Rodar una película en España tiene algo de misión imposible. Las ayudas escasean, la industria sobrevive como puede y las cadenas de televisión apoyan sólo un cine hecho por y para reventar la taquilla. En ese contexto se mueven los directores cuya mirada no se enmarca dentro de lo meramente comercial. Autores que se fijan en temáticas difíciles o que buscan formas nuevas de expresarse. Un cine que tiene un hueco cada vez más pequeño en las salas y que pelea con uñas y dientes. En nuestra industria siempre se dice que los realizadores tienen que rodar cada película como si fuera la última, porque nunca saben si va a ser posible repetir.
En el caso de los novatos está la maldición de la segunda película. Enfrentarse a una obra que puede ser su consagración definitiva o la que le aparte de la profesión, más aun si con la ópera prima destacó. De repente todos los ojos se ponen en ese proyecto, en cuál será el siguiente paso y en si estará a la altura. Una presión que ha sufrido ahora Fernando Franco, que desde que estrenó hace tres años La herida ha ido midiendo sus pasos para su segundo proyecto que acaba de terminar de rodar. Morir habla de cómo uno se enfrenta a la enfermedad, pero desde el punto de vista del que acompaña al enfermo, y no de quien lo padece, un punto de vista que al director le parecía más interesante y menos manido.
Un proyecto que nace de una novela de Arthur Schnitzler, pero que se ha ido alejando hasta sólo quedar su esencia. “Es un autor que me gusta mucho porque todo gira en torno al retrato psicológico de personajes, que es lo que más me interesa a nivel de guion. Cuando leí Morir me planteé si había alguna forma de adaptarla, porque todo es un monólogo interior. Me puse a trabajar en ella, pero me he distanciado tanto que no es ni siquiera una adaptación, fue un germen”, cuenta Fernando Franco a EL ESPAÑOL con el rodaje recién terminado y a punto de entrar en la sala de montaje.
Intentará repetir el éxito crítico de La herida, con la que ganó el Goya al Mejor director novel, además de reportarle a Marian Álvarez su primer premio por su protagonista absoluto en el filme. Unos premios que tienen más repercusión mediática que otra cosa. “En cierto modo ayuda, pero a mí cuando me dieron el Goya no me sonó el teléfono para ofrecerme nada, y no ha sonado desde entonces. Me imagino que también por la manera en la que trabajo, la gente me conoce de mi carrera de montador y sabe que hago mis propios proyectos y que no trabajo de encargo, además tengo una buena relación con Koldo Zuazua, que es el coproductor de mis películas, así que tampoco he echado en falta que me llamaran, pero no se ha producido”, cuenta con sinceridad.
Existe la comidilla de que casi es peor que te den el Goya porque te dejan de llamar porque piensas que eres caro o que no tienes hueco en la agenda
Es verdad que un premio te da a conocer al público, aunque Fernando Franco confiesa que en las categorías técnicas eso ni siquiera ocurre y que “existe la comidilla de que casi es peor que te den el Goya porque te dejan de llamar porque piensas que eres caro o que no tienes hueco en la agenda”. “Tengo amigos que lo ganaron y que me cuentan que llevan un año sin trabajar. Los premios están bien como reconocimiento a las películas, pero al final entre tanto festival y tanto premio parece que ponemos a todas las películas a competir cuando son piezas artísticas”, zanja.
'Morir' de forma lenta
Cuando se estrene Morir habrán pasado cuatro años desde La herida. Un tiempo que no le agobia, cree que ha trabajado a su ritmo y cuidando todo al máximo, aunque esta espera también se ha visto dilatada por la situación de la industria. Una industria en la que parece que si no encadenas un proyecto con otro es que no estás trabajando, un tópico contra el que Fernando Franco lucha. “Hay mucho director en España con mucho prestigio que se toma periodos largos entre una obra y otra. Es verdad que las cadenas de televisión funcionan con más celeridad y en productos más 'mainstream' o comerciales, porque las tienen que encajar en unas fechas y tienen que estar ahí, pero en este otro tipo de cine no sé si esa presión es tan grande. Si te lo puedes permitir claro”, explica a este periódico.
Para poder tener esta independencia y poder avanzar a su ritmo sigue trabajando como montador -profesión con la que entró en el sector- para otros directores. Él es uno de los que han editado Que dios nos perdone, la última película de Rodrigo Sorogoyen. Un trabajo que le sirve para llegar a fin de mes y para aprender habilidades como realizador para sus propios títulos. En su caso este largo tiempo de espera ha sido porque “me gusta tomarme mi tiempo y no ir con demasiada prisa”, pero es consciente de que no rueda “un blockbuster” y que levantar el proyecto no ha sido fácil.
Su cine es al que la reforma de la Ley del Cine ha dejado más desprotegido, y como decía a este periódico el productor de Mimosas, Felipe Lage, si no se toman medidas está condenado a desaparecer, una visión que comparte, con matices, Fernando Franco. “No me gusta ser pesimista, pero es verdad que se pone cada vez más complicado rodar. Me acuerdo la primera película de Oliver Laxe, que después de Cannes y una crítica excelente ni siquiera tuvo distribución en España, y pasa lo mismo con Albert Serra. Hay mucho trabajo que hacer y el que se está haciendo es en la dirección contraria”, cuenta el director que cree que si la situación no cambia habrá “una estampida” de talento a otros países.
Trabajas durante mucho tiempo en películas que luego no tienen visibilidad, o si la han tenido ha sido mínima y compitiendo con otro tipo de cine con el que no debería competir
Más complicada que la financiación es encontrar una distribución digna. “Trabajando como montador he visto películas a las que hemos dedicado un gran esfuerzo y que no han tenido visibilidad por no tener amarrada esa pata, o si la han tenido ha sido mínima y compitiendo con otro tipo de cine con el que no debería competir por el poder publicitario que ellos tienen”, cuenta Fernando Franco que pide que se intente asegurar una buena exhibición como ocurre con el modelo argentino. “Las obras que tienen una ayuda del INCAA (instituto nacional del cine) tienen asegurada una vía de salas propias, y eso hace que desde la confección del proyecto hasta la posibilidad de verla esté arropada, porque da lo mismo que ayudes a que se ruede si luego no hay forma de canalizar la exhibición”, explica.
Pese a todas las dificultades Fernando Franco asegura que no tiene presión por cómo se acogerá Morir, prefiere pensar sólo en el montaje y la posproducción. No perder energías en otras cosas, para ello tienen un lema: “hacer todas las películas con las ganas de la primera y también como si fuera la última, poniendo toda la carne en el asador”.