personas toman parte en celebraciones católicas, se estima que durante ellas 60.000 animales son torturados y matados durante unas 16.000 fiestas populares. Datos contundentes que Santa Fiesta lanza al espectador para que conozca el escenario en el que se está moviendo. Para defender los festejos con animales, la gente de los pueblos usa siempre el mismo argumento: “son nuestras tradiciones y no queremos perderlas”.
Para Miguel Ángel Rolland es una razón que se cae por su propio peso y que nace de “una nostalgia equivocada” en la que se encuentra sumergido nuestro país. “En este viaje de nostalgia incluiría las pasadas elecciones generales. Se han empezado a recuperar ritos religiosos cuando la gente ni va al iglesia. Esto se hace porque entienden que son emblemas de una forma de pensar. España no ha entendido lo que supone vivir en 2016 y ademas hay un fractura entre el mundo rural y el mundo urbano, porque es fácil darles caña pero también es cierto que les hemos dado la espalda. Hay un batiburrillo extraño en el que para algunas cosas somos muy tolerantes y dejamos hacer. Se ha dejado que haya fiestas con encierros y que esto creciera y creciera sin darles alternativas. Las tradiciones que nos hacen mejores personas hay que defenderlas, pero las que nos llevan al salvajismo no deberíamos”, zanja el realizador.
Se han empezado a recuperar ritos religiosos cuando la gente ni va al iglesia. Esto se hace porque entienden que son emblemas de una forma de pensar. España no ha entendido lo que es vivir en 2016
Los toros, las fiestas y las tradiciones se han convertido en un arma arrojadiza entre los partidos políticos. Unos claman que quieren prohibirlos, otros hacer a sus ciudades 'taurinas', y mientras ideologizan un tema que poco tiene que ver con la política pero que hasta llega a los programas electorales. “En una de las ciudades que sale en la película, Benavente, en las últimas elecciones el alcalde prometía más toros enmaromados, esto se usa como parte movilizadora y embrutecedora”, añade Rolland.
A pesar de que las cosas se han estancado, Miguel Ángel Rolland cree que hay cambios. “El movimiento de liberación animal, aunque suene un poco polémico, será como el de los derechos de los gais y lesbianas en este país, que hasta que no se vio como algo propio de las familias y parte de la sociedad no se avanzaron veinte casillas de golpe. Esto la gente lo veía como un problema de otros y ahora se esta interiorizando y se ve que somos mayoría y que era una minoría violenta la que monopolizaba la conversación”, opina. De momento los cambios tendrán que esperar. Al menos tres meses. Suena el chupinazo y empieza a correr la sangría, los toros salen del redil. Comienzan, otra vez, las fiestas de los pueblos.